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7.2
47,222
5
19 de octubre de 2014
19 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Fighter arrastra consigo un grave problema llamado David O. Russell. Él no es, ni mucho menos, el director idóneo para plasmar la áspera historia que se nos quiere transmitir. Es más, por culpa de O. Russell esa historia se queda en algo bastante hueco e inanimado. Aparte de soportar un doblaje de másvalemetermeayonquiqueescucharextrañasvoces, ninguno de los oscarizados está a la altura. Diría más, quien actúa a la perfección en la película es Amy Adams. Lo de los premios cuanto más pasan los años más se siente uno desengañado con ellos. Tampoco hay darles más relevancia de la que en verdad tienen. Se equivocan como se equivoca The Fighter.
Historia desestructurada, como el personaje de Bale, pero con el añadido de que, en esta supuesta película de boxeo, el que pega no es el que lucha. El que pega es el que soporta dos horas de metraje impresas en el reloj de la entrada. La entrada a un cuadrilátero de una mala vida mil veces narrada, en otras ocasiones, con mucha más fortuna. Con mucha más pericia. O, mejor dicho, con mucho más talento. Los recuerdos divagan entre una buena fotografía que arrincona a un púgil hábil en los juegos del amor y, en el sin vivir de la vida. Incluso, atemoriza a un espectador que no sabe a que atenerse. Si a la lucha sin cartel. Si a las drogas sin vicio. Por tener ni tiene un buen tema musical que te diga que ahí, hubo algo más. Huracán Carter.
Historia desestructurada, como el personaje de Bale, pero con el añadido de que, en esta supuesta película de boxeo, el que pega no es el que lucha. El que pega es el que soporta dos horas de metraje impresas en el reloj de la entrada. La entrada a un cuadrilátero de una mala vida mil veces narrada, en otras ocasiones, con mucha más fortuna. Con mucha más pericia. O, mejor dicho, con mucho más talento. Los recuerdos divagan entre una buena fotografía que arrincona a un púgil hábil en los juegos del amor y, en el sin vivir de la vida. Incluso, atemoriza a un espectador que no sabe a que atenerse. Si a la lucha sin cartel. Si a las drogas sin vicio. Por tener ni tiene un buen tema musical que te diga que ahí, hubo algo más. Huracán Carter.

6.6
21,007
8
19 de octubre de 2014
19 de octubre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La turbulencia muda sentada ante ti, convierte a “Caché” en un trabajo incomodo de ver. De disfrutar. De descifrar los códigos cifrados a plano fijo. Cámara sellada en un pasado rescatado desde su pesadilla. El reflejo sordo de unos hechos perdidos en la memoria. El presente que vivir, en un día a día roto en el momento más inesperado. El roce de lo desconocido en una amenaza continúa. Roce monstruoso a saberse real.
Los silencios amargos cristalizan en acciones violentas. Las palabras hablan cuando el discurso vivaz de lo visto penetra. Cuando se sumerge a ritmo de pausa y vuelta atrás. Cuando el machete hace sangre allí donde duele. Lugar recóndito de una infancia recuperada. Rescatada de un destino provisto de lo que era olvido. Señal inequívoca de unos años repletos de una contrariada felicidad conyugal.
Al final, todo estalla para ser calma. La llamada de lo visionado ya ha colmado la paz de una serenidad pétrea. Estática en su proceder. Libre en sus ataduras. Violenta en sus múltiples lecturas. Esas que no te liberan porque tú, ya eres el sujeto. El simple sujeto contrariado.
Los silencios amargos cristalizan en acciones violentas. Las palabras hablan cuando el discurso vivaz de lo visto penetra. Cuando se sumerge a ritmo de pausa y vuelta atrás. Cuando el machete hace sangre allí donde duele. Lugar recóndito de una infancia recuperada. Rescatada de un destino provisto de lo que era olvido. Señal inequívoca de unos años repletos de una contrariada felicidad conyugal.
Al final, todo estalla para ser calma. La llamada de lo visionado ya ha colmado la paz de una serenidad pétrea. Estática en su proceder. Libre en sus ataduras. Violenta en sus múltiples lecturas. Esas que no te liberan porque tú, ya eres el sujeto. El simple sujeto contrariado.

6.3
1,654
6
1 de noviembre de 2021
1 de noviembre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Supernova" es más que una estimulante demostración de amor. Tal vez, demasiado amor. Pero no, por eso, una película que, para aquellos que han perdido un ser querido durante el último año, les traerá el recuerdo de los buenos, y malos, momentos vividos al lado de esa persona: marido, esposa, padre, madre, hijo, hija, nieto, nieta, sobrino, sobrina, abuelo, abuela... amigo.
"Supernova" es en todo caso una historia para contemplar con calma y, al final, preguntarse si dicho amor, al final, merece la pena.
Yo pienso que, sí. Que merece la pena vivir.
"Supernova" es en todo caso una historia para contemplar con calma y, al final, preguntarse si dicho amor, al final, merece la pena.
Yo pienso que, sí. Que merece la pena vivir.
8
19 de octubre de 2014
19 de octubre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el cine oriental actual supera en imaginación y calidad, a la mayor parte de las producciones de occidente, no es nada nuevo escrito bajo el sol. Y que Kim Ki-duk es una de sus cabezas más visibles, tampoco. Así, “Hierro 3” es otra muestra más de su particular e inclasificable talento. Director y guionista prolífico, rueda hasta dos largometrajes al año, aquí nos sumerge en una historia sin habla. Todo lo que se dice, nada, se ve. La narración de amor de dos jóvenes vivida en casa de otros. Un amor no consumado en carne, pero sí en hechos. Los hechos de rehacer la vida del otro, aunque por ello te flagelen hasta la extenuación.
De casa en casa. De hogar en hogar, vamos siendo participes de que como son sus habitantes antes y después de la estancia, de éste par de seres destinados a convivir juntos de por vida. Cruel, amarga… y a veces sangrienta, contiene unos sutiles rasgos de ironía. Un humor desconcertante que no hace más que llevarnos hacia un final tan metafórico como real.
Largometraje que nos enseña, entre otras muchas cosas, cierta estupidez del ser humano: irse de vacaciones dejando el recordatorio en el contestador automático del aparato telefónico.
Decir que es más que una estimulante película, es quedarse bien corto.
De casa en casa. De hogar en hogar, vamos siendo participes de que como son sus habitantes antes y después de la estancia, de éste par de seres destinados a convivir juntos de por vida. Cruel, amarga… y a veces sangrienta, contiene unos sutiles rasgos de ironía. Un humor desconcertante que no hace más que llevarnos hacia un final tan metafórico como real.
Largometraje que nos enseña, entre otras muchas cosas, cierta estupidez del ser humano: irse de vacaciones dejando el recordatorio en el contestador automático del aparato telefónico.
Decir que es más que una estimulante película, es quedarse bien corto.

7.4
65,003
8
2 de febrero de 2025
2 de febrero de 2025
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En mil novecientos ochenta y cinco, Kenia, fue vista por un mundo ajeno a sus alegres, a veces, tristes aconteceres. Esos que hablaban de amores furtivos y sueños reales. Los que, la escritora danesa Isak Dinesen, había plasmado en forma de palabras cuarenta y ocho años antes. Los años ganados a un país en el que, una plantación de café, ardía en llamas de pasión. El motivo de que, Kenia, fuese rescatada del olvido gracias a las imágenes de la magia del cine.
Aunque, fuesen unas imágenes idílicas, alejadas de una realidad que nos dice que, ahora mismo, las cosas no han cambiado demasiado. Ya que, el país en el que Isak Dinesen vivió una elocuente historia de amor, es un país que sigue necesitando la ayuda de unos organismos gubernamentales que conviertan a Kenia en un país digno. Tanto o más, que esas imágenes de película que no nos mentían, pero, sí sublevaban la sinrazón de la vida. Esa por la que luchar para así lograr que, una plantación de café, no vuelva a arder de amor. Para que no vuelva a arder de desconsuelo. De ocultaciones. En fin, para que vuelva a arder de ilusión por la vida. Esa vida devolvió a Isak a una creatividad llamada memoria de un país, de un continente en el que vivir puede, es posible gracias a la generosidad de aquellos que, a veces, evitan recordar.
Aunque, fuesen unas imágenes idílicas, alejadas de una realidad que nos dice que, ahora mismo, las cosas no han cambiado demasiado. Ya que, el país en el que Isak Dinesen vivió una elocuente historia de amor, es un país que sigue necesitando la ayuda de unos organismos gubernamentales que conviertan a Kenia en un país digno. Tanto o más, que esas imágenes de película que no nos mentían, pero, sí sublevaban la sinrazón de la vida. Esa por la que luchar para así lograr que, una plantación de café, no vuelva a arder de amor. Para que no vuelva a arder de desconsuelo. De ocultaciones. En fin, para que vuelva a arder de ilusión por la vida. Esa vida devolvió a Isak a una creatividad llamada memoria de un país, de un continente en el que vivir puede, es posible gracias a la generosidad de aquellos que, a veces, evitan recordar.
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