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6.8
32,505
3
2 de diciembre de 2019
2 de diciembre de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Exceptuando los flashback, más o menos atractivos gracias a Penélope Cruz y a la ambientación en la casa cueva de Paterna, el resto es un desfile somnífero de topicazos, clichés, perogrulladas y ramplonerías predecibles, enmarcadas en la tradición más ramplona y casposa de la marujería ñoña. El que el director sitúe la escenificación de esas trivialidades aburridas en el ámbito homosexual y de la droga, le puede dar un interés a la película de cara al buenismo actual y al lobby gay, pero el resultado es de vergüenza ajena, como suelen ser las películas “emotivas” de este individuo.
Lo único salvable, como de costumbre en este hombre, es la excelente fotografía.
Lo único salvable, como de costumbre en este hombre, es la excelente fotografía.

5.6
524
1
31 de agosto de 2018
31 de agosto de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay guión.
No hay historia.
No hay trama.
No hay diálogos.
No hay información.
No hay coherencia.
No hay continuidad.
No hay inteligibilidad.
No hay vergüenza para hacer semejante chapuza.
Y hay mucha desvergüenza para premiarla, ensalzarla o defenderla.
No es un biopic.
No es una narración.
No es una comedia, ni una tragedia, ni un musical.
La ¿película? está salpicada de guiños al "iniciado", al que está en el ajo y conoce los detalles de la vida de la cantante Barbara, de nombre Monique Andrée Serf, pero que, para el profano, resultan sólo una serie de elementos indescifrables y gratuitos (como la escena que describe la canción "Nantes", o la oferta de "bombons" del admirador en la canción de Brel), ya que no se contextualizan ni se explican de ningún modo.
Por no informar ni siquiera se da el auténtico nombre de la cantante, ni se alude a su situación familiar y social, al grave conflicto con su padre, a sus dificultades con los nazis, o a sus relaciones con Brel (respecto a éste sí se incluyen varias alusiones, pero no se aclara nada), con Moustaki, con Reggiani, etc.
Ver esta ¿película? es una absoluta pérdida de tiempo; si se conoce la vida de la artista, porque me se aporta nada nuevo; si no se la conoce, porque no se entiende el noventa por ciento de lo que va mostrándose en la pantalla.
El aburrimiento continuo ante ello no se alivia por la inclusión de la música de la cantante: sólo aparecen fragmentos de sus canciones y un par de ellas completas, cantadas por Jeanne Balibar, la actriz que representa a la Barbara original, cuya interpretación no está mal, pero no justifica que no se pongan las versiones originales.
Lo único salvable, además de la música fragmentada, son las intervenciones de Balibar y del director -y actor que interpreta a un director-, Mathieu Amalric, antigua pareja de la protagonista, cuyo papel, no obstante, resulta superfluo y sobre dimensionado.
No hay historia.
No hay trama.
No hay diálogos.
No hay información.
No hay coherencia.
No hay continuidad.
No hay inteligibilidad.
No hay vergüenza para hacer semejante chapuza.
Y hay mucha desvergüenza para premiarla, ensalzarla o defenderla.
No es un biopic.
No es una narración.
No es una comedia, ni una tragedia, ni un musical.
La ¿película? está salpicada de guiños al "iniciado", al que está en el ajo y conoce los detalles de la vida de la cantante Barbara, de nombre Monique Andrée Serf, pero que, para el profano, resultan sólo una serie de elementos indescifrables y gratuitos (como la escena que describe la canción "Nantes", o la oferta de "bombons" del admirador en la canción de Brel), ya que no se contextualizan ni se explican de ningún modo.
Por no informar ni siquiera se da el auténtico nombre de la cantante, ni se alude a su situación familiar y social, al grave conflicto con su padre, a sus dificultades con los nazis, o a sus relaciones con Brel (respecto a éste sí se incluyen varias alusiones, pero no se aclara nada), con Moustaki, con Reggiani, etc.
Ver esta ¿película? es una absoluta pérdida de tiempo; si se conoce la vida de la artista, porque me se aporta nada nuevo; si no se la conoce, porque no se entiende el noventa por ciento de lo que va mostrándose en la pantalla.
El aburrimiento continuo ante ello no se alivia por la inclusión de la música de la cantante: sólo aparecen fragmentos de sus canciones y un par de ellas completas, cantadas por Jeanne Balibar, la actriz que representa a la Barbara original, cuya interpretación no está mal, pero no justifica que no se pongan las versiones originales.
Lo único salvable, además de la música fragmentada, son las intervenciones de Balibar y del director -y actor que interpreta a un director-, Mathieu Amalric, antigua pareja de la protagonista, cuyo papel, no obstante, resulta superfluo y sobre dimensionado.
10
31 de julio de 2017
31 de julio de 2017
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la magistral interpretación de Bill Nighy y Helena Bonham Carter, se añade el rigor a la hora de reconstruir, encubriendo nombres y hechos, como es lógico, el itinerario de Tony Blair en su relación con la trama norteamericana de los centros de internamiento ilegales y las torturas que en ellos se practicaron bajo la administración Bush a raíz de los atentados terroristas de Nueva York y Londres.
Las dos entregas anteriores de la trilogía ("Page Eight", traducida como "Entre líneas"; y "Turks & Caicos", traducida como "Islas turcas y Caicos") son igualmente espléndidas y resultan imprescindibles para entender la trama de ésta última.
Las interpretaciones de todos los actores son perfectas, con un Bill Nighy que ha encontrado por fin la obra que le ha permitido mostrar su enorme carisma y su talento para encarnar la elegancia, astucia y audacia que se suele asociar a la imagen del gentleman inglés, potenciada por el misterio del agente secreto; Helena Bonham, un poco rellenita, encarna sin embargo perfectamente la sensualidad y sagacidad de una mujer inteligente y sensible, a falta de erotismo morboso, tal vez debida a la índole televisiva del producto; la aristocrática Olivia Williams presenta un personaje fuerte y creíble, en la periodista del Independent; Judy Davis, al igual que en la primera entrega de la saga, incorpora con poderío a la artera dirigente del MI5; igualmente, Saskia Reeves propone un personaje astuto y precavido, en un cambio de género que sustituye a su modelo Gordon Brown; el inefable Ewen Bremner también halla un personaje donde insertar su físico tan poco versátil, más allá de los personajes marginales y estrafalarios en los que se le suele encontrar; Ralph Fiennes, por su parte, aquí controla su habitual histrionismo que, no obstante, le sirve para dar un matiz siniestro al Primer Ministro, alejándolo del sonriente Blair en el que se inspira el personaje. En los dos capítulo finales se echa un poco de menos la presencia de la guapa Raquel Weisz que interpretaba al ambiguo personaje de Nancy Pierpan en la primera entrega. Asimismo, en la segunda, Christopher Walken y Wynona Ryder demuestran cuanto han ganado como intérpretes con la edad.
El argumento es complejo y requiere una atención constante, mejor una doble visión, para no perder el hilo. El director desde luego no lo pierde y la historia está perfectamente contada sin cabos sueltos ni errores, pero la trama es densa.
La misma eficacia cinematográfica se halla en la ambientación, los personajes secundarios y los diálogos.
Además del interés de la narración como película (la verdad es que al acabar la saga quedan ganas de empezar de nuevo a verla, por el enganche que tiene y la satisfacción de contemplar tan buen trabajo artístico en todos los niveles) lo que destaca también es el rigor con el que los autores de la novela y el director han sabido recrear los avatares políticos ingleses de la última década. Uno lamenta que la honestidad -o la coherencia y vergüenza torera de dimitir cuando los pillan con el carrito del helado- que se aprecia en los personajes, trasunto verosímil de las personas que los inspiran, no se puedan ni rastrear entre la clase política española.
Las dos entregas anteriores de la trilogía ("Page Eight", traducida como "Entre líneas"; y "Turks & Caicos", traducida como "Islas turcas y Caicos") son igualmente espléndidas y resultan imprescindibles para entender la trama de ésta última.
Las interpretaciones de todos los actores son perfectas, con un Bill Nighy que ha encontrado por fin la obra que le ha permitido mostrar su enorme carisma y su talento para encarnar la elegancia, astucia y audacia que se suele asociar a la imagen del gentleman inglés, potenciada por el misterio del agente secreto; Helena Bonham, un poco rellenita, encarna sin embargo perfectamente la sensualidad y sagacidad de una mujer inteligente y sensible, a falta de erotismo morboso, tal vez debida a la índole televisiva del producto; la aristocrática Olivia Williams presenta un personaje fuerte y creíble, en la periodista del Independent; Judy Davis, al igual que en la primera entrega de la saga, incorpora con poderío a la artera dirigente del MI5; igualmente, Saskia Reeves propone un personaje astuto y precavido, en un cambio de género que sustituye a su modelo Gordon Brown; el inefable Ewen Bremner también halla un personaje donde insertar su físico tan poco versátil, más allá de los personajes marginales y estrafalarios en los que se le suele encontrar; Ralph Fiennes, por su parte, aquí controla su habitual histrionismo que, no obstante, le sirve para dar un matiz siniestro al Primer Ministro, alejándolo del sonriente Blair en el que se inspira el personaje. En los dos capítulo finales se echa un poco de menos la presencia de la guapa Raquel Weisz que interpretaba al ambiguo personaje de Nancy Pierpan en la primera entrega. Asimismo, en la segunda, Christopher Walken y Wynona Ryder demuestran cuanto han ganado como intérpretes con la edad.
El argumento es complejo y requiere una atención constante, mejor una doble visión, para no perder el hilo. El director desde luego no lo pierde y la historia está perfectamente contada sin cabos sueltos ni errores, pero la trama es densa.
La misma eficacia cinematográfica se halla en la ambientación, los personajes secundarios y los diálogos.
Además del interés de la narración como película (la verdad es que al acabar la saga quedan ganas de empezar de nuevo a verla, por el enganche que tiene y la satisfacción de contemplar tan buen trabajo artístico en todos los niveles) lo que destaca también es el rigor con el que los autores de la novela y el director han sabido recrear los avatares políticos ingleses de la última década. Uno lamenta que la honestidad -o la coherencia y vergüenza torera de dimitir cuando los pillan con el carrito del helado- que se aprecia en los personajes, trasunto verosímil de las personas que los inspiran, no se puedan ni rastrear entre la clase política española.

4.7
355
9
13 de junio de 2016
13 de junio de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una excelente y sorprendente -para mí, al menos- película. No conocía al director, pero me parece muy eficaz y con ideas. Lo que me ha gustado más es el planteamiento social que se puede extraer de la narración. Una chica animada por un espíritu entre justiciero y ambicioso, acaba reventando un grupo de personas, todas marginales, que mantenían un estatus que, ajeno a la autoridad y el sistema, funcionaba, mal que bien. Todos los actores están espléndidos, en especial el friki drogadicto, que resulta totalmente verosímil, sin caer en la caricatura que el cine americano suele emplear para los yonquis. Sean Bean repite su sobriedad, un poco de madera, para mi gusto y James Purefoy, con barba, resulta un tanto irreconocible en su personaje. La protagonista es una chica muy dura y funciona muy bien en este papel; su hermana está más acartonada. Y el psicópata parece que no tiene que interpretar, de natural que se muestra. Le he puesto un 9 porque me ha sorprendido que, sin llamar la atención, se haga una cosa tan digna. La englobaría en ese tipo de películas seudo indies que pasan casi desapercibidas, excepto en los certámenes donde concursan, entre las que también cabría situar otras dos de ambiente hispano, "Paulina" y "Me quedo contigo" también protagonizadas por mujeres, más o menos ingenuas, que se ven inmersas en ambientes totalmente ajenos a sus valores y acaban asimismo provocando catástrofes. Catástrofes necesarias, quiero decir, de las que hacen reventar situaciones podridas.

4.3
698
2
22 de septiembre de 2017
22 de septiembre de 2017
7 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un bodrio que se arrastra pesadamente, con la odiosa técnica de Rec, copia nacional de aquella basura de la bruja de Blair, aburriendo hasta a las berzas. Una muestra más de la incompetencia técnica de muchos directores actuales que, incapaces de narrar adecuadamente una historia de manera inteligible, se excusan con que ellos y sus palmeros, al conocer ya la "historia", son capaces de entender unas imágenes que, para el que las ve por primera vez en la pantalla, no tienen pies ni cabeza. La palma en esta estafa se la llevan esas escenas de noche de algunas películas de acción en las que durante segundos no se ve absolutamente nada en la pantalla, pero se supone que se nos está narrando algo. El cine decente debe ser capaz de hacer inteligibles las escenas sólo con lo que se muestra en la pantalla, y no teniendo que recurrir después a las explicaciones verbales que se van intercalando y se aglutinan al final, como es el caso de esa película.
Entre tanto se van mezclando cositas, recursos baratos de otros filmes, como "El silencio de los corderos", los timos para adolescentes de la serie de "Paranormal Activity", los sustos para niños de los "Poltergeist", o la citada "Rec", para darle algo de sustancia a una historia simple y trillada. Y para vender la burra como película seria de misterio se la va salpicando de todas esas morrallas de parapsicología (sicofonías, telequinesia, orbes -esas imágenes fantasmales que supuestamente aparecen en las fotografías-, seres invisibles, posesiones, mensajes de los muertos) y todo el catálogo de la feria de las tonterías con que suplir la falta de ideas y un argumento sólido.
Al final se intenta salvar algo y se sueltan en off cuatro banalidades seudo místicas que no aclaran nada, pero dejan abierta la puerta a una secuela que siempre encontrará algún pagano despistado que la financie.
Lo único apreciable, además de las interpretaciones excelentes de los dos protagonistas y algunas vistas de Nueva York muy bien elegidas, es la técnica de falso documental. Yo la detesto, pero reconozco la dificultad que tiene que suponer planificar la película con ese tipo de enfoque. Siempre me ha parecido un esfuerzo excesivo y banal, algo como hacer la torre Eiffel con palillos, muy apreciable en jubilados y amas de casa aburridas, pero que no puede pretender ser una obra de arte magistral, o relevante de algún modo. Pero que al director de fotografía esa técnica le suponga un trabajo ímprobo, no le da valor artístico a la obra en absoluto.
Entre tanto se van mezclando cositas, recursos baratos de otros filmes, como "El silencio de los corderos", los timos para adolescentes de la serie de "Paranormal Activity", los sustos para niños de los "Poltergeist", o la citada "Rec", para darle algo de sustancia a una historia simple y trillada. Y para vender la burra como película seria de misterio se la va salpicando de todas esas morrallas de parapsicología (sicofonías, telequinesia, orbes -esas imágenes fantasmales que supuestamente aparecen en las fotografías-, seres invisibles, posesiones, mensajes de los muertos) y todo el catálogo de la feria de las tonterías con que suplir la falta de ideas y un argumento sólido.
Al final se intenta salvar algo y se sueltan en off cuatro banalidades seudo místicas que no aclaran nada, pero dejan abierta la puerta a una secuela que siempre encontrará algún pagano despistado que la financie.
Lo único apreciable, además de las interpretaciones excelentes de los dos protagonistas y algunas vistas de Nueva York muy bien elegidas, es la técnica de falso documental. Yo la detesto, pero reconozco la dificultad que tiene que suponer planificar la película con ese tipo de enfoque. Siempre me ha parecido un esfuerzo excesivo y banal, algo como hacer la torre Eiffel con palillos, muy apreciable en jubilados y amas de casa aburridas, pero que no puede pretender ser una obra de arte magistral, o relevante de algún modo. Pero que al director de fotografía esa técnica le suponga un trabajo ímprobo, no le da valor artístico a la obra en absoluto.
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