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España España · MÁLAGA
Críticas de Pablo
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de septiembre de 2022
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando miramos a una época pretérita, podemos hallar sentimientos encontrados; felicidad, tristeza,orgullo, decepción,etc. En definitiva ese sabor agridulce que conocemos como nostalgia. Pero normalmente, una vez visionados los rincones que conforman nuestro pasado más recurrente, somos capaces de volver a cerrar el cajón del tiempo con llave, para abrirlo cuando tengamos otro antojo sentimental. El problema es cuando miramos al pasado y este nos devuelve la mirada; cuando hemos dejado tantas rendijas temporales abiertas que somos incapaces de distinguir pasado de presente. Esta distorsión de la temporalidad recorre las venas de La maldición de Hill House y cuando brota, revela un terror de doble impacto: los fantasmas sobrenaturales y sobre todo, los fantasmas reales que pueblan el pasado y nos persiguen hasta constituir nuestro presente.

La miniserie perteneciente al catálogo de Netflix arranca con la típica escena de horror perteneciente al subgénero de casas encantadas, donde una presencia irrumpe la armonía de una familia en apariencia perfecta. A partir de aquí, los saltos temporales nos revelan los traumas, desencuentros, peculiaridades y tragedias de los cinco hijos que componían la “familia ejemplar” de la primera escena, cuyas vidas adultas distan de estar equilibradas. Y por supuesto del padre al que atormenta la culpa y es foco de la ira de alguno de los vástagos. Tres chichas y dos chicos cuya fraternidad se resquebraja por segundos. El principio de la serie es el leitmotiv de la misma, lo que ocurrió el día que abandonaron su morada -Hill House- y que no para de atormentarles en sus existencias presentes. Este suceso -que no vemos por completo hasta el final de la obra- ha condicionado la vida de toda la familia ya que nunca han sido capaces de afrontarlo. Todo este puzzle temporal se acompaña de espíritus y apariciones que redundan en el machaque psicológico de los protagonistas:fantasmas que contienen fantasmas.

La maldición de Hill House es una adaptación libre del la novela homónima de Sirley Jackson y entronca también con el terror gótico del libro Otra vuelta de tuerca, de Henry James. La producción de Netflix es en esencia un híbrido del drama y del horror, que bebe de los referentes citados anteriormente, pero a la vez es capaz de plantear un discurso audiovisual con un altísimo grado de sofisticación. Mike Flanagan – creador, guionista y director de la serie- ya había hecho méritos suficientes para embarcarse en un proyecto de esta magnitud, pues en su filmografía había sido capaz de aunar películas de autor como Absentia y cintas de encargo como Ouija: El origen del mal con interesantes elementos transversales: atmósferas opresivas, puestas de escena elegantes e inquietantes, un cocinado del miedo a fuego lento antagónico a la mayoría del género de terror y una especie de horror con tintes humanos. Todas estás características están amplificadas en la serie, pero además se revela como un virtuoso del movimiento de cámara -ese plano secuencia que vertebra el sexto capítulo y desde la pura forma supone un punto de inflexión para la torturada familia-, con causa legítima.
La cámara de Flanagan funciona como el inexorable paso del tiempo que se materializa en la pantalla, recorriendo sin clemencia todo los rincones temporales de los personajes. Presente y pasado se funden con travelings. No hay una brecha en el tiempo, sino una continuidad que se manifiesta ante nuestros ojos. No hay flashbacks en un sentido clásico del término, hay una unidad conceptual donde el espacio visual se transmuta en un único tiempo.
El reparto también contribuye a dotar a la serie de momentos inasibles, donde el más puro terror se transforma en llanto -o viceversa- en cuestión de segundos. Especial atención merecen Michiel Huisman -que compone un escéptico con causa desde la contención- y Kate Siegel –una brillante y sexy psicóloga llena de matices-, pero en general todo el elenco cumple con la difícil función de interpretar registros antagónicos.

Al margen de algún momento que roza la cursilería y de personajes que a veces funcionan como tópicos andantes, la nueva creación de Flanagan es capaz de horrorizar con un terror de tintes humanos marca de la casa, que sin renunciar a los códigos propios del género nunca descuida a los

personajes. La maldición de Hill House es terrorífica de verás porque muestra fantasmas que todos podemos ver y reconocer escondidos en el tiempo. Un perfecto recordatorio de que podemos negar el pasado, pero el pasado no nos niega a nosotros.
Pablo
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6
13 de septiembre de 2022
7 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juego de Tronos fue una serie que cautivo a propios y extraños; un fenómeno capaz de reunir tanto acérrimos de la literatura fantástica, como espectadores sin preferencias definidas. Esto se produjo en parte, gracias a la capacidad de la serie -y de la saga literaria en la que se basa- de aglutinar una trama política de carácter adulto, personajes con una evolución gradual y como telón de fondo, tintes de fantasía que siempre amenazaban con tomar el control del espectáculo, pero no acababan de hacerlo. Al menos durante cuatro o cinco temporadas. A partir de ahí, la producción de HBO se convirtió en un entretenimiento digno, que abogó por imprimir un ritmo más rápido al guion, en detrimento de la complejidad del conjunto. La Casa del Dragón, parece dar continuidad a esta deriva, donde la acción y la acumulación de épica priman frente a la densidad narrativa propia de George R.R. Martin.

La nueva superproducción del templo de las series (HBO), se centra en la dinastía Targaryen, concretamente en los problemas de sucesión típicos de las sociedades medievales. Como buen capítulo piloto, el metraje se dedica a introducir personajes y tramas que suponemos tendrán un desarrollo posterior; la relación cainita entre Viserys y su hermano Daemon con el trono de hierro como detonante y sobre todo, la postulación a heredera del reino de Rhaenyra, mujer que no se conforma con su papel femenino pasivo en una sociedad donde los roles de género están estrictamente establecidos. Su candidatura a reina se prevé como principal foco de conflicto en el desarrollo de la primera temporada. Pero en honor al título de la serie, el elemento mitológico está presente desde el principio. Esto va dragones y no son precisamente cachorritos. Al contrario que su predecesora (Juego de Tronos), se puede intuir que los acontecimientos van a sucederse con prontitud, o para ser más precisos, la pirotecnia de sangre, duelos, guerras y seres fantásticos escupiendo fuego y a mamporros va ser la constante de la serie.

La creación de Ryan Condal -sorprendente elección habida cuenta de que solo llevaba un trabajo audiovisual en su trayectoria-y el propio Martin, no pierde las buenas costumbres que caracterizaron a Juego de Tronos: personajes interesantes, caracterizaciones muy trabajadas, espectacularidad de las escenas de acción y sobre todo, escenas de una crudeza irrenunciable en consonancia con la sociedad que se está retratando -presten atención a la escena del parto-. La dirección consta de varios realizadores como Miguel Sapochnik o Greg Yaitanes, que ya tienen más que contrastado oficio en el manejo de producciones de este calibre. Si bien no hay grandes riesgos estilísticos, sí encontramos el grado de sofisticación visual que exige un proyecto tal envergadura. La elección del reparto también es acertada, mezclando veteranía y frescura, hecho que ejemplifica de forma diáfana padre e hija Targaryen (Paddy Considine y Milly Alcock).

La casa del Dragón parece optar por los juegos -entendido esto como a la simplificación de la trama en busca de constantes cimas climáticas y la acción desenfrenada-, en lugar de los tronos
-toda la trama política en la sombra que hacía de su referente una obra fascinante-. Pero es pronto para la certeza, más si tenemos en cuenta la implicación del autor de Canción de fuego y hielo en el proyecto. Habrá que ser paciente y esperar qué nueva historia nos deparan los Targaryen y compañía. Y mientras tanto, nunca está demás una buena dosis de desmembramientos, dragones, duelistas y demás carnaza de buena calidad.
Pablo
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1
28 de septiembre de 2022
54 de 167 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo he intentado, pero no puedo reprimirme más frente a la canallada que han perpetrado contra el mejor escritor que ha habido nunca en la tierra (media y entera).
A continuación pasaré a señalar solo algunas de las imprecisiones históricas, anatómicas, lingüísticas y metereológicas de la serie (me niego a decir basada en la obra de J.K.Tolkien). Dejo fuera otras consideraciones de carácter político, físico o filosófico porque no quiero extenderme.

-Errores históricos

1. Es insultante que Scubidur, hijo de Dubidubidur haya sido caracterizado como un enano transexual. No tengo nada contra los transexuales o los enanos, pero como nos indican las fuentes historiográficas, la transexualidad enanítica no se había producido aún por esas fechas.

2. En su afán de wokerizar todo, han convertido a Virildur, Elfo que ostenta el prestigioso título Escrotogendel en su comunidad, en un personaje afeminado a merced de las órdenes de Cagalandriel, elfa empoderada. Cuando sabemos fehacientemente que en el año 100000 A.T (Antes de Truñudriul) las Elfas eran sumisas y cumplían diligentemente con la voluntad de sus amos varones.

3. Hay un elfo de color, Kamavingar, hijo del violento Willsmithldur. Jamás en la historia de más de 1000000 millones de años en la Tierra Media se conocieron elfos que no fueran blancos. Solo se conoce un caso híbrido de Elfo y Orco, que podríamos considerar como mulato (Maikeljaksonrium) durante la época de la regente Irenemonterodo y fue considerado una aberración contra natura.

4. Respecto a la raza humana, en primer lugar, en la época que se centra la serie -conocida como la segunda edad del "Kame Kame Ha" o cuarta era de "Raticulín"- (sobre esto aún persiste el debate historiográfico) aún no se conocía la existencia de mujeres. Según los textos del historiador más versado en El Señor de los Anillos, Karl Smith, los hombres se creaban en el fuego de "Cerillander", un pozo mágico que hacía brotar la masculinidad sin necesidad de la mácula femenina. Así lo señala el libro" Más allá de los confines razonables de la Tierra Media": “Y entonces el hombre se forjaba en el inmaculado fuego de "Cerillander", manteniendo su pureza y virilidad incólumes sempiternamente”.

-Errores lingüísticos

El inglés no era aún conocido en la Tierra Media. Cada raza tenía sus variedades dialectales y lenguas propias. Así, en la época referida anteriormente, los elfos hablarían el "Alto Élfico", con matices musicales de refinamiento nunca alcanzado por otras razas, mientras que los orcos poseían un protolenguaje denominado "Orquiano Arcaico" (con un uso muy abundante de monosílabos), por ejemplo. La simplificación de utilizar un solo lenguaje que además, no se conocía entre los contemporáneos, es imperdonable y redunda en el intento de aculturazión wokista tan de moda. Como bien señala el lingüista Noam Chomsky “sería imposible sintetizar en una lengua la cantidad de dialectos e idiomas -a veces incluso antagónicos- que se desarrollaron en la historia de la Tierra Media, aunque tiranos despóticos como Abascalauron lo intentaran con una lengua artificial aglutinadora: el "Españanto"”.

-Errores anatómicos

1. Si nos ceñimos a las fuentes arqueológicas, en concreto a Indiana Raider, arqueólogo que ostenta la Cátedra de Anillología en la Universidad de Howarts, los Pelosos no medían más de 20 cm. El yacimiento de Wakandur muestra de manera profusa, que la osamenta de esta raza extinta no sobrepasaba los 4 cm en su hueso más largo, el fémur. Por ende, el tamaño de los Pelosos que se muestra en la serie constituye una obscenidad que atenta contra todo registro medianamente científico.

2. La anatomía élfica, especialmente la referida a sus orejas, dista mucho de la representada en la serie. De acuerdo con" Anatomía de la raza élfica: La construcción de un canon de belleza mitológico" , el Doctor Grijander Meremone -médico, filósofo e historiador humanista- , desmitifica para siempre esa belleza canónica que había representado la comunidad élfica: “nada indica la perfecta simetría puntiaguda de las orejas élficas, más bien al contrario, las había de tipologías muy variadas, desde la oreja dumbílica hasta las orejas -si me permiten la vulgaridad- mas comúnmente conocidas como de soplillo”. Baste esto para probar otro falseamiento más de la serie, que en base a la “agenda” woke, redunda en el igualitarismo más necio.

-Errores meteorológicos y climáticos

1. Murciandel, capital élfica durante más de cuatro milenios, es por lo que vemos en la serie un enclave soleado y sin lluvia. Nada más lejos de la realidad factual, por registros pluviométricos, podemos saber que las precipitaciones eran constantes durante la "Época prototruñudriulana", dándose registros diarios de 132000mm en los meses húmedos.

2. Vemos como en el Océano de Fuyur, varios náufragos son capaces de nadar sin congelarse. Esto contraviene el conocimiento más elemental sobre las aguas más gélidas de toda la Tierra Media, donde sabemos que se podían alcanzar temperaturas extremas de -2930 grados centígrados. Como recogió el reputado Antropólogo y Sociólogo, Stephen Hawking II en "Cultura y costumbres de la Tierra Media “: "ya el refranero popular de los pueblos oceánicos, en concreto la raza Mojamar, plasmo en una frase contundente la sensación térmica de estar cerca del Fuyur…..” “La frase decía tal que así: “si en el Fuyur te quieres bañar, más frío que Pinguinildur vas a pasar”.

Para finalizar, esta breve deconstrucción de la serie, nos debe hacer indignarnos y concentrar nuestros nobles esfuerzos en luchar contra el sacrilegio que supone adulterar una obra de tal relevancia para la historia de la humanidad. Permitidme que me erija en humilde altavoz de nuestra excelsa "Comunidad de Ringtarders". Sé que estáis conmigo camaradas, y como Gandalfdore le dijo al Doraemonguer: "!no puedes pasar!
Pablo
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