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Críticas ordenadas por utilidad
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4
18 de enero de 2011
18 de enero de 2011
59 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y mira que es invierno y todo eso y no descolocan las heladas... pero nada, que se ve todo más vacío que el esfínter de un enano (¿?). Perdonen si sueno algo ido o mezclo las palabras tontamente; es el efecto Medem, el cual reza lo siguiente: hasta el más insignificante aleteo de un mosquito caribeño puede desencadenar el alarido de una morsa al otro lado del mundo, en concreto, en el Círculo Polar, ¿era Antártico*? No importa, lo que importa aquí es dejarse llevar, dicen, disfrutar del sinsentido porque es bonito y queda profundo hacer como que no te diste cuenta de que los protas eran gilipollas, una con su susurro continuo y el otro con su ir de malote cuando no aguantaría media hostia (las que tendría que haberse llevado de pequeño, por empanao). Pero no nos pongamos bruscos, que todavía podemos disfrutar de esa suave melodía que acompaña todo el viaje, subrayando con su estruendosa sutileza todo momento que se precie, pajas a la luz de la luna inclusive, of course. ¡Súbeme la cola!, digo la música, que quiero ser poeta. A mí los ronquidos y el inglés mal pronunciado.
Pero ottO, digo Otto, resulta que está muy enamorado de anA, digo Ana, por eso lo de hacerse piloto y propiciar el encuentro cuando nadie lo esperaba, porque, amigos, queda más mágico, más lírico y sobre todo, menos pretencioso. ¿Quién quiere historias comunes? Eso pá los carcas, que aquí somos modernos, y como todo moderno que se precie ocurre que al final...
Pero ottO, digo Otto, resulta que está muy enamorado de anA, digo Ana, por eso lo de hacerse piloto y propiciar el encuentro cuando nadie lo esperaba, porque, amigos, queda más mágico, más lírico y sobre todo, menos pretencioso. ¿Quién quiere historias comunes? Eso pá los carcas, que aquí somos modernos, y como todo moderno que se precie ocurre que al final...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
claro, ELLA LA PALMA.
Plas plas plas plas. Bravo, Medem, bravo. Casi consigues que hasta me olvide de potar y te dedique alguna lágrima.
pd. En realidad la peli no es tan mala, por más que emocione lo mismo que un partido de ajedrez televisado. Pero a mí también me ha dao por la poesía: ahí tienen un símil con hipérbole incluida.
¡Encontré la rima!
-------------------
*Wikipedia informa: La temperatura media de esta región es de -17° Celsius.
¿Nos pegamos un baño?
Plas plas plas plas. Bravo, Medem, bravo. Casi consigues que hasta me olvide de potar y te dedique alguna lágrima.
pd. En realidad la peli no es tan mala, por más que emocione lo mismo que un partido de ajedrez televisado. Pero a mí también me ha dao por la poesía: ahí tienen un símil con hipérbole incluida.
¡Encontré la rima!
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*Wikipedia informa: La temperatura media de esta región es de -17° Celsius.
¿Nos pegamos un baño?

6.8
19,579
6
5 de abril de 2011
5 de abril de 2011
38 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo tengo claro: como digo en el título, si Poder absoluto la hubiera visto hará un año o quizá un poquito más, estaría hablando de una buena película sin ningún género de duda. El problema es que un año, parece que no, pero da para mucho, entre otras cosas para convertir a un servidor en algo así como un analizador obsesivo de cuanto ve, léase acontecimientos que se desarrollan uno tras otro a consecuencia de una inesperada visión de asesinato tras un falso espejo, cuando hablamos de este thriller en concreto. Hace un año, el entretenimiento continuado que brinda este muy correcto filme de Clint Eastwood habría bastado para alzarse como merecedor de la mentada nota, aunque sólo fuera por respeto a tan dificultosa tarea -a veces- que es mantener al respetable ensimismado durante dos horas de su vida.
¿Quiere decir esto que Poder absoluto únicamente posee la virtud de no aburrir? No, hombre, no. Como es de sobra conocido, cuando el viejo Clint se pone tras la cámara, no importa el tema que trate, como mínimo obtendremos un producto de factura prácticamente intachable. Y ésta no es ninguna excepción. Muy elegantemente rodada, con la parquedad en artificiosidad que suele caracterizar sus trabajos; muy bien interpretada, aunque esto no se antoja demasiado difícil visto el reparto y vistos los requisitos interpretativos de los diferentes papeles; perfectamente ambientada y musicalizada con una partitura muy acorde; y con la dosis justa de tensión y acción en semejante entorno de conspiraciones.
El fallo, como han comentado en otras críticas, es que a partir de la mitad de la cinta más o menos, cuando al director -o al guionista, no lo sé- le toca cocinar bien la carne que anteriormente tan cuidadosamente ha puesto en el asador, le sale el tiro por la culata. Primero porque la concatenación de escenas empieza a parecer algo torpe, sin quedar muy bien explicado el porqué de cada situación; y segundo porque, a raíz de eso, al espectador le toca llevar a cabo un estimable acto de fe para no salir despedido de la trama y creerse cuanto pasa. Ni más ni menos.
¿Quiere decir esto que Poder absoluto únicamente posee la virtud de no aburrir? No, hombre, no. Como es de sobra conocido, cuando el viejo Clint se pone tras la cámara, no importa el tema que trate, como mínimo obtendremos un producto de factura prácticamente intachable. Y ésta no es ninguna excepción. Muy elegantemente rodada, con la parquedad en artificiosidad que suele caracterizar sus trabajos; muy bien interpretada, aunque esto no se antoja demasiado difícil visto el reparto y vistos los requisitos interpretativos de los diferentes papeles; perfectamente ambientada y musicalizada con una partitura muy acorde; y con la dosis justa de tensión y acción en semejante entorno de conspiraciones.
El fallo, como han comentado en otras críticas, es que a partir de la mitad de la cinta más o menos, cuando al director -o al guionista, no lo sé- le toca cocinar bien la carne que anteriormente tan cuidadosamente ha puesto en el asador, le sale el tiro por la culata. Primero porque la concatenación de escenas empieza a parecer algo torpe, sin quedar muy bien explicado el porqué de cada situación; y segundo porque, a raíz de eso, al espectador le toca llevar a cabo un estimable acto de fe para no salir despedido de la trama y creerse cuanto pasa. Ni más ni menos.

7.0
49,783
6
11 de octubre de 2010
11 de octubre de 2010
33 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Peliculón, socio" de ésos que tanto gustan al espectador medio-bajo y, de vez en cuando, a cualquier tipo de espectador, si se conecta con la trama. Vale que todo roce el surrealismo, se sea o no un tipo tan listo, y que las cosas salgan demasiado bien durante todo el tiempo jodiéndose tan de repente hacia el final, pero, socio, repito, ¿y lo bien que te lo pasas?
A veces hay que olvidarse un poco del orgullo de uno y los sentimientos de superioridad intelectual para, simple y llanamente, pasar un rato de lo más entretenido y con diálogos por encima de la media. No creo que la cinta llegue a tomarse en serio a sí misma, así que midámosla en su justa medida.
A veces hay que olvidarse un poco del orgullo de uno y los sentimientos de superioridad intelectual para, simple y llanamente, pasar un rato de lo más entretenido y con diálogos por encima de la media. No creo que la cinta llegue a tomarse en serio a sí misma, así que midámosla en su justa medida.
5
19 de abril de 2012
19 de abril de 2012
37 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por dar variedad al asunto (qué aburrido no encontrar perfiles enfrentados), no me ha gustado esta obra del, por otra parte, enorme Satoshi Kon. No encuentro en ella su sello inconfundible, su parafernalia visual al servicio de desdoblamientos de personalidad que tienen sus raíces en una psique perturbada, aquí el leitmotiv es de lo más bobo, con perdón. No hay lugar para la magia ni para la fascinación, de veras que no entiendo cómo otros sí se han visto satisfechos, no si comparamos (y comparar está muy feo) esta Millennium Actress con alguna de sus hermanas, véase Perfect Blue, Paprika o la serie Paranoia Agent. Sencillamente le dan mil vueltas, en mi modesta opinión, claro. Digamos que los tintes melodramáticos me dejan totalmente indiferente e impasible, argumentalmente la historia es muy intrascendente (por mucha poesía que se busque) con tanto salto temporal y tanto antojo narrativo que, para mí, sólo se explican por la falta de un algo más sólido que contar (y manda huevos que hable yo de solidez cuando el japonés se considera ya el Lynch del anime, pero es así, si te bajas del carro onírico, del desborde imaginativo, y lo sustituyes por uno más mundano, cabe "exigir" más consistencia, que no porque yo lo intente más me va a llegar más hondo tu mensaje).
Lo intenté y lo intenté. Sin éxito. No me creo el amor; me hastían las opciones narrativas, como he dicho; y visualmente no hay nada de nada que me llame la atención: una corrección que era de esperar del talentoso Kon pero ningún hallazgo que subyugue (lo mejor del filme -el oráculo de la vieja- me retrotrae a pelis como Rashomon u Onibaba, de la primera se coge la idea literal y de la segunda las sensaciones que debiera transmitir, sin éxito). En cualquier caso, debo ser yo, que no tengo alma y esta aventurilla por el tiempo en busca de una sombra de amor eterno que nunca fue amor (eso nace de la entrega, física primeramente, luego espiritual, al otro) me sabe a impostado que te cagas. No me marca. No hay poesía.
"La alta poesía, mirándola de cerca, se compone de tres elementos principales: primero la belleza verbal; después la contemplación y la pintura apasionadas de lo que existe realmente en derredor nuestro y en nosotros mismos, es decir, la naturaleza y nuestros sentimientos, y, por fin, rodeando la obra entera y creando su atmósfera propia, la idea que el poeta se forja de lo desconocido en que flotan los seres y las cosas que evoca, del misterio que las domina y las juzga y que preside a sus destinos" (M. Maeterlinck: Prefacio del autor a "TEATRO", Ed. Aguilar; léanlo completo). Que alguien me diga dónde queda el infinito en esta obra, por preguntar.
Pues no he sido breve...
Lo intenté y lo intenté. Sin éxito. No me creo el amor; me hastían las opciones narrativas, como he dicho; y visualmente no hay nada de nada que me llame la atención: una corrección que era de esperar del talentoso Kon pero ningún hallazgo que subyugue (lo mejor del filme -el oráculo de la vieja- me retrotrae a pelis como Rashomon u Onibaba, de la primera se coge la idea literal y de la segunda las sensaciones que debiera transmitir, sin éxito). En cualquier caso, debo ser yo, que no tengo alma y esta aventurilla por el tiempo en busca de una sombra de amor eterno que nunca fue amor (eso nace de la entrega, física primeramente, luego espiritual, al otro) me sabe a impostado que te cagas. No me marca. No hay poesía.
"La alta poesía, mirándola de cerca, se compone de tres elementos principales: primero la belleza verbal; después la contemplación y la pintura apasionadas de lo que existe realmente en derredor nuestro y en nosotros mismos, es decir, la naturaleza y nuestros sentimientos, y, por fin, rodeando la obra entera y creando su atmósfera propia, la idea que el poeta se forja de lo desconocido en que flotan los seres y las cosas que evoca, del misterio que las domina y las juzga y que preside a sus destinos" (M. Maeterlinck: Prefacio del autor a "TEATRO", Ed. Aguilar; léanlo completo). Que alguien me diga dónde queda el infinito en esta obra, por preguntar.
Pues no he sido breve...

7.8
15,325
9
3 de noviembre de 2011
3 de noviembre de 2011
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta ciertamente revelador que prácticamente todas las críticas positivas que atesora esta película del señor Tarkovsky se vayan por los cerros de Úbeda cuando de analizar de forma clara, diáfana, sesuda y prosaica los aciertos de tan arriesgada y ambiciosa propuesta se trata. No los culpo, para nada; de hecho, es casi mi deber moral el advertir, o subrayar más bien, que o te encuentras entre ellos o las vas a pasar putas. A saber: el director ya mencionado, adalid de la intelectualidad y sueño erótico de gafapastas de cualquier edad y condición; 160 minutos de planos laaaargos y escenas de escaso movimiento más allá de la contemplación; versión original en ruso y subtitulada (no hubo quien le echara huevos suficientes en el doblaje, te dices); todo un viaje iniciático a tres bandas en pos del autodescubrimiento y la razón del hombre, sus misterios y esperanzas, su esencia oscura y su temblorosa llama interna, acaso apagada por el soplo de unos vientos que no trajeron más cambio que la angustia, y la muerte en vida.
Y es que ya lo anticipa 'El escritor', "nadie cree ya en aquellos cuentos donde lo inexplicable y lo misterioso se dan la mano representados por platillos volantes o poderes telequinéticos". O algo así. No importa, el mensaje nos llega cristalino. ¿Que el periplo aventurero podría haber sido un poquito más frenético? Pues sí. Pero la belleza y la poesía que destila no tienen nada de impostadas. Si no, una de dos, o aquí hay quien esnifa tiza en cantidades industriales o lamer culos consagrados es señal de pedigrí... no nos engañemos, ambas excusas están ya más que manidas. Si 'Stalker' evoca abstracciones corpóreas debe tener algo de arte. De lo que yo considero como arte, al menos. De lo que para mí debiera ser el arte: trascender el infinito.
Es cierto que es una obra jodida de ver y de asimilar, mas en ningún caso me ha parecido, por esta vez, ningún suplicio ni martirio como espectador. Es más, mis ojos no podían estar más abiertos ni mi cuerpo más receptivo para lo que fuera que el director, con ese misterio (sincero) que le caracteriza, quisiera contarme, o sugerirme, de acuerdo, casi mejor me lo ponen. Ha habido momentos en que yo mismo he vagado por La Zona en busca de respuestas o clavos ardiendo con que chamuscarme el miedo, con que sacudirme la insignificancia y esculpir junto con él metraje y su sentido, al margen de los gritos del tiempo y sus elipsis, o treguas. O silencios. Quizá mensajeros del desastre y la pérdida de fe. Quizá sólo huecos que están ahí para que seamos nosotros, en nuestro razonar o en nuestros delirios, quienes los rellenemos.
(...)
Y es que ya lo anticipa 'El escritor', "nadie cree ya en aquellos cuentos donde lo inexplicable y lo misterioso se dan la mano representados por platillos volantes o poderes telequinéticos". O algo así. No importa, el mensaje nos llega cristalino. ¿Que el periplo aventurero podría haber sido un poquito más frenético? Pues sí. Pero la belleza y la poesía que destila no tienen nada de impostadas. Si no, una de dos, o aquí hay quien esnifa tiza en cantidades industriales o lamer culos consagrados es señal de pedigrí... no nos engañemos, ambas excusas están ya más que manidas. Si 'Stalker' evoca abstracciones corpóreas debe tener algo de arte. De lo que yo considero como arte, al menos. De lo que para mí debiera ser el arte: trascender el infinito.
Es cierto que es una obra jodida de ver y de asimilar, mas en ningún caso me ha parecido, por esta vez, ningún suplicio ni martirio como espectador. Es más, mis ojos no podían estar más abiertos ni mi cuerpo más receptivo para lo que fuera que el director, con ese misterio (sincero) que le caracteriza, quisiera contarme, o sugerirme, de acuerdo, casi mejor me lo ponen. Ha habido momentos en que yo mismo he vagado por La Zona en busca de respuestas o clavos ardiendo con que chamuscarme el miedo, con que sacudirme la insignificancia y esculpir junto con él metraje y su sentido, al margen de los gritos del tiempo y sus elipsis, o treguas. O silencios. Quizá mensajeros del desastre y la pérdida de fe. Quizá sólo huecos que están ahí para que seamos nosotros, en nuestro razonar o en nuestros delirios, quienes los rellenemos.
(...)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¿Qué es, pues, 'Stalker'? Una obra notable.
Un cuento susurrado entre parábolas.
El mundo creado en siete días.
Una torre de Babel que roza el cielo.
Un San Pedro caminando sobre el agua.
Un Cristo apaleado que te sostiene la mirada.
Un perro vagabundo que te lame las heridas.
El Maná de toda una generación de descreídos.
Un arma, una estampa de la Virgen y una jeringuilla carcomidas por los años.
Es una plurisignificación de realidades en distintos puntos de vista fascinante.
Es dejar atrás la tierra estéril y seguir a aquel que llaman maestro.
Es el hijo pródigo, que vuelve a casa.
O un desheredado al que claman dichoso, oh, las bienaventuranzas.
Es un hombre viejo en el espíritu, cansado de visitas guiadas hasta el Paraíso.
Es ese mismo hombre en un país de ciegos, su patria.
Es un pescador echando las redes contra el viento y la marea.
O un Lázaro que se levanta de su tumba.
Es la oveja perdida y el que invirtió como debía sus talentos.
Es un mundo sin relojes preocupado por las horas. Su vacío.
Es una niña con poderes telepáticos y un baño de color para una ciudad gris de factorías y nubes negras que se enredan en el alma. Es la zarza ardiente y el espino.
Es un rayo de esperanza. O una gota más para tu vaso de amargura.
Es algo que, sencillamente, ni soñaste que existía. Acaso no lo vieras.
Acaso no haya nada que ver. Acaso el arte no tenga sitio aquí y tantos se equivoquen.
Acaso Tarkovsky únicamente viera la muerte cada vez más cerca y quisiera asegurarse su lugar entre nosotros a la hora de partir. Por si ningún Dios salía al paso a recibirle.
Como diciendo "yo estuve aquí, he ahí mi santo y seña: inescrutables".
Salvo que sientas. Y sufras. Y dudes. Y entres. Y creas.
Un cuento susurrado entre parábolas.
El mundo creado en siete días.
Una torre de Babel que roza el cielo.
Un San Pedro caminando sobre el agua.
Un Cristo apaleado que te sostiene la mirada.
Un perro vagabundo que te lame las heridas.
El Maná de toda una generación de descreídos.
Un arma, una estampa de la Virgen y una jeringuilla carcomidas por los años.
Es una plurisignificación de realidades en distintos puntos de vista fascinante.
Es dejar atrás la tierra estéril y seguir a aquel que llaman maestro.
Es el hijo pródigo, que vuelve a casa.
O un desheredado al que claman dichoso, oh, las bienaventuranzas.
Es un hombre viejo en el espíritu, cansado de visitas guiadas hasta el Paraíso.
Es ese mismo hombre en un país de ciegos, su patria.
Es un pescador echando las redes contra el viento y la marea.
O un Lázaro que se levanta de su tumba.
Es la oveja perdida y el que invirtió como debía sus talentos.
Es un mundo sin relojes preocupado por las horas. Su vacío.
Es una niña con poderes telepáticos y un baño de color para una ciudad gris de factorías y nubes negras que se enredan en el alma. Es la zarza ardiente y el espino.
Es un rayo de esperanza. O una gota más para tu vaso de amargura.
Es algo que, sencillamente, ni soñaste que existía. Acaso no lo vieras.
Acaso no haya nada que ver. Acaso el arte no tenga sitio aquí y tantos se equivoquen.
Acaso Tarkovsky únicamente viera la muerte cada vez más cerca y quisiera asegurarse su lugar entre nosotros a la hora de partir. Por si ningún Dios salía al paso a recibirle.
Como diciendo "yo estuve aquí, he ahí mi santo y seña: inescrutables".
Salvo que sientas. Y sufras. Y dudes. Y entres. Y creas.
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