Si desconce usted algo relativo a esta película. Si no ha leído más que su título y le ha dado miedo darse de bruces con un dramón. Si ha leído la trama y ha creído estar ante una película introvertida e intimista o, simplemente, una historia más sobre la triste naturaleza del ser humano, debo avisarle, algo de razón tiene usted en esto, pero no toda.
Si hay algo que hace especial a Wilbur es su magnetismo y el carisma de los que le rodean. El camino de todos los personajes (protagónicos -no solo es Wilbur- o secundarios) hace de este film, reposado y tierno, una reflexión de la difíciles situaciones a las que, a veces, nos toca enfrentarnos en la vida.
Se trata, ante todo, de una película de personajes, cada uno con su historia de vida a cuestas de por sí compleja, pero todas ellas tratadas con un toque de humor, lo que permite disfrutar del largometraje con cierto alivio y sin pañuelo en mano.
Sin embargo, la película deja a merced del espectador algunos planteamientos, no dando respuesta a todas las preguntas que se hace uno/a tras el visionado. Y es que, como ocurre en la vida misma, no siempre tenemos la respuesta para todo lo que nos ocurre. Quizás por eso, cada uno puede o no encontrarle sentido a por qué Wilbur se quiere suicidar.