Haz click aquí para copiar la URL
México México · Puebla
Críticas de wraparty
<< 1 30 38 39 40 42 >>
Críticas 208
Críticas ordenadas por utilidad
6
9 de octubre de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El género de acción y espionaje es uno de los más recurrentes en el cine, por lo que es común que cada mes las carteleras ofrezcan por lo menos un par de películas de este tipo. Entre tanta variedad, el gran reto que tienen productores y guionistas es el de ofrecer un producto nuevo que sea capaz de enganchar al público sin que sienta que está viendo “más de lo mismo”, para después intentar lanzar una secuela y en el mejor de los casos una saga. Esta al parecer fue la intención del director Michael Cuesta (Kill the Messenger) al adaptar la novela homónima del escritor Vince Flynn, aunque el resultado no fue el esperado.

La cinta trata acerca de Mitch Rapp, un joven estadounidense quien, después de presenciar como un grupo terrorista asesina a su novia instantes después de haberse comprometido, dedica 18 meses para entrenarse e investigar la identidad de los atacantes para cobrar venganza. Convertido en una auténtica máquina para matar, su dedicación lo lleva a encarar al responsable de la matanza sin poder conseguir revancha por su propia mano gracias a la intervención de la CIA. No obstante, las habilidades de Rapp llaman la atención de la inteligencia estadounidense, por lo que deciden reclutarlo para formar parte de un letal comando de élite, siempre y cuando supere el duro entrenamiento de Stan Hurley. Una vez superada la prueba, el nuevo elemento deberá de detener el plan de quien fuera el agente más distinguido del equipo, quien intentará vender un arma nuclear a grupos radicales.

Se trata así de la clásica película de acción en la cual el protagonista se reinventa a sí mismo después de haber sufrido un duro percance, mostrando sus aptitudes para someterse a un entrenamiento con un mentor que resulta ser aún más duro que él. Una vez superada la prueba, inicia su nueva “carrera” en medio de combates cuerpo a cuerpo, explosiones, traiciones e intrigas internacionales. De esta forma, la fórmula utilizada en un sinnúmero de filmes se repite para demostrar que no se trata de una combinación infalible para el éxito, ya que en esta ocasión el contexto de la cinta no funciona para justificar las motivaciones de los personajes, además de que el protagonista nunca logra conectar con el público, quedando así como un héroe de cartón que se desenvuelve como puede entre golpes, disparos y explosiones.

Es de este modo que Dylan O’Brien (The Maze Runner) no consigue destacar como nueva figura de acción, puesto que el guion no le permite desarrollar a un personaje que pueda consolidarse en el gusto de la audiencia. Asimismo, Taylor Kitsch (John Carter, Lone Survivor) tampoco logra convencer del todo como un temible villano, personaje que fue aún menos desarrollado que el de su contraparte. Así, el único que logra salir bien librado es Michael Keaton (Birdman, Spotlight) quien tiene una actuación aceptable como Stan Hurley, el duro e implacable mentor de ambos personajes y que al ser un personaje secundario puede salir adelante debido a que no se requería ahondar demasiado en éste.

Considerando lo anterior, aunque la realización de la cinta contiene secuencias de acción que nada tienen que envidiar a sus similares, el gran problema de American Assassin es que, a diferencia de franquicias similares como es el caso de Kingsman (cuya secuela ha sido estrenada casi al mismo tiempo), el director no consigue darle un sello característico, por lo que el personaje no logra distinguirse de una multitud de héroes que año con año llegan a las pantallas, condenando a este intento de saga a quedar en el olvido. Es por ello que aun cuando puede llegar a ser entretenida, este filme pasará sin pena ni gloria, por lo que es muy difícil que aparezca una segunda parte dedicada a las aventuras de Mithc Rapp y compañía.

Calificación: TÚ DECIDES.
Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
wraparty
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
25 de septiembre de 2017
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año de 1990, la ABC adquirió los derechos para adaptar It, el best seller de Stephen King que cuatro años antes causó furor a nivel internacional. El resultado fue una modesta miniserie de dos episodios protagonizada por Tim Curry como el villano principal y otros actores modestos a su alrededor. Para sorpresa de la misma cadena, la cinta no solo sería un éxito rotundo, sino que también se convertiría en una auténtica película de culto, habitual año con año en las transmisiones correspondientes a los días de Halloween. A pesar de sus evidentes carencias, la producción logró contener la esencia de la obra de King e infundir miedo en un público que crecería con la imagen del temible payaso como la auténtica encarnación del mal. Al parecer, la historia era lo suficientemente buena para causar terror por sí misma, por lo que con muy poco se podía alcanzar el objetivo.

Según la novela, Pennywise aparece cada 27 años, y fue éste el mismo número de años el que los ahora adultos esperaron para saber si de una vez por todas pudieron superar el miedo que el malévolo payaso logró infundirles cuando eran pequeños. Es así como el director Andy Muschietti (Mama), con los avances tecnológicos actuales y con un presupuesto evidentemente mayor que el que utilizó la ABC en su momento, fue el encargado de llevar (ahora sí) a la pantalla grande la emblemática novela de “el rey del terror” con un doble reto por delante: adaptarse de forma adecuada al relato original y conservar el misticismo que su predecesora logró crear para colocarse como un hito del terror en las mentes de toda una generación.

La historia es conocida por todos, a raíz de que su hermano menor fue una víctima más de la ola de desapariciones de niños en el pueblo de Derry, Bill Denbrough y su grupo de amigos “perdedores” verán encarnados sus peores temores en misteriosas apariciones, en las cuales el payaso Pennywise es el elemento común. Decididos a terminar con una presencia maligna que ha azotado al pueblo durante siglos, los pequeños deberán de lidiar no solo con fuerzas sobrenaturales sino con los problemas típicos que suponen la transición de la niñez a la adolescencia: inseguridades, acoso escolar y relaciones familiares marcadas por la indiferencia, sobreprotección y abuso.

Es en este punto en el cual surge la división de opiniones acerca del trabajo de Muschietti puesto que si bien se vale de los temores “reales” que todo niño debe de enfrentar para crear eficazmente su atmósfera de terror, el objetivo se logra en detrimento de la figura de Pennywise, quien a pesar de ser supuestamente el villano principal, queda relegado a un segundo plano y su aparición adopta un carácter complementario. De esta forma, el espectador llega a sentir como si estuviera viendo a los chicos de Stand by Me aparecerse esporádicamente en la mítica Elm Street (a la cual por cierto se hace una breve referencia en la cinta).

Así, Pennywise deja de ser la fuente principal de terror, con apariciones contadas que solo logran asustar un par de veces más por su elemento sorpresivo que por el temor que la figura del payaso llega a infundir en el espectador. Precisamente es esto lo que puede recriminarse a la cinta, la cual no se llega a sentir como un filme de terror sino más bien como una película de niños al estilo de The Goonies o Super 8, o una versión de Stranger Things para el cine. Lo anterior, aunque no necesariamente es malo, puede llegar a desilusionar a más de uno que esperaba dos horas de miedo y no pequeñas dosis de espantos aligeradas con atinados chistes y romances infantiles.

Atinadamente, el director recorrió 20 años la época en la que originalmente se suscitan los hechos relatados por King, por lo que en esta ocasión la acción se lleva a cabo durante los años ochenta, incluyendo referencias que aquellos que crecieron con el mito de It reconocerán como propias de su infancia. Así, será más fácil que los ahora adultos vuelvan a recordar aquellos tiempos en los cuales dirigirle la palabra a una niña causaba incluso más pánico que enfrentarse al mismo demonio, época que coincide con aquella en la cual conocieron a Pennywise y los “perdedores”. De esta forma, la ambientación del filme, su cinematografía y banda sonora son de excelente calidad, aunque se excede con el uso de la tecnología al digitalizar algunas escenas en las que aparece el payaso.

Otro acierto de la película radica en la elección de su elenco infantil, encabezado por Jaeden Lieberher (St. Vincent) como Billy, el líder del grupo y Sophia Lillis, la única niña entre los “perdedores”. Asimismo, destaca Finn Wolfhard (de la serie Stranger Things) en el papel del irreverente Richie y Jack Dylan Grazer como el hipocondriaco Eddie. El gran perdedor es sin duda el sueco Bill Skarsgård (Atomic Blonde) quien, sin ser su culpa, es incapaz de lucir encarnando al mítico Pennywise.

De esta forma, la primera parte de It acierta como película de adolescentes pero queda muchísimo a deber como cinta de terror. Será interesante ver como Muschietti resuelve la segunda parte, en la cual ya no podrá valerse de los temores infantiles para aligerar el trabajo de Pennywise. Así, se espera que en el capítulo dos el miedo esté presente en todo momento y sea entonces cuando se pueda conocer la maldad del gran villano en todo su esplendor y quizás ahora sí poder recordar aquellos temores que en su momento Tim Curry fue capaz de despertar en aquellos que esperaron 27 años para volver a enfrentarlos.

Calificación: TÚ DECIDES.

Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com/
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
wraparty
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
24 de febrero de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿La incondicionalidad del amor tiene límites? Esta bien podría ser la premisa del más reciente trabajo del sueco Björn L Runge, quien en esta ocasión pone sobre la cuerda floja cuarenta años de matrimonio. Basada en la novela homónima de Meg Wolitzer, la cinta trata acerca de Joan y Joe Castleman, una pareja de adultos mayores cuya tranquilidad se rompe cuando él recibe la noticia de que ha sido elegido para recibir el Premio Nobel en Literatura. Sin embargo, lo que debería de ser un viaje de placer y felicidad, se convierte en un calvario lleno de contratiempos, causados en gran parte por Nathaniel, un escritor que decide escudriñar en la relación de los esposos con el afán de revelar un secreto que al parecer había quedado sepultado muchos años atrás.

Con una narrativa impecable, el director es capaz de transmitir la constante tensión que se vive en el matrimonio Castleman, ya que desde las primeras escenas el espectador puede sentir que algo no va del todo bien con la pareja. De esta forma, mientras el viaje a Estocolmo se desarrolla en tiempo presente, el director recurre a los flashbacks tanto para presentar las poco convenientes circunstancias en las cuales los personajes se conocieron y enamoraron, como para resolver poco a poco el entuerto que Nathaniel está empeñado en resolver. Al final, pasado y presente convergen para llegar a un desenlace inesperado.

Sin lugar a duda, el binomio conformado por Glenn Close (Dangerous Liaisons, Albert Nobbs) y Jonathan Pryce (Healer) es la clave para que esta sea una película atrayente, capaz de mantener al público expectante desde el principio, sobre todo por la contención que Close imprime en un personaje que se mantiene estoico durante los más de noventa minutos de duración de la cinta. Por su parte, Pryce presenta al escritor como un hombre que nunca pudo madurar, en parte por la condescendencia de su mujer. Completa el reparto Christian Slater (Nymphomaniac) con una buena interpretación del escurridizo Nathaniel. Cabe destacar que la versión joven de Joan es interpretada por Annie Starke, quien convenientemente es la hija de Close.

Es así como una buena dirección y dos actuaciones magníficas se conjugan y dan como resultado una cinta llena de intrigas y sobreentendidos que se presentan como un duro testimonial acerca de como en algunas ocasiones las personas se olvidan de sí mismas con tal de sacar adelante un matrimonio. De esta forma, los experimentados Rouge, Close y Pryce demuestran que más que perderse, su talento se perfecciona con el paso de los años.

Calificación: TÚ DECIDES.

Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
YouTube wraparty.movies
wraparty
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
4 de febrero de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Winston Churchill se ha convertido en una figura muy recurrente para inspirar largometrajes, tan solo en el 2017 fueron dos la películas dedicadas a la vida del Primer Ministro Británico. La primera fue Churchill, dirigida por Jonathan Teplitzky y estelarizada por Brian Cox, la cual pasó sin pena ni gloria. Posteriormente se estrenó Darkest Hour, dirigida por Joe Wright (Pride & Prejudice, Atonement), quien con un excelente guion de Anthony McCarten (The Theory of Everything) realiza una magnífica semblanza acerca de cómo fue el primer y fatídico mes en que el personaje ocupó el cargo que lo llevaría a ser una de las figuras más prominentes de la historia.

En el marco de la Operación Dínamo, con la cual el espectador está bastante familiarizado por haber sido el tema principal de la película Dunkirk, la cinta aborda la forma en como Churchill recibió su nombramiento en uno de los momentos más críticos de su país durante la Segunda Guerra Mundial. Sin contar con la completa aprobación incluso entre los miembros de su propio partido, una vez asumido el cargo tuvo que enfrentarse a sus enemigos políticos y tomar la decisión más difícil durante el conflicto bélico: continuar peleando una guerra casi perdida o iniciar pláticas de paz con la Alemania de Hitler.

La cinta se desarrolla con un excelente ritmo y permite que el público se involucre con la trama incluso sin conocer a fondo como sucedieron los acontecimientos durante la gran conflagración, incluyendo escenas excepcionales capaces de reflejar las entrañas del Parlamento, y cuidando de manera brillante el perfil del mandatario británico, reproduciendo atinadamente sus discursos y mostrando las manías y carisma que lo distinguieron. De esta forma, el filme se desenvuelve entre un sinnúmero de diálogos memorables que poco a poco sumergen al espectador en la complejidad tanto del personaje como del predicamento que tuvo que afrontar durante los días más fatídicos que ha enfrentado la Gran Bretaña.

El éxito de la película recae completamente en la figura de Gary Oldman (JFK, Tinker Tailor Soldier Spy), quien entrega una soberbia actuación encarnando al ilustre Churchill. Así, la cinta se apoya en un actor cuya transformación no solo fue física sino histriónica, siendo capaz de emular extraordinariamente las posturas, gestos y forma de hablar del personaje. Alrededor de Oldman, y en un plano completamente secundario, figuran Kristin Scott Thomas (The English Patient) encarnando a Clementine, Ben Mendelsohn (Mississippi Grind) como el rey Jorge VI y Lily James (Baby Driver) en el papel de Elizabeth Layton, la mecanógrafa que representa el contacto del mandatario con sus ciudadanos.

Sin lugar a dudas, Darkest Hour es una auténtica puesta en escena que refleja de forma precisa el drama de la guerra desde el punto de vista político, creando un marco esplendoroso que permite el lucimiento de un excelente actor. De esta forma, vale la pena disfrutar del viaje en el que Oldman guía a su audiencia dentro de los tortuosos caminos que llevaron a Gran Bretaña a hacer frente ante la aparentemente invencible maquinaria alemana.

Calificación: TÚ DECIDES.
Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com/
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
wraparty
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
1 de noviembre de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año de 1982, la nueva cinta dirigida por Ridley Scott pasaría casi desapercibida con una modesta recaudación en taquilla, sobre todo si se le comparaba con Alien, aquella que tres años antes lo catapultó al éxito. Basada en la novela futurista de Philip K. Dick titulada “Do Androids Dream of Electric Sheep?”, Blade Runner ofrecía una imagen distinta acerca del futuro, mostrándolo como una época en la cual ni siquiera los avances tecnológicos evitarían la decadencia del planeta. De esta forma, más que un filme de acción y ciencia ficción, el trabajo de Scott se posicionaba como un complejo (y en ese entonces remoto) dilema acerca de la posibilidad de crear una vida artificial consciente y la forma en cómo los seres humanos reaccionarían al respecto. Si bien en los cines no tuvo el éxito esperado, el trabajo de Scott rindió sus frutos en los años posteriores, aquellos en los cuales se le ha considerado como una obra maestra y una película de culto.

Fue así como 35 años después llegó la tan esperada secuela del clásico ochentero, en esta ocasión Scott asume el papel de productor y deja el peso de la dirección en Denis Villeneuve (Prisoners, Arrival), quien contó con la colaboración del escritor Hampton Fancher para que nuevamente fuera el encargado del guion, tal y como lo hizo en la primera película. Así, lo que en principio parecía una apuesta bastante arriesgada que contaba con todos los elementos para ser un rotundo fracaso, terminó siendo todo lo contrario, una cinta excelente capaz de dar un nuevo giro a la historia sin perder la esencia de aquello que maravilló al público durante varios años.

En esta ocasión el protagonista es “K” un Blade Runner encargado de cazar a “replicantes” (androides con rasgos humanos de naturaleza casi imperceptible) que se encuentran dispersos por el mundo sin autorización. Durante una de sus misiones, el agente descubrirá un secreto cuya revelación pondría en peligro a toda la civilización que los humanos han desarrollado. No obstante, mientras más descubre al respecto, más se cuestionará acerca de su propia naturaleza, situación que lo llevará a encontrarse con Rick Deckard, un antiguo Blade Runner que lleva 30 años fugitivo. Juntos, intentarán desenmarañar el entramado creado tanto por las fuerzas de policía como por Wallace Corporation, la nueva compañía encargada de la creación de “replicantes” y cuyo líder buscará a toda costa tener acceso a la información que “K” ha ido descubierto durante su investigación.

Ryan Gosling (La La Land, The Big Short) es en esta ocasión el encargado de asumir el protagonismo durante las casi tres horas del largometraje, cumpliendo con su interpretación de “K” sin llegar a ser extraordinario. Por otra parte, Harrison Ford vuelve a ser el mítico Rick Deckard, dejando satisfecha a una audiencia que sin dudas estaba ávida por ver al famoso Blade Runner en la gran pantalla. Por otra parte, Ana de Armas (Hands of Stone, War Dogs) le “da vida” a Joi, un personaje que sin duda resulta ser de los más complejos de la película y quien ha resultado ser una grata sorpresa sacando adelante el reto que le significó dicha caracterización. Por último, Jared Leto (Dallas Buyers Club, Requiem for a Dream) aparece de vez en cuando como Niander Wallace, el enigmático líder de la corporación que está tras los pasos de los agentes y cuya participación puede considerarse como aceptable si se considera que su papel, aunque relevante, no tiene muchos minutos en pantalla.

Del mismo modo en como lo hizo Scott en los ochenta y el mismo Villeneuve en Arrival, se trata de una obra de ciencia ficción que más que buscar la inclusión de elementos tecnológicos (de hecho el estilo de grabación evitó utilizar los recursos digitales) se enfoca en presentar cuestiones eminentemente filosóficas. Considerando lo anterior, su narrativa y el ritmo son excelentes, aunque bien puede dejar insatisfechos a aquellos que buscaban una película de otro estilo, ya que si se le juzga como un filme de ciencia ficción se le podrá considerar bastante lenta, a pesar de contar con una última parte llena de excelentes secuencias de acción. No obstante, quienes conocen a su predecesora o que bien gustan de ver un poco “más allá de lo evidente”, seguramente saldrán fascinados con esta nueva entrega a la cual lo único que le podrán recriminar es un final con más incógnitas que respuestas, aunque no hay que olvidar que lo mismo ocurrió hace más de treinta años con su predecesora.

En los últimos años, la interacción entre seres humanos e inteligencia artificial ha adquirido relevancia con filmes que han puesto a pensar a más de uno al respecto. Desde la posibilidad de enamorarse de una voz en Her, hasta el hecho de que los hombres sean capaces de crear a seres conscientes como en Ex-Machina. Siguiendo esta línea, Villeneuve inmersa lentamente al espectador dentro de la decadencia y el ensimismamiento de “K”; así, la historia se desarrolla a cuenta gotas teniendo como fondo un magnífico score de un Hans Zimmer que sin duda logró captar el estilo del Vangelis de los ochenta. De esta forma, el director francés logra lo que pocos creyeron, dar un nuevo enfoque a la historia que Scott presentó treinta años atrás sin perder su esencia, haciendo casi imposible comparar a la secuela con su predecesora.

Calificación: TÚ DECIDES.

Más reseñas en https://wraparty.wordpress.com/
Twitter @wraparty
Facebook @wraparty.movies
wraparty
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 30 38 39 40 42 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow