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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
7
9 de septiembre de 2008
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
El excelente director y coreógrafo Bob Fosse debutó en el cine con esta libre adaptación de Las noches de Cabiria de Fellini, creando un vehículo perfecto para una espectacular, bellísima Shirley MacLaine, la estrella es sin duda el alma de una película imperfecta pero arrebatadora, con momentos de gran belleza y poder de fascinación. Es sin duda un musical digno, carente de la garra de otros trabajos de Fosse pero que atesora un gran sentido del ritmo, en una dirección férrea, perfectamente equilibrada y que denota el buen gusto por el género de su director.

Sweet Charity, su mucho más acertado título original, es una emotiva historia acerca de una pobre e ingenua bailarina de music hall, animadora según ella misma, que busca desesperadamente el amor sin encontrarlo, es en la mirada y alegría de esta dulce Chariti donde el espectador siente, se emociona y anhela una vida mejor para ella y su patético mundo.

Además la película posee uno de esos finales, que de por sí solos justifican sus excesivas dos horas y media de metraje, perfecto, desalentador, cruel y enormemente realista que deja bien claras las intenciones de un cineasta total, que posee una de esas carreras plagadas de aciertos y que aquí nos brindó una más que correcta opera prima.

LO MEJOR: La grandiosa Shirley MacLaine en uno de esos trabajos que solo pueden ser aplaudidos y casi todas las coreografías que denotan el oficio de Fosse, así como algunas secuencias, como la ocurrida dentro del ascensor, de una comicidad excelentes.

LO PEOR: Ciertas bajadas de ritmo a lo largo del metraje, un quizás poco inspirado plantel de secundarios y una, a todas luces, excesiva duración.
18 de septiembre de 2008
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curioso y a ratos hermosísima traslación de la obra maestra de Miguel de Cervantes al terreno del musical, Man of La Mancha es ante todo una propuesta arriesgada, pero una vez que uno entra en lo rocambolesco del asunto es fácil dejarse llevar por lo que sin duda representa una de las partituras musicales más radiantes y hermosas de la historia del cine, todo un homenaje al ilustre escritor y por ende a esos tiernos locos que todos llevamos dentro.

Es cierto que la película, dirigida con eficacia por Arthur Hiller, posee ciertos lastres, uno y quizás el más evidente, su excesiva duración, las tijeras hubieran hecho maravillas en manos adecuadas, y dos, los continuos altibajos de una cinta que le cuesta encontrar un ritmo narrativo adecuado y la cual se resiente en todos aquellos momentos en donde no hay canciones, pero su resultado final es sin duda notorio y entrañable.

Entre sus aciertos un casting adecuadísimo, donde Peter O´Toole borda el papel del caballero de la triste figura y Sophia Loren el de la bellísima Dulcinea, es en los dos astros y en todos sus momentos en pantalla donde el film juega y gana todas sus bazas.

Una película como esta merecía mejor suerte y reconocimiento, yo apuesto por ella y me entrego casi por entero a todos sus encantos, todo un digno musical no tan equilibrado como desearíamos pero bello y emocionante.

LO MEJOR: Su austera pero eficiente puesta en escena, todos los números musicales con su bello tema central “The imposible dream” a la cabeza, la labor fotográfica de un grande como Giuseppe Rotunno, la Loren en todo su esplendor y un final apoteósico y enormemente conmovedor.

LO PEOR: Sus primeros minutos, le cuesta arrancar demasiado, su desmedido metraje, aunque en el musical eso no debe ser problema, y quizás las muchas libertades que se toman en algunos pasajes lo cual solo debería de molestar a los más puristas entre los que, afortunadamente, no me encuentro.

A veces en la triste locura de los sueños se vive mejor que en la cruda realidad, soñemos con las notas musicales de este recomendable evento.
19 de diciembre de 2008
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Hyams, director irregular y con ciertas tendencias suicidas en su cine, como las ridículas El fin de los días o El sonido del trueno, pero con algún que otro escollo salvable en su repertorio, la excelente Atmosfera cero (remake futurista de Solo ante el peligro), y las eficaces Testigo accidental o Timecop (uno de las faenas más decentes del malogrado Van Damme), se encarga en La calle del adiós de escribir y realizar una convencional pero ágil historia de amor entre un piloto americano (Harrison Ford) y una atractiva enfermera británica (Lesley- Anne Down) casada con un oficial de la inteligencia inglesa (Christopher Plummer), marido y amante por caprichos del destino deberán unirse en una peligrosa misión secreta.

Hyams logra un producto sencillo, sin excesivas pretensiones, quizás algo edulcorado en las escenas románticas, unos momentos en donde Hyams parece no sentirse cómodo precipitando los acontecimientos y dejando de lado una implicación más pasional, un refuerzo que logra en gran parte gracias al fabuloso score del maestro John Barry, una bellísima música que emociona sin necesidad de ir unida a la película, uno de los muchos e inmortales temas de amor compuestos por el compositor inglés en su ejemplar carrera, sin duda uno de los plenos aciertos de este Hanover Street que gana cierto peso en su segundo tercio, cuando el relato se centra en la acción acontecida en la Francia ocupada, es ahí donde Hyams se mueve con mejor fortuna y va desengranando una historia que alcanza su cenit en su desenlace, un final clásico e incluso nostálgico que cierra con éxito este, parcialmente, disfrutable film.

La calle del adiós puede verse con el agrado sincero de un titulo que lejos de ser brillante planea con vuelo raso gracias a su acaramelado e ingenuo batido de emociones, romance triangular de una película bien empaquetada y fácilmente consumible.

LO MEJOR: Los bellos ojos de Lesley- Anne Down, una mujer que no gozó de la popularidad merecida, los encuentros en la calle Hanover, en especial el segundo donde un nervioso Harrison Ford espera y espera. Christopher Plummer, genial como ese hombre agradable que ansia ser más valiente, y sin dudarlo la música de Barry, faltan adjetivos para describir su majestuosa belleza.

LO PEOR: Lo previsible del guión y que no profundice más allá de su cuidado envoltorio, quedándose solamente en la superficie de un romanticismo suave, ligero e inocente.
16 de abril de 2009
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Alemán Tom Tykwer disimula sus excesos videocliperos en esta disciplinada película no muy lejana en intenciones al desarrollo clásico de las cintas de James Bond, un viaje geográfico por las ciudades de Berlín, Lyon, Luxemburgo, Milán, Nueva York y Estambul, que se avitualla de los trucos de otros, el cine conspiratorio de Sidney Pollack, las tramas paranoicas de John Grisham o los tiroteos de John Frankenheimer, para solamente sacar el conejo de la chistera en la potente escena en el interior del museo Guggenheim de Nueva York, el fibroso epicentro de la elegante, pero exigua cinta de Tykwer, una orgía de ralea filmada como una de las mejores escenas de acción pura vistas últimamente en el cine de espías sin domesticar, por ello Clive Owen mira de reojo a su colega Daniel Craig en la representación de un agente de la Interpol duro, intrépido y salvaje, un hombre de nuestros tiempos atrozmente interpretado por el excelente actor de Plan Oculto.

The International graba un inspirado mensaje en su discurso endiablado sobre el poder corrupto de instituciones financieras que respaldan y apoyan económicamente a terroristas en países del Tercer Mundo, se atreve, siendo consecuente con nuestra era, a presentar a una entidad bancaria como siniestro villano de la cinta, un presagio o simplemente un análisis de la crisis que percute al mundo, y vuelca toda su encíclica en diálogos heredados de su camarada Los tres días del Cóndor, lo peor es que no mantienen el tipo en un metraje fatigoso que pedía a gritos mayor dosis de acción y violencia, menesteres en donde el autor de Corre, Lola, corre se uniforma con especial prestancia.

La corta capacidad de sorpresa de un género que nos mantuvo alerta en los dorados años 70 y que actualmente vive demasiado pegado a la saga Bourne no puede levantar a The international mas que como una sofisticada película de conjuras y maquinaciones, con un empleo exquisito del formato panorámico y con glamour en sus localizaciones, pero con la inscripción de aparentar más de lo que finalmente atrapa.

LO MEJOR: Clive Owen, un héroe físico, real y carismático. La crujiente y sabrosamente condimentada ensalada de tiros en el museo, es ahí donde Tykwer dispara todo su polvorín fílmico en una secuencia sin anestesiar. Los paseos por un Berlín moderno, corporativista y extremadamente limpio, así como el clímax final acontecido en Estambul, digno de la mejor de las citas a Ian Fleming.

LO PEOR: Unos diálogos abultadamente pretenciosos y aburridos en perjuicio de un texto con demasiadas reminiscencias al cine político setentero. Naomi Watts, un personaje florero que la actriz australiana riega con escaso entusiasmo, haciendo de una tediosa y, poco creíble, fiscal del distrito.
10 de abril de 2009
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda Alex Proyas se acabará convirtiendo quieran o no, en un claro referente del fantástico moderno, sus ideas oscuras y deprimentes luchan sin parangón con las obligadas impostaciones de productores caprichosos, por eso y omitiendo a la excelente Dark City, su obra más autoral y completa, el restante de su corta filmografía no parecen poder representar al ciento por ciento toda la maestría que engloban sus principios, títulos que se resisten a procrear la película perfecta que Proyas lleva gestando años. Con Señales del futuro lo realiza a medias, pero vuelve a comprimir sus facultades visuales para coreografiar una ecuación apocalíptica que baila con exquisitez en los parámetros del género, o mejor dicho géneros, por que la pieza que Proyas proyecta en nuestras pupilas es uno de los combinados más variados y carentes de complejos que podríamos disfrutar sin sentir el menor rubor por ello, hábil mezcla de cine catastrofista, terror moderado, ciencia ficción y drama familiar salpicado por la filosofía existencial que aproxima su mesiánico thriller a los temores del mejor Shyamalan, y por defecto a la reflexión religiosa del propio Spielberg, la cual inspira el polémico cambio de rumbo elegido para el tramo final de un producto curvilíneo que avisa de mejor reconocimiento del que es actual protagonista, un futuro que englobe con justicia su intrépida visión pesimista de un universo sin descifrar, encerrado en numéricas premoniciones que predican el laberintico tenso y dinámico que el director de Yo, Robot capitanea en todo momento, un pulso extraordinario que lo exime del reproche y lo encarama como un gran director de recursos e intelecto.

Señales del futuro empieza el viaje con ecuánime capacidad para el asombro, dosifica bien los ingredientes y no baja la guardia en ningún momento, posee ritmo y contiene alguna de las mejores set pieces que se han visto últimamente en el cine de catástrofes, se toma en serio a sus personajes dotándoles de sentimientos, algo que no intensifica el inadecuado cast de la cinta, planifica dos horas con acierto y pulso, con un dominio absoluto de la atmósfera, sin dejar pasar por alto las claves que dan sabor al espectáculo, corre veloz por los pasillos de la intriga y el suspense, esos misteriosos emisarios denominados “los que susurran” que invocan a los demoniacos habitantes de El pueblo de los malditos, y finaliza con el arrojo de un creador que necesita de mayor libertad para tejer los hilos de una creatividad que parece no volar plena, seguramente sus próximos proyectos nos permitan disfrutar de un Proyas sin fisuras ni recortes, un adalid de lo alucinante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
LO MEJOR: Las tareas de Proyas en la dirección, como maneja un presupuesto de serie B, apenas 50 millones de dólares, luciendo con el empaque de una superproducción el triple de cara. La música opresiva y acentuada de Marco Beltrami, con notas cercanas a Bernard Hermann, una banda sonora que refuerza la angustia existente en la historia y los dos episodios siniéstrales, el de la avión y el del metro.

LO PEOR: Nicolas Cage, su presencia roba credibilidad al papel de padre atormentado y alcoholizado, y es que a estas alturas los avispados productores de Hollywood deberían haberse dado cuenta de que Cage ya no encaja en este tipo de películas y Rose Byrne, con un enfermizo semblante de desgana y apatía.
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