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Críticas 66
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de febrero de 2010
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi fascinación por las palabras nubla, en parte, mi afición por la imagen. Tanto es así que, después de haber líedo una gran novela, contada con la magia y profundidad de un verbo contundente y recio, me es muy difícil aceptar su metamorfosis (adaptación) al lenguaje visual cinematográfico. No obstante, y con muy pocas excepciones, el cine ha logrado superar a la literatura (especialmente, en el cine negro, y algún dramón infumable convertido por Douglas Sirk o Cecil B. De Mille, en obras de arte).
En el caso que nos ocupa, THE ROAD es una magnífica película, con una puesta en escena deslumbrante y unos ecenarios logrados -hasta la extenuación, diría yo, de un apocalipsis-; la honestidad con que está rodada en exteriores, el dolor y la angustia, la desesperanza y la lucha, retratados con la fuerza de los personajes (Viggo Mortensen está excepcional, y el chico que le acompaña, también), ceniza por todas partes, y en todas partes, fuego arrasador y destructor. El bien y el mal en perpetua y milenaria lid, simples y planos, sin aristas: es un fin del mundo en toda regla: la imagen atrapa al espectador por su dureza, pero también por su veracidad. Qué haríamos si estuviéramos en ese lugar y en esas condiciones? No hay paz, ni reglas, ni siquiera libertad, sólo silenciosa supervivencia, con apenas unos pocos valores o principios que inculcar a la única esperanza: el chico.
Cinta valiente, pero que no logra el impacto de la palabra en la novela de Cormac McCarthy. Una excelente adpatación, con licencias necesarias (no hay en la novela mención alguna a una bella y desesperada esposa, interpretada en la película por Charlize Theron, al principio; ni familia acogedora, al final, con un demacrado y feo Guy Pierce, en plan Noé).
LO MEJOR: los extraordinarios escenarios -elegidos meticulosamente-; la sobria y grave interpretación de nuestro Alatriste, acompañado de un Kodi Smit-McPhee con mirada inteligente y limpia (en un mundo caótico, feroz e inmundo).
LO PEOR: ciertas libertades en el guión adaptado la siguen haciendo muy americana (en el uso que solemos dar a este gentilicio poco gentil).
Si no han leído el libro, hagan el favor de hacerlo. Luego, como yo hice, vayan a verla al cine. Si logran no compararlas en exceso (como yo sí he hecho), disfrutarán (sufrirán) doblemente.
19 de enero de 2009
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenidos a esta entrañable e inteligente película francesa, que una vez más, y cada cierto tiempo ("Los niños del coro", "Conversaciones con mi jardinero", por citar las más recientes, al menos que yo haya visto) nos sorprende con una puesta en escena impecable (limpia y meridiana por transparente), unas interpretaciones soberbias (por sobrias, humanas, tiernas y directas... Merad se sale cuando alcanza su peculiar borrachera ambulante repartiendo el correo de la villa, intentando que su subordinado (Boon) deje el alcohol, percatándose de que es imposible decir 'no' a la hospitalaria invitación de un vecino, sea cual sea la hora del día), paisajes rurales del norte, una música que baila al son de los personajes y sus vivencias (no dejo de olvidar la canción que Merad escucha en el coche, camino de su destino al "terrible" norte de Francia, o la peculiar versión con el carillón del campanario de una conocida canción de Steve Wonders)... Como en el resto de críticas, casi todos han mencionado el exclusivo dialecto 'ch'ti' que provoca más de una sonrisa y unas cuantas carcajadas, me limitaré a recomendar la versión original, pero si carecen de un mínimo de conocimiento del francés, véanla en castellano, pues, aunque pierde parte de la gracia en la traducción/doblaje, lo cierto es que toda la obra se ve con calidez y coherencia, amabilidad contagiosa (sin sentimentalismos imprudentes en arte) y, sobre todo, se ve como lo que es: cine en estado puro. Créanme, será, aunque sólo sea por un rato, algo más de 85 minutos inolvidables.
15 de agosto de 2013 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencillamente, magistral. Cuando decimos algo parecido a esto, "magistral", "sublime", "obra maestra", pretendemos dejar clara la distancia con otras películas del mismo género, pero también la unicidad de la obra creada, algo que no tiene parangón con otra de su clase. Y lo cierto es que este western crepuscular de Pollack no se parece a nada que haya visto, pero sí leído. De hecho, cuando la veo, parece que la estoy leyendo. Es pura literatura en imágenes. Y es poesía en movimiento. ¿Qué otra cosa es la vida y la muerte, en estado salvaje, es esta eterna escenificación del combate entre lo posible y lo más probable, entre lo natural y lo artificial, entre la soledad y la tribu, entre la norma y el aplastante axioma de que no valen ante la imponente realidad de la montaña?
Todos los que no duraríamos ni un par de horas en estas cumbres nevadas, ni la mitad si tenemos por enemigo el concepto milenario del honor de los "craw", ni siquiera un cuarto de hora si tuviéramos que enfrentarnos al silencio blanco que hiere hasta lo más profundo del miedo, deberíamos ver esta película. Yo lo he hecho. Cinco veces.
Revisar un clásico es como remontarse a la infancia, patria perdida, cuando gozábamos de la épica de ser niños y sobrevivir a los sueños.
18 de agosto de 2009
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estos biopics sobre grandes atletas que además son negros resultan edificantes desde el punto de vista ético, por cuanto de culpables nos sentimos los blancos históricamente. Y así debe ser porque nada hay más degradante para el ser humano que llegar a creer y convencerse de que la esclavitud es necesaria y moralmente defendible (se escribieron cientos de libros, textos legales y artículos para que los blancos se sientieran a gusto con sus vidas y pudieran seguir disfrutando, los que podían, de su estatus socioeconómico). Dicho esto habría que hablar de la película desde el punto de vista esctrictamente formal y no puedo decir más que es una repetición de lo que se ha venido haciendo durante la historia de cine (especialmente del cine americano) trabajando con estos materiales. Películas como "The natural", esta vez con el blanquísimo Redford, "El orgullo de los yanquis", con el bueno de Cooper, o más recientemente, "Jerry Maquire", con Cruise y Gooding Jr. mano a mano, cuentan lo mismo de la misma forma. Apenas aportan nada ni a la estructura ni al fondo... es como los espectadores estuviéramos asistiendo a una clase de cine biográfico y sobre deportes y nos enseñaran cómo ha de hacerse una película de este estilo. Quien quiera ser original que lo sea, pero la tradición manda y pocos son los que han logrado hacer algo diferente.
La película es, como también suele ser habitual en estos casos, larga en exceso (y digo en exceso, porque cualquier director con un presupuesto más bajo, la hubiera reducido en 30 minutos sin esfuerzo). Dennis Quaid, con la edad, ha logrado ser un actor sobrio, no muy versátil (pero, coño, qué se le puede pedir a un blanco) y aporta una interpretación convincente. El joven y desconocido Rob Brown se lo cree y nos hace sentir simpatía por su personaje... y el resto muy decente. La música, para quienes gusten del pasado, nos traslada a los 50 y principios de los 60, con una variedad de melodías inolvidables.
LO MEJOR: La ambientación de la época, incluida la musical, y los actores
LO PEOR: La dirección, lenta y antigua, sin frescura y un pelín aburrida
26 de marzo de 2011
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las muchas formas que adquiere la crítica (hoy en día, es crítico quien goza de espacio y tiempo, bienes multiplicados por la tecnología y el ocio), para esta cinta he escogido la más sentimental y homérica, pues de viaje al fondo de uno de mismo se trata, al margen de cantos de sirenas o exquisitas Circes y prudentes y fieles Penélopes.
La cámara con que nos regala el señor Serrano Azcona la mirada que recorre imperturbable los destinos varios de la autodestrucción, simbolizada en miles de silencios, de Santiago (buen nombre para un personaje que del camino hace vocación, y de la voz, hermética afonía) se convierte -me refiero a la cámara del principio, vaya por Dios- en 'melancohólica' sombra de la conciencia andariega de este Ulises borracho y perdido, confuso y errático, niño acostumbrado a la nada que son sus vacíos y sus horas... Bosco Sodi (actor no profesional o profesional de otra cosa que no es la interpretación, como prefieran) hace un retrato minimalista excelente de lo que es no tener nada habiéndolo tenido todo, del miedo disfrazado de mentira y despreocupación, del dolor ahogado en lágrimas ebrias, luego bebidas a tragos que son estragos en el alma, cansada y ahíta de sí misma... Terrible trampa última del egoísmo ciego y sin rumbo.
Con escasos medios pero con recursos de náufragos, la honestidad con que está filmada esta película bien mereciera un premio aparte entre las miles de estatuíllas que decoran las vanidades de este goyesco escenario de las artes visuales. No es fácil vivir la vida de este personaje callejero, que en su lógica ruinosa convierte la desidia y la inacción en el arte (en el sentido de destreza) obsesivo de la no aceptación y la derrota vestida de puente que no une ni vincula, solo cae, como caen las hojas diciendo hojarasca de los árboles caducos y moribundos, como cae la tarde lluviosa sobre los plomizos párpados de un horizonte sin aplausos.
Valiente y penetrante, "El árbol" es una muestra más, en mi ¿humilde? opinión y excelente sano juicio, de lo que el cine puede contar y ofrecer: almas solitarias en el ruido, completando el mapa emocional del Miedo.
Vivimos las vidas de otros que ni siquiera existen salvo en las pantallas de cines y televisores, hasta que un día la vida de ese otro es la nuestra, nos da un vuelco el corazón, que es como decir que nos va la vida en ello, y contemplamos cómo se nos ha ido el viento a otra parte para agitar otras ramas, refrescar otras raíces... hasta morir o nacer de nuevo.
Enhorabuena a todos los que hicieron este brillante poema visual a la nada, a las miles de existencias rotas y corrompidas por la insatisfacción y la desesperanza.
Siempre nos queda la oportunidad de mirarnos al espejo de todas las mañanas y, por una vez, dejar el reflejo de lo que somos o pretendemos donde debe estar: en el mismo reflejo. Y así empezar a ser lo que podemos.
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