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6.4
24,674
7
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Coges asiento en tu butaca, se apagan las luces, esperas, y allí están. Otra vez. Un año más, las letras blancas de elegante tipografía a ritmo de jazz llenan la pantalla. El nuevo estreno de ese impredecible Woody Allen. Aunque suene a tópico, ese director que unas veces nos da una obra maestra y otras, un film pasable. ¿Que qué tal su nuevo film? ¿Café society? Digamos que, sin ser de sus mejores obras, vuelve por sus clásicos fueros.
Esta cinta retorna a algunos de los grandes temas de la filmografía del neoyorquino de una manera diferente. Entre estos, la cultura, el amor, o la búsqueda de nuevas oportunidades. Sin embargo, y sobre todo en la escena final, destaca por encima de todo el amor imposible. Esa melancolía tan triste y a la vez tan bella, de lo que pudo ser y no fue. Porque si algo puede saber Allen, es que la vida tiene muchos claroscuros, y esa es la grandeza de este film.
Quizá no sea tan buena, graciosa, reflexiva, irónica o fina como sus grandes trabajos. Puede que Blue Jasmine, Midnight in Paris o Match Point queden lejos. No obstante, esa sociedad del café, esa gente que vive sus relaciones sociales en elegantes y estilosos cafés y restaurantes, te atrapa y maravilla por momentos. Especialmente, el hecho de que trajes caros, música de jazz y hermosas decoraciones enmascaren a personas corrientes en el fondo, con sus problemas, amores y desamores. Esa es la irónica intención de Allen, que a ratos te arranca una sonrisa cómplice y te lleva meditando hasta un melancólico final con el que más de uno puede empatizar.
Si bien crítica y público han reaccionado bien, el casting no hizo sino dar quebraderos de cabeza al genio de Nueva York. Contra todo pronóstico, Jesse Eisenberg y Kristen Stewart han resultado ser una pareja con mucha química en pantalla y perfectamente compaginada. Solo así puedes seguir su historia hasta el final hasta el punto de la empatía.
Stewart sigue montada en su prolongada ola de destacadas interpretaciones. Su progresión desde aquellas burlas con motivo de su impasible actuación en la saga Crepúsculo ha sido notable. En cuanto a Eisenberg, junto con La red social, puede ser su mejor película como actor, lo cual no era muy difícil. Viendo el resto del reparto, fue una buena decisión sustituir a un desgastado Bruce Willis por un Steve Carrell que sigue en estado de gracia y madurez artística. Los demás son un gran grupo coral y compacto que cumplen el cometido: mostrar un mundo tan absurdo como profundo.
Pero está claro que en un film de Woody Allen, el punto fuerte es el guion. Con sus referencias judías y a la ciudad de sus sueños como marca de la casa, nos sigue dejando perlas para reflexionar. Aunque no son tantas ni tan hilarantes como en su mejor época, sigue siendo un narrador muy atrayente. También un gran cómico de situaciones dramáticas y surrealistas, con la ayuda de su simpático jazz de fondo.
Esta cinta retorna a algunos de los grandes temas de la filmografía del neoyorquino de una manera diferente. Entre estos, la cultura, el amor, o la búsqueda de nuevas oportunidades. Sin embargo, y sobre todo en la escena final, destaca por encima de todo el amor imposible. Esa melancolía tan triste y a la vez tan bella, de lo que pudo ser y no fue. Porque si algo puede saber Allen, es que la vida tiene muchos claroscuros, y esa es la grandeza de este film.
Quizá no sea tan buena, graciosa, reflexiva, irónica o fina como sus grandes trabajos. Puede que Blue Jasmine, Midnight in Paris o Match Point queden lejos. No obstante, esa sociedad del café, esa gente que vive sus relaciones sociales en elegantes y estilosos cafés y restaurantes, te atrapa y maravilla por momentos. Especialmente, el hecho de que trajes caros, música de jazz y hermosas decoraciones enmascaren a personas corrientes en el fondo, con sus problemas, amores y desamores. Esa es la irónica intención de Allen, que a ratos te arranca una sonrisa cómplice y te lleva meditando hasta un melancólico final con el que más de uno puede empatizar.
Si bien crítica y público han reaccionado bien, el casting no hizo sino dar quebraderos de cabeza al genio de Nueva York. Contra todo pronóstico, Jesse Eisenberg y Kristen Stewart han resultado ser una pareja con mucha química en pantalla y perfectamente compaginada. Solo así puedes seguir su historia hasta el final hasta el punto de la empatía.
Stewart sigue montada en su prolongada ola de destacadas interpretaciones. Su progresión desde aquellas burlas con motivo de su impasible actuación en la saga Crepúsculo ha sido notable. En cuanto a Eisenberg, junto con La red social, puede ser su mejor película como actor, lo cual no era muy difícil. Viendo el resto del reparto, fue una buena decisión sustituir a un desgastado Bruce Willis por un Steve Carrell que sigue en estado de gracia y madurez artística. Los demás son un gran grupo coral y compacto que cumplen el cometido: mostrar un mundo tan absurdo como profundo.
Pero está claro que en un film de Woody Allen, el punto fuerte es el guion. Con sus referencias judías y a la ciudad de sus sueños como marca de la casa, nos sigue dejando perlas para reflexionar. Aunque no son tantas ni tan hilarantes como en su mejor época, sigue siendo un narrador muy atrayente. También un gran cómico de situaciones dramáticas y surrealistas, con la ayuda de su simpático jazz de fondo.

7.4
47,392
9
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
CAPTAIN FANTASTIC – NOAM CHOMSKY Y LA LIBERTAD PARA VIVIR COMO UNO QUIERE
Entre tantas historias, da gusto encontrar algo diferente, una idea original, independiente y a la vez reflexiva, que haga que pensemos que quizá deberíamos cambiar muchas de las cosas del mundo que nos rodea, pequeñas variaciones que bastarían para llevar una mejor vida. Captain Fantastic es el ejemplo perfecto de aquellas obras que, además de entretenernos y hacer que empaticemos con sus protagonistas, logran hacernos reflexionar acerca de qué hemos hecho mal como sociedad y qué podemos mejorar.
En este sentido, Captain Fantastic arranca fuerte en su primera mitad desarrollando el drama de un padre interpretado por Viggo Mortensen, nominado al Oscar el año pasado por su papel y ganador moral para muchos críticos, que cría a sus seis hijos en la naturaleza, con la única tecnología de una caravana y enseñándoles a cazar, escalar y sobrevivir, entre otras actividades, y que recibe la noticia de que su mujer, que se fue para intentar recuperarse de su enfermedad, ha fallecido recientemente. Uno de los grandes logros del film, sustentado totalmente en las espaldas y personalidad del actor de origen argentino, es la conexión coral y la química que desprenden padre e hijos en pantalla, y las sensaciones que son capaces de transmitir cuando reaccionan y actúan como una atípica pero unida familia que debate si acudir o no al funeral. No obstante, como ya se ha insinuado, la película no consigue mantener la intensidad cuando la trama y los planos se alejan de su absoluto protagonista y los problemas con sus hijos y parientes cercanos.
La filosofía del pensador anticapitalista Noam Chomsky impregna cada una de las escenas del film dirigido por Matt Ross hasta el punto de que su imagen y aniversario protagoniza una de las escenas más recordadas y divertidas. Sin embargo, siendo posiblemente la mejor obra del director norteamericano, su dirección peca a veces de no aprovechar tanto la figura de algunos de los hijos, figurantes sobrellevados por la historia con ciertos momentos de lucidez, y de no exprimir más la crítica social y terminar edulcorando la dicotomía entre seguir las normas o vivir según tus propias reglas hacia el final. El broche de oro de Captain Fantastic supone un último acto de rebelión y libertad contra lo aceptado por el sistema, una conclusión amable y emotiva que te deja un buen sabor de boca y que cala hondo.
El guion, de citas memorables, monólogos brillantes y situaciones que te harán replantearte la hipocresía existente y la excesiva importancia que damos a muchos momentos que deberían ser más naturales, pierde solidez y contundencia en la segunda mitad del film, lastrado por las mencionadas circunstancias y justificaciones forzadas y artificiales de ciertos personajes que hacen derivar a la familia. A destacar también la figura del antagonista al que, no obstante, se termina comprendiendo, un abuelo que quiere recuperar para la vida normal a sus nietos, un Frank Langella que muestra ser un secundario de lujo.
La fotografía y el rodaje en parajes naturales ayudan a la luminosidad y belleza de una película que tiene en la confrontación entre lo salvaje, natural y humano y lo artificial, convencional y socialmente aceptado uno de sus ejes narrativos. La banda sonora es la principal responsable de que el film alcance el clímax hacia el final del mismo.
Una muy buena elección para disfrutar de una historia realmente humana y para comprender que puede haber algo más allá de lo que pensamos o hacemos cada día, otros puntos de vista igualmente válidos y otras formas de vida más saludables física y mentalmente que lo que diariamente experimentamos.
Entre tantas historias, da gusto encontrar algo diferente, una idea original, independiente y a la vez reflexiva, que haga que pensemos que quizá deberíamos cambiar muchas de las cosas del mundo que nos rodea, pequeñas variaciones que bastarían para llevar una mejor vida. Captain Fantastic es el ejemplo perfecto de aquellas obras que, además de entretenernos y hacer que empaticemos con sus protagonistas, logran hacernos reflexionar acerca de qué hemos hecho mal como sociedad y qué podemos mejorar.
En este sentido, Captain Fantastic arranca fuerte en su primera mitad desarrollando el drama de un padre interpretado por Viggo Mortensen, nominado al Oscar el año pasado por su papel y ganador moral para muchos críticos, que cría a sus seis hijos en la naturaleza, con la única tecnología de una caravana y enseñándoles a cazar, escalar y sobrevivir, entre otras actividades, y que recibe la noticia de que su mujer, que se fue para intentar recuperarse de su enfermedad, ha fallecido recientemente. Uno de los grandes logros del film, sustentado totalmente en las espaldas y personalidad del actor de origen argentino, es la conexión coral y la química que desprenden padre e hijos en pantalla, y las sensaciones que son capaces de transmitir cuando reaccionan y actúan como una atípica pero unida familia que debate si acudir o no al funeral. No obstante, como ya se ha insinuado, la película no consigue mantener la intensidad cuando la trama y los planos se alejan de su absoluto protagonista y los problemas con sus hijos y parientes cercanos.
La filosofía del pensador anticapitalista Noam Chomsky impregna cada una de las escenas del film dirigido por Matt Ross hasta el punto de que su imagen y aniversario protagoniza una de las escenas más recordadas y divertidas. Sin embargo, siendo posiblemente la mejor obra del director norteamericano, su dirección peca a veces de no aprovechar tanto la figura de algunos de los hijos, figurantes sobrellevados por la historia con ciertos momentos de lucidez, y de no exprimir más la crítica social y terminar edulcorando la dicotomía entre seguir las normas o vivir según tus propias reglas hacia el final. El broche de oro de Captain Fantastic supone un último acto de rebelión y libertad contra lo aceptado por el sistema, una conclusión amable y emotiva que te deja un buen sabor de boca y que cala hondo.
El guion, de citas memorables, monólogos brillantes y situaciones que te harán replantearte la hipocresía existente y la excesiva importancia que damos a muchos momentos que deberían ser más naturales, pierde solidez y contundencia en la segunda mitad del film, lastrado por las mencionadas circunstancias y justificaciones forzadas y artificiales de ciertos personajes que hacen derivar a la familia. A destacar también la figura del antagonista al que, no obstante, se termina comprendiendo, un abuelo que quiere recuperar para la vida normal a sus nietos, un Frank Langella que muestra ser un secundario de lujo.
La fotografía y el rodaje en parajes naturales ayudan a la luminosidad y belleza de una película que tiene en la confrontación entre lo salvaje, natural y humano y lo artificial, convencional y socialmente aceptado uno de sus ejes narrativos. La banda sonora es la principal responsable de que el film alcance el clímax hacia el final del mismo.
Una muy buena elección para disfrutar de una historia realmente humana y para comprender que puede haber algo más allá de lo que pensamos o hacemos cada día, otros puntos de vista igualmente válidos y otras formas de vida más saludables física y mentalmente que lo que diariamente experimentamos.

6.5
15,554
6
20 de julio de 2019
20 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con grandes expectativas se esperaba la secuela de uno de los originales mejor valorados en su momento de Disney, Rompe Ralph, la cinta de animación basada en el personaje bonachón y tontorrón de videojuegos de arcade que tan buenos resultados le dio al estudio en 2012 y que nos trajo una historia fresca y divertida, con homenajes entrañables al mundo de los videojuegos. Una vez visto el resultado, y a riesgo de caer en el tópico sobre las segundas partes, da la sensación esperada y lastrada por el listón puesto: Ralph Rompe Internet es divertida y amena, incluso emotiva al final, pero no tan fresca como pudiera esperarse.
Con la sorpresa perdida, esta vez la historia se vuelve más simple, cargada de buenas intenciones pero sin el efecto que producía la primera entrega, debido a un guion poco arriesgado en el que se deja de lado a personajes de la primera entrega a los que se podía haber sacado más partido y en el que tampoco hay un villano como tal, en el sentido estricto de la definición, que pudiera dar juego. Para más inri, Disney aprovecha más que nunca para hacer desfilar a modo de cameos a los letreros y personajes de algunas de sus grandes franquicias (Star Wars, Marvel, etc.) y a sus icónicas princesas.
Más que una historia sobre Ralph, parece que asistamos a un escaparate de exposición de Disney con un guion falto de ritmo salvo en las escenas de acción y del final, un argumento menos elaborado que otras veces, que a veces no sabe muy bien hacia dónde ir y con el atractivo desvanecido de que los protagonistas descubran Internet. Mención aparte merece, todo sea dicho, el cameo inesperado de Stan Lee, que ha resultado un inesperado y agradable homenaje animado.
El hecho de ubicar la aventura en la red resulta ser, más que beneficioso para el guion, otra maniobra publicitaria para introducir el nombre de grandes compañías mediante product placement en gran pantalla: Facebook, Ebay, YouTube…
Ralph rompe Internet mantiene a los responsables de Rompe Ralph, Rich Moore y Phil Johnston, que consiguen un buen producto pero no tan redondo y completo como pudiera ser la película previa, aunque consigue emocionar con el estilo propio de antiguas cintas de Pixar, característico en su parte final, para no desentonar con anteriores films. Respecto a la parte animada y técnica, siguen dejando claro por qué son uno de los estudios de referencia a nivel mundial en técnicas de ilustración y animación, además de en presupuesto.
No obstante, no se mejora el colorido, el diseño de personajes o la banda sonora respecto a anteriores películas que fueron producto del binomio Disney-Pixar, como Coco o Inside Out. Es más, en la terna que este año tendrá con Los increíbles 2 posiblemente salga perdiendo, especialmente en lo referente a la evolución de los personajes y al ritmo narrativo.
Todo ello resulta, a fin de cuentas, en que Ralph rompe Internet es un film entretenido, en ocasiones gracioso, pero falto de chispa y con un excesivo aprovechamiento del relleno para productos ajenos de la compañía Disney, frente a las referencias a la cultura popular y más antigua que tenía la primera entrega.
En definitiva, sigue siendo con todo una buena producción para ir con la familia o para disfrutarla en solitario y continuar así con el legado cinematográfico animado de Disney. No obstante, podría haber dado más de sí y, después de vista, da una sensación más fría de lo que pudiera parecer en un principio.
También disponible en:
https://creativekatarsis.com/ralph-rompe-internet/#comments
Con la sorpresa perdida, esta vez la historia se vuelve más simple, cargada de buenas intenciones pero sin el efecto que producía la primera entrega, debido a un guion poco arriesgado en el que se deja de lado a personajes de la primera entrega a los que se podía haber sacado más partido y en el que tampoco hay un villano como tal, en el sentido estricto de la definición, que pudiera dar juego. Para más inri, Disney aprovecha más que nunca para hacer desfilar a modo de cameos a los letreros y personajes de algunas de sus grandes franquicias (Star Wars, Marvel, etc.) y a sus icónicas princesas.
Más que una historia sobre Ralph, parece que asistamos a un escaparate de exposición de Disney con un guion falto de ritmo salvo en las escenas de acción y del final, un argumento menos elaborado que otras veces, que a veces no sabe muy bien hacia dónde ir y con el atractivo desvanecido de que los protagonistas descubran Internet. Mención aparte merece, todo sea dicho, el cameo inesperado de Stan Lee, que ha resultado un inesperado y agradable homenaje animado.
El hecho de ubicar la aventura en la red resulta ser, más que beneficioso para el guion, otra maniobra publicitaria para introducir el nombre de grandes compañías mediante product placement en gran pantalla: Facebook, Ebay, YouTube…
Ralph rompe Internet mantiene a los responsables de Rompe Ralph, Rich Moore y Phil Johnston, que consiguen un buen producto pero no tan redondo y completo como pudiera ser la película previa, aunque consigue emocionar con el estilo propio de antiguas cintas de Pixar, característico en su parte final, para no desentonar con anteriores films. Respecto a la parte animada y técnica, siguen dejando claro por qué son uno de los estudios de referencia a nivel mundial en técnicas de ilustración y animación, además de en presupuesto.
No obstante, no se mejora el colorido, el diseño de personajes o la banda sonora respecto a anteriores películas que fueron producto del binomio Disney-Pixar, como Coco o Inside Out. Es más, en la terna que este año tendrá con Los increíbles 2 posiblemente salga perdiendo, especialmente en lo referente a la evolución de los personajes y al ritmo narrativo.
Todo ello resulta, a fin de cuentas, en que Ralph rompe Internet es un film entretenido, en ocasiones gracioso, pero falto de chispa y con un excesivo aprovechamiento del relleno para productos ajenos de la compañía Disney, frente a las referencias a la cultura popular y más antigua que tenía la primera entrega.
En definitiva, sigue siendo con todo una buena producción para ir con la familia o para disfrutarla en solitario y continuar así con el legado cinematográfico animado de Disney. No obstante, podría haber dado más de sí y, después de vista, da una sensación más fría de lo que pudiera parecer en un principio.
También disponible en:
https://creativekatarsis.com/ralph-rompe-internet/#comments

6.4
40,972
7
16 de julio de 2019
16 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
PERFECTOS DESCONOCIDOS – VERSIÓN DE LA IGLESIA
El Grupo Mediaset, dirigido por Paolo Vasile, vio un inesperado filón a explotar en la cinta italiana Perfetti sconosciuti, de Paolo Genovese, indiscutible vencedora en los Premios David di Donatello – los Goya italianos – de 2016, con los Premios a Mejor Película y Guión. Producida por Medusa Film, perteneciente al Grupo, el remake castizo ha sido realizado por el director Álex de la Iglesia, quien, pese a hacer algo menos personal que de costumbre, sabe imprimir su sello propio en una de las sorpresas del año: una comedia negra de parejas, con toques esotéricos, fantásticos, y psicópatas, traducida como Perfectos desconocidos, que en sus primeros días había alcanzado los casi 5 millones de euros.
Aunque De la Iglesia es un director que cuenta con tantos fans como detractores, especialmente cuando tiene un estreno y empiezan a hacerse comparaciones, puede decirse que Perfectos desconocidos, con el hándicap de ser un remake, es una de sus mejores películas, especialmente si abarcamos su extensa e irregular filmografía, donde El día de la bestia sigue ocupando un lugar destacado y difícil de alcanzar. El gran mérito del realizador bilbaíno es hacer que un film que originalmente es más melodramático y reflexivo se convierta en una comedia descarada y gamberra, pasando por encima del punto medio y para deleite del espectador español, que se ríe hasta de su sombra y de aquellas desgracias ajenas aderezadas con buenos chascarrillos.
De la Iglesia sabe imprimirle con bastante solvencia su propio toque, con una intervención más fluida y menos teatral entre los personajes, que a través de su humor y sus frustraciones imprimen un ritmo ágil y ligero a situaciones más que comprometidas. Como es habitual, lo místico y sobrenatural de sus films también tiene una pequeña pero decisiva influencia en este caso, donde se desmarca más claramente de la versión italiana, a la que, sin embargo, y salvo en el tono general, guarda demasiado respeto, con un guión casi idéntico y únicamente más excéntrico e histriónico. En este sentido, quizá hubiera sido de agradecer algo más de riesgo que el asumido por su parte.
Al éxito crítico y de público del film contribuye decisivamente un argumento de base atractivo, mérito de la idea original transalpina, y un reparto coral que en este caso, por lo general, no tiene nada que envidiar al original. Un grupo de parejas se junta en una cena de amigos y, con la presunción de que nadie tiene secretos para nadie, deciden jugar a dejar los teléfonos sobre la mesa e ir leyendo los mensajes y escuchando las llamadas conforme van llegando.
En este disparatado conjunto de personas con complejos y dobles vidas destaca un inseguro y genial actor argentino Ernesto Alterio, que explota más que nunca esa vena cómica y ese acento castellano ensayado durante años. De los demás, poco que decir con nombres como Eduard Fernández, Belén Rueda o Juana Acosta, aunque lo cierto es que mientras Pepón Nieto es una agradable sorpresa en su actuación, Eduardo Noriega no pasa por su mejor momento, siendo quizá el más desentonado del elenco y algo sobreactuado.
En cuanto a la parte técnica, De la Iglesia trabaja de manera vibrante con la factura de las imágenes para darle un mayor tono de comedia, con su colorido e iluminación, mayor que en la versión original, más oscura y con mayor juego de sombras, hasta un final en el que los efectos especiales juegan un papel importante para ese punto sobrenatural que hace que el director deje de manera decisiva su sello sobre la original.
En definitiva, tenemos en conjunto a una obra como Perfectos desconocidos, un remake digno, variado en su tono respecto al original, más divertido y exagerado, casi idéntico en su argumento, pero sin nada que envidiar a nadie. Si queréis pasar un rato entretenido, esta es nuestra recomendación. Pero cuidado: como dirían en el film, quizá haya cosas que es mejor que no sepáis.
El Grupo Mediaset, dirigido por Paolo Vasile, vio un inesperado filón a explotar en la cinta italiana Perfetti sconosciuti, de Paolo Genovese, indiscutible vencedora en los Premios David di Donatello – los Goya italianos – de 2016, con los Premios a Mejor Película y Guión. Producida por Medusa Film, perteneciente al Grupo, el remake castizo ha sido realizado por el director Álex de la Iglesia, quien, pese a hacer algo menos personal que de costumbre, sabe imprimir su sello propio en una de las sorpresas del año: una comedia negra de parejas, con toques esotéricos, fantásticos, y psicópatas, traducida como Perfectos desconocidos, que en sus primeros días había alcanzado los casi 5 millones de euros.
Aunque De la Iglesia es un director que cuenta con tantos fans como detractores, especialmente cuando tiene un estreno y empiezan a hacerse comparaciones, puede decirse que Perfectos desconocidos, con el hándicap de ser un remake, es una de sus mejores películas, especialmente si abarcamos su extensa e irregular filmografía, donde El día de la bestia sigue ocupando un lugar destacado y difícil de alcanzar. El gran mérito del realizador bilbaíno es hacer que un film que originalmente es más melodramático y reflexivo se convierta en una comedia descarada y gamberra, pasando por encima del punto medio y para deleite del espectador español, que se ríe hasta de su sombra y de aquellas desgracias ajenas aderezadas con buenos chascarrillos.
De la Iglesia sabe imprimirle con bastante solvencia su propio toque, con una intervención más fluida y menos teatral entre los personajes, que a través de su humor y sus frustraciones imprimen un ritmo ágil y ligero a situaciones más que comprometidas. Como es habitual, lo místico y sobrenatural de sus films también tiene una pequeña pero decisiva influencia en este caso, donde se desmarca más claramente de la versión italiana, a la que, sin embargo, y salvo en el tono general, guarda demasiado respeto, con un guión casi idéntico y únicamente más excéntrico e histriónico. En este sentido, quizá hubiera sido de agradecer algo más de riesgo que el asumido por su parte.
Al éxito crítico y de público del film contribuye decisivamente un argumento de base atractivo, mérito de la idea original transalpina, y un reparto coral que en este caso, por lo general, no tiene nada que envidiar al original. Un grupo de parejas se junta en una cena de amigos y, con la presunción de que nadie tiene secretos para nadie, deciden jugar a dejar los teléfonos sobre la mesa e ir leyendo los mensajes y escuchando las llamadas conforme van llegando.
En este disparatado conjunto de personas con complejos y dobles vidas destaca un inseguro y genial actor argentino Ernesto Alterio, que explota más que nunca esa vena cómica y ese acento castellano ensayado durante años. De los demás, poco que decir con nombres como Eduard Fernández, Belén Rueda o Juana Acosta, aunque lo cierto es que mientras Pepón Nieto es una agradable sorpresa en su actuación, Eduardo Noriega no pasa por su mejor momento, siendo quizá el más desentonado del elenco y algo sobreactuado.
En cuanto a la parte técnica, De la Iglesia trabaja de manera vibrante con la factura de las imágenes para darle un mayor tono de comedia, con su colorido e iluminación, mayor que en la versión original, más oscura y con mayor juego de sombras, hasta un final en el que los efectos especiales juegan un papel importante para ese punto sobrenatural que hace que el director deje de manera decisiva su sello sobre la original.
En definitiva, tenemos en conjunto a una obra como Perfectos desconocidos, un remake digno, variado en su tono respecto al original, más divertido y exagerado, casi idéntico en su argumento, pero sin nada que envidiar a nadie. Si queréis pasar un rato entretenido, esta es nuestra recomendación. Pero cuidado: como dirían en el film, quizá haya cosas que es mejor que no sepáis.

6.6
29,352
7
16 de julio de 2019
16 de julio de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
MULA – EL PASO DEL TIEMPO
Había expectación ante el nuevo trabajo del director norteamericano Clint Eastwood y por saber si su nuevo trabajo, Mula, estaría más próximo a Sully, un retrato humano y cercano de un piloto convertido en héroe, o a 15:17 Tren a París, un relato de un atentado frustrado que, por contra, se mostraba sin ritmo y se narraba con desgana y sin capacidad de transmitir interés por la vida de estas personas anónimas, quienes eran soldados del ejército norteamericano, además.
Finalmente, y aunque lejos de sus mejores trabajos de la década anterior – Mystic River, Million Dollar Baby, Invictus…-, Clint Eastwood firma a sus 88 años el que temáticamente sería el reverso de Gran Torino: una película entrañable e interesante merced a un personaje muy atractivo y carismático que eleva una historia simple y de la que se pueden sacar pocas lecturas más allá de su protagonista.
La comparación de Mula con la que seguramente es la gran obra infravalorada del antiguo vaquero viene en la sociedad y contexto en que Eastwood sitúa la trama y sus personajes: una ciudad norteamericana con gente de clase media y problemas económicos, cerca de México, y cuyos habitantes han vivido épocas mejores mientras ahora tratan de salir adelante en un entorno multicultural, con mayor diversidad y población inmigrante que antaño y con la sensación en una parte de su población, como es el caso del florista Earl Stone, de soledad, aislamiento y ausencia de un lugar claro en el mundo ante el avance de la tecnología y de las nuevas generaciones.
A todo esto añadir que tanto el prota de Gran Torino, Walt Kowalski, como este son personajes que han pasado casi toda su vida trabajando por su cuenta o sirviendo para su país, con consecuentes problemas familiares y de tiempo perdido.
La diferencia es que mientras uno pasa de su familia disfuncional para volcarse con su vecino coreano, Stone trata de solucionar las cosas con ellos, en una diferencia de caracteres entre los personajes palpable: un hombre duro y cínico que hace las cosas por su cuenta si nadie más las hace frente a otro que transmite bondad, y que no duda en someterse a lo que sea necesario para arreglar las cosas. Dos caras de una misma moneda, que vuela en el aire de un futuro cada vez más incierto.
Respecto al guion, esta diferencia de tratamiento de historias similares, junto con las distinciones propias de los argumentos, es lo que explica la excelencia de una obra, propia del arquetipo de antihéroe que representa Eastwood – veterano de guerra, políticamente incorrecto, honesto y sin tapujos – frente a Mula, una buena película a la que quizá le falte tensión, ritmo y agilidad, debido a que la historia, basada en la realidad de un artículo periodístico hecho sobre un anciano que transportaba drogas para un cártel mexicano, llega a un punto en que no puede dar más de sí.
Se echan en falta más momentos de complicidad y ligereza cómica, dadas las características de Stone, algo más de conflicto en la familia, lo cual está patente pero no termina de explotar, o mayor protagonismo en los personajes secundarios, especialmente los policías encargados de la investigación, intermitentes y a veces meros figurantes. Igualmente y pese a ello, Mula sigue dejando un buen sabor de boca incluso en quienes no son fans de Eastwood.
Las actuaciones se ven afectadas por el hecho de que Eastwood y Earl Stone prácticamente monopolizan la acción en la historia, para bien y para mal. Clint sostiene la película, atrapa al espectador y lo va guiando en sus peripecias con su interpretación magnética, con la que cualquiera puede empatizar y sentirse atraído ante el carisma y bondad que transmite su alter ego, un personaje que conforme avanza la trama deja ver distintas capas en su pasado y frente a su presente actual.
En el otro lado, deambulan nombres como Bradley Cooper, Laurence Fishburne, Taissa Farmiga, Andy García o Dianne Wiest, un reparto llamativo que rodea y secunda al protagonista de manera correcta, cada uno en su papel y logrando dar el pego, pero sin posibilidades de destacar, con roles más planos y cortos de tiempo en pantalla.
A sus 88 años, no sabremos cuántas más películas podrá realizar el bueno de Eastwood, pero, por lo expuesto y por fortuna, Mula remonta bastante respecto a algunas de sus últimas películas y parece recordar y relacionarse más con esa maravilla llamada Gran Torino.
En el ocaso de su vida, como en el final de la existencia de Kowalski o Stone, Eastwood echa la vista atrás hacia su extenso legado y vuelve por algunos de los mejores fueros de su cine: un personaje humano, dispuesto a cambiar las cosas de una manera u otra, al que todos querríamos tener a nuestro entorno y una historia llamativa con mensajes universales con los que todos nos podemos sentir identificados.
También disponible en: https://creativekatarsis.com/mula-clint-eastwood-critica/
Había expectación ante el nuevo trabajo del director norteamericano Clint Eastwood y por saber si su nuevo trabajo, Mula, estaría más próximo a Sully, un retrato humano y cercano de un piloto convertido en héroe, o a 15:17 Tren a París, un relato de un atentado frustrado que, por contra, se mostraba sin ritmo y se narraba con desgana y sin capacidad de transmitir interés por la vida de estas personas anónimas, quienes eran soldados del ejército norteamericano, además.
Finalmente, y aunque lejos de sus mejores trabajos de la década anterior – Mystic River, Million Dollar Baby, Invictus…-, Clint Eastwood firma a sus 88 años el que temáticamente sería el reverso de Gran Torino: una película entrañable e interesante merced a un personaje muy atractivo y carismático que eleva una historia simple y de la que se pueden sacar pocas lecturas más allá de su protagonista.
La comparación de Mula con la que seguramente es la gran obra infravalorada del antiguo vaquero viene en la sociedad y contexto en que Eastwood sitúa la trama y sus personajes: una ciudad norteamericana con gente de clase media y problemas económicos, cerca de México, y cuyos habitantes han vivido épocas mejores mientras ahora tratan de salir adelante en un entorno multicultural, con mayor diversidad y población inmigrante que antaño y con la sensación en una parte de su población, como es el caso del florista Earl Stone, de soledad, aislamiento y ausencia de un lugar claro en el mundo ante el avance de la tecnología y de las nuevas generaciones.
A todo esto añadir que tanto el prota de Gran Torino, Walt Kowalski, como este son personajes que han pasado casi toda su vida trabajando por su cuenta o sirviendo para su país, con consecuentes problemas familiares y de tiempo perdido.
La diferencia es que mientras uno pasa de su familia disfuncional para volcarse con su vecino coreano, Stone trata de solucionar las cosas con ellos, en una diferencia de caracteres entre los personajes palpable: un hombre duro y cínico que hace las cosas por su cuenta si nadie más las hace frente a otro que transmite bondad, y que no duda en someterse a lo que sea necesario para arreglar las cosas. Dos caras de una misma moneda, que vuela en el aire de un futuro cada vez más incierto.
Respecto al guion, esta diferencia de tratamiento de historias similares, junto con las distinciones propias de los argumentos, es lo que explica la excelencia de una obra, propia del arquetipo de antihéroe que representa Eastwood – veterano de guerra, políticamente incorrecto, honesto y sin tapujos – frente a Mula, una buena película a la que quizá le falte tensión, ritmo y agilidad, debido a que la historia, basada en la realidad de un artículo periodístico hecho sobre un anciano que transportaba drogas para un cártel mexicano, llega a un punto en que no puede dar más de sí.
Se echan en falta más momentos de complicidad y ligereza cómica, dadas las características de Stone, algo más de conflicto en la familia, lo cual está patente pero no termina de explotar, o mayor protagonismo en los personajes secundarios, especialmente los policías encargados de la investigación, intermitentes y a veces meros figurantes. Igualmente y pese a ello, Mula sigue dejando un buen sabor de boca incluso en quienes no son fans de Eastwood.
Las actuaciones se ven afectadas por el hecho de que Eastwood y Earl Stone prácticamente monopolizan la acción en la historia, para bien y para mal. Clint sostiene la película, atrapa al espectador y lo va guiando en sus peripecias con su interpretación magnética, con la que cualquiera puede empatizar y sentirse atraído ante el carisma y bondad que transmite su alter ego, un personaje que conforme avanza la trama deja ver distintas capas en su pasado y frente a su presente actual.
En el otro lado, deambulan nombres como Bradley Cooper, Laurence Fishburne, Taissa Farmiga, Andy García o Dianne Wiest, un reparto llamativo que rodea y secunda al protagonista de manera correcta, cada uno en su papel y logrando dar el pego, pero sin posibilidades de destacar, con roles más planos y cortos de tiempo en pantalla.
A sus 88 años, no sabremos cuántas más películas podrá realizar el bueno de Eastwood, pero, por lo expuesto y por fortuna, Mula remonta bastante respecto a algunas de sus últimas películas y parece recordar y relacionarse más con esa maravilla llamada Gran Torino.
En el ocaso de su vida, como en el final de la existencia de Kowalski o Stone, Eastwood echa la vista atrás hacia su extenso legado y vuelve por algunos de los mejores fueros de su cine: un personaje humano, dispuesto a cambiar las cosas de una manera u otra, al que todos querríamos tener a nuestro entorno y una historia llamativa con mensajes universales con los que todos nos podemos sentir identificados.
También disponible en: https://creativekatarsis.com/mula-clint-eastwood-critica/
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