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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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27 de noviembre de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joya del cine estadounidense que nos transporta a un mundo de ingenio y astucia, donde la elegancia de los años 70 se entrelaza con una narrativa tan brillante como los trajes de sus protagonistas. Dirigida por el maestro George Roy Hill en 1973, esta película es un auténtico festín para los sentidos, y no puedo evitar maravillarme ante la magistral interpretación de esos dos titanes del cine: Robert Redford y Paul Newman.

Permítame decirle que el dúo dinámico que forman Redford y Newman es sencillamente sublime. Redford, con su carisma innato y su mirada penetrante, encarna a Johnny Hooker con una frescura que enamora, un joven estafador cuya travesía está marcada por la astucia y la desesperación. Su interpretación es un claro ejemplo de cómo se puede conjugar la vulnerabilidad con la audacia, creando un personaje que no solo roba, sino que también roba corazones. ¡Qué manera de hacer que el espectador se sienta parte de su aventura!

Y hablemos de Paul Newman, ese ícono de la pantalla grande que da vida a Henry Gondorff, un maestro del engaño que despliega su talento con una elegancia que solo él puede poseer. Su presencia en pantalla es hipnótica, y su química con Redford es palpable, como si estuvieran en una danza perfectamente sincronizada. Newman no solo actúa; él transforma cada escena en una lección de cómo ser un verdadero artista. Su sutileza y su humor desbordante dotan a "El Golpe" de una profundidad que trasciende el mero entretenimiento.

La dirección de Hill, sumada a un guion ingenioso de David S. Ward, crea un entramado narrativo que mantiene al espectador al borde de su asiento. La trama, que gira en torno a un elaborado plan de venganza contra un gánster, se desarrolla con una agilidad asombrosa, y cada giro se siente como un deleite para la mente. La fotografía y la banda sonora complementan perfectamente la atmósfera, haciendo que cada cuadro sea una obra de arte en sí mismo.

En resumen, "El Golpe" es una obra maestra que merece ser venerada como un hito en la historia del cine. La combinación de las interpretaciones magistrales de Redford y Newman, un guion inteligente y una dirección impecable, resulta en una experiencia cinematográfica que perdura en el tiempo. Si hay algo que podemos aprender de este filme, es que la genialidad nunca pasa de moda, y que el cine, cuando se hace con pasión y dedicación, puede elevarse a las más altas esferas del arte.

No me canso de revisitar esta cinta, es dinámica, es divertida, ¡es volver atrás en el tiempo! Qué elegancia desprende Robert Redford, qué actuaciones sublimes, qué grande Paul Newman "ulls brillants" y llenos de vida. ¡Sin duda revisitarla es una tarea necesaria!
7 de diciembre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pedro Almodóvar, ese director que alguna vez supo capturar la esencia de la vida española con un estilo que, aunque excesivo, poseía una chispa de autenticidad. Sin embargo, en su última obra, "Madres paralelas", me veo obligado a preguntarme: ¿dónde ha quedado el maestro que una vez fue? Es como si, tras la última década, este emblema del cine español se hubiera sumido en un pozo de autoindulgencia y mal gusto que, sinceramente, resulta difícil de digerir.

La trama de "Madres paralelas" es un revoltijo de clichés y melodrama gratuito que, a estas alturas, cae en lo absurdo. Almodóvar parece haber olvidado que el cine, al menos en sus inicios, era un vehículo de narración y no un mero escaparate de sus obsesiones personales. Aquí, la historia de dos mujeres que dan a luz en la misma sala, además de ser predecible, se siente como un intento desesperado por abordar temas de maternidad y memoria histórica en un contexto que, en lugar de ser conmovedor, se torna en un ejercicio de superficialidad alarmante.

Las elecciones estéticas del director son, perdónenme la expresión, un verdadero espectáculo del mal gusto. Los colores chillones y la decoración excesiva, que en sus primeras películas aportaban un carácter único al relato, ahora solo parecen un intento de distraer al espectador de la falta de contenido real. El uso de la música, tan efectivamente empleado en "Todo sobre mi madre" o "Hable con ella", aquí se convierte en un acompañamiento brillante para una narrativa deslavazada, como si el propio Almodóvar estuviera consciente de que su historia no tiene suficiente sustancia para sostenerse por sí misma.

Un aspecto que me resulta particularmente irritante es la forma en que el director ha convertido sus temas recurrentes en una especie de cliché personal. La exploración de la maternidad, la identidad y el pasado, que antes lo hicieron destacar, aquí se siente como un refrito de sus propias obsesiones, sin el ingenio y la frescura que solían caracterizar su obra. Es como si, tras "La piel que habito", Almodóvar hubiera decidido dejar de evolucionar y simplemente repetir fórmulas, confiando en que su nombre sería suficiente para atraer al público.

En resumen, "Madres paralelas" resulta ser una obra que se siente más como un esfuerzo por aferrarse a la relevancia que como una genuina contribución al cine. Este Almodóvar de los últimos años, que parece más interesado en su propia mitología que en contar historias que resuenen auténticamente, se ha convertido en una sombra de lo que alguna vez fue. No puedo evitar sentir nostalgia por aquellos días en los que su cine tenía un propósito claro y un sentido del humor que, aunque ácido, era profundamente humano. Ahora, en cambio, nos deja con una sensación de vacío y un anhelo por la brillantez que, lamentablemente, se ha desvanecido en el tiempo.
27 de noviembre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Tierra de nuestras madres" (2023) es un intento patético de abordar la problemática del medio rural que acaba hundiéndose en un mar de clichés y sentimentalismo vacío. La trama es una amalgama de personajes unidimensionales que, lejos de ofrecer un retrato auténtico de la despoblación, se sienten más como caricaturas forzadas. La dirección es torpe, con diálogos que rayan en lo ridículo y una narrativa predecible que no aporta nada nuevo ni relevante. En lugar de iluminar la realidad del campo, parece conformarse con un espectáculo superficial que no logra ni remotamente captar las complejidades de la vida rural. En definitiva, una pérdida de tiempo que subestima la inteligencia del espectador. ¡Como todas las nuevas películas que nos llueven sobre el medio rural escritas por urbanitas! Hartitos estamos, ¡contad vuestras historias!
27 de noviembre de 2024 1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alcarràs, de Carla Simón, es una obra maestra de un realismo conmovedor, un retrato delicado y profundo de la vida rural que, más que narrar, captura el alma misma de un mundo que se desmorona bajo el peso de la modernidad. La película no solo relata una historia, sino que la enraíza en la tierra, en los ciclos de la naturaleza, en ese tiempo pausado que quienes hemos crecido entre bancales y acequias conocemos tan bien.

Como valenciano nacido en 1960, con décadas de estudio sobre el medio rural y la despoblación, puedo afirmar que Alcarràs es mucho más que cine: es un testimonio vivo de una lucha silenciosa. La familia Solé, con sus tensiones y sus momentos de ternura, encarna la resistencia de un campesinado que, pese a todo, sigue aferrado a su tierra. El drama de estos personajes es universal, pero al mismo tiempo profundamente nuestro, con una autenticidad que solo puede surgir del conocimiento íntimo del entorno agrario.

La dirección de Carla Simón es magistral. Su cámara se posa sobre los personajes y el paisaje como un agricultor sobre su campo, sin prisas, con respeto y devoción. La luz mediterránea, tan nostra, inunda cada fotograma, convirtiendo los melocotoneros y los cielos abiertos en protagonistas silenciosos. El tempo pausado, que para algunos podría parecer excesivo, es en realidad un homenaje al tiempo rural, a ese ritmo marcado por las estaciones y el esfuerzo diario, sin el cual la vida campesina no sería comprensible.

La película aborda, con una sutileza envidiable, temas de una gravedad incontestable: la desaparición de los modelos tradicionales de vida, la amenaza de la industrialización descontrolada y la fractura intergeneracional. Sin caer en maniqueísmos, Alcarràs nos muestra cómo el progreso, aunque inevitable, puede ser devastador si se olvida de las personas y sus raíces.

Los actores, muchos de ellos no profesionales, dotan a la película de una veracidad que emociona. Sus palabras, sus gestos, sus silencios son un reflejo fiel de la gente del campo, de su sabiduría callada y su resistencia estoica. La película no romantiza la vida rural; la muestra tal cual es, con sus alegrías, sus durezas y su dignidad.

En definitiva, Alcarràs no es solo una obra cinematográfica; es un alegato en defensa de un mundo que, aunque relegado y olvidado, sigue siendo esencial. Recomendaría fervorosamente su visionado a todos aquellos que deseen entender, aunque sea un poco, lo que significa vivir arraigado a la tierra y luchar por preservar aquello que nos define. Sin duda, una película que deja poso y que nos invita, no solo a reflexionar, sino también a actuar.
7 de diciembre de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Ah, *Kika*, esa obra maestra de Pedro Almodóvar que, a pesar de sus excesos y su provocadora audacia, se erige como un faro de la modernidad cinematográfica en la España de los años noventa. Permítame decir que, aunque muchos críticos contemporáneos se rasgan las vestiduras ante la audacia de su narrativa, es precisamente esa audacia la que catapulta a Almodóvar a la cúspide de la cinematografía mundial.

Desde sus inicios, Pedro ha sido un maestro en la creación de personajes que desafían las convenciones sociales y morales, y *Kika* no es la excepción. La protagonista, interpretada con una exuberancia casi hipnótica por Verónica Forqué, es un torbellino de emociones y contradicciones. No es simplemente una figura, sino un símbolo de la libertad femenina en una sociedad que aún balbucea en sus intentos de asimilar la modernidad. Su relación con el mundo circundante es un reflejo del caos y la exuberancia de la vida misma, y Almodóvar, con su característico estilo visual saturado de color, logra plasmar esta esencia de manera sublime.

Los elementos surrealistas, esos momentos en los que la realidad se entrelaza con lo grotesco, son un guiño a la complejidad de la condición humana. ¿Quién puede olvidar la escena del encuentro entre Kika y el periodista que, en su desesperación, se convierte en un emblema de la búsqueda de la verdad, aunque esta sea a menudo distorsionada por la subjetividad? La manera en que Almodóvar juega con los límites entre el horror y la comedia es, sin duda, un testamento de su genio creativo.

Es cierto que la película puede resultar confusa para aquellos que se aferran a narrativas lineales y convencionales. Pero, ¿acaso no es eso lo que la hace tan fascinante? Almodóvar nos invita a sumergirnos en un mundo donde los límites entre lo real y lo ficticio se desdibujan, un mundo donde la complejidad de las relaciones humanas se despliega con una sinceridad que pocos directores se atreven a explorar.

En conclusión, *Kika* es un ejercicio cinematográfico que desafía al espectador a reflexionar sobre la identidad, la sexualidad y las normas sociales. Aquellos que se atrevan a dejarse llevar por la visión de Almodóvar descubrirán una obra rica en matices y significados, un verdadero triunfo de la cinematografía española. Y aunque algunos puedan criticar su exceso, yo sostengo que es precisamente ese exceso lo que lo hace insuperable. Pedro, con su inconfundible estilo, ha elevado el cine a una forma de arte que trasciende las limitaciones del medio. Bravo, maestro.
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