Una película desarticuladísima, con muy poco contenido, que lo único que ofrece es escena, o escenario. Todo ocurre tan deprisa que la debacle actoral parece justificada. El único que se salva, dando pruebas de solvencia, es un desconocido David Thewlis. Y eso que la premisa es interesante. Ver en entredicho la gloria de Shakespeare es divertido, en cierto modo. Y la cuestión que plantea, de forma indirecta, de hasta qué punto, como figura de la lengua, el bueno de William es una creación de los ingleses, es atractiva. Pero las ideas tienen tan poco desarrollo, y la acción es tan torpe, que el viaje a esta Inglaterra isabelina no merece la pena.

Promesas del este ofrece el enésimo repaso anglo, superficial y autocomplaciente, a la cultura rusa. Soy incapaz de situar a los rusos que conozco en las coordenadas culturales que me da la película: vodka, acento fuerte y música melancólica, por decir algunas. Bueno, vodka sí, pero sin pasarse. Podría olvidar la falta de sensibilidad de Cronenberg si me atrajera la historia, pero no lo hace, y así su dificultad para tratar esta cultura me queda patente. Que dos personajes rusos de nacimiento prefieran, en la versión original, hablar un inglés turbio a su idioma materno me parece cómico. Que a la voz en off de la chica rusa del diario, de fuerte acento, le acompañe un sonar lastimoso de violines, directamente ridículo. Los intentos de Mortensen y Cassel por dar vida a sus mafiosos tienen mérito, y también la fotografía, de tonos naturales, pero no salvan para mí un conjunto que se levanta, casi por entero, sobre clichés agotados.

Si el cine de hoy tiene una misión es mostrar Nueva York reducida a escombros. En ese sentido "Los Vengadores" es una película honesta. Es cine de demolición, con cargas que estallan continuamente, alternativas furiosas al gran reventón urbano del final. El resto es simulacro -o casi. El capitán América e Iron Man tienen un carisma genuino, al que no es posible sustraerse del todo, a pesar de las distracciones constantes.

"¿Qué más quieres? Es una peli de superhéroes", me dirás. "Iron Man" es una película de superhéroes. "Los Vengadores" es una guía visual a un mundo, el de la Marvel, que es un poco como el traje armado de Robert Downey Jr.: tiene distintas piezas -cómics, películas, y el menú del burger donde se regalan las figuras de acción del grupo- que deben encajar y con las que -confío- se puede entender el invento. De otro modo uno debe conformarse con verlo volar, cosa que a mí no me ocurre.

Lo mejor de esta cinta... habrá quien se queje y sí, cuando los hermanos rinden al máximo, los números musicales de sus películas pueden ser un incordio. Pero resulta que aquí Groucho, Harpo y Chico no lo hacen, y aunque tienen sus momentos, la música es (casi siempre) lo mejor de "Tienda de locos". En especial "Sing While You Sell", un bonito espectáculo años cuarenta, que incluye una rareza fascinante, la interpretación de Virginia O'Brien del "Rock-a-bye Baby". Eso es humor seco en su máxima expresión.

La Brújula Dorada sería solamente una colección de bonitas estampas si no fuera por la niña protagonista, Dakota Blue Richards. Esta actriz parece tener algo de esa verdad mágica que esconde la brújula, ese objeto que permite a su personaje medrar en el mundo de los adultos. Daniel Craig está correcto en el papel de tío barbudo, y en cuanto a ese milagro plástico que es Nicole Kidman... hay algo de inquietante en esa perfección suya, que, aunque de forma involuntaria, le ayuda a cumplir con su personaje. Pero ninguno de los dos tiene mucho peso en la cinta, y es Dakota la que lleva el espectáculo.