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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
5
29 de septiembre de 2010
36 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que tengo un problema con las películas clásicas de amor, y es que dejando aparte a la indiscutible "Casablanca", a la dolorosa "Esplendor en la hierba" y al maravilloso romance que crea Alfred Hitchcock entre Cary Grant e Ingrid Bergman (otra vez Ingrid) en "Encadenados", la mayoría de historias románticas de la época no logran conmoverme ni convencerme en ningún momento. Títulos que han pasado a la historia como grandes películas románticas y con las que las madres de todo el mundo han llorado a moco tendido como "Doctor Zhivago" o "Lo que el viento se llevó" me dejan frío. Tampoco me trago el enorme y enfermizo amor que se procesan James Stewart y Kim Novak en la aclamadísima "Vértigo". Tal vez sea por los estrictos códigos de censura que imperaban en la época y que impedían mostrar en muchas ocasiones la pasión y el deseo que debe existir entre dos enamorados. Sea lo que sea por lo que me pasa, me pasa, y "Breve encuentro" no es una excepción.
La película de David Lean se me antoja cursi, poco creíble y carente de alma. Todo es excesivamente correcto, disciplinado, de palabras bonitas (vacías) y estúpidos paseítos de la mano. La actriz protagonista no tiene ningún tipo de atractico como para enamorar a su partener con un par de miradas y cuatro palabritas. Hablando claro, Celia Johnson era bastante fea y su personaje, en esta película, bastante gris.

A menudo se compara a "Breve encuentro" con una obra maestra titulada "Los puentes de Madison", película en la que su director, un tal Clint Eastwood, logra que me quede sin habla ante una historia de amor tan hermosa como triste, tan estruendosa en su interior como silenciosa en su exterior. No hacen falta palabras. Cada mirada, cada silencio de este melancólico poema dice más que todos los diccionarios y las enciclopedias del mundo juntos. Huelga decir que ni todos esos libros podrían haber creado algo de química entre los protagonistas de "Breve encuentro". O al menos, eso me parece a mí. Demasiados "te quieros" para tan poca historia. O más bien, para una historia tan desperdiciada.

Igual es que pertenezco a otra generación, no lo sé. Pero bueno, yo me quedo con Meryl Streep llorando en silencio en la camioneta de su marido.
5 de noviembre de 2010
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Junto a "Manhattan", mi película favorita de uno de mis directores predilectos, "Misterioso asesinato en Manhattan" no es solo el homenaje que le rinde un cinéfilo empedernido al gran cine negro americano de los años 40, con guiños a obras claves del género como "Perdición" o "La dama de Shanghai", sino que es también otra de las obras maestras rodadas por un cineasta único y genial, que a través de un guión repleto de imaginación y maravillosos "gags" nos regala una auténtica joya a todos los amantes de la comedia más gamberra y desenfrenada de la mano del humor del neurótico más famoso del planeta: su Majestad Woody Allen, genio y figura.

Divertidísimos personajes perfectamente retratados, enorme química entre unos actores en estado de gracia y un argumento con una intriga comparable a la creada por el maestro Hitchcock en "La ventana indiscreta" (clara referencia de Allen para crear la principal idea del guión) mezclada y amenizada con auténticos momentazos de humor repletos de hilarantes diálogos a ritmo de jazz, género musical idolatrado por Woody. No hay altibajos en "Misterioso asesinato en Manhattan"; comienza arriba y continúa subiendo hasta que aparecen los títulos de crédito... y sólo nos queda pedirle al cielo que conserve durante muchos más años la lucidez, la imaginación y el talento del hiperactivo neoyorkino que aún a día de hoy nos sigue regalando maravillas como "Match point" o "Si la cosa funciona".

"Misterioso asesinato en Manhattan" es una gran muestra de talento y creatividad al servicio del mejor thriller y la mejor comedia en poco más de hora y media, ¿alguien da más?.
15 de enero de 2011
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este inútil intento de resucitar la gloriosa comedia de intriga al estilo de "Charada" de Stanley Donen y "Con la muerte en los talones" del maestro Hitchcock parece más un anuncio de Ferrero rocher de hora y media que una película. Angelina Jolie sustituye a la Preysler en un absurdo despropósito, más dedicado a recalcar una y otra vez el glamour y la belleza -indudable- de su estrella, que en realizar algo que cinematográficamente hablando merezca la pena. Por otro lado, el partner de la Jolie, Johnny Depp, pone cara de imbécil, fuma cigarrillos electrónicos e intenta justificar con su mediocre interpretación el haber vendido su talento al cine comercial del monstruo hollywoodiense que tanto -supuestamente- detesta. Pero que no les engañe la presencia del actor fetiche de Tim Burton. "The tourist" no es más que el típico producto de temporada sin imaginación, al servicio de dos supermegaestrellas, vacío de talento y cuyo único objetivo consiste en que Hollywood y las empresas palomiteras hagan caja a costa de los pobres primos que caigan en la trampa. Y lo peor es que, una vez más, lo han logrado.
5 de junio de 2010
24 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
En todas las listas aparece "Ciudadano Kane" como la mejor película de la historia. No seré yo quién se atreva a desprestigiar ni menospreciar la obra maestra de Orson Welles, que sin duda supuso una revolución en su momento y que aún a día de hoy constituye un ejercicio indiscutible de estilo y de maestría narrativa, pero la verdad es que a muchos nos aburre un poco. Realmente es "El Padrino" el punto de encuentro de todos los cinéfilos del mundo. En cierta ocasión leí: "Quién no haya visto 'El Padrino' no ama el cine". Aún a riesgo de parecer algo extremista y radical yo diría que "Quién no ame 'El Padrino' no ama el cine". Evidentemente exagero...pero tampoco mucho.

Si el cine de gángsters nos ha regalado muchas obras maestras a lo largo de la historia, la película de Coppola es la obra maestra de entre todas esas obras maestras. Supera a todas las anteriores a su realización y supone el espejo en el que mirarse para todas las posteriores. Hoy día todos nos imaginamos al capo de una familia mafiosa con esa voz rasgada, casi susurrada de Marlon Brando, quién crea todo un icono. La fotografía anaranjada de Gordon Willis creó escuela y hoy por hoy es sinónimo de película ambientada en la primera mitad del s.XX. Al Pacino nunca ha estado mejor ni ha dado más miedo que encarnando al frío y calculador Michael Corleone, el mejor villano que jamás haya aparecido en pantalla. También James Caan, Robert Duvall, Diane Keaton y el pobre John Cazale brillan con luz propia, y la maravillosa música de Nino Rota nos hace respirar desde el principio ese ambiente italiano que desprende la novela de Mario Puzo. Pero quién en mayor grado hace posible este milagro fílmico se llama Francis Ford Coppola, quién dirige con maestría una película clásica en plena década de los 70. Pero una película clásica sin la ridícula censura del código Hays, finiquitado por fin años atrás. De esta manera Coppola contribuye con su mejor película a la revolución cinematográfica que comenzó Arthur Penn con su "Bonnie and Clyde" y que continuarían unos tíos llamados Scorsese, Lucas, Spielberg o De Palma entre otros, todos ellos con obras maestras. ¿Alguna a la altura de "El Padrino? La respuesta es clara: Imposible.
16 de mayo de 2011
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver "Manhattan", uno no puede entender como Woody Allen sigue afirmando frecuentemente, con cierto tono de frustración y autominusvaloración, que jamás ha conseguido realizar lo que él llamaría un clásico o, sencillamente, una gran película comparable a alguna de las firmadas por Fellini o por su adorado Ingmar Bergman. Tal vez sea la habitual ceguera de quien está en posesión de un talento natural, de un don innato para realizar obras maravillosas en un campo artístico determinado, producciones inalcanzables para la mayoría, pero que a ojos de su creador carecen de mérito alguno debido a la facilidad con la que él las realiza. O puede que, simplemente, Woody le profese tal amor al arte que jamás creerá que él sea capaz de ejercerlo, que su cine pueda hacer aflorar sentimientos en otras personas, equiparables a los que sus admirados dioses le hicieron experimentar a él. Pero sin duda y por más que su modestia (o ceguera) le impida reconocerlo, Woody Allen pertenece a ese olimpo selecto, y tal vez "Manhattan" sea la mayor culpable de ello.
Ya había mostrado al mundo un par de años antes las que iban a ser las constantes de su cine en otra joya titulada "Annie Hall", una película que rompió moldes e hizo verse a toda una generación reflejada en pantalla de manera inteligente, ingeniosa, ácida y divertidísima. Realmente es imposibles decir si una es mejor que otra, pues aunque toquen los mismos temas, son muy distintas. En "Manhattan" no hay flash-backs, ni dibujos animados, ni almas saliendo de sus cuerpos, ni subtítulos con los pensamientos de los personajes. Es una película mucho más clásica (aunque este término incomode a su director) en el sentido estricto de la palabra, más preciosista, con un ritmo más sosegado, con ecos de esa otra obra maestra llamada "El apartamento" de Billy Wilder, un parecido debido en parte a la maravillosa fotografía en blanco y negro de Gordon Willis, quién con su trabajo ayuda a Woody a redondear la cinta y a dejar para la historia, de paso, uno de los homenajes más sinceros y hermosos jamás vistos hacia la ciudad más famosa del mundo. "Manhattan" constituye un agudo retrato de las relaciones humanas, con el ambiente de la pseudointelectualidad neoyorkina como marco, pero es, ante todo, una profunda reflexión sobre algo tan universal como la búsqueda de la felicidad, el fondo, en esencia, de todo el cine de Woody Allen, gran humanista en realidad. Defensor de los sentimental por encima de lo racional a pesar de su pinta de "gafapasta", su cine no es exclusivamente de intelectuales; es para cualquiera que piense y sienta. No pertenezco a los círculos sociales retratados en la película ni tengo la edad de sus personajes y, en cambio, siento sus problemas como míos y me veo retratado en sus neurosis, sus dudas y hasta en sus gilipolleces. Y es que ese don del que hablaba al principio del que Woody Allen es poseedor es el don de llegar al alma contando historias. Y eso es arte con mayúsculas.
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