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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de marzo de 2009
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy he visto, ya tan mayor, Léolo. Da bastante más lástima ahora saber que el director de esta obra se mató aun joven, cuando iba a empezar su tercera película. La película es emocionante, intensa y hermosa, pese a la miseria que rodea al niño y su familia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Léolo tiene una existencia bastante miserable, aunque en su interior encuentra la belleza, la armonía, y el amor. El niño se va encargando de mejorarse la vida a base ponerle color al asunto. Ni siquiera importa mucho lo que pase ocurra en la vida o en el sueño, es una película. Quien se ha sentido como Léolo invadido de poesía, delicado, noble, y por lo tanto un niño dolorido y vulnerable, amará apasionadamente esta película, tan inconsciente y sincera, tan insoportablemente lúcida. Al que fue el niño más chulo del barrio, como casigo, no le está permitido disfrutar de esta maravilla.
Ya desde el principio, sin bajarse, va directa a lo más íntimo de nuestro ser, al que somos poco antes de caer dormidos, a lo esencial de nosotros, o nuestro inconsciente, como quieran, a los deseos y pensamientos más inadmisibles. Y la película se instala ahí, hurgándote hasta que termina. Vida y sueño (vida o arte) se alimentan una a la otra para ir tirando del pequeño Léolo, encuentra la paz en el cuaderno, en los bichos, pero en el mundo solamente en el pecho rasiento y sudoroso de su madre. Parece que el sueño, el arte, puede con todo, alimentando la vida y siendo alimentado por ella. Pero Léolo muere en el momento en que la vida se impone al sueño del amor, al arte del amor.
No le hubiera puesto un nueve sin el final. Tanta vida, tanta humanidad desplegada durante dos horas, tantos sueños para que, llegada la muerte, el viejo archivero lo almacene el cuaderno del chico en el sótano, entre estatuas y otros muchos legajos, en una escena final con algo (no sé) de Ciudadano Kane. Y es que al final la vida después de todo no es nada.
16 de noviembre de 2008
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil hacer algo tan mediocre, no, mediocre no, infame como esta película. Los personajes no se sostienen, los diálogos entre ellos resultan a menudo estúpidos (de vez en cuando sueltan una frase que quiere ser genial), la escena de Bach haciendo música alternativa en una especie de garaje con Bach es abiertamente de mal gusto, la relación entre ellos no hay por dónde cogerla, las fragilidades psíquicas del príncipe hacen reir más que otra cosa. Ni siquiera la banda sonora se salva, disolviéndose en la mediocridad total de la película.
Creo que el director no comprende el impulso ni el espíritu de la época. Las melodías de Bach son producto de algo así como una fértil imaginación, de su mente no hay sensiblidad ninguna ni comprensión hacia lo que impulsaba su música... en fin un desastre.
25 de diciembre de 2009
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una familia de clase media-alta, educada, culta, integrada, etcétera, llega a su casita de campo a pasar unos días. Padre y madre llegan jugando por el camino a las adivinanzas operísticas, un juego de lo más chic, mientras el hijo asiste desde el asiento de atrás con cierta extrañeza a la competición que sus padres mantienen. Así de apolíneamente empieza Funny Games, las letras. La música, tan armoniosa, elegante y cómoda de escuchar, propia un mundo de hadas, de un mundo con una exacta medida y ponderación de repente se ve cortada por otra dominada por el caos, el pánico, por una estridencia sin razón ni discurso, agresiva.
Los dos psicópatas lo dicen en un momento dado, que ellos no es que hayan sido maltratados, que su único trauma consiste en una vida sin sentido, una existencia vacía. Igual que nuestro mundo no hay ninguna razón que los mueva a ellos tampoco a querer jugar, ni la necesitan. Se objetará que el mio es un argumento cogido con pinzas, pero yo no puedo evitar ver en esta película una reflexión de Haneke (la única que he visto de él hasta el momento) acerca de la caida de los valores de nuestro viejo mundo por una nueva juventud que ya no cree en nada de eso, para la que la vida es un juego sin sentido, ni moral, en el que cada cual debe pasarlo lo mejor que pueda sin preocuparse de más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Igual que el Joker del Caballero Oscuro estos dos muchachos son agentes del caos. Sin mancharse siquiera las manos acaban con la vida de una hipercivilizada familia burguesa aprovechándose de su blandura, de su casi vergonzosa falta de espíritu de lucha. A mi lo que realmente me revuelve de esta película es la pasividad, la mansedumbre con que se dejan matar, el estado de shock televisivo cuando acaban de matar al niño. Es el retrato de un mundo, en el fondo, cansado de sí mismo, decadente. Véase por favor al padre secando con un secador del pelo la batería del móvil, comiendo pan, que pide disculpas a una esposa atenazada, patética, que apenas puede ni escapar siquiera a pedir auxilio, defenderse, algo, en fin... es el retrato de una humanidad con una flojera de espíritu penosa. El niño es quien más guerra da a los asesinos, y es por cierto algo más que una pobre víctima inocente del mundo de sus padres (porque inocentes son los tres): es la supervivencia imposible del viejo mundo, el de Haendel, angelical, cayendo a manos del mundo bárbaro y nihilista que se avecina, violento, mucho más fuerte. Un mundo que de algún modo tenemos ya encima porque nos es propio ese estigma violento, grabado en nuestra naturaleza por mucho que intentemos (aun) disfrazarlo de huecas cortesías.
Y a esto está todo supeditado, en mi opinión, incluso el mismo argumento de la película, su implícita violencia. En el cine no importa tanto la literalidad de los hechos. Son dos psicópatas, sí. Pero Haneke no trata de ofrecernos un rato, relato, haciéndonoslo pasar por real, no le hace falta: la ficción a su manera es verdadera, es la verdad propia del juego; es una reflexión acerca de nuestro mundo, de nosotros y nuestra decadencia, nuestra humanidad sepultada por siglos y siglos de cultura, de valores en los que ya nadie cree y que han quedado reducidos a un puro formalismo (los dos chavales son educadísimos también). Al fin y al cabo la ficción (esta película, Arno Frisch mirándonos) es a su modo tan real como la realidad que nos encontramos tras su final, cuando salimos de ella.
La mirada final, congelada, de Arno Frisch, cuando es invitado a entrar en casa de la siguiente víctima, de su siguiente juego, a mi al menos me dice: "bueno, llámame el malo de la película si quieres, pero el juego es este, macho. Si te tocara a ti, seguramente, te dejarías matar igual, patético espectador"
19 de septiembre de 2009
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como tantos tarantinianos de treintaitantos he corrido a ver Inglorious bastards el día mismo de su estreno. El espectáculo que me he encontrado me ha sorprendido. Creo que nunca me ha gustado tanto una película tan descaradamente frívola.
No tiemblan, no dudan, no sienten. El mundo de los valores fuertes, de la nobleza de espíritu, la lealtad y en general ese anciano mundo de la virtud, el de nuestros antepasados, cae derrumbado ya desde el primer capítulo, como un aviso de los 150 minutos que se avecinan. No hay sentimientos, no hay metafísica ni bendición que valga en eso que ha venido a llamarse el "Universo Tarantino". Los diálogos en sus películas no aluden en ningún momento al corazón humano, no lo sitúan, quiero decir, entre la carne sino como un músculo sangriento más.

PD: Por cierto que en mi opinión esta visión que arroja la película sobre la Historia, entendida aquí como una carnicería demencial, sin designio, sin plan, sin ningún sentido, es al menos tan acertada como las más inteligentes y sesudas reflexiones que se hayan hecho sobre el asunto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Los personajes de sus películas son eso nada más, personajes, construcciones cinematográficas, muñecos que se desmontan (esas cabelleras, Quentin) como un amasijo de carne y huesos en un suntuoso escenario. La vida es valorada con una descarada irreverencia.
Muere igual de fácil el noble oficial nazi al que batean que el intelectual inglés, que la chica o cualquier otro, todos ellos agonizan como perros antes de extinguirse y desaparecer. Y es que en esta se asiste con mucha más crudeza que en ninguna otra película suya (y ya es decir), a lo chocarrero de nuestra naturaleza. Es cierto que otros directores han hecho hincapié antes que él en este aspecto efímero, frágil, de la condición humana, pero ninguno con este sarcasmo intrascendente, rodando así tan fríamente el cambalache, tan sin compasión. Sobre esta condición humana que otros directores han rodado como un problema, a lo Bergman, atribulados, introspectivos, miedosos, Tarantino ejecuta un rodaje visceral, te mete en ese mundo que hipnotiza al espectador y entonces comprendemos con cierto estupor cómo también existe, además de nuestras dudas y nuestros miedos, esta inmensa y macabra broma... caemos en la cuenta así de lo absurdo del mundo. Ningún otro director actual filma así de bien, quiero decir con todo esto, el espíritu posmoderno, nihilista o como quiera llamarse de nuestra época.

El oficial nazi que en el primer episodio defiende con brillantez su causa acaba traicionándola, el jefe de los bastardos (¿el héroe?) es un desastre y un palurdo, Hitler y Goebbels mueren acribillados y desfigurados, los tres bastardos más capaces caen a las primeras de cambio, en un santiamén, por una tontería, aparece un revisor para demostrar que antes no dejaban pasar rollos de película a los tranvías, la escena final en el teatro es el infierno en la tierra, el Juicio final, un canto al genocidio o la extinción universal, como se quiera, da lo mismo. Todo es una broma, y nuestra propia vida es así, inconexa, arbitraria, una colección caprichosa de episodios. Para Quentin Tarantino, parece que cada vez más, todo da un poco igual. Con un panorama así no es de extrañar que igual que ocurre con nuestro papel en el mundo no pueda ser tomada en serio tampoco esta película, una película que intelectual, críticamente es indefendible... pero amigos, es casi necesario que algo no sea tomado muy en serio para que sea maravilloso, es el cine por el cine, y cuando la película acaba se siente uno devuelto al mundo real, porque la pesadilla o sueño de Tarantino ha terminado, otro episodio que añadir a nuestra vida, un entretenimiento más o una visión irracional, sublime o pornográfica de la existencia, yo qué sé, puro arte.
Viva el cine, y viva Quentin Tarantino.
30 de agosto de 2020
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El transhumanismo es el proceso en marcha mediante el cual las élites buscan “mejorar” la especie humana. Esta mejora vendrá de la mano de la tecnología (véanse los planes de botarates como Musk o Bill Gates) y de la ingeniería genética. El plan es claro, y declarado abiertamente: hay que trascender el homo sapiens que somos, del que provenimos, y transformar al hombre en otra cosa, mejorada con la tecnología de que disponemos y la que podemos desarrollar. Más altos, más guapos, inmunes al cáncer y que puedan vivir 200 años o más. Ni que decir tiene que las élites, en general la gente con más dinero, tendrá la posibilidad de diseñarse una descendencia de súper hombres.
Muchos perciben el racismo que esto podría suponer, con una especie de superhombres caminando entre cucarachas homínidas, en pocos años. Además arrastramos barreras culturales que consideran al ser humano algo sagrado, que no está bien ir exterminando, por lo que sea. Yo añado que prefiero una sociedad de Beethovens o Sócrates a una sociedad de x-men.
El plan del transhumanismo se topa aún con grandes barreras éticas. Hay pues que cambiar las mentalidades, romper los prejuicios inherentes a nuestra naturaleza de especie animal. Entre otras cosas es necesario romper el principio inviolable de lo esencialmente humano, abrir la barrera de lo específicamente humano a otras opciones transversales.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Bien, pues en vías de romper esta mentalidad tenemos esta película propagandística de Hollywood, escrita por un guionista pagado por las élites, dirigida por Guillermo del Toro, siempre obediente, premiada por las élites, en la que intentan convencernos de que el juntarte con alguien de tu especie no es un imperativo biológico, que debería parecernos a todos de lo más normal follarse a un anfibio.

Dios os confunda.
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