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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
12 de marzo de 2019
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sexto western por orden cronológico en la carrera de Rafael Romero Marchent, desde su debut en 1965 con la estupenda "Ocaso de un pistolero", en esta ocasión con unos rasgos estilísticos mucho más propios del Spaguetti, como esos planos congelados de los caídos en el tiroteo durante los títulos de crédito, o el uso -sin abuso- de los zooms.

El rodaje se llevó a cabo principalmente en la provincia de Madrid, en los decorados habilitados en aquellos años en el municipio de Hoyo de Manzanares, así como en los parajes naturales de las Salinas de Espartinas y del barranco de Valdelachica, pertenecientes al término municipal de Ciempozuelos.
Una de las escenas del inicio del film tiene lugar en el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, situado en Pelayos de la Presa, -que también sirvió como ubicación para otra escena de la posterior "Garringo"-. El anacronismo que supone insertar un escenario con tal mezcla de estilos arquitectónicos en pleno 'far west' no supone ningún inconveniente, debido a la belleza estética y a la vitola de heroicidad que otorga a los protagonistas una contienda en un escenario de tan magnas proporciones.

Se abordan temáticas habituales en el director madrileño, como el desarraigo familiar desde la más tierna infancia y la venganza, aunque aquí con una vuelta de tuerca a ambas cuestiones que le confiere una gran originalidad.

Rafael Romero vuelve a brillar con luz propia en el manejo del tiempo narrativo (inicio del relato en el pasado; escena de los dos enamorados cabalgando de paseo, que revela los días que han estado intimando; las coletillas de "como en..." cada vez que planifican algo la pareja de cazarrecompensas, señal de los años que llevan juntos, etc).

Funcionan muy bien la concatenación de escenas dentro de una misma secuencia, como cuando Fred y Johnny están interrogando "amistosamente" a Anderson a campo descubierto y acto seguido irrumpen los tres en la comisaría. También es eficaz, a nivel humorístico, el recurso de finalizar una secuencia con una aseveración e iniciar la siguiente diciendo exactamente lo contrario por parte de otro personaje (comentario de Steve Rogers a su esposa, seguido de una conversación antitética por parte de los recién llegados... sin el más mínimo viso de quererse ir).

El cruce de miradas de Dalton y Johnhy después de su nombramiento como agentes de la ley y escuchar como les llaman honrados -sabedores de ser unos "pillos"-, filmado en plano contra plano viendo el movimiento de giro de sus cabezas, así como el otro plano del "sospechoso" Bob llegando a caballo a la mina, seguido de un zoom de alejamiento que nos anticipa que ha sido descubierto por nuestros "cazadores" -acto seguido vemos solamente sus manos estrechándose a modo de felicitación por ello-, son algunos ejemplos del gran talento con la cámara del mediano de los Romero Marchent. Como magnífica es la planificación del duelo de Gregory Lassiter y Fred, a base de planos y contraplanos, con los personajes cada vez más en primer término, hasta acabar enfocados a la altura de sus ojos, rematando con el sonido de un disparo y el cambio de plano al otro contendiente, esta vez en plano medio apuntando con su revólver, manteniendo unos segundos la intriga del desenlace.

El juego de persecución de los dos sheriffs y toda la refriega del final son de muy bella factura (gran trabajo de fotografía de Franco Delli Colli, sobre todo en todo en este último tramo).

La cinta contiene numerosos elementos de comedia y a ese respecto ayuda en gran medida la química establecida entre unos actores tan diferentes -y por ello, potencialmente complementarios- como Anthony Steffen y Mark Damon. La actuación de este último -habitualmente anodino- es otro punto más del buen hacer del realizador. Resultan muy divertidas la escena del almuerzo que prepara Daniel en la casa de los Forrest, todas las intervenciones de Jonathan 'Alegría', sobre todo en las que el juez Wright le replica al son de "¡simpático!", así como los planos en los que una jarra de cerveza va cambiando de manos entre este juez y Fred y toda la escena en la que Johnny entabla contacto por primera vez con Elisabeth -propia de puro cine mudo, con únicamente música de fondo-.
No podían faltar en este género, escenas de gran dureza por su crueldad, que en este caso incluso se potencian más de lo normal por lo inesperadas que resultan, al estar precedidas de ese tono tan desenfadado al que acabo de hacer referencia.

La partitura musical a cargo de Riz Ortolani es bastante pegadiza y acompaña de forma muy certera a los diferentes momentos de peligro, alegría, comicidad, tristeza o enamoramiento.

Todas estas bondades, unido a un guión sin fisuras y con elementos sorprendentes, eran los mimbres más que suficientes para haber convertido este título en la mejor obra de su director hasta ese momento -lo cual no era asunto baladí-, pero un absurdo final, debido al estado anímico totalmente contrario al que debería tener uno de los principales intérpretes -como consecuencia de su desgracia personal inmediatamente anterior y sin solución de continuidad (lo que todavía me parece más incomprensible en un director tan ducho en las elipsis temporales)-, es un lunar de tal magnitud que impide la consecución de este galardón.
El otro aspecto negativo, aunque de mucha menor importancia, es la ausencia de magulladuras o sangre en los rostros golpeados en todas y cada una de las peleas que acontecen, que resta verosimilitud a las mismas.

A pesar de estos defectos puntuales y contar como de costumbre con muy pocos medios, se trata de una película notable y sumamente entretenida. Otra muesca más en la pistola de este cineasta español.
13 de febrero de 2018 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Haynes (Randolph Scott), capitán del ejército de la Unión, recibe el encargo del Gobierno de establecer una línea regular de diligencias, para el transporte de oro desde el sur de California a cualquier punto del país, a fin de conseguir el dinero necesario para financiar al ejército. Será ayudado por un soldado de su regimiento que ha perdido un brazo en la contienda, -Rod Miller (Michael Dante)- y su esposa Jeannie (Karen Steele). El pueblo está dominado por Clay Putnam (Andrew Dugan), de ideas sudistas, antaño amigo de John y casado con la antigua novia de éste, Norma (Virginia Mayo).

Encuadrada cronológicamente en 5º lugar del ciclo Ranown, -conocido como el conjunto de los 7 westerns de serie B que comparten coherencia estilística y argumental, dirigidos por Budd Boetticher entre 1956 y 1960, protagonizados por RANdolph Scott, producidos por Harry Joe BrOWN (con las salvedades de "Seven Men From Now" que fue producida por Batja, propiedad de John Wayne, y precisamente esta "Nacida en el oeste" que fue una producción Warner Bros.), y con guión hasta en 4 ocasiones de Burt Kennedy -en mi opinión las mejores de toda esta serie ("Seven Men from Now", "The Tall T", "Ride Lonesome" y "Comanche Station"). No en vano, este mismo guionista participó en dos de los mejores westerns de Gordon Douglas, como son "Fort Dobbs" y la grandiosa "Yellowstone Kelly".
Todas estas películas destacan por su capacidad de síntesis a la hora de perfilar la trama y las características de los personajes, aprovechando los tiempos muertos para suministrarnos información esencial a esos respectos. Así es que el metraje de mayor duración se limita a 78 minutos.
Por otra parte, otras de las constantes son la violencia latente (son películas en las que se disparan más palabras que balas) y una atmósfera de suspense sustentada en la ambigüedad de los diferentes caracteres que completan la función.

Tomando en cuenta todas estas consideraciones, se pueden calificar a "The Tall T", "Ride Lonesome" y "Comanche Station" como el núcleo duro Ranown y a "Westbound" como la más débilmente adscrita a este septeto.

Ninguna de estas películas se llegó a estrenar nunca en cines en España, por lo que no disponíamos de doblajes hasta que empezaron a emitirse por TVE y diversos canales autonómicos, con la excepción aquí de la primera de ellas -"Seven Men from Now"-, que permanece inédita en nuestro idioma.
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spoiler:
Centrándonos en esta "Westbound", el sempiterno protagonista Randolph Scott sigue representando ese tipo de héroe solitario y con un pasado poco conocido -pero que vislumbramos tormentoso-, potenciándose ambos aspectos gracias al laconismo del personaje y a un arranque en plano general, atisbando únicamente la silueta de un jinete (que ya de paso, sirve para lucir ese formato en scope en el que se rodaron todos estos films). Además, está dotado de un enorme sentido de la responsabilidad (acepta un nombramiento en contra de su voluntad) y de la justicia.
Las características fisonómicas de este actor de mirada pétrea y edad avanzada (contaba ya con 57 años cuando se inició este ciclo), resultan ideales para interpretar este tipo de papeles.

El villano de turno, -Andrew Duggan-, siguiendo la estela de sus predecesores, destaca por sus dobleces morales y emocionales (en este caso la codicia -revestida de ideología nacionalista sudista- y de un importante componente de celotipia), y como es habitual, delega sus actos reprobables en otras personas (aquí "el marrón" le toca a Michael Pate, que le coge gusto al cometido para el que ha sido designado y se excede hasta límites inauditos). En este sentido, resulta magnífico el detalle de cuando Andrew Duggan se sacude el pantalón "como si limpiara su conciencia", tras la conversación con su secuaz en la que planifican el modus operandi para llevar a buen término el boicot a la línea de diligencias.
El punto álgido de este secundario tiene lugar cuando su otro "yo" despierta y toma el mando, -una vez acontecido el sobrecogedor suceso de la caravana que transportaba a una niña-, con ese magnífico plano contrapicado con Virginia Mayo en la parte alta de una escalera y él abajo del todo, ebrio y totalmente abatido, sabedor de que su única posibilidad de catarsis puede venir con su sacrificio personal.

Las mujeres son dos bellezones rubias, objeto de deseo para nuestro protagonista, pero tienen mucho de fordianas, pues toman las riendas de su destino (Virginia Mayo está dispuesta a abandonar a su marido si no ceja en sus tropelías y Karen Steel está soberbia como la mujer que lleva las riendas de su hogar -de ahí el gran complejo de "medio hombre" de su buen marido-, poseyendo un carácter de armas tomar. Esta última actriz es otra habitual del ciclo, ya que participó en un total de 3 películas.

Los buenos de la función rebosan humanidad, siendo maravilloso el plano en que Karen Steele agarra al mismo tiempo que su marido (Michael Dante) una maleta, -intentando ayudarle-, nada más reencontrase con él y recibir el palo de verle amputado de un brazo. Randolph Scott también pone gran empeño en aumentar la autoestima de este lisiado de guerra, enseñándole a cargar una escopeta con un solo brazo y proporcionándole trabajo en una estación de diligencias.

Otra característica que emparenta este western con los de John Ford son los momentos de comedia muy bien insertados en los momentos precisos para rebajar la tensión del relato. Aquí destacan el pasaje de la "tarta salada" y la conversación con Fred Sherman (en el papel de Christy) cuando le contratan como conductor de diligencias, en relación al tiempo que lleva trabajando como conductor con frases como esta: "Un hombre que ha conducido tanto tiempo debería estar muerto. ¿Seguro que este es Christian Benson?).

Resumiendo, pese a tratarse de una de las películas más flojas del ciclo, conserva gran cantidad de elementos de interés, que la convierten en al menos una propuesta ciertamente interesante.
19 de febrero de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debut en la dirección de Rafael Romero Marchent, presentando unas credencias desbordantes de talento.

El film arranca magníficamente con unos títulos de crédito teñidos de la sangre inocente que se acaba de derramar, durante los cuales acontece una secuencia onírica de persecución que concluye abruptamente con un desasosegante despertar. Ello, unido a que poco tiempo más adelante comprendamos que en realidad ese sueño se trataba de un flash-back, sintetizan con una enorme economía de medios el perfil psicológico de este personaje.

Es muy ingeniosa la presentación de las dos parejas protagonistas, con una secuencia que finaliza con Craig Hill y Gloria Milland subidos en un carromato, e inmediatamente seguida de otra, que nos incita a pensar que son ellos mismos viajando en la lejanía, hasta que se acercan y comprobamos que se trata de dos jóvenes enamorados y a su vez amigos de los primeros, con quienes se encuentran. Este mismo recurso, de cambio sorpresivo de secuencia, es el que tiene lugar cuando el ayudante del sheriff se presenta para llevarse al hijo de Dan Murphy, y a continuación este último ya está manifestándole a su mujer su rotunda oposición a esta partida.

Otro ejemplo más de la sabiduría del segundo de los hermanos Romero Marchent, que en absoluto le va a la zaga a Joaquín Luis, es la soberbia elipsis temporal que se marca tras la marcha del niño, valiéndose para ello de elementos climatológicos como señal del cambio de estación -lluvia torrencial, viento golpeando la puerta del granero, chimenea encendida-, que explican cómo ha sido posible llegarse a ese grado de desestructuración del núcleo familiar. Las montañas de la zona del pueblo del sheriff Roger aparecen cubiertas de nieve cuando Dan acude en busca del chaval, cuando no estaban nevadas a la llegada del pequeño a esa localidad, otro exponente del impoluto rigor de esta elipsis.

El gran trabajo realizado a la hora de perfilar la moralidad de los principales intérpretes -excepcional la escena de Miriam suplicándole a Roger, con el hombre sin apenas ser capaz de mirarla de frente sabedor de su inmundicia-, deviene en la justificación de las elevadas dosis de violencia -que no son gratuitas en absoluto-, conservando además el pudor mediante el uso del plano contra plano (dejando fuera de campo a los que van a morir, en el momento preciso de recibir los impactos de bala), o bien rodando estas escenas en plano general. Tres de ellas destacan sobremanera por su sobresaliente planificación:
-En la primera, vemos un plano con uno de los malos de la función a punto de apretar el gatillo, pasándose a un primer plano de su indefenso contrincante, durante el cual oímos el disparo, y a continuación se cambia de nuevo de plano para mostrarnos a otro sujeto, que ha sido quien ha disparado antes, consiguiendo salvar in extremis a su yerno. Pero ahí no queda la cosa, pues el director madrileño aun tiene la genialidad de hacer caer de bruces al muerto sobre la única zona embarrada que había, dejando claro así su posicionamiento ético.
-La segunda, -precedida de una solemne escena funeraria como claro ejemplo de la calma que precede a la tempestad- está filmada en plano general y ambiente nocturno de ténue iluminación, con los asesinos avanzando de espaldas y oyendo el sonido de sus tiros. Será el cambio de tonalidad de los ladridos de un perro, lo que nos anticipe la brutalidad que están a punto de cometer.
-La última está rodada de nuevo en base a contraplanos del agredido después de recibir cada uno de los balazos, y los planos del atacante disparando, que se van difuminando progresivamente a medida que se le aproxima el moribundo, con la estocada final de espaldas al espectador como muestra de piedad.

El sadismo de los malhechores -formidable es el plano de sus sombras reflejadas en la pared de la prisión, cual espíritus malignos-, queda subrayado por el hecho de que nunca concederán la más mínima posibilidad de salvación a cada una de sus víctimas, todo lo contrario que cuando son ellos los que resultan abatidos, en donde los contendientes siempre parten en situación de igualdad de oportunidades -como en el juego de los dos revólveres, antesala de un antológico duelo-.

No hay crueldad física que pueda superar el dolor causado por la imposibilidad de lograr el amor de un hijo, en uno de los finales más desgarradores de la historia del cine.

Es una pena que la aportación del cine español al eurowestern no haya sido reconocida en su justa medida, tanto por haber sido los pioneros, como por disponer de una serie de cintas -como la que nos ocupa- que son auténticos top en el género.
20 de abril de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por el casi centenario Michael Anderson, se trata de una de las tantas producciones de espionaje con algunos tintes de comedia, rodadas en los años 60 en plena efervescencia de la Guerra Fría (aunque en esta ocasión los enemigos no sean los soviéticos), que logra sobreponerse a su endeble guión gracias a un reparto internacional de campanillas, -con la bellísima Senta Berger como 'partenaire' femenina-, y a una sobresaliente banda sonora compuesta por John Barry.

Son muy destacables las secuencias de las persecuciones, tanto en coche -muy vibrantes para la época-, como fundamentalmente las que transcurren con los personajes caminando -en las que se utiliza de forma ejemplar el plano secuencia-, así como la del secuestro-interrogatorio de George Segal, nada explícita debido al preciso uso de la elipsis, pero con ese chasquido de dedos de Max Von Sydow que destila unas grandes dosis de sadismo.

No hay ninguna condescendencia tampoco hacia el bando de los 'buenos', difiriendo poco de los nazis en cuanto al grado de humanidad con el que tratan a nuestro protagonista, -cual cacho de carne listo para ser devorado por fieras salvajes-, maravillosamente sintetizado en el plano en el que Alec Guinnes acaba comiéndose un fruto seco de una magdalena, al finalizar su charla con Quiller en la que le explicaba el cometido de su misión.

El tramo final transmite todo ese desencanto acumulado a lo largo del metraje, con un epílogo en el que predomina la ambigüedad, salpicada con ciertos toques de nihilismo.
18 de noviembre de 2017 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considerada por la crítica especializada como la mejor película de su director, -el poco prolífico Rouben Mamoulian-, y también de Greta Garbo, por encima incluso de las también aclamadas Margarita Gautier y Ninotchka.
La idea de que Greta Garbo interpretara al personaje de la reina Cristina de Suecia fue de la guionista y gran amiga suya Salka Viertel, que era una de las pocas personas de Hollywood en las que la actriz sueca realmente confiaba y que además tenía muy buenas ideas sobre el tipo de películas que la estrella debía hacer. Ya por esas fechas, sus películas estaban muy influenciadas por Salka, con quien había compartido reparto 3 años antes en la película de Jacques Feyder "Anna Christie".
Greta Garbo accedió a renovar su contrato con la MGM a condición de que rodaran "Queen Christina".
Para la elección del protagonista masculino, Garbo insistió en John Gilbert, el último hombre que el Estudio quería.
La historia de este actor fue la que a buen seguro sirvió como base argumental para la oscarizada película de Michel Hazanavicius "The Artist" (2011). Gilbert, en la década de los 20´s era una estrella rutilante del cine mudo y el buque insignia de la Metro, apodado como “El gran amante”, -compitiendo como galán con Rodolfo Valentino-, y protagonizó nada más y nada menos que "The Big Parade" (King Vidor, 1925) -que es la 2ª película más taquillera de la historia del cine silente- y 3 filmes con Greta Garbo, con quien al parecer estuvo a punto de contraer matrimonio: "Flesh and the Devil" (1926); "Love" (1927) –adaptación de la novela Anna Karenina– y "A Woman of Affairs" (1928), pero con la llegada del sonido su carrera cayó en desgracia, siendo rotundamente falso el mito de que esto fuera debido a no tener una voz adecuada, -como efectivamente existieron casos de ese tipo- (su voz era normal, sin ningún rasgo ridículo o inapropiado, y sabía enunciar sus diálogos con claridad. ¿Cuál fue entonces el problema? Se barajan varias teorías para intentar explicar el descenso a los infiernos de este actor.
Una de las más consistentes es que no se adaptó al ritmo de trabajo de los grandes Estudios con la llegada del sonoro, porque gustaba de participar en múltiples tareas de la producción cinematográfica, incluida la escritura de los guiones, lo que le deparó inmumerables encontronazos con directores y productores.
Otra de las hipótesis habla de una conspiración orquestada por el jefe del Estudio, Louis B. Mayer, que no soportaba al galán a raíz de la supuesta pelea que mantuvieron ambos en el año 1926, durante la ceremonia no consumada de matrimonio del actor con La Divina, debido al parecer a un comentario grosero que le hizo el productor al actor, tras ser ambos conocedores de que Greta Garbo no se presentaría a la boda. Cuenta la leyenda, que el productor hizo que sus primeros films sonoros fueran dirigidos por un realizador poco apropiado, el actor Lionel Barrymore (quien a su vez también tenía cierta manía a Gilbert) e incluso que "sabotease" su película "His Glorious Night" de 1928, haciendo que sus diálogos fueran grabados de forma que el tono de su timbre fuera más agudo de lo que realmente era, con lo que el público terminó propinándole una sonora carcajada.
También con el paso del silente al sonoro, se preponderaban los diálogos sobre la gestualidad y los guionistas carecían de experiencia en ese terreno, y fueron actores como Gilbert quienes pagaron la novatada.
Sea como fuere, el caso es que por el año del rodaje de esta "Queen Christina", John Gilbert estaba pasado totalmente de moda y además padecía de depresión y de problemas derivados del abuso de alcohol.
A Greta Garbo la tentaron con todo tipo de actores e incluso llegaron a traer de Inglaterra a Laurence Olivier, pero fue rechazando uno tras otro, hasta que se dieron cuenta que si querían hacer Queen Christina tendría que ser con John Gilbert de protagonista. Pero a pesar de acabar cediendo, los de la MGM no querían de ninguna manera que el fantasma de John Gilbert volviera de entre los muertos y ni siquiera lo mencionaron en el tráiler promocional.
En cuanto a la película propiamente dicha, si bien es cierto que no es muy fiel a la verdad histórica, -aunque sí es verídico que Antonio Pimentel fue enviado como embajador, su historia de amor con la reina Cristina es de ficción, y por ende no pudo constituir el motivo de su abdicación al trono, aparte de que físicamente era una mujer muy poco agraciada, todo lo contrario que la Garbo-, refleja muy bien otras muchas cuestiones como la ambigüedad sexual del personaje (con el morbo añadido de la consabida bisexualidad de la protagonista en la vida real), -que está tratada con mucha sutileza-, su educación como un hombre, sus dotes de liderazgo y buen gobierno, su preocupación por La Paz, su negativa al matrimonio y su preocupación por fomentar la Cultura, -fue una auténtica Mecenas de las Artes y se rodeó de artistas e intelectuales, siendo el caso más famoso de todos ellos el de René Descartes, -que desgraciadamente murió en Estocolmo de una neumonía contraída unos pocos meses después de su llegada-.
Además, la ambientación y los vestuarios son sobresalientes, reflejando con exactitud cómo se vestía en Suecia en el siglo XVII.
A nivel temático el film se debate entre la dicotomía vida privada-vida pública y en los aspectos formales transita entre el cine mudo y el sonoro, siendo innovadora en lo visual y en el uso del sonido, así como deudora de maneras del cine silente, principalmente en cuanto a la planificación de escenas, caracterización de los intérpretes, uso de maquillaje y lenguaje visual.

Continúa en spoiler por falta de espacio.
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La película tiene un arranque a base de planos muy largos para presentarnos a 'La Divina' viéndola caminar de cuerpo entero, vestida con ropa de hombre, lo que sirve para conferir una sensación de potencia al personaje. Vemos a la reina en el interior de su palacio, con una gran austeridad de mobiliario, atendida a nivel personal por un hombre de rasgos muy toscos -que es incluso quien la peina-, para a medida que avanza el metraje y surge el romance, vestirla de manera más femenina, adornar profusamente su alcoba e ir deleitándonos con unos maravillosos primeros planos que tienen su culminación en el plano final de la película, -todo un plano de cine, con la actriz poniendo cara "de nada" y sin pestañear, transmitiendo al espectador tantas sensaciones como éste sea capaz de experimentar, en el que los poros de su piel parecen cráteres, y que al mismo tiempo constituye todo un desafío para las leyes de la Física -por la imposibilidad de que con el barco avanzando y yendo ella en la proa, el viento mueva sus cabellos hacia atrás).
Greta Garbo no era la actriz más guapa, pero tenía una fotogenia tremenda y aquí está iluminada como nunca, de forma que parece que absorbe y refleja la luz y al mismo tiempo realiza la interpretación de su vida, transmitiendo una increíble vulnerabilidad, como si nos estuviera dejando mirar en su interior, algo asombroso teniendo en cuenta la fachada impenetrable que tenía ante el mundo y su fortísimo sentido de la privacidad.
Este título contiene una de las secuencias de amor más maravillosas de la historia del cine, -me refiero a la de la habitación de la posada, después de que Cristina y Antonio pasaron juntos su primera noche-, que destaca sobremanera por estar rodada con una cadencia musical, -según dicen, con la ayuda de un metrónomo- y con la gran aportación técnica que supone que en sus 3 minutos de filmación, es Greta Garbo quien hace las veces de la cámara. Por motivos de censura, estuvo a punto de perderse para siempre, ya que Joseph Breen, del Comité de Relaciones con los Estudios, consideró que debía ser eliminada del todo o al menos cortada en una gran parte. Afortunadamente se pudo evitar que todas esas hermosísimas imágenes pudieran haber acabado en la basura.
Por poner algún pero, no deja de resultarme un tanto inverosímil que todas las personas de la posada confundan con total naturalidad a la reina Cristina con un hombre, aunque también hay que decir en su defensa, lo rarísimo que tendría que ser en esa época ver vestida a una mujer de esa manera, y el buen resultado que se le da a toda esa "extraña" situación, en forma de unas secuencias de auténtico slapstick.
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