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Críticas 58
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de diciembre de 2009
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deliciosa película de René Clair que no llega nunca a emocionar al espectador de nuestros días, pero que provoca nostalgia de libertades, sonrisas, un cierto calor de tiempos felices y el encanto de la inocencia. Fiel reflejo por tanto de las sensaciones parisinas, más que de la realidad del París de Picasso. La música acompaña dichas sensaciones durante toda la cinta y logra que deseemos escuchar el acordeón en nuestra próxima visita a Montmartre. Resulta mágico y encantador que el protagonista se dedique a cantar en una esquina haciendo que los viandantes hagan los coros. Maravillosa una sociedad que canta reunida.

La película se inicia con planos de los tejados parisinos para posteriormente ir bajando hacia la calle, acercándose a su vez cual voayeur al interior de los pisitos en un decorado que no desmerece al que armó Hitchcock en "La ventana indiscreta". Bajo los techos de París bien podrían estar bastante bajos, ya que los protagonistas se entrecruzan en un ambiente de bajos fondos, donde no faltan los robos, el carterismo, los cafés, los bares de vinos, las salas de baile, las bandas callejeras, navajas y pistolas, peleas, pisos de mala muerte y supervivientes callejeros. Y en ese decorado, tan urbano y alejado de la exaltación de la naturaleza de las películas de Renoir, constantemente el amor.

El amor es en toda la película un sentimiento ligero, parte de la alegría de vivir de los personajes, donde el compromiso y la pasión no tienen ninguna cabida, y donde Pola puede lanzarse a los brazos de tres amantes distintos en pocos días. El amor, pero también la amistad no menos exaltada en la película, son recursos que los protagonistas utilizan para eludir la soledad. ¿Es un amor verdadero? ¿Son felices estos parisinos? Sea como sea con películas como esta han conseguido que París sea llamada la ciudad del amor.

Por lo demás, es la prehistoria del cine sonoro, por lo que la utilización de los diálogos es absolutamente pobre, sin añadir casi nada a las imágenes, que son las que llevan el ritmo narrativo en todo momento. No obstante, entre lo mejor el uso del sonido de un tren en la escena más violenta e intensa del film. Merece la pena verla incluso sin ser cinéfilo.
24 de junio de 2010
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increible los productos que se han llegado a hacer en el séptimo ¿arte? Hay que pensar que unos productores han puesto un buen montón de dinero para sacar al mercado este bodrio sin sentido. Que el dinero público de los griegos sirvió para financiar esta salvajada se comprende viendo la situación actual de las cuentas del país, pero que un puñado de reconocidos o al menos conocidos actores se prestara a esto ya es de traca.

No obstante me la he visto para acercarme más al cine de Cosmatos y comprender mejor su pésimo lugar en la historia del cine. En ocasiones uno no sabe si está viendo una peli de acción, de nazis, una comedia o es que te ries de lo mala que es. Pero es alucinante ver al pelado Savalas con varios crucifijos gigantes colgando y bailando a lo Zorba. Sin duda uno de los momentos más espeluznantes de la historia del cine. O ver a Moore haciendo de malo bueno o bueno de los malos, que no queda claro. La música eso sí tiene un pase y cuando vaya a Grecia me acordaré de esta panda de pirados, lo cual no sé si es bueno para la imagen del país.
8 de diciembre de 2009
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué creo que esta película es una de las mejores de la historia del cine? Quizás porque desde la primera vez que la vi me dejó perturbado, porque no puedo nunca quitarme de la cabeza la canción del maldito predicador o porque veo en cada fotograma a Dreyer, a Murnau, a Griffith, a Dalí, a Renoir (al menos yo quiero verlo por ahí, al padre invertido y al hijo degenerado), a Lang, a....

Hitchcock dijo la famosa frase de "no trabajes nunca con animales, con niños ni con Charles Laughton", y supongo que la envidia que le dió ver esta obra maestra llena de las tres cosas fecundó sus palabras de mala leche. ¿Qué no fue a verla nadie en su día y la frieron a tortas los críticos y la gente? Normal, viendola da miedo vivir en America y, por otro lado, el mundo no estaba preparado para un silencio de los corderos tan ruidoso. No quiero más malos en la historia del cine que a este Mitchum con los nudillos tatuados. Y seguro que vosotros también saldreis corriendo a por una camiseta con la silueta de Lillian Gish en la mecedora con una escopeta. Adorable ancianita con un par.

En resumen, un icono lleno de iconos del cine. Terror y angustia de la buena, poema onírico y visual, cuento infantil con moralina muy adulta y epopeya intemporal. ¿Que la has visto y no has pillado tanto simbolito de EGB? Que más da, si con la fuerza de las imágenes y de la historia ya te ha dado para correr a recomendársela a tu mejor amigo.
18 de diciembre de 2009
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es probable que René Clair no esté jamás entre mis directores favoritos, pero hay que reconocerle su enorme capacidad para generar buenas películas, sobre todo cuando asume un mayor control sobre las mismas, como es el caso. En el momento de firmar esta obra, de la que también es guionista, ya era toda una institución académica en Francia y las críticas de los jóvenes aún no habían comenzado a hacer tambalear su trono. Desde esta posición le resultó cómodo enfrentarse a una historia tan francesa, ambientada en las primeras décadas del siglo XX y con el amor como tema central.

El amor, como suele ser habitual en Clair, es visto como un juego, un divertimento necesario para aderezar la alegría de vivir, y que cuando sobrepasa el umbral de la pasión y se vuelve sincero puede llegar a hacernos sufrir. La historia de una apuesta por lograr "los favores" de una dama curiosamente la adaptaría sólo un año más tarde Bardem en su fantástica Calle Mayor, cargándola de toda la negrura de la España de entonces. En este caso por contra, y más siendo el primer film en color de René Clair, la alegría desborda la pantalla. La música y los bailes, los fastuosos vestidos de las damas, los flamantes uniformes del regimiento de Dragones o la sonrisa de Brigitte Bardot bastan para que las imágenes irradien luz. El cromatismo es fastuoso y la atmosfera tan elegante como la de una cinta de Visconti. Los actores geniales y las actrices aún mejor. Incluso no escasean las frecuentes notas de humor y picardía del cine de Clair. Todo en suma logra que nos metamos en la historia sin pestañear hasta la palabra Fin.

En conclusión un título bastante redondo que nos recuerda lo interesante, narrativo y delicioso que llegó a ser el Cine Clásico Francés justo en sus años finales, antes de que se generalizasen los grandes cambios de estilo de Godard, Truffaut, Rohmer y compañía. Y el más divertido duelo-no duelo a pistola de la historia del cine.
31 de mayo de 2010
20 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película del que fuera, entre otras, director de la mítica Chiefs, Jerry London. Se desenvuelve muy bien este director, sabiendo generar situaciones que atraen el interés del espectador. Gregory Peck resulta contundente y absolutamente creible en el papel de un monseñor irlandés del Santo Oficio. Christopher Plummer quizás pueda resultar más plano en sus registros como coronel de las SS, pero no menos eficaz en los resultados. Y la música de Morricone no hace sino ayudar, al igual que los magníficos escenarios y exteriores del Vaticano.

Un título vibrante que engancha, con sus dosis de suspene policial, intriga política y drama. No cae en la beatería y convence en su misión de mostrar la vida de un auténtico héroe, de aquellos que necesariamente surgen en tiempos difíciles, y en recordar el papel activo que en algunas ocasiones sí se atrevió a dar el Vaticano, no carente en otros casos de ambigüedad.

En resumen, muy recomendable y entretenido film, o telefilm, de los que ya apenas producen las televisiones de hoy en día y que no era raro encontrar en los setenta y ochenta.
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