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6.9
11,570
8
28 de marzo de 2022
28 de marzo de 2022
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drive my car es una road movie que atraviesa Japón desde Hiroshima, donde Chejov nos ilumina, hacia el frío nevado de la verdad dura e incómoda de nuestras heridas y nuestros fracasos. Nuestro pasado nos persigue, busca ser aceptado y comprendido. No entendemos nuestro sufrimiento, causado por otros, y, no lo sabemos, necesitamos perdonarles y perdonarnos.
En el largo viaje hacia la verdad necesitamos ayuda, apoyo de almas gemelas que sepan conducir con suavidad y sin perder el rumbo. El sabio actor y director de teatro y su chófer cuasi adolescente son incapaces de aceptar la muerte de la persona amada y los sentimientos de culpa y vacío que dicha muerte les genera. Huyen del dolor pero el dolor siempre les alcanza.
El ritmo lento y los silencios espesos llenos de secretos, las elipsis, los sobrentendidos, la música clásica de fondo, la lectura de los diálogos de Chejov preparan el terreno para enfrentarse a la verdad. Todo está bien encuadrado, bien rodado, la frialdad de los gestos y la ambientación de la película esconden la intensidad del dolor de los protagonistas.
En la cultura japonesa los silencios son densos y encierran sentimientos a presión. El arte es un lenguaje que nos permite hablar de las verdades que nos conforman, de los problemas irresueltos, de los traumas, de los miedos, de las enfermedades del alma.
La sabiduría se consigue pagando un precio muy alto, un precio de años de dolor. Nos necesitamos para ayudarnos en nuestra búsqueda personal para encontrar el camino. Los libros de Chejov y algunas películas nos ayudan en el largo camino.
En el largo viaje hacia la verdad necesitamos ayuda, apoyo de almas gemelas que sepan conducir con suavidad y sin perder el rumbo. El sabio actor y director de teatro y su chófer cuasi adolescente son incapaces de aceptar la muerte de la persona amada y los sentimientos de culpa y vacío que dicha muerte les genera. Huyen del dolor pero el dolor siempre les alcanza.
El ritmo lento y los silencios espesos llenos de secretos, las elipsis, los sobrentendidos, la música clásica de fondo, la lectura de los diálogos de Chejov preparan el terreno para enfrentarse a la verdad. Todo está bien encuadrado, bien rodado, la frialdad de los gestos y la ambientación de la película esconden la intensidad del dolor de los protagonistas.
En la cultura japonesa los silencios son densos y encierran sentimientos a presión. El arte es un lenguaje que nos permite hablar de las verdades que nos conforman, de los problemas irresueltos, de los traumas, de los miedos, de las enfermedades del alma.
La sabiduría se consigue pagando un precio muy alto, un precio de años de dolor. Nos necesitamos para ayudarnos en nuestra búsqueda personal para encontrar el camino. Los libros de Chejov y algunas películas nos ayudan en el largo camino.

7.6
2,111
9
2 de marzo de 2023
2 de marzo de 2023
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la percepción de la naturaleza la atención a los detalles nos regala paz y calma. Una vida dura pero emocionante se gana con sudor honrado y cariño por lo que se hace y por los compañeros. En cada escena se cultiva la tierra, se crea un hogar pero también se alimenta un amor fuerte y profundo.
Los encuadres fijos, la luz nítida y los planos largos nos obligan a tomarnos el tiempo necesario para prestar atención y así entender lo realmente importante.
Es una película educativa y revolucionaria, contraria a los tiempos de barullo y confusión, de prisas y vacíos. Cuando el amor de verdad se va, todo se hunde porque la vida deja de tener valor y sentido.
Los encuadres fijos, la luz nítida y los planos largos nos obligan a tomarnos el tiempo necesario para prestar atención y así entender lo realmente importante.
Es una película educativa y revolucionaria, contraria a los tiempos de barullo y confusión, de prisas y vacíos. Cuando el amor de verdad se va, todo se hunde porque la vida deja de tener valor y sentido.
10
18 de mayo de 2023
18 de mayo de 2023
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más revolucionario que enfrentarse a todos los valores materialistas del consumismo para preservar el espíritu libre en un monasterio, en un convento. Esplendor de alegría profunda, valientes hasta la muerte, la libertad es no tener nada que perder.
Los primeros planos de ojos ardientes, de testimonios de "perdedores", de "ilusos" consumidores de opio religioso nos abruman, nos dejan sin palabras, mediocres consumidores de vacíos posmodernos. Son el camino, la verdad y la vida y nos descubren nuestra miseria.
Es la auténtica aventura: no tener miedo a la vida, ofrecer el corazón y poder mirar cara a cara a la verdad.
Atrévanse a verla y descubran cuánto cuesta volver a las farsas habituales después de salir temblando del cine.
Los primeros planos de ojos ardientes, de testimonios de "perdedores", de "ilusos" consumidores de opio religioso nos abruman, nos dejan sin palabras, mediocres consumidores de vacíos posmodernos. Son el camino, la verdad y la vida y nos descubren nuestra miseria.
Es la auténtica aventura: no tener miedo a la vida, ofrecer el corazón y poder mirar cara a cara a la verdad.
Atrévanse a verla y descubran cuánto cuesta volver a las farsas habituales después de salir temblando del cine.

6.8
982
8
21 de noviembre de 2022
21 de noviembre de 2022
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces volver a casa es regresar al pasado con la esperanza de que cambie. Nos esperan los fantasmas que nos han hecho ser lo que somos. Con las novedades vividas fuera de casa creemos que somos distintos pero el pasado nos espera escondido para ponernos a prueba.
Hong Sang-Soo nos enseña un personaje que guarda un secreto existencial que motiva su valor y su falta de autoengaño. Es un cine reflexivo de conversaciones y de miradas al pasado para encontrar las verdades que nos explican y nos justifican.
Las verdades más difíciles exigen valor y sinceridad. Debemos reconocer con amor a aquellos que nos dieron vida y debemos aceptar por lo que son a aquellos que nos hicieron daño. El espejo no miente pero hay que saber mirar y los golpes más duros nos obligan a cambiar. Cuando más necesitados estamos se empiezan a abrir muchas puertas y nos quedamos solos, cara a cara con la verdad.
Hong Sang-Soo nos enseña un personaje que guarda un secreto existencial que motiva su valor y su falta de autoengaño. Es un cine reflexivo de conversaciones y de miradas al pasado para encontrar las verdades que nos explican y nos justifican.
Las verdades más difíciles exigen valor y sinceridad. Debemos reconocer con amor a aquellos que nos dieron vida y debemos aceptar por lo que son a aquellos que nos hicieron daño. El espejo no miente pero hay que saber mirar y los golpes más duros nos obligan a cambiar. Cuando más necesitados estamos se empiezan a abrir muchas puertas y nos quedamos solos, cara a cara con la verdad.

6.4
12,760
8
31 de enero de 2018
31 de enero de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo políticamente correcto, los valores de los triunfadores y la farsa de cierta modernidad artística son los objetos de la sátira de la película. Nos esmeramos en ocultar nuestros sentimientos y emociones y en este ejercicio engañamos a otros pero también a nosotros mismos. Nos empezamos a creer que nosotros somos en realidad los personajes que hemos creado para imaginarnos especiales.
El simpático timador que juega con conceptos vaporosos a través de presuntas obras de arte es a su vez pieza a cazar por otros timadores advenedizos. Los publicistas son los alumnos aventajados en el timo lleno de modernidad. Aparecen por todas partes saltimbanquis de postverdades vacías listas para epatar a una sociedad confusa. En el ejercicio de la farsa se van produciendo víctimas colaterales. La farsa se extiende como la sonrisa vacía de un idiota y el show debe continuar hasta el fin.
El simpático timador que juega con conceptos vaporosos a través de presuntas obras de arte es a su vez pieza a cazar por otros timadores advenedizos. Los publicistas son los alumnos aventajados en el timo lleno de modernidad. Aparecen por todas partes saltimbanquis de postverdades vacías listas para epatar a una sociedad confusa. En el ejercicio de la farsa se van produciendo víctimas colaterales. La farsa se extiende como la sonrisa vacía de un idiota y el show debe continuar hasta el fin.
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