Los héroes de los comics siempre han sido seres condenados por su insólita profesión y sus poderes excepcionales a sacrificar su vida personal por el bienestar, seguridad e interés general de la ciudadanía, lo que les conduce a la soledad y les provoca no pocos tormentos. Aunque tienen poderes, éstos son de índole física y no psicológica, con lo cual no están eximidos de los padecimientos morales. En este aspecto son tan vulnerables como cualquier mortal. Por eso toda historia de superhéroes que se precie debe ser, antes que nada, un drama psicológico.

La faceta psicológica de este tipo de narraciones es, pues, como digo, clave, y no debe ser nunca obviada. Bien lo sabe esto Christopher Nolan, pues El caballero oscuro: La leyenda renace, su última película sobre Batman, está centrada en gran parte en el aspecto anímico de su protagonista. El filme muestra a un Bruce Wayne (Batman) confuso, infeliz, incapaz de superar su pasado y seguir adelante con su vida y que, en consecuencia, opta por vivir recluido en su mansión. Sabiamente, Nolan hace de El caballero oscuro: La leyenda renace un drama psicológico, además de un excelente thriller.

No ocurre lo mismo en The Amazing Spider-Man, la nueva versión cinematográfica de las aventuras del hombre araña. En ella nos topamos con un Peter Parker (Spider-Man) que no presenta los rasgos de espíritu habituales en sus compañeros superhéroes de otras películas y cómics, como Batman, estando muy lejos de la complejidad psíquica generalmente consustancial a este tipo de historias y personajes.

Nos encontramos en este filme con un Peter Parker simple y soso; con un tipo guapo y relativamente popular en su instituto; feliz y sociable. Totalmente superficial y frívolo, al que dejará prácticamente indiferente la muerte de su tío, de la que, aunque de un modo indirecto, es responsable.

¡Qué diferente es este Peter Parker del de la anterior adaptación cinematográfica del cómic de Stan Lee, aquella bonita película de Sam Raimi!, me decía yo mientras observaba vivir y actuar a este nuevo, a este actual Peter Parker dentro del universo del film. En aquella otra película, que es la original, la primera versión cinematográfica del cómic, Peter Parker era un empollón, un freaky feúcho, un completo pringado en el instituto; un chico encantador y educado, pero retraído y solitario. Estaba enamorado de la guapa de clase, pero era un amor no correspondido, pues dada su condición de fracasado, dada su insignificancia social, jamás lograba que ella se fijara en él. Era ese Peter Parker un personaje atormentado por sentirse responsable de la muerte de su tío. La labor de protección de la ciudadanía que hacía como Spider-Man, era la forma que tenía de redimir su fuerte sentimiento de culpa y de compensar, de alguna forma, a su fallecido tío. Era una película cruel. Teníamos un drama y cierta complejidad psicológica, que enriquecía notablemente el filme.

De entre los dos Peter Parker, yo me quedo sin dudarlo con el de la primera versión, con el Peter Parker infeliz y marginado de Sam Raimi. Era un Peter Parker real, vivo, verosímil, como lo era la historia que protagonizaba. Era un buen personaje, con sus defectos y virtudes. Me lo creía, lo sentía existir. Era un auténtico superhéroe, un mártir al servicio de la sociedad. En cambio, el Peter Parker simplón y vacío de esta Amazing Spider-Man, que ha sido dirigida por Marc Webb, me resulta aburrido, mediocre y sin carisma. Pese a todo lo que le ocurre, da constantemente la sensación de no tener problemas, o de estar disfrutando con ellos. Vive con tranquilidad, lo que le resta credibilidad, profundidad, trascendencia y gracia al relato. En definitiva, este nuevo, actual Peter Parker es un tipo corriente y vulgar, y contagia su simplicidad y su medianía al film.

En el argumento de Dream Home, película que ganó dos premios (mejor actriz a Josie Ho y mejor maquillaje) este 2010 en el Festival de Sitges, encontramos una crítica constante a la implacable especulación inmobiliaria, que dificulta el acceso a la vivienda a las clases sociales menos pudientes. La cinta narra la historia de una joven mujer hongkonesa de origen humilde en su empeño por alcanzar su única y máxima aspiración en la vida: comprarse un apartamento con vistas al mar en su ciudad, aun sabiendo que, dadas sus capacidades económicas y lo extremadamente caro que éste puede llegar a ser, su sueño no está al alcance de sus limitadas posibilidades. Su enfermiza e irracional obsesión por adquirir una residencia de esas características tiene su origen en diversas frustraciones que marcaron su desdichada infancia, todas ellas más o menos relacionadas con el insoportable hacinamiento en el que tuvo que vivir y demás injusticias del mercado inmobiliario, y relatadas en el filme a modo de flashbacks. Estos flashbacks que cuentan el pasado de la mujer y los comienzos de su demencia se entremezclan con la narración del presente, ralentizando el ritmo de un largometraje que se caracteriza por sus muy logradas escenas macabras.

Es una pena que el subgénero de terror de zombies sea tan apasionante y terrorífico como simple y repetitivo. Tras Romero y cuatro películas más (la mayoría remakes de de los viejos filmes de Romero) esta clase de cine se halla en la actualidad completamente obsoleto, explotado y anquilosado. Y aunque de vez en cuando se hagan buenas y frescas películas que funcionen muy bien, como 28 semanas después, de Juan Carlos Fresnadillo, no deja de invadirnos a nosotros, los amantes del cine de terror y del de zombies particularmente, una sensación de desaliento y de pesadumbre al comprobar lo difícil que es asegurar la supervivencia de este tipo de películas de cara al futuro. Es en este panorama cinematográfico, desolador y apocalíptico como las películas de zombies mismas, donde aparece Zombies Party, una historia agradable y divertida, que se deja ver, y que supone un soplo de aire fresco que nos permite seguir respirando a los incondicionales del mítico subgénero creado por Romero.

Pensioners Inc. es un documental dirigido por Bertram Verhaag en el que se nos describe el día a día de los trabajadores de una empresa de Boston (llamada Vita Needle) que se dedica a la fabricación de agujas hipodérmicas para laboratorios farmacéuticos. Lo que llama la atención de esta compañía norteamericana es que sus trabajadores promedian 74 años de edad; de ahí el interés del director por rodar este filme de indudable interés humano y contarnos a través de él cómo se desarrolla habitualmente una jornada laboral con una plantilla de estas sorprendentes características.

Pero puesto que Vita Needle ha visto acrecentados sus beneficios en los últimos años, sobre todo gracias al alto rendimiento de sus peculiares empleados y a la pasión que éstos sienten por su trabajo, el documental de Verhaag no se presenta sólo como una simple narración de una situación anecdótica, sino que además pretende indagar en el secreto de la empresa, y principalmente en el de sus ancianos trabajadores, e invitar al espectador a reflexionar acerca de temas tan trascendentes y universales como la felicidad, la muerte, el paso del tiempo, la vejez, y también acerca de otros de rabiosa actualidad, como el de la responsabilidad social de las empresas.

La película, de algo menos de una hora de duración, utiliza principalmente el formato de la entrevista para lograr su acometido narrativo. Uno a uno nos son presentados los protagonistas del documental, que no son otros que los empleados de Vita Needle, y cada uno nos cuenta su historia, su pasado, como acabó trabajando para esta empresa y qué opinión le merece, etc. Así, gracias a lo que ellos mismos nos cuentan, es como conocemos a los personajes entrañables que, pese a su avanzada edad, suben cada día los 19 escalones que separan la planta de fabricación de agujas hipodérmicas de Vita Needle de la calle, con el objetivo de sentarse en su puesto de trabajo.

Los planos cinematográficos de Verhaag han sido planeados astuta y sabiamente con la intención de emocionar al espectador; se centran en captar la fuerte expresividad que pueden transmitir cada unos de los rostros ajados de los longevos entrevistados y sus miradas, la mayoría lacrimosas y teñidas de nostalgia (y por ello bellas, a su modo). La cámara, el ojo de Verhaag, también nos muestra con gran detalle las desgastadas y artríticas manos de los trabajadores mientras éstas manipulan laboriosamente las viejas máquinas productoras de agujas hipodérmicas, o cómo, por ejemplo, una viejecita deliciosa se come una banana para, como ella misma dice, mantenerse sana y fuerte… Todo lo observa el ojo de Verhaag, un cineasta que sabe mirar y encontrar belleza allí donde otros posiblemente sólo sean capaces de ver una estampa lúgubre y decadente… En definitiva, Pensioners Inc. es, como documental y como obra cinematográfica, excelente por ser muy emotivo, entretenido y por estar compuesto por numerosas imágenes de una belleza sobrecogedora.

El remake de El pueblo de los malditos, dirigido por John Carpenter, es algo peor que la versión original, la película de culto de serie B realizada en 1960. Principalmente, esto es debido a que El pueblo de los malditos antiguo es un largometraje algo más corto y pulido; nos cuenta exactamente lo mismo que esta nueva revisión, pero de forma más sencilla, rápida y eficaz. En la de Carpenter sobran los detalles propios de su cine, todas esas escenas desagradables que añade para darle su toque personal, para hacer una verdadera “John Carpenter´s film”. Además, Carpenter modifica levemente el desenlace de la historia, y prácticamente elimina toda la reflexión filosófica que contiene el filme viejo, para crear un producto novedoso y enteramente comercial. Dos aportaciones desacertadas que estropean un guión que ya de por sí era muy bueno, además de interesante y original.