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Críticas ordenadas por utilidad
12 de julio de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los primeros minutos de 'Antes del anochecer', Celine le cuenta a Jesse una impactante historia que le ocurrió de joven: su padre mató a unos gatitos metiéndolos en una bolsa con éter y le ocultó el hecho hasta pasados bastantes años. El relato sobre los mininos marcó bastante a Celine. Pues bien, cuesta creer que Jesse todavía no supiera nada de todo eso. Y más sabiendo que son una pareja cuya coyuntura se basa en el diálogo y la complicidad. Se conocieron en un tren hace dieciocho años, 'Antes del amanecer', y pasaron una noche juntos paseando, platicando y seduciéndose por Viena. Se volvieron a ver en Paris 'Antes del atardecer', nueve años después, y volvieron a intimar a la espera de que saliera el avión de Jesse rumbo a los Estados Unidos; un avión que nunca llegó a coger. El resultado fue pasar de verse muy esporádica e intensamente a vivir juntos. En el momento que empieza la película ya sabemos que Jesse y Celine comparten existencia y tienen dos hijas en común, además del hijo de Jesse de su anterior relación. Son una pareja más; con sus trabajos, sus manías, sus problemas de convivencia, sus reproches, sus suspicacias, sus momentos unidos y sus momentos separados. Son una pareja más y ya no hablan con tanta banalidad e idealismo; ahora conversan sobre hijos, hijas, colegios, padres, suegros y el nostálgico pasado. Supongo que, por eso, a Celine se le ha olvidado contarle a Jesse la historia de los gatitos que tanto le afectó.
La cháchara ha cambiado. Ahora las arrugas de la convivencia y la vida en común han entrado a coger su sitio y a minar el encanto de lo esporádico. Si con veinte y con treinta años no había tiempo que perder, ahora tienen toda la vida por delante. Si antes había que conseguir, ahora hay que mantener. Sí, siguen dialogando (y qué diálogos), pero antes el tema era tan amplio como la enciclopedia universal y, en la actualidad, se ha convertido en un diccionario de bolsillo muy particular.
En 'Antes del anochecer' se vuelve a plantear la acción con un exiguo recorrido pero con gran contenido. Un día en Grecia nos sirve, de sobra, para saber la evolución de la pareja. Están de vacaciones en una isla helena invitados por un veterano escritor. En la cuna de la civilización, en el lugar donde las tragedias son parte de su idiosincrasia, en un país inmerso en una enorme crisis. Las escenas están contadas y los largos planos secuencia fluyen perfectamente por el Peloponeso como fluían por los márgenes del Sena. Los enigmas del diálogo los resolvemos perfectamente con lo que recordamos de las dos primeras obras de la saga y con nuestro propio reflejo. Eso es lo inquietante, el espejo que nos proponen los tres autores de la historia (Linklater - Delpy - Hawke) con nuestros propios encantos y desencantos irradiados; el fluir de las relaciones a modo documental que nos convierte en voyeurs de lo nuestro; pues nada será lo mismo, y menos si se empieza tan fuerte.
Esta vez Jesse y Celine no están solos. Comparten sus momentos con sus mellizas y con los anfitriones de su veraneo. Alrededor de la oriunda mesa se sientan todos los estilos de pareja: desde el amor recién conciliado hasta la viudez de los grandes apegos, pasando por las parejas que se dejan llevar hacia la incertidumbre. Sin embargo, en los protagonistas está el foco, son el centro de todo y una de las grandes dualidades amorosas de la historia del cine. Complicidad entre actores y personajes, Julie Delpy y Ethan Hawke están algo más que creíbles, pues Jesse y Celine ya son parte fundamental de sus vidas y, supongo, que parte de ella habrán pasado a la pantalla. No obstante, Hawke es también escritor y divorciado en la vida real (dedicándole a Uma Thurman su segunda novela) y Delpy es también, como Celine, activa políticamente, atea y cantante folk.
Antes de… lo que quieran. Pero que no paren, y más si los capítulos se separan casi por décadas. Queremos saber más. Queremos saber qué es de Jesse y Celine con cincuenta años, al igual que queremos saber qué será de nosotros. A positivar que, aunque la pareja se estanque un poquito, la saga sigue creciendo.
www.apositivar.com
La cháchara ha cambiado. Ahora las arrugas de la convivencia y la vida en común han entrado a coger su sitio y a minar el encanto de lo esporádico. Si con veinte y con treinta años no había tiempo que perder, ahora tienen toda la vida por delante. Si antes había que conseguir, ahora hay que mantener. Sí, siguen dialogando (y qué diálogos), pero antes el tema era tan amplio como la enciclopedia universal y, en la actualidad, se ha convertido en un diccionario de bolsillo muy particular.
En 'Antes del anochecer' se vuelve a plantear la acción con un exiguo recorrido pero con gran contenido. Un día en Grecia nos sirve, de sobra, para saber la evolución de la pareja. Están de vacaciones en una isla helena invitados por un veterano escritor. En la cuna de la civilización, en el lugar donde las tragedias son parte de su idiosincrasia, en un país inmerso en una enorme crisis. Las escenas están contadas y los largos planos secuencia fluyen perfectamente por el Peloponeso como fluían por los márgenes del Sena. Los enigmas del diálogo los resolvemos perfectamente con lo que recordamos de las dos primeras obras de la saga y con nuestro propio reflejo. Eso es lo inquietante, el espejo que nos proponen los tres autores de la historia (Linklater - Delpy - Hawke) con nuestros propios encantos y desencantos irradiados; el fluir de las relaciones a modo documental que nos convierte en voyeurs de lo nuestro; pues nada será lo mismo, y menos si se empieza tan fuerte.
Esta vez Jesse y Celine no están solos. Comparten sus momentos con sus mellizas y con los anfitriones de su veraneo. Alrededor de la oriunda mesa se sientan todos los estilos de pareja: desde el amor recién conciliado hasta la viudez de los grandes apegos, pasando por las parejas que se dejan llevar hacia la incertidumbre. Sin embargo, en los protagonistas está el foco, son el centro de todo y una de las grandes dualidades amorosas de la historia del cine. Complicidad entre actores y personajes, Julie Delpy y Ethan Hawke están algo más que creíbles, pues Jesse y Celine ya son parte fundamental de sus vidas y, supongo, que parte de ella habrán pasado a la pantalla. No obstante, Hawke es también escritor y divorciado en la vida real (dedicándole a Uma Thurman su segunda novela) y Delpy es también, como Celine, activa políticamente, atea y cantante folk.
Antes de… lo que quieran. Pero que no paren, y más si los capítulos se separan casi por décadas. Queremos saber más. Queremos saber qué es de Jesse y Celine con cincuenta años, al igual que queremos saber qué será de nosotros. A positivar que, aunque la pareja se estanque un poquito, la saga sigue creciendo.
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25 de abril de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harto de que convirtieran el tablero en una extensión de la Guerra Fría, Bobby Fischer eligió Islandia como su última nacionalidad. Y ahí sí se puede desaparecer; en un país donde sólo el entusiasmo de sus volcanes, Bjorg y el ejemplo de la Revolución de las Cacerolas han destacado del hastío de su blanco panorama. Y ahí vive Noi, en un pequeño y aislado pueblo perdido de la isla situado en las faldas de una gran montaña nevada. Pero Noi es diferente. Noi es raro. Y no por su peculiar pigmentación mimetizada con el paisaje y su físico particular, sino por su lucha constante contra la desidia. Su indocilidad contrasta con el pasotismo del resto de personajes y su aislamiento voluntario en busca de evasiones mentales contrasta con el conformismo de sus compañeros de clase y el resto de gente de su edad (que son unas cuatro o cinco personas más en todo el aletargado municipio). Saltarse las normas es su única escapatoria: robar dinero de las máquinas tragaperras, beber cerveza, pelarse las clases, responder lo que la gente no está acostumbrada a oír y disparar contra el hielo son auténticas aventuras que te pueden hacer sentir diferente —raro para los demás— en un lugar donde todo va despacio y la repetición es la clave de la supervivencia.
Dagur Kári, es el director y guionista de esta rareza. Una película complicada de encontrar pero muy fácil de ver. La monotonía está dinámicamente retratada y las continuadas reiteraciones en los sucesos no cargan la narración. Un genial y entretenido film sobre el aburrimiento que no aburre, donde la música y los personajes encajan en la historia de forma admirable y donde las secuencias cómicas (surrealistas a ratos) se entrelazan con el costumbrismo en busca de un gran, inesperado y contundente the end.
Ya sé que no es nada extraño en el cine contar las tribulaciones de un adolescente inadaptado; es más, incluso existen tantos casos como para crear un género cinematográfico. Lo raro es contarlo bien y de forma interesante. Porque "Noi el albino" es una muy buena película, pero si la ubicamos dentro de ese género, que nos acabamos de inventar, del cine de adolescentes inadaptados es una obra maestra. Los inadaptados siempre se acaban adaptando o terminan enamorando a la capitana del equipo de animadoras o convirtiendo en superhéroes o asesinando a algún compañero de instituto o encauzados por un profesor molón o se dan cuenta de que ser skinhead no es el camino o “a pesar de todo voy a tener a mi hijo” o follándose una tarta de manzana o se reinsertan en la sociedad después de haber sido criados por lobos. Pero en este caso, en esta rareza llamada "Noi el albino", simplemente los días pasan igual de blancos e inocuos, sin alteraciones ni conflictos, y los pequeños actos de rebeldía se convierten en más de lo mismo cuando los repites tres veces. Y sólo se puede esperar. Porque quizá ese cambio que buscamos no dependa de nosotros.
www.apositivar.com
Dagur Kári, es el director y guionista de esta rareza. Una película complicada de encontrar pero muy fácil de ver. La monotonía está dinámicamente retratada y las continuadas reiteraciones en los sucesos no cargan la narración. Un genial y entretenido film sobre el aburrimiento que no aburre, donde la música y los personajes encajan en la historia de forma admirable y donde las secuencias cómicas (surrealistas a ratos) se entrelazan con el costumbrismo en busca de un gran, inesperado y contundente the end.
Ya sé que no es nada extraño en el cine contar las tribulaciones de un adolescente inadaptado; es más, incluso existen tantos casos como para crear un género cinematográfico. Lo raro es contarlo bien y de forma interesante. Porque "Noi el albino" es una muy buena película, pero si la ubicamos dentro de ese género, que nos acabamos de inventar, del cine de adolescentes inadaptados es una obra maestra. Los inadaptados siempre se acaban adaptando o terminan enamorando a la capitana del equipo de animadoras o convirtiendo en superhéroes o asesinando a algún compañero de instituto o encauzados por un profesor molón o se dan cuenta de que ser skinhead no es el camino o “a pesar de todo voy a tener a mi hijo” o follándose una tarta de manzana o se reinsertan en la sociedad después de haber sido criados por lobos. Pero en este caso, en esta rareza llamada "Noi el albino", simplemente los días pasan igual de blancos e inocuos, sin alteraciones ni conflictos, y los pequeños actos de rebeldía se convierten en más de lo mismo cuando los repites tres veces. Y sólo se puede esperar. Porque quizá ese cambio que buscamos no dependa de nosotros.
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11 de abril de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Hitchcock' es una película adorable. Pero ahí precisamente radica el problema. Si tenemos la figura del mago del suspense por un lado —un tipo que consideraba que los actores eran ganado, oxigenado-compulsivo, de un humor británico-agresivo y con un estilo personalmente inquietante en sus historias—, y por otro tenemos el germen y el rodaje de 'Psicosis' —una obra que marcó un cambio en el género, un film duro, erótico, implacable y macabro—, entonces ¡¿cómo cojones puede salir de esta mezcolanza una película adorable?!
Todo el que sabe un poquito sobre el gordito de la silueta peculiar se preguntará al acabar la película por sus McGuffins, por su machismo recalcado, por su mala hostia a la hora de rodar y por su egocentrismo. Y del suspense ya ni hablamos, pero ¿cómo han podido hacer para solucionar todos los conflictos de forma tan plana y esperable? El extraño cinéfilo sin inquietudes Hitchcocknianas puede que se entretenga con la “adorable” película sin pretensiones que se nos presenta. Pero un personaje de la talla del director de Vértigo; una figura repleta de información gracias a su extensa filmografía, a los millones de chismes sensacionalistas y a las reveladoras entrevistas que se le han realizado (sobre todo sus excelentes conversaciones con Truffaut), ofrece una base y una documentación como para hacer algo con más alma.
Es justo el Alma (nombre de la esposa de Alfred Hitchcock) a lo que más partido le sacan en el film. La enorme importancia de la pareja del realizador, su apoyo incondicional, su papel como asesora vital y cinematográfica y los choques surgidos de la promiscuidad mental del director están bien introducidos en la narración. La resolución de los mismos ya es otra historia.
A la posproducción y rodaje de Psicosis le podían haber sacado muchísimo más partido. Aparte de enseñarnos que Hitchcock fue el primero en sacar un plano de un váter en una producción hollywoodiense y que también fue el temerario primer director que se cargó a la actriz protagonista a los veinte minutos de metraje, no nos aportan mucho más. Es todo demasiado amable. Si no tenían la suficiente información, debían habérsela inventado. Seguro que a Alfred, alguien que pensaba que “hay algo más importante que la lógica: la imaginación”, que “el cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel”, que “el público debe sufrir tanto como sea posible” y que “el cine son 400 butacas que llenar”, no le hubiera importado para nada que los guionistas de una película con su apellido hubieran tenido la licencia de no ser veraces. “¡A tomar por culo! Hacerme delgado si hace falta, pero no aburráis”, hubiera espetado.
En el último número de la revista cinematográfica “El séptimo arte desde el séptimo cielo” viene la crítica de Hitchcock escrita por el mismísimo Alfred Hitchcock: “Semejante fantochada no puede gestarse con mi ente como estímulo. De haber estado vivo no hubiera permitido que este vodevil de tercera hubiera sido proyectado en ninguna sala, amén de las demandas que hubieran atestado el despacho del señor Sasha Gervasi (…) no es de recibo hacer un drama biográfico con tintes de comedia sobre una figura del suspense; y mucho menos si se acaba convirtiendo en un biopic de sobremesa(…) de estructura más plana que el trasero de Tippi Hedren y con una frivolidad más propia del diálogo de Vera Milles, Hitchcock se convierte en una sucesión de anécdotas sin espíritu que buscan destacar la figura del actor sobre la del personaje que interpreta (…) qué decir del señor Hopkins, más preocupado en parecerse a Joaquín Reyes disfrazado de Alfred Hitchcock que de interpretar una figura de la dirección cinematográfica a todas luces inimitable(…) puede salvarse que se haya devuelto a la vida a Ralph Macchio para interpretar a Joseph Stefano, pero me cuesta creer que alguien vea a la solvente Janet Leigh detrás del sensacional busto de Scarlett Johansson (…) En conclusión y citando a William Munny, el violento protagonista de Sin perdón,: “como volváis a maltratar a mi figura, volveré y os mataré a todos, ¡Hijos de perra!”.
Puede que me haya pasado un poco. Pero no por lo que es, sino por lo que podía haber sido. A positivar las escenas, llenas de ironía e información, donde Alfred Hitchcock se enfrenta con los censores de la época.
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Todo el que sabe un poquito sobre el gordito de la silueta peculiar se preguntará al acabar la película por sus McGuffins, por su machismo recalcado, por su mala hostia a la hora de rodar y por su egocentrismo. Y del suspense ya ni hablamos, pero ¿cómo han podido hacer para solucionar todos los conflictos de forma tan plana y esperable? El extraño cinéfilo sin inquietudes Hitchcocknianas puede que se entretenga con la “adorable” película sin pretensiones que se nos presenta. Pero un personaje de la talla del director de Vértigo; una figura repleta de información gracias a su extensa filmografía, a los millones de chismes sensacionalistas y a las reveladoras entrevistas que se le han realizado (sobre todo sus excelentes conversaciones con Truffaut), ofrece una base y una documentación como para hacer algo con más alma.
Es justo el Alma (nombre de la esposa de Alfred Hitchcock) a lo que más partido le sacan en el film. La enorme importancia de la pareja del realizador, su apoyo incondicional, su papel como asesora vital y cinematográfica y los choques surgidos de la promiscuidad mental del director están bien introducidos en la narración. La resolución de los mismos ya es otra historia.
A la posproducción y rodaje de Psicosis le podían haber sacado muchísimo más partido. Aparte de enseñarnos que Hitchcock fue el primero en sacar un plano de un váter en una producción hollywoodiense y que también fue el temerario primer director que se cargó a la actriz protagonista a los veinte minutos de metraje, no nos aportan mucho más. Es todo demasiado amable. Si no tenían la suficiente información, debían habérsela inventado. Seguro que a Alfred, alguien que pensaba que “hay algo más importante que la lógica: la imaginación”, que “el cine no es un trozo de vida, sino un pedazo de pastel”, que “el público debe sufrir tanto como sea posible” y que “el cine son 400 butacas que llenar”, no le hubiera importado para nada que los guionistas de una película con su apellido hubieran tenido la licencia de no ser veraces. “¡A tomar por culo! Hacerme delgado si hace falta, pero no aburráis”, hubiera espetado.
En el último número de la revista cinematográfica “El séptimo arte desde el séptimo cielo” viene la crítica de Hitchcock escrita por el mismísimo Alfred Hitchcock: “Semejante fantochada no puede gestarse con mi ente como estímulo. De haber estado vivo no hubiera permitido que este vodevil de tercera hubiera sido proyectado en ninguna sala, amén de las demandas que hubieran atestado el despacho del señor Sasha Gervasi (…) no es de recibo hacer un drama biográfico con tintes de comedia sobre una figura del suspense; y mucho menos si se acaba convirtiendo en un biopic de sobremesa(…) de estructura más plana que el trasero de Tippi Hedren y con una frivolidad más propia del diálogo de Vera Milles, Hitchcock se convierte en una sucesión de anécdotas sin espíritu que buscan destacar la figura del actor sobre la del personaje que interpreta (…) qué decir del señor Hopkins, más preocupado en parecerse a Joaquín Reyes disfrazado de Alfred Hitchcock que de interpretar una figura de la dirección cinematográfica a todas luces inimitable(…) puede salvarse que se haya devuelto a la vida a Ralph Macchio para interpretar a Joseph Stefano, pero me cuesta creer que alguien vea a la solvente Janet Leigh detrás del sensacional busto de Scarlett Johansson (…) En conclusión y citando a William Munny, el violento protagonista de Sin perdón,: “como volváis a maltratar a mi figura, volveré y os mataré a todos, ¡Hijos de perra!”.
Puede que me haya pasado un poco. Pero no por lo que es, sino por lo que podía haber sido. A positivar las escenas, llenas de ironía e información, donde Alfred Hitchcock se enfrenta con los censores de la época.
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13 de enero de 2015
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue una de mis primeras incursiones en el universo Antonioni. Monica Vitti deja a Paco Rabal para irse con Alain Delon. Yo me considero muy fan del cine italiano más escandaloso y dinámico, pero está claro que lo que hace don Michelangelo es poesía; y claro está, la poesía no le gusta a todo el mundo, es más, gusta a muy poca gente. Con subidas y bajadas la película se ve bastante bien y no es tan tostón como me dijeron. A positivar una genial secuencia donde, en la Bolsa, un lugar donde el griterío es el protagonista, hacen un minuto de silencio. A positivar también a una de las mujeres más hermosas que se han puesto delante de una cámara: Monica Vitti. Ella hizo que la película me pasara volando.
15 de enero de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son Job y Hobbes, dos influencias claras, de pronunciación semejante y con bestia marina de fondo, las que, parece ser, llevaron a este formidable cineasta a enfrentarse al Leviatán. El estoicismo del santo ante las pruebas opresivas de Satanás —con permiso de Dios, eso sí— y la filosofía política del pensador inglés comparecen constantes durante el intenso argumento. "Si dos hombres desean una cosa que no pueden ambos gozar, devienen enemigos en su camino hacia su fin (que es principalmente su propia conservación, y a veces sólo su delectación) y se esfuerzan mutuamente en destruirse o subyugarse", decía Thomas Hobbes hace casi cinco siglos. Pero si uno de los hombres ostenta el poder establecido, el nivel de enemistad y sobre todo el de destrucción y subyugo se ve descompensado. Hobbes vertebró su afamada obra en el hombre, el estado y la iglesia, contribuyendo y casi marcando los actos de la película de Andrei Zvyagintsev. A pesar de su reciente galardón en los Globos de Oro (ahí están los estadounidenses premiando un film que expone una Rusia corrupta; grandísimo film sin embargo) y su nominación a los Oscar como mejor película de habla no inglesa, espero que hagan su aportación, en forma de espectadores, a una película potentísima.
Por un lado las olas rompen furiosas contra un acantilado del mar de Barents; y por el otro, vemos un paraje tan hermoso como frío, salpicado de casas racionalistas y políticos irracionales. Una jaula en la que reside y trabaja Kolia: en una casa que un Lucifer personificado en alcalde desea expropiarle. Esa es la historia de 'Leviatán'. Una historia de muchas historias, de allá y de acá. No obstante, esta escueta sinopsis es sólo el principio. Después, regado en Vodka y con, aunque parezca mentira, ciertos toques de humor, la vida de Kolia y su familia entrará en un bucle de desmoralización. No existe la resaca porque la borrachera no reposa. El director de Elena es un gran narrador y sabe llevarnos. Una catarsis en forma de picnic soviético, con tiro a la lata y a los retratos de los históricos líderes rusos como forma de pasar el rato —con dos cojones—, es un momento en el relato que parecía nos dejaba coger aire. Iluso que es uno.
Ni Putin se libra. Un Vladímir enmarcado preside, como dando fe y consentimiento, las reuniones del alcalde de la ciudad con los poderes militares, policiales, judiciales y eclesiásticos. Porque esa es otra: la iglesia ortodoxa tiene papelón en 'Leviatán'. Ortodoxa, o católica, apostólica y romana, es consejera silenciosa del capo, sabedora de que intercambian sosiego mental a cambio de beneficios. Y mientras, ese Job protagonista, que es ateo el pobre, se deviene sin apoyos divinos contra un sistema y un entorno que le engulle. Entretanto, la naturaleza mira impasible en ese paraje con esqueletos de ballena, demostración de que ella es la única que puede con todo, incluso con las grandes criaturas marinas. Enorme película.
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Por un lado las olas rompen furiosas contra un acantilado del mar de Barents; y por el otro, vemos un paraje tan hermoso como frío, salpicado de casas racionalistas y políticos irracionales. Una jaula en la que reside y trabaja Kolia: en una casa que un Lucifer personificado en alcalde desea expropiarle. Esa es la historia de 'Leviatán'. Una historia de muchas historias, de allá y de acá. No obstante, esta escueta sinopsis es sólo el principio. Después, regado en Vodka y con, aunque parezca mentira, ciertos toques de humor, la vida de Kolia y su familia entrará en un bucle de desmoralización. No existe la resaca porque la borrachera no reposa. El director de Elena es un gran narrador y sabe llevarnos. Una catarsis en forma de picnic soviético, con tiro a la lata y a los retratos de los históricos líderes rusos como forma de pasar el rato —con dos cojones—, es un momento en el relato que parecía nos dejaba coger aire. Iluso que es uno.
Ni Putin se libra. Un Vladímir enmarcado preside, como dando fe y consentimiento, las reuniones del alcalde de la ciudad con los poderes militares, policiales, judiciales y eclesiásticos. Porque esa es otra: la iglesia ortodoxa tiene papelón en 'Leviatán'. Ortodoxa, o católica, apostólica y romana, es consejera silenciosa del capo, sabedora de que intercambian sosiego mental a cambio de beneficios. Y mientras, ese Job protagonista, que es ateo el pobre, se deviene sin apoyos divinos contra un sistema y un entorno que le engulle. Entretanto, la naturaleza mira impasible en ese paraje con esqueletos de ballena, demostración de que ella es la única que puede con todo, incluso con las grandes criaturas marinas. Enorme película.
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