Qué preciosidad. Qué puto genio maestro armero eres o eras Juanito.
Es indudable que Carpenter tiene o tenía la capacidad o el don de convertir la chatarra en purpurina, de hacer poesía con/en la cochambre, de transformar los géneros populares en su versión más oligofrénica en arte, de hacer de la necesidad virtud, de la bazofia o basura, belleza, estilista humilde y virtuoso, artesano superdotado, hasta la música, aquel ritmillo, de sintetizador ochentero, se adapta como un guante a la acción.
En esta ocasión, convierte una pedestre serie b sin apenas guion, dos ideas y a ver(las venir), formulario, en una obra llena de regalos y hallazgos, liturgias y maravillas, que se desenvuelve deslumbra con esos travelling, esos planos o encuadres, cuánta elegancia, qué cadencia, los colores, la foto, los movimientos de los actores, sintonía, melodía, sinfonía sensual y placentera, de hecho, es mucho mejor cuando nadie habla o callan ni pasa nada, en el tramo central sobre todo, qué decir, si no, de ese vuelo primero con su aterrizaje alunizaje a modo, de ese teatro cine que parece sacado de Mulholland Drive, de esos escondrijos o agujeros (cochambrosos), de las ratas, de ese Klaus Kinski o su hijo to loco, de ese canalillo (o más bien canalón, el Canal de la Mancha) , en fin, que no tiene nada, puro vacío vicio, y te lo da todo, un regalo hermoso, te aburre y te deleita, bravo.
Soylent Green y The Warriors.
Y los actores Van Cleef y Borgnine, grandiosos. Y los extras, las jetas, las pintas, los trapos o ropas, los tipos. Y ni siquiera necesitar recurrir al morbo o al exceso, es decoroso, pulcro, esmerado, el tren del infierno, todo se trata de recrear ambientes o atmósferas, de adensar tiempos y espacios, de aquilatar puras nadas, Pyun en el recuerdo.
Alquimista. Mago. Tantos bebieron de aquí.
La época Reagan, los estertores de la guerra fría, la resaca jipiosa, psicodelia, los Taxi Driver, los parafascistas, las bandas, los guetos, la guerra encubierta, los panteras negras, Charles Bronson, los hijos de Charles Manson, Stallone, Cobra, (los ejércitos de) la noche más oscura del alma y de la ciudad, los pandilleros o quinquis, los yonquis y punkis, los vampiros, nuestros Jaros o Vaquillas, carnaval, las Barranquillas, Picos jeringuillas (odio las jeringuillas).

De coquinas y bujías.
Sí, la peor (y la más ridícula y estúpida) película de la historia de la humanidad.
Y, además, racista (el pobre negro está completamente deshumanizado, no pasa del tópico más arcaico rancio y cutre -condescendiente, paternalista, despreciativo, que no lo ve ni lo siente y al que considera poco menos que un animalillo o faldero perrillo de buen corazón y nulo discernimiento- sobre el buen salvaje, de chiste, de brutos, de cafres), endófoba (los españoles como retrasados mentales, completamente subnormales y/o, a más a más, mastuerzos y miserables) y xenófoba (los extranjeros blancos equivalentes a nazis sin remedio ni cerebro y absolutamente mongólicos y tarados), misántropa (el mundo es el horror, la gente es el infierno), nihilista (no hay salida, todo es espanto y lobotomía), didácticamente inenarrable (esas metáforas, esa obviedad, esos mensajes, esa simpleza, ese reduccionismo, ese maniqueísmo, ese infantlismo, esa idiotez, general) y con unas escenas que mientras las estás viendo no sabes si morir de risa pena o pellizcarte los cojones, me cago en los hermanos Lumière, ante la incredulidad y/o el asombro que te produce que se pudiera rodar algo tal que así, tal cual.
Concha de oro, lógico, y me parece poco, se quedaron cortos, (muchos) más premios y reconocimiento merece, tiene tanto mérito hacer eso/esto, sacarlo adelante, estrenarlo, con dos cojones, viva España, Indurain y sus huevos.

La conversación pelea entre las dos mujeres resulta forzada, como si estuvieran recitando sus papeles, y el cambo de opinión de una de ellas ante la aparición de la otra, la tercera en discordia, es demasiado acelerado y poco creíble.
Curiosamente, en España jamás se habla de asuntos como este, de las cuestiones laborales, ahora, gracias a Dios, ya los hemos superado, los problemas de trabajo, de hecho, están pasados de moda, reliquias del pasado, y estamos a otras cosas mucho más importantes y para la sociedad necesarias, solo hay que encender la tele un rato para enterarse de todo ello.
Y lo malo no es que no se comente o debata esto en el ágora, para qué, no, lo peor es que no se hace nada al respecto, al contrario, se da por descontado o por supuesto, que no hay remedio, que no hay otra, que se jodan, porque ya decimos que las preocupaciones ahora son otras, están destinadas a cualquier colectivo del mundo habido o por haber con tal de que no sea, ¿a quién se le ocurre, estamos locos?, ni por asomo, el de los trabajadores, el progreso (inclusivo ecosostenible y feminista, en esta obra se puede observar perfectamente un ejercicio de sororidad en primer plano) que se dice.

Qué cosa más tonta, y lo peor es que trata de disimularla, y la empeora, la/su tontuna, abusa, en estos casos mejor no meneallo, no tengo luces, pues vivo a oscuras, lo acepto/lo asumo, no me pongo a dar vueltas y a chocarme con/tra las paredes y los picaportes.
Sí, claro, Hobbes (a voleo), y Hegel, y Nieztsche, ya puestos, a ver si cuela.
Y el (puto) Apocalipsis (ahora), y los Ángeles y demonios, material de derribo, chucherías, lo muy pulp y pop, de revistilla cutre, aliñado todo con un barniz cultural de risa, que no pega ni con cola, que no viene a cuento, es Hidden, lo oculto, o Alien mezclado con las ínfulas psicotrónicas de Seven, allí era Maugham, Somerset, será por (pistonudos) nombres, y también hay mucha Biblia, para eso hemos quedado, para eso ha quedado la Religión, como baratija o souvenir de Jólivud, para dar una (supuesta) pátina de seriedad o veracidad o garbo (Greta y los) o cuajo o prestigio (El truco final) a producciones de barraca de feria, nada por aquí, nada por allá, humo, (el último) suspiro, a chuminadas ridículas y pueriles, para adultos en la eterna edad del pavo.
Otrosí, Denzel, y Embeth, y Elias, y John y Donald, muy de los noventa.
Él siempre es enorme y siempre tiene veinte años menos, aquí debía andar por los cuarenta y cuatro y en realidad tenía veinticuatro, eso sí que es un demonio, Pactar con el diablo. Y ella medio desaparecida en combate y Koteas lo mismo y hasta Goodman ha adelgazado.
Por otro lado, es una película perfecta, ideal para todo el mundo (y todo momento), no te exige nada, automático piloto, y te lo da todo, calorías vacías, cero esfuerzo y mucha recompensa, tontería a espuertas, matarratos exacto.

Esta misma vaca lechera la pones de crítico (gremio bovino, maquinaria semoviente, profesión obediente), de cualquier periódico de tirada nacional y da el pego, de hecho, ellos dan más leche merengada (y no pasa nada), son más animales (de bellota) también. Y tienen (o llevan) cencerro. Y siempre están pastando (y mugiendo). Y son muy pesados.
Canto (además de alegoría crítica poco críptica) a la zoofilia que no a la cinefilia, no nos confundamos (con Blanca Paloma), el amor está por encima de todo, lo primero, y el sexo es libre, siempre que entre personas adultas sea consentido consensuado como es el caso, no seamos especistas, leñe, coño.
Lo de siempre, el conflicto eterno entre la suegra y la vaca (o novia), Edipo al retortero y el cine jodiéndolo todo.