No soy muy afecto a entrar a ver películas de terror pero en este caso lo hice por el gran cartel que posee y no me decepcioné. Es más, quedé sorprendido desde el primer fotograma y la primera escena. En el inicio hay mucha economía de diálogos y frialdad narrativa con planos que describen el ambiente nocturno hasta que aparece la música y la alternancia de los personajes, elementos que preparan la entrada del cuento macabro.
La historia es una variante de vampiros muy original, a pesar de que tiene algo de la novela de Bran Stocker, del Drácula de Coppola y de la impronta de “Carrie” la película de Brian de Palma. Sin embargo, no es del todo convincente para armonizar las ideas y la temática del filme, por ejemplo en lo que respecta al destino del personaje de la rubia vecina que se reúne con su esposo machista y sus amigos; pero esto no malogra el filme, le agrega una concesión estereotipada, aunque muy bien puesta en escena, que no nos distrae del hecho que Oskar es un niño que tiene una familia disfuncional y separada, tiene muchas horas de soledad en una sociedad y un ambiente muy fríos literalmente y que esconde una agresividad y una ira reprimidas.
Estoy seguro que el director Tomas Alfredson se ha inspirado en los hechos de violencia en las escuelas y colegios de Estados Unidos y Europa para la realización de este filme. Recordemos que ya hay una gran película sobre este tema como “Elefante” de Gus Van Sant que no pretendía ahondar explícitamente en razones y que tenía mucho aire de video artesanal casi mudo que hacía latente el problema de fondo. En este caso se trataría de un cuento que funciona como parábola sobre dicho peligro.
La historia de amor infantil es también muy relevante, tratada con una estética bellísima y con una muy buena actuación de los niños protagonistas. Esta relación es la que da el título a la película indudablemente y es el refugio que denota el clamor infantil hacia la indiferencia del mundo de los adultos; refugio que permite la identificación de Oskar con Eli, un monstruo con envoltorio de niña de naturaleza indefinida.
Concluimos que no es, entonces, una película de género tal como Hollywood nos ha acostumbrado, no tiene como propósito agarrarnos de nuestros acompañantes por puro miedo sino entregarnos un psicodrama inquietante, sobrecogedor, tierno y emocionante al mismo tiempo.

Estamos ante una película cuyo diseño de producción es excelente llamando la atención la fotografía que evoluciona de acuerdo al guión y la música que parece subyacer en las estructuras de la isla y en la propia historia denotando una verdad mucho más profunda.
Además, tenemos la mejor actuación de Leonardo Di Caprio en su carrera.
Es magistral, por otro lado, la dirección de cámaras de Martin Scorsese y estupenda su puesta en escena que nos remite a las mejores películas del cine negro y de suspenso y que, por sobre todo, nos lleva, en muchas escenas, al Scorsese de sus mejores momentos.
No me parece tampoco una película redonda porque el guión tiene algunos altibajos en lo que respecta principalmente al poco desarrollado personaje de la esposa interpretada por Michelle Williams y a la presencia injustificada de algunos personajes secundarios como el que interpreta Patricia Clarkson dentro de la cueva.
Sin embargo no estoy de acuerdo con algunos críticos numerarios y eruditos que suelen nombrar a todos los supuestos acreedores fílmicos de hace 50 o 60 años, que dicen que el desenlace resiente la película o que Scorsese pecó de excesivo y le faltó convicción y que eso convierte el filme en fallido.
Por consiguiente, para mi opinión, el balance de la película es claramente positivo, siendo su visión imprescindible.