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Críticas de GUSTAVO
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Críticas 122
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de diciembre de 2010
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Los hermanos Coen hablan sobre su ascendencia judía en esta peculiar película ambientada en los años 60 en clave de comedia de humor negro. La resolución viene de una combinación de los diálogos, entre mundanos, inteligentes y mordaces, con los gestos faciales, fundamentales estos últimos en la puesta de escena de la comedia “coeniana”, ya puesta en práctica en “Quémese después de leer”, “O Brother” y “The ladykillers”. Sin embargo, el resultado no provoca tantas risas como en dichas cintas porque en esta ocasión el humor no es un propósito ni un medio sino un revestimiento de una propuesta más sutil: empezamos por especular que el filme contendría una buena dosis de autobiografía de los directores, factor inédito en su filmografía hasta ahora. Segundo, es un retrato en negativo del “sueño americano” pero ajustado a una comunidad religiosa, a contrapelo de la imagen que vendía EEUU en la época de la Guerra Fría.
Salvando las distancias, recordamos, a propósito, títulos como “Revolutionary Road” y “American Beauty” de Sam Mendes sobre el mismo tema pero mientras en estas películas se privilegia el tratamiento de las deterioradas relaciones de pareja debido a la influencia silenciosa pero aplastante del entorno, en “A serious man”, los Coen proporcionan una visión más periférica de ese mundo para mostrarnos el misterioso y determinante poder del destino ligado a la pertenencia al judaísmo con todos sus ritos y rabinos de por medio, que resulta más abrumador, incluso, que vivir y fracasar al “estilo americano”. Y no pretenden que su propuesta sea digerida totalmente. Al respecto hay que recordar la parte de un diálogo entre Larry y un estudiante coreano cuando aquel le dice a éste que para entender la Física, hay que entender las Matemáticas, sentencia correcta que sirve como una analogía a la condición de ser judío y tiene tanta validez provocadora como “Quémese después de leer”, resultando que, después de todo, los inefables hermanos han querido hacer chacota otra vez pero se les perdona fácilmente porque este filme está entre lo mejor de sus trabajos.
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GUSTAVO
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7
12 de noviembre de 2010
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Eric Bishop, cartero de Manchester…En esta película, que tiene clave de comedia, la historia cambia de temática con la misma facilidad que el temperamental futbolista Eric Cantona cambiaba de juego en los partidos del Manchester United con el fin de sorprender a los rivales.
En efecto, lo que empieza siendo un estudio sobre la soledad, la autocompasión y el remordimiento descubre de golpe la fuerza de los ídolos o de los mitos humanos, en este caso se trata de uno deportivo, como modelos de vida que, a pesar de sus errores, orientan a las personas a tomar decisiones.
Y en ese sentido, Cantona aparece, representándose a sí mismo, como una alucinación en los momentos de mayor depresión del cartero quien ya no llama dos veces desde hace un buen tiempo y está al borde del suicidio por haber perdido a su esposa y tener graves problemas familiares. Y para ir a tono con sus referencias biográficas, el primero desaparece durante una buena parte del metraje haciendo alusión a la suspensión disciplinaria que lo alejó de las canchas de juego durante 9 meses. Esta etapa coincide con la que sufre Eric el fanático cuando tiene un choque de realidad en su propia casa y reacciona por cuenta propia; luego del cual la evocación del ídolo resulta fundamental.
La película tiene un buen ritmo narrativo y es muy entretenida, pero cae en un bache justo cuando Cantona se toma descanso, retomando bríos antes del desenlace. Y es que el ex futbolista, aporta un humor melancólico que propone mucho, los diálogos con el fanático son notables, los cuales, en algunas escenas, vienen acompañados magistralmente de las imágenes de los partidos donde jugó.
Y en su resolución la película confirma lo que insinuó al comienzo, es decir que su tema principal, el cual Ken Loach ya expuso en “El viento que mueve la cebada”, es la pertenencia grupal, la identificación apasionada por los objetivos comunes que calzan perfectamente en la causa de los guerrilleros irlandeses o en la de los “barras bravas” de la “Operación Cantona”. Y aunque esta constatación resulte muy evidente y su final sea demasiado condescendiente, la cinta derrocha originalidad y autenticidad.
Es de destacar, además, la gran actuación de John Henshaw como un hilarante y ordinario pero, a la vez, solidario e incondicional líder de los amigos de Eric.
GUSTAVO
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4
27 de agosto de 2010
9 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia o leyenda de la papisa alemana tiene muchos elementos para hacer una obra cinematográfica de mérito. Lástima que el director Wortmann los haya utilizado en forma mediocre.
Acierta en la fotografía para dar un tinte oscuro a los tiempos de la Edad Media, sobre todo cuando la acción se ocupa de Johanna de niña y de adolescente en los que se percibe la corta mentalidad religiosa de la época con un padre que influye negativamente en su formación, y tenemos la sensación, incluso, de ver grabados de la época que aparecen en las enciclopedias. La ambientación también da la talla y hay algunos planos meritorios que asemejan frescos de las ciudades de la época.
Pero lo negativo asoma también desde el principio. Nos obligan a escuchar un relato retrospectivo, con una voz en off que nos recita la vida de Johanna como si fuera la “estampita” de una santa y que a veces redundan sobre las imágenes que estamos viendo. Este aspecto de la puesta en escena que parece menor, no lo es y en cambio lastra todo el metraje por la intención del director de insertar su “factor sorpresa” en la narración de la historia y evitar los textos en pantalla que puede ser un objetivo más laudable. Esto podría haber sido una decisión correcta si es que hubiera valido la pena pero no es así ya que su resolución raya en el ridículo.
Por otro lado tenemos una historia de amor gratuita, muy usada y nada convincente antes de las escenas en los ambientes papales de Roma donde la aparición de John Goodman provoca risas reprimidas del público debido a una evocación de Pedro Picapiedra metido de casualidad de Papa. Al respecto debemos decir que hay un problema de casting por la intención, seguramente, de los productores de comercializarla mejor. Si se hubiera hablado alemán y después italiano, se hubiera replanteado dicho aspecto a favor de la credibilidad de la película.
En resumen, todo el esfuerzo aplicado a la cinematografía y a los diálogos además de la actuación de la protagonista, se ve malogrado por los problemas descritos, es decir, por tratar de llevar a la pantalla una historia como si se estuviera leyendo un libro.
GUSTAVO
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7
23 de octubre de 2009
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Irreverente y audaz, el director Quentin Tarantino hace una película original e inclasificable pero con una notoria marca humorística sobre la guerra contra la dictadura de los convencionalismos, los clichés, la parafernalia de los festivales, los críticos de cine profesionales y los aficionados.
El escenario es su propio cerebro donde el lóbulo temporal se enfrenta al parietal y estos producen nazis, judíos y rudos pero ridículos vengadores llamados "bastardos sin gloria" sin importar para nada el rigor histórico donde lo que vale más es el encasillamiento de las diferentes nacionalidades como la francesa, la alemana, la italiana, la inglesa y ,por supuesto, la norteamericana en una idiosincracia particular.
La puesta en escena es de una impecable factura técnica con los recursos típicos de Tarantino con una mezcla de drama, comedia, western y una sensación de deja vu en algunos pasajes del filme de estar viendo una película clásica o una de dibujos animados a lo que se le suma las referencias al cine alemán de la época y al cine en general.
El problema de la película estriba en que la dinámica impuesta por los capítulos no es pareja, no funciona igual como en "Kill Bill" por ejemplo. El primero es muy concreto y brillante pero los que siguen, sin ser malos, son demasiado largos y verborreicos hasta que llegamos al último donde se juntan todos los personajes en el cine y se recupera el brillo inicial.
Las actuaciones son muy decorosas considerando que los papeles exigen mucha flexibilidad y pragmatismo porque pueden ser paradigmáticos pero también caricaturescos.
Y es Christoph Waltz quien se lleva todas las palmas al hacer un trabajo de antología interpretando al políglota coronel Hans Landa.
En resumidas cuentas, Tarantino impone su marca de fábrica y hace una pedante y estrambótica declaración de amor por el cine mediante esta sátira dirigida prácticamente contra todos los consumidores del séptimo arte y que ,convenientemente, la presentó en la competición del Festival de Cannes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GUSTAVO
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6
22 de enero de 2015
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una obra de encargo comercial con la conocida estrategia de publicidad que incluye la previa presentación del best seller del mismo nombre de la película, estrenada ex profeso a fines del 2014 en EEUU para obtener fácilmente nominaciones a los premios Oscar. En ese sentido se le puede calificar como oportunista y, teniendo en cuenta la filmografía del director, hasta innecesaria. No pongo en duda que la película tiene méritos técnicos y de puesta en escena que merecen su visión pero Clint Eastwood siempre dio un paso adelante en cuanto al estilo y cuota de autor cuando se trató de género de guerra. Por eso es que, por ejemplo, el díptico constituido en torno a la segunda Guerra Mundial por “Cartas desde Iwo Jima” y “Banderas de nuestros padres” no competía técnicamente con “Salvando al soldado Ryan” de Spielberg pero la superaba por su firme alegato anti bélico lleno de claroscuros sobre el honor, la valentía y el heroísmo. Y ahora “El francotirador” va a la saga del montaje, narración y efectos especiales de cintas como “La noche más oscura” y “Zona de miedo” de Kathrin Bigelow sobre la cacería de Bin Laden y la Guerra de Irak pero a lo mucho quizás las iguale a cuenta exclusivamente de la presentación y narración del retrato y destino de un soldado de élite llamado Chris Kyle cuya especialidad es matar a distancia, interpretado en muy buena forma(incluyendo la física) por el actor Bradley Cooper, plena de sutileza, polaridad y dosificación de emociones que le hace bien a la película al darle el tono que en buena parte esperábamos de Eastwood.
Sin embargo hay un problema y me parece grave porque es de concepto: Clint como buen militante republicano cree en Bush y justifica la invasión de Irak como una guerra de respuesta ante los atentados terroristas que ya está probado que no salieron de ese país. La presenta como inevitable tal como si fuera la Segunda Guerra Mundial exponiendo, además, una filosofía barata y bastante primitiva expresada por el padre de Kyle la cual divide a la sociedad en ovejas, lobos y pastores lo que hace que el filme sea bastante maniqueo al gusto de la platea local que seguramente habrá respondido con creces en la taquilla.
Esto no es óbice, sin embargo, para que con las mismas imágenes a las que me refiero se logren momentos muy buenos que sirven como contraste irónico entre la vida y la muerte y el debate moral del francotirador como la de la mujer embarazada que le entrega una granada a su hijo para aniquilar a una patrulla de marines, el venado muerto por un tiro de escopeta de parte de Kyle niño en un flash back al comienzo y el tratamiento médico en EEUU del embarazo de su esposa.
Se percibe, en efecto, a raíz de estas escenas un doblez en la personalidad del francotirador, un viaje mental del cual quizás nunca regrese, un maletín muy pesado lleno de muertos que no puede devolver, anotados en su haber como si se tratara de un récord Guinnes y por lo cual lo apodan “ la leyenda”. Esa sensación es lo mejor de la película y si fuera por solo este aspecto estaríamos reconociendo al mejor Eastwood pero lamentablemente, para llegar hasta aquí, el laureado director pone por delante su opción política y tiene que hacer concesiones y transigir. En consecuencia el viejo Clint no reescribe la historia, no arriesga mucho en la puesta en escena por lo cual no podemos ver, por ejemplo, el punto de vista del francotirador iraquí, solo intuirlo, lo que, después de todo, está bien porque no estamos en Iwo Jima ni es su película. Debemos comprender eso para finalmente poder decir que se trata de una película estimable pero nada más. Que vale la pena verla aun sabiendo que hubo otro francotirador ficticio pero notable interpretado por Robert de Niro en 1978 que sin necesidad de tanto músculo ni tanto libro, era capaz de bajar al llano de Vietnam sin ser arropado por sus compañeros para enfrentar directamente a la muerte en la ruleta rusa.
GUSTAVO
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