Un esfuerzo por comprender lo que ocurre en este filme puede atraer consecuencias muy atractivas para el pensamiento posmoderno: por ejemplo, que la ciencia, la religión, la tecnología, la espiritualidad, la filosofía, la política, las energías, el psicoanálisis, los sueños, la infancia, la sabiduría, la inteligencia, y tantas cosas más se involucran como por arte de magia. Hay algo de física cuántica y de espiritualidad zen, pero ese algo no muestra nunca la suficiencia con la que el mundo complejo que hoy abordamos se comporta y hasta se pone remilgado.
La sensación de esta película animada serbia es sencilla: parece decir mucho, estar sostenida por muchos discursos a la vez, pero no termina siendstao un buen relato. A lo mejor, aún me encuentre ajeno a la esperanza que los directores tienen de que se comprenda a cabalidad su propuesta, artísticamente hablando notable, pero discursivamente confusa y a punto de los malos entendidos.
Hay creatividad, hay un trabajo de imagenería y animación que nada le envidia a filmes mucho más infantiles, pero en ocasiones me gustan más los cuentos contados con las sencillez de siempre y con sobrada filosofía de que es bueno dedicar la atención a una cosa a la vez.

Cada imagen que despide esta maravillosa actriz es como darle una mirada a un dulce camaleón. El diario de Bridget Jones no es una excepción. A veces se gordita, a veces se ve delgada, a ratos surge avasalladora, a ratos ingenua, unas veces insinuante y otras ridícula. Lo mejor de esta película es que Zellweger se la ha echado al hombro y la guía con cada una de sus facetas.
¿La historia? Bueno, un caso típico de mujer que se siente cogida de la noche y con experiencia encima y calores de la edad se enfrenta a sutiles dilemas amorosos. Sin duda, más de una mujer se identifica con este personaje al que rodean un repelente Colin Firth y un seductor descarado como Hugh Grant. (Bueno seductor descarado es un pleonasmo), además de la familia y los amigos de Bridget, también muy típicos.

En este capítulo se ven las luces de nuestras habitaciones. Estamos presos en ellas, pero ¡vaya si están bien iluminadas! Tal vez por ello eligieron como protagonista al joven Daniel Kaluuya, para que el contraste fuera mucho más preciso con el universo de nuestras pantallas, de día y de noche... ¿o eternamente de día? La mente no puede dormir, el vicio de consumir una pantalla absorbe, es contagioso e impide que las cosas salgan de la manera más sana.
Charlie Brooker empieza con este capítulo a mostrarnos nuestras enfermedades. Es doloroso atestiguarlo... y es mucho más doloroso ver en qué puede terminar todo cuando las salidas son tan sombrías... ¿o tan iluminadas?

Hacía mucho rato no me sentía tan contagiado del ánimo por los súper héroes. Tal vez desde los años ochenta cuando Supermán y Batman eran los referentes de la transformación de los cómics en figuras emblemáticas del cine. The Avengers ha llegado en el inicio del siglo veintiuno para demostrar la vigencia de tramas en las que los grandes héroes de nuestro tiempo enfrentan la desgracia continua, incluso el peso de ser ellos mismos. Es una película extraordinaria por la forma en que logra transmitir la vigencia de la dificultad en la vida de cualquier tipo de hombre. El elemento del conflicto es aquí insoslayable.
Con unos actores de primer nivel, Joss Whedon pone la medida muy arriba para la continuidad de historias que, a veces, solo logran sorprendernos por la magia de la tecnología que implementan. Aquí todo se ha mezclado para brindarnos unos minutos soberbios de buen entretenimiento.

Aunque la película no acabó de convencerme mucho de un guion que tenía un asunto bien interesante por resolverse, lo que sí logró es hacerme prendar de un actor al que, creo, veo por primera vez. La actuación de Mark Womack aquí es brillante, refleja un trabajo disciplinado y talentoso a la vez, conjugando en la personalidad de Fergus Molloy (el personaje) lor ires y venires, los padecimientos y desesperanzas de un raro ex combatiente en Irak.
Por supuesto, queda la idea de que algo extraño pasa en Bagdad y que en juego hay una serie de condiciones mercenarias que, aunque lógicas, resultan desalmadas y perturbadoras; pero es Womack el que realmente conmueve y agita hasta estos asuntos dándole a su personaje las muestras claras de esta perturbación.