Innecesaria continuación que -adentrándose en escenarios (centro de internamiento), temáticas (lucha interior de la protagonista) y personajes (niña misteriosa) recurrentes del género- tira por tierra la bocanada de aire fresco que supuso la cinta original.

Autoparodia consciente que, con mucho acierto, decide dejar en un segundo plano a la historia (esa sobre el caso Watergate, que tan poco importa al espectador), para centrarse en el concepto "tía" (o BBF), desarrollado a través del carisma innato de su irresistible y divertidísima pareja protagonista (esa formada por las jovenzuelas Kirsten Dunst y Michelle Williams) que, con mucha gracia, lleva al extremo el estereotipo de la adolescente superficial y tonta, consiguiendo la perenne carcajada del espectador con sus innumerables gags (risas estúpidas, aplausos, gritos exagerados).

Peculiar forma de mezclar pasado y presente, a través del juego de la confusión memoria-realidad, donde más que, por lo original o acertado de su guión, destaca por ser el único trabajo de la promesa de la niña María Clara Fernández de Loaysa.

Intento de alejamiento de los clichés de las series españolas (rostros más curtidos en el cine que en la televisión, temática no familiar con punto final y mayor importancia al cuidado de la imagen), que deja bien claro que, para no matar al espectador de aburrimiento, no vale sólo con buenas intenciones.

Una desafortunada Carmen Maura en los pasajes musicales (su voz y sus bailes rozan peligrosamente la parodia) desluce al resto de su excelente interpretación y a una película que, con maestría, se proclama como una oda a la feminidad (Carmen Maura materializada como la alegoría a la II República) y a la no sumisión, independientemente de ideologías politícas.