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Críticas ordenadas por utilidad
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6.4
508
6
17 de octubre de 2015
17 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film parece erigido permanentemente sobre la idea de que sólo será visto por su público más obvio, puesto que no se nos explican ciertos detalles por los que Lukas va a una residencia, ni se muestran otros aspectos de las relaciones ni de los miedos del protagonista (si no me dicen en la sinopsis —que leí después de ver la película— que ha sido seleccionado para un servicio comunitario y que sus padres lo rechazan, ni lo habría pensado).
Todo gira alrededor de la fiesta y la noche y los sentimientos que se generan durante y después de esto, dando paso a la atracción y al amor como temas principales de la película, y a su vez, con ellos comienza un nuevo problema, el de la aceptación por parte de los demás. Todo ello filmado cámara al hombro, con un estilo cercano al documental al principio y al cine independiente más tarde, ensamblado de forma que trama y dirección introduzcan al espectador de manera natural en la película, hasta que se pregunta si salir por Alemania es barato, visto que no hacen otra cosa.
Así de sencillo y así de complicado. Una película que ahonda en los sentimientos y cuya importancia radica en que muestra una visión de una realidad y con ello permite la comprensión y aceptación por parte de los demás, puesto que además de transexual, a Lukas le gustan los hombres, por lo que es una mujer a la que le gustan los hombres pero se siente un hombre. Como decía, parece complicado pero acaba resultando muy sencillo.
Romeo muestra detalles clave de la transformación de una mujer en hombre, como por ejemplo en algunas escenas donde se nos muestran sus pechos, la barba incipiente y otros detalles relacionados con la manera de vestir para tapar todo aquello que no quieren que se vea.
Así que, a pesar de que, como ya se ha comentado, pueda ser una película pensada para un público específico y que se centra en demasía en aspectos muy generacionales —perdiendo trascendencia—, consigue que, sea cual sea tu sexualidad, empatices con los sentimientos de su protagonista (y de su amiga) en la mayoría de las situaciones, y te pongas de su lado cuando hay tanto gilipollas por metro cuadrado.
Todo gira alrededor de la fiesta y la noche y los sentimientos que se generan durante y después de esto, dando paso a la atracción y al amor como temas principales de la película, y a su vez, con ellos comienza un nuevo problema, el de la aceptación por parte de los demás. Todo ello filmado cámara al hombro, con un estilo cercano al documental al principio y al cine independiente más tarde, ensamblado de forma que trama y dirección introduzcan al espectador de manera natural en la película, hasta que se pregunta si salir por Alemania es barato, visto que no hacen otra cosa.
Así de sencillo y así de complicado. Una película que ahonda en los sentimientos y cuya importancia radica en que muestra una visión de una realidad y con ello permite la comprensión y aceptación por parte de los demás, puesto que además de transexual, a Lukas le gustan los hombres, por lo que es una mujer a la que le gustan los hombres pero se siente un hombre. Como decía, parece complicado pero acaba resultando muy sencillo.
Romeo muestra detalles clave de la transformación de una mujer en hombre, como por ejemplo en algunas escenas donde se nos muestran sus pechos, la barba incipiente y otros detalles relacionados con la manera de vestir para tapar todo aquello que no quieren que se vea.
Así que, a pesar de que, como ya se ha comentado, pueda ser una película pensada para un público específico y que se centra en demasía en aspectos muy generacionales —perdiendo trascendencia—, consigue que, sea cual sea tu sexualidad, empatices con los sentimientos de su protagonista (y de su amiga) en la mayoría de las situaciones, y te pongas de su lado cuando hay tanto gilipollas por metro cuadrado.

6.3
7,250
6
17 de octubre de 2015
17 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Slow West no miente: es lenta y es en el oeste.
Pero no es lenta de que te vayas a aburrir, al contrario, ya que como buena película del género Western, estaría entre las mejores de todas las que emite Telemadrid durante sus sobremesas. ¿Esto qué implica? Que te puedes echar la siesta a la media hora de la trama y cuando despiertes para la media hora final no te habrás perdido nada.
Pero no es que no te pierdas nada en plan de que no pasa nada, sino porque es un film sobre el Oeste, o del Oeste. En concreto, de un chico culto, puro y pagafantas, que viaja desde Escocia para reencontrarse con su amada y de cómo se une en su camino un forajido de mirada penetrante y carácter silencioso. Ya se puede imaginar uno cómo evolucionará la relación entre ambos y cómo comienza… hasta el punto de que John Maclean, guionista y director, se olvida de dar forma a ese contexto que permita al espectador involucrarse en esa relación y en esa propia evolución que todos bien reconocemos y que, en el fondo, es una de las características de muchos clásicos en este género y una parte esencial que lo convierte siempre en algo destacable.
Pero no destacable en el sentido de que sean todas grandísimas cintas, más bien en que su visión es casi siempre agradable y aceptable, por eso después del cocido toca James Stewart, o algún otro que te emitan por televisión. Y como encima ahora ya casi nadie se digna a hacer nada en este género, y el que lo hace tiende a imitar a sus predecesores, como pasa con el Cine negro (si es que existe), cada nueva aparición de un cineasta con interés por llevar a cabo esta proeza que consiste en trasladar al cine algo viejo y agotado siendo algo nuevo y diferente, aportando una nueva visión dentro del género, así como una revisión sin convertirlo todo en Kevin Costner y su modo de entender lo que hizo el hombre blanco en su país (o Willy Toledo en la versión opuesta), al final es digno de admirar y de alabar.
Y si algo se puede admirar o alabar, en Slow West, es el detalle. Si bien es cierto que hay ciertas partes poco desarrolladas, un compañerismo tópico, y da por hecho varias cosas que deben ocurrir para llegar a su final, también es verdad que John Maclean da alguna vuelta de tuerca a la manida representación del Salvaje (Históricamente) Oeste Americano (Homicida), con una concatenación de planos fijos cortos que dan muestra de lo que debe significar, en realidad, ir con un arma todo el día en el bolsillo.
Eso sí, nada de esto sería de admirar o de alabar sin Michael Fassbender, el hombre del paquete (de puros), ya que sin él la mitad de la atención se habría ido al garete mucho antes, seguramente. Y no me refiero con eso sólo al espectador, que disfrutaría igual con otro actor igualmente cualificado, sino, sobre todo, a la distribución. Con esto quiero decir que no es lo mismo hacer una película de baseball con Clint Eastwood o con Brad Pitt, que hacerla con unos actores que en España importen un carajo. Pero bueno, la verdad es que las de Indios y Vaqueros, que dirían mis abuelos, siempre tienen más interés, sobre todo por la de tiros que hay, por los malos tan malos, por las amistades en pantalla, por los finales agonizantes, por estar solos ante el peligro, o por esperar que al malo le llegue su hora entre pasiones, amores y recompensas.
Pero no es lenta de que te vayas a aburrir, al contrario, ya que como buena película del género Western, estaría entre las mejores de todas las que emite Telemadrid durante sus sobremesas. ¿Esto qué implica? Que te puedes echar la siesta a la media hora de la trama y cuando despiertes para la media hora final no te habrás perdido nada.
Pero no es que no te pierdas nada en plan de que no pasa nada, sino porque es un film sobre el Oeste, o del Oeste. En concreto, de un chico culto, puro y pagafantas, que viaja desde Escocia para reencontrarse con su amada y de cómo se une en su camino un forajido de mirada penetrante y carácter silencioso. Ya se puede imaginar uno cómo evolucionará la relación entre ambos y cómo comienza… hasta el punto de que John Maclean, guionista y director, se olvida de dar forma a ese contexto que permita al espectador involucrarse en esa relación y en esa propia evolución que todos bien reconocemos y que, en el fondo, es una de las características de muchos clásicos en este género y una parte esencial que lo convierte siempre en algo destacable.
Pero no destacable en el sentido de que sean todas grandísimas cintas, más bien en que su visión es casi siempre agradable y aceptable, por eso después del cocido toca James Stewart, o algún otro que te emitan por televisión. Y como encima ahora ya casi nadie se digna a hacer nada en este género, y el que lo hace tiende a imitar a sus predecesores, como pasa con el Cine negro (si es que existe), cada nueva aparición de un cineasta con interés por llevar a cabo esta proeza que consiste en trasladar al cine algo viejo y agotado siendo algo nuevo y diferente, aportando una nueva visión dentro del género, así como una revisión sin convertirlo todo en Kevin Costner y su modo de entender lo que hizo el hombre blanco en su país (o Willy Toledo en la versión opuesta), al final es digno de admirar y de alabar.
Y si algo se puede admirar o alabar, en Slow West, es el detalle. Si bien es cierto que hay ciertas partes poco desarrolladas, un compañerismo tópico, y da por hecho varias cosas que deben ocurrir para llegar a su final, también es verdad que John Maclean da alguna vuelta de tuerca a la manida representación del Salvaje (Históricamente) Oeste Americano (Homicida), con una concatenación de planos fijos cortos que dan muestra de lo que debe significar, en realidad, ir con un arma todo el día en el bolsillo.
Eso sí, nada de esto sería de admirar o de alabar sin Michael Fassbender, el hombre del paquete (de puros), ya que sin él la mitad de la atención se habría ido al garete mucho antes, seguramente. Y no me refiero con eso sólo al espectador, que disfrutaría igual con otro actor igualmente cualificado, sino, sobre todo, a la distribución. Con esto quiero decir que no es lo mismo hacer una película de baseball con Clint Eastwood o con Brad Pitt, que hacerla con unos actores que en España importen un carajo. Pero bueno, la verdad es que las de Indios y Vaqueros, que dirían mis abuelos, siempre tienen más interés, sobre todo por la de tiros que hay, por los malos tan malos, por las amistades en pantalla, por los finales agonizantes, por estar solos ante el peligro, o por esperar que al malo le llegue su hora entre pasiones, amores y recompensas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por cierto, si en la ficha de Slow West llega a aparecer Christopher Nolan en el apartado “Dirección”, hace tiempo que estarían dando palos a esta cinta por lo regular que está rodada la única escena de casi-acción que hay al final. Quizás fue una parodia, pero parodia en plan serio, al estilo Django Desencadenado, donde Quentin Tarantino daba de palos a todos los racistas de su Historia.
8
15 de octubre de 2015
15 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces el cine es pura evocación. Ernest & Célestine es una cinta que se gana el corazón de su público por lo que este siente más que por lo que piensa, en un primer momento. Sin embargo, con el paso del tiempo el recuerdo cerebral es tan potente como el emocional. Todo se debe a la perfecta conjunción de imagen, sonido y dirección que hace de todos nosotros unos niños, sobre todo por su aplastante sencillez (en apariencia). Para mí, sin duda, fue uno de los grandes regalos para la vista y los oídos del 2012 ya que, además, su banda sonora contiene varios grandes momentos que reinsertan nuestras cabezas en las de un infante feliz y transparente, y que aportan más ritmo a la historia y agrandan el lenguaje cinematográfico.
Y eso que poco de niño queda en mí, pensaba antes de ver Ernest & Célestine. Un cuento invernal que hace brotar la primavera. Una película entrañable, tierna y bonita, de trazos delicados y sencillos; una pintura digna del mejor marco que no sólo se convirtió al nacer en una de las grandes películas de esta década que está a su mitad, sino también en la pequeña película de animación europea que un gran amante del cine estaría deseando ver.
Gracias a Stéphane Aubier & Vincent Patar, a Vincent Courtois & Thomas Fersen y a Ernest & Célestine, por hacerme más humano y hasta por enseñarme a no temer a las ratitas, sólo a mis prejuicios. Una lástima que su distribuidora en España se niegue a lanzarla en DVD o Blu-Ray, porque es la clase de cine que te ayuda a ser mejor persona y rejuvenecer por varios años.
Y eso que poco de niño queda en mí, pensaba antes de ver Ernest & Célestine. Un cuento invernal que hace brotar la primavera. Una película entrañable, tierna y bonita, de trazos delicados y sencillos; una pintura digna del mejor marco que no sólo se convirtió al nacer en una de las grandes películas de esta década que está a su mitad, sino también en la pequeña película de animación europea que un gran amante del cine estaría deseando ver.
Gracias a Stéphane Aubier & Vincent Patar, a Vincent Courtois & Thomas Fersen y a Ernest & Célestine, por hacerme más humano y hasta por enseñarme a no temer a las ratitas, sólo a mis prejuicios. Una lástima que su distribuidora en España se niegue a lanzarla en DVD o Blu-Ray, porque es la clase de cine que te ayuda a ser mejor persona y rejuvenecer por varios años.
Documental

7.1
257
7
7 de mayo de 2015
7 de mayo de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
... Y los insectos en general.
Mucho más que miel es un documental sobre abejas, pero no un documental cualquiera. Estamos ante una película que trata el actual problema de estos delicados mensajeros del amor floral, que están dejando de existir sin motivo aparente. Es por tanto, una muestra de amor por parte del director Markus Imhoof, una apología de la abeja, una forma de llamar la atención sobre su progresiva extinción y una excusa para hablar también sobre su relación con el ser humano. Todo interactúa y se relaciona en conjunto.
Lo mejor de la película lo encontramos en sus imágenes —por extrañas— de una belleza indescriptible. Como esa secuencia inicial con el nacimiento de la Reina, o aquella de la creación de la miel, o del apareamiento en vuelo. Pero también de una crueldad tan real como la vida —de una abeja— misma. Incluso apreciable para aquellos que no puedan ver ninguna clase de insecto ni en pintura. A los cuales recomendaría no ver mucho más allá de la primera escena, si esta les genera algún tipo de aprensión.
Asistimos, a veces desde la propia experiencia del autor —expresada desde la voz en off— y otras desde el punto de vista de productores, estudiosos de las abejas o cuidadores, a los diferentes procesos que se llevan a cabo por todo el mundo con la finalidad última de obtener la miel de estas producen. Pero también para buscar respuestas y llegar a las conclusiones que expliquen por qué las abejas están desapareciendo y qué efectos maliciosos acarrearía esta situación en nuestras vidas.
Enlazando con el primer párrafo, y si lo piensas, es un poco como la parte mala de la Globalización, que con cada enfermedad de otro país (o continente) nos hacemos nuestras necesidades encima, de miedo, pensando en que pueda llegar a nosotros; o aparecen mosquitos que en nuestra vida habíamos visto, rondando por nuestra zona. A una escala diferente, claro, pues no hay mayor parásito en esta tierra que el propio ser humano, siempre en constante aumento cuantitativo y manipulativo de los elementos.
En definitiva, Mucho más que miel es un documental que va más allá de lo básico y no sólo habla de los problemas de fumigar y los fungicidas, sino que traza una línea argumental en la que nos habla de las razas de antófilos que hay, de su organización, crecimiento, funcionamiento, etc. También habla de la crueldad humana, incluso de quienes más aprecian a estos diminutos bichos. La alegre y triste vida de los zánganos. Las diferentes técnicas y partes de la crianza o explotación de las abejas. El estrés. El particular sonido de sus alas. Las larvas. Los parásitos, los ácaros. Las colmenas, el panal y los enjambres por los que las enfermedades se transmiten. Los productos químicos. Los medicamentos. En esencia, un mundo terrible y peligroso, aunque también esperanzador, como gusta al espectador medio… Y que da un poco de cosa.
En cualquier caso, es un documental tan contemplativo, que si el tema no te atrae demasiado, acabarás algo cansado de tanta miel y tanta abeja. Es un ejercicio didáctico transmitido con pasión alrededor de estos seres encargados de polinizar el mundo y fertilizarlo para nuestro posterior disfrute gastronómico. Una profundización del tema basado en algo más que la mera fisonomía de una colmena, en conjunto, llegando a plantearse incluso la posibilidad de que, globalmente, las abejas en realidad tengan sentimientos, desde un punto de vista científico. Mucho más que miel es un documental nada desdeñable, pero no siempre obtiene del espectador lo que busca conseguir.
Mucho más que miel es un documental sobre abejas, pero no un documental cualquiera. Estamos ante una película que trata el actual problema de estos delicados mensajeros del amor floral, que están dejando de existir sin motivo aparente. Es por tanto, una muestra de amor por parte del director Markus Imhoof, una apología de la abeja, una forma de llamar la atención sobre su progresiva extinción y una excusa para hablar también sobre su relación con el ser humano. Todo interactúa y se relaciona en conjunto.
Lo mejor de la película lo encontramos en sus imágenes —por extrañas— de una belleza indescriptible. Como esa secuencia inicial con el nacimiento de la Reina, o aquella de la creación de la miel, o del apareamiento en vuelo. Pero también de una crueldad tan real como la vida —de una abeja— misma. Incluso apreciable para aquellos que no puedan ver ninguna clase de insecto ni en pintura. A los cuales recomendaría no ver mucho más allá de la primera escena, si esta les genera algún tipo de aprensión.
Asistimos, a veces desde la propia experiencia del autor —expresada desde la voz en off— y otras desde el punto de vista de productores, estudiosos de las abejas o cuidadores, a los diferentes procesos que se llevan a cabo por todo el mundo con la finalidad última de obtener la miel de estas producen. Pero también para buscar respuestas y llegar a las conclusiones que expliquen por qué las abejas están desapareciendo y qué efectos maliciosos acarrearía esta situación en nuestras vidas.
Enlazando con el primer párrafo, y si lo piensas, es un poco como la parte mala de la Globalización, que con cada enfermedad de otro país (o continente) nos hacemos nuestras necesidades encima, de miedo, pensando en que pueda llegar a nosotros; o aparecen mosquitos que en nuestra vida habíamos visto, rondando por nuestra zona. A una escala diferente, claro, pues no hay mayor parásito en esta tierra que el propio ser humano, siempre en constante aumento cuantitativo y manipulativo de los elementos.
En definitiva, Mucho más que miel es un documental que va más allá de lo básico y no sólo habla de los problemas de fumigar y los fungicidas, sino que traza una línea argumental en la que nos habla de las razas de antófilos que hay, de su organización, crecimiento, funcionamiento, etc. También habla de la crueldad humana, incluso de quienes más aprecian a estos diminutos bichos. La alegre y triste vida de los zánganos. Las diferentes técnicas y partes de la crianza o explotación de las abejas. El estrés. El particular sonido de sus alas. Las larvas. Los parásitos, los ácaros. Las colmenas, el panal y los enjambres por los que las enfermedades se transmiten. Los productos químicos. Los medicamentos. En esencia, un mundo terrible y peligroso, aunque también esperanzador, como gusta al espectador medio… Y que da un poco de cosa.
En cualquier caso, es un documental tan contemplativo, que si el tema no te atrae demasiado, acabarás algo cansado de tanta miel y tanta abeja. Es un ejercicio didáctico transmitido con pasión alrededor de estos seres encargados de polinizar el mundo y fertilizarlo para nuestro posterior disfrute gastronómico. Una profundización del tema basado en algo más que la mera fisonomía de una colmena, en conjunto, llegando a plantearse incluso la posibilidad de que, globalmente, las abejas en realidad tengan sentimientos, desde un punto de vista científico. Mucho más que miel es un documental nada desdeñable, pero no siempre obtiene del espectador lo que busca conseguir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
… ¿Y la de puros que se fuma esta gente con abejas? (aunque ya veo por qué).

4.7
6,032
5
13 de agosto de 2015
13 de agosto de 2015
19 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Telefónica produce una película sobre la escasez de radiadores frente a un frío aterrador. ¿Qué será lo próximo?, ¿una película producida por Endesa donde los móviles sean tan inteligentes que conviertan a sus propietarios en zombies?
El protagonista de Perdidos meets The Walking Dead y se tiene que enfrentar al fin del mundo. A la extinción, una producción española con título en inglés, por lo de los actores, que son estadounidenses casi todos. Puedo visualizar a los seguidores de ambas series masturbándose, pero masturbándose hasta sufrir una eyaculación precoz debida al desenlace final…de sus series.
Ingredientes a tener en cuenta a la hora de ver Extinction: Los zombies, que al inicio de la cinta son como ya los conocemos, evolucionan hacia un estado de conservación similar al de los vampiros de Soy leyenda (2007), pero aceptando la luz del sol que, eso sí, les ha dejado ciegos con el tiempo y les ha dado el aspecto de Bender cuando lleva mucho tiempo sobrio y sin beber, aunque les ha hecho ganar en oído y les fortalece. Lógico. Tan lógico como lo el contagio. Así las cosas, los zombis de Extinction se guían por el sonido, son atraídos hacia él. Los protagonistas humanos de Extinction viven en la nieve. La nieve, al caminar por ella, no genera un gran sonido, nada muy atroz, no más sonoro que lo que produce el viento. Una niña bipolar, que un día tiene miedo y al minuto después se va a pasear sola, que sabe de todo lo que es la vida a su edad por lo que ve en la televisión y los DVDs que el adulto debió guardar esperando al día del juicio. El clímax que se pasa esta lógica por sus santos romeros y así avanza. Pero no os lo puedo contar, como tampoco os puedo contar otros detalles que en el estado correcto y con el mejor de los humores podríamos aceptar pero que en general no veríamos con buenos ojos.
A más de uno, por el ruido, le tendría que visitar un bicho de estos, aunque claro, igual se hacen amigos y bailan reggaeton, juntos. Seguro que ellos quieren arrimarse.
En cuanto al miedo, uno de los puntos fuertes y más importantes de las películas de terror o acompañadas en su argumento por zombies, en Extinction se resume fácilmente: El ruido atrae, asusta y llama la atención; despierta. Cuanto más alto sea este, mayor será el efecto que pretenda transmitir al espectador, que no es sordo, ni tampoco ciego, como los zombies. En este caso se usa para levantarnos del asiento, y de cómo de sordos estemos dependerá la amplitud del salto, pero miedo, lo que se dice miedo, no se pasa. Principalmente porque a pesar de un inicio esperanzador en cuanto a sangre y vísceras el guion se dirige hacia territorios más humanos, íntimos y cercanos. Busca emocionar y la música destaca en estos casos, sonando hasta que queda claro que hemos de llorar, aunque no lloremos.
Y la esperanza. ¿Qué sería de nosotros, los humanos, sin la esperanza? Nadie se ha atrevido nunca a llevar a la gran pantalla el verdadero final de Soy leyenda, película ya mencionada y que trata en cierto modo el mismo tema, el del fin del mundo siendo el único superviviente, en este caso siendo los tres últimos. Aquí también tenemos perro majo. Y a Clara Lago apareciendo de la nada para contar una historia que no interesa y sólo sirve para el giro final mal añadido. Y un caballo que sobrevive al frío al que no ha sobrevivido nadie más. Algunas escenas como estas mencionadas y que no vienen muy a cuento -si se supone que apenas queda vida- pero que dan a entender quién es el que más mola en este entuerto. No se explica nada, a pesar de la cantidad de flashbacks cuya intención es sorprender al espectador y revolverle y que carecen por completo de sentido.
No impresionan, ni sorprenden, porque el espectador avezado que haya asistido a más de dos visionados de algo relacionado con este subgénero particular sabe cómo surgen los contagios, en qué consiste la “cura” y qué hay que hacer para salvarse: Si eres el protagonista serás más fuerte que los zombies, si no lo eres acostúmbrate a que tus brazos no puedan apartarles de tu cuello. Claro, me refiero a la nueva hornada de cine y series zombies, donde el personaje principal se aparta de la cara a cuatro zombis educados y pacientes con la mano, no al antiguo mundo-zombi que no esperaba a que te pudieras defender.
Me han llamado friki varias veces en mi vida, por mis gustos, pero nunca lo he sido demasiado en relación a las historias con zombies ahí merodeando, aunque las disfrute. Lo digo porque ya hace tiempo que ser fan de la supervivencia ante no muertos ha dejado de ser de raros y ya hasta Brad Pitt hace mierdas al respecto. Cuanto más incongruente sea el desarrollo del concepto más atraerá a las masas alejadas del frikismo, o al menos a este término tal y como lo entiende el gremio de catalogadores de personas. Extinction, en este sentido, puede llegar a triunfar bastante, ya que mantiene un buen número de incoherencias que la masa zombi eludirá, aunque como no salen muchos zombies, al final la cosa queda en más bien nada, un producto que mezcla dos géneros y los separa de tal forma que ni los amantes de los dramas familiares ni los amantes del terror disfrutarán, y además se va desinflando hacia la mitad.
P.D. Zombis. Zombies. Lo mismo da, si ya cada uno escribe y hace lo que le sale de los huevos con ellos; que si corren mucho, que si van muy lentos, que si son inteligentes, que si pasan hambre y se debilitan, que si el ruido o el olfato, que si es un virus o están muertos y enterrados y renacen. Nimiedades.
El protagonista de Perdidos meets The Walking Dead y se tiene que enfrentar al fin del mundo. A la extinción, una producción española con título en inglés, por lo de los actores, que son estadounidenses casi todos. Puedo visualizar a los seguidores de ambas series masturbándose, pero masturbándose hasta sufrir una eyaculación precoz debida al desenlace final…de sus series.
Ingredientes a tener en cuenta a la hora de ver Extinction: Los zombies, que al inicio de la cinta son como ya los conocemos, evolucionan hacia un estado de conservación similar al de los vampiros de Soy leyenda (2007), pero aceptando la luz del sol que, eso sí, les ha dejado ciegos con el tiempo y les ha dado el aspecto de Bender cuando lleva mucho tiempo sobrio y sin beber, aunque les ha hecho ganar en oído y les fortalece. Lógico. Tan lógico como lo el contagio. Así las cosas, los zombis de Extinction se guían por el sonido, son atraídos hacia él. Los protagonistas humanos de Extinction viven en la nieve. La nieve, al caminar por ella, no genera un gran sonido, nada muy atroz, no más sonoro que lo que produce el viento. Una niña bipolar, que un día tiene miedo y al minuto después se va a pasear sola, que sabe de todo lo que es la vida a su edad por lo que ve en la televisión y los DVDs que el adulto debió guardar esperando al día del juicio. El clímax que se pasa esta lógica por sus santos romeros y así avanza. Pero no os lo puedo contar, como tampoco os puedo contar otros detalles que en el estado correcto y con el mejor de los humores podríamos aceptar pero que en general no veríamos con buenos ojos.
A más de uno, por el ruido, le tendría que visitar un bicho de estos, aunque claro, igual se hacen amigos y bailan reggaeton, juntos. Seguro que ellos quieren arrimarse.
En cuanto al miedo, uno de los puntos fuertes y más importantes de las películas de terror o acompañadas en su argumento por zombies, en Extinction se resume fácilmente: El ruido atrae, asusta y llama la atención; despierta. Cuanto más alto sea este, mayor será el efecto que pretenda transmitir al espectador, que no es sordo, ni tampoco ciego, como los zombies. En este caso se usa para levantarnos del asiento, y de cómo de sordos estemos dependerá la amplitud del salto, pero miedo, lo que se dice miedo, no se pasa. Principalmente porque a pesar de un inicio esperanzador en cuanto a sangre y vísceras el guion se dirige hacia territorios más humanos, íntimos y cercanos. Busca emocionar y la música destaca en estos casos, sonando hasta que queda claro que hemos de llorar, aunque no lloremos.
Y la esperanza. ¿Qué sería de nosotros, los humanos, sin la esperanza? Nadie se ha atrevido nunca a llevar a la gran pantalla el verdadero final de Soy leyenda, película ya mencionada y que trata en cierto modo el mismo tema, el del fin del mundo siendo el único superviviente, en este caso siendo los tres últimos. Aquí también tenemos perro majo. Y a Clara Lago apareciendo de la nada para contar una historia que no interesa y sólo sirve para el giro final mal añadido. Y un caballo que sobrevive al frío al que no ha sobrevivido nadie más. Algunas escenas como estas mencionadas y que no vienen muy a cuento -si se supone que apenas queda vida- pero que dan a entender quién es el que más mola en este entuerto. No se explica nada, a pesar de la cantidad de flashbacks cuya intención es sorprender al espectador y revolverle y que carecen por completo de sentido.
No impresionan, ni sorprenden, porque el espectador avezado que haya asistido a más de dos visionados de algo relacionado con este subgénero particular sabe cómo surgen los contagios, en qué consiste la “cura” y qué hay que hacer para salvarse: Si eres el protagonista serás más fuerte que los zombies, si no lo eres acostúmbrate a que tus brazos no puedan apartarles de tu cuello. Claro, me refiero a la nueva hornada de cine y series zombies, donde el personaje principal se aparta de la cara a cuatro zombis educados y pacientes con la mano, no al antiguo mundo-zombi que no esperaba a que te pudieras defender.
Me han llamado friki varias veces en mi vida, por mis gustos, pero nunca lo he sido demasiado en relación a las historias con zombies ahí merodeando, aunque las disfrute. Lo digo porque ya hace tiempo que ser fan de la supervivencia ante no muertos ha dejado de ser de raros y ya hasta Brad Pitt hace mierdas al respecto. Cuanto más incongruente sea el desarrollo del concepto más atraerá a las masas alejadas del frikismo, o al menos a este término tal y como lo entiende el gremio de catalogadores de personas. Extinction, en este sentido, puede llegar a triunfar bastante, ya que mantiene un buen número de incoherencias que la masa zombi eludirá, aunque como no salen muchos zombies, al final la cosa queda en más bien nada, un producto que mezcla dos géneros y los separa de tal forma que ni los amantes de los dramas familiares ni los amantes del terror disfrutarán, y además se va desinflando hacia la mitad.
P.D. Zombis. Zombies. Lo mismo da, si ya cada uno escribe y hace lo que le sale de los huevos con ellos; que si corren mucho, que si van muy lentos, que si son inteligentes, que si pasan hambre y se debilitan, que si el ruido o el olfato, que si es un virus o están muertos y enterrados y renacen. Nimiedades.
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