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Críticas de Strhoeimniano
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
Sisters in Law
Documental
Camerún2005
--
Documental
8
7 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Documental de visión obligada. Si la situación de la justicia en África deja mucho que desear ante la falta de estados fuertes, no nos cuesta nada imaginar, tal como nos muestra este documental, que situación arrastra la mujer en este sistema donde los derechos humanos, sencillamente, no existen ni se les espera. El valor de este documental camerunés es mostrar como la llegada de la mujer a la justicia muda de alguna manera la desprotección ancestral a la que la somete un machismo avasallador e impune. La dureza de los temas que expone (maltratos -tanto a mujeres como a niños: la historia de Manka, una niña huérfana de 6 años torturada por su tía, es horripilante-, violaciones, vejaciones continúas) hace que sea muy difícil de ver.
Florence Ayisi y Kim Longinott se asoman a este mundo, donde comienza a surgir cierta esperanza, con una mirada amplia que nos permite al tiempo que nos acercamos a la víctimas, que nos ponemos “en sus zapatos,” trazar una panorámica sobre la sociedad y los resortes que permiten estas situaciones. Esta mirada, no está ausente de humor; un humor involuntario, pero que surge de las propias situaciones que muestra. Un ejemplo de esto, son las declaraciones de los acusados, las justificaciones que presentan por su actuación; pero más asombroso, y hasta cierto punto humorístico, es ver como la justicia comparte de alguna manera este parecer al contemplar como los abogados que los defienden a estos cabrones comparten (y ven de lo más natural) todo ese machismo abusador. Un machismo que finalmente crea víctimas por partida doble. Por un lado, las propias víctimas en sí; por otro, los/as agresores que siguen reproducciendo los mismos patrones que permiten esta injusticia.
En resumen, un documental necesario que se acerca a un drama inmenso desde una visión esperanzadora.
Strhoeimniano
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10
22 de agosto de 2005
15 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Falta aún por saber cómo será la versión pensada por Scorsese, sin esas mutilaciones que hieren de muerte a la historia de amor entre DiCaprio y Cameron Diaz; mientras tanto “Bandas de N.Y” emerge como una obra magistral, que seguramente irá a más, del mejor director norteamericano vivo.
Su amada N.Y., tan presente en toda su filmografía, es ahora la protagonista absoluta de la película. Scorsese bucea en los orígenes, en esa noche de los tiempos, para mostrarnos de dónde salió toda esa galería de personajes que ilustra otras películas suyas. Así, “Bandas de N.Y” es, sobre todo, una película histórica, que se sumerge no en los grandes protagonistas, sino en aquellos que hacen la “intrahistoria” unamuniana. La preocupación de Scorsese por mostrarnos que todo lo que ocurre en la pantalla es fruto de la investigación llega aquí al extremo. Cada hecho, cada anécdota, tiene su reflejo en las páginas amarillentas de los diarios que circulaban en esa época.
De todo este universo, Scorsese pone su mirada en “Five Points”, una matriz de la que germinará ese N.Y.; y de este crisol, tres protagonistas, escoltados por una galería de secundarios inolvidables, que atan su vida a un destino violento, única respuesta válida en aquel infierno. DiCaprio es la venganza, un sentimiento de furia que no lo abandona en ningún momento de su maravillosa interpretación; Cameron, es la flor rota, la superviviente nata, una buscona que ha enterrado su corazón en lo más profundo; y en la cima de todo: Daniel Day-Lewis. Su interpretación es sobrecogedora, a su lado, todo empequeñece, literalmente hace una carnicería por donde pasa de lo espléndido que está interpretando a la crueldad absoluta en la que se mueve “Bill el Carnicero”. Es la crueldad absoluta. No hay ni un solo rasgo positivo en su personaje, guiado todo él por el miedo (maravilloso el diálogo que explica como el miedo, “un espectáculo de actos temibles”, es el orden de las cosas).
Punto y aparte, merece el diseño de producción. Los decorados de Dante Ferreti están construidos a tamaño natural, con ese amor por el detalle que preside toda la película y que la alejan de la ilusión digital a la que acuden otras producciones para darle una verosimilitud única.
El plano final, sencillamente inigualable: Una N.Y. crepuscular, aún con las dos torres; pero que seguira en pie, porque esta ciudad se construye en las calles.
Strhoeimniano
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7
13 de julio de 2005
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La casa de cera” responde a ese género de terror adolescente que hemos padecido desde “La matanza de Texas”. Bajo estas premisas, la película tiene todos los puntos para diluirse en el olvido; sin embargo, siguiendo al pie de la letra todos los códigos de este género de tan fácil consumo, “La casa de cera” despega de sus antecesoras añadiendo a todos sus ingredientes un ingenio e inteligencia que la salvan de la quema en la que todas acaban.
Como no podía ser menos, la primera mitad se consume en presentarnos a ese grupo de cachorros de cuerpos vigorosos y cerebros poco brillantes que, por supuesto, se tienen que dirigir, la disculpa es lo de menos, a la boca del lobo. Ya ahí, uno empieza a hacer las típicas apuestas a las que te llevan este tipo de películas: ¿Quién morirá primero? Y cuando esto llega, la tensión ya no te abandona en todo lo que queda de película. Este mérito corresponde sin duda a la desenvuelta dirección de Jaume Serra, con una estética a medio camino entre el video clip y el anuncio de turno, pero también conocedora de inspiraciones más clásicas, como a la hora del clímax final donde el derroche de medios no sepulta las sugerencias que el director muestra sobre el origen de esos locos asesinos, así como sobre su atávico final.
“La casa de cera” no es un remarke sobre esta historia tan conocida por los amantes del género de terror; es más bien un cóctel que combina esas referencias con toda la tradición que han traído a este género gente como Romero, Craven o Hooper. Su salvación son las pinceladas que aquí y allá va soltando un guión más elaborado de lo que es habitual. El horror no se instala como en sus predecesoras en un siniestro museo, sino que abre sus puertas para estar presente en todo el decorado (muy cuidado para lo que nos suele ofrecer este tipo de películas) y en un “gore” que no escatima el humor negro a la hora de presentarse.
“La casa de cera” no pretender ser más de lo que da; pero esto lo hace de una manera sobresaliente.
Strhoeimniano
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Se levanta el viento
Japón2013
7.2
15,351
Animación
10
6 de mayo de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es redundante decir que cada nueva obra de Hayao Miyazaki es un breve, pero intenso encuentro, con una técnica, la de la animación, que en sus manos alcanza ese ARTE que se escribe siempre en mayúsculas y con una sensibilidad tan, pero tan acusada, que te acuna desde el primer fotograma. La mala noticia, para las personas que caímos hechizados desde su magistral “Heidi,” es que esta es su última obra, el adiós que nunca deseamos que llegara; la buena, es que “El viento se levanta” es una película sorprendente y magistral a partes iguales.
Miyazaki se retira quizá con la propuesta más madura que ha salido de su portentoso magisterio. Es cierto que sus películas de animación nunca fueron del todo infantiles, aunque sí plagadas de una fantasía que las hacía (maravillosamente) distintas a las propuestas de otro gigante (abusón) de las películas animadas como es la factoría Disney; pero aquí su órdago es un poco mayor pues explora un período bastante vergonzoso de la historia japonesa: el Japón Imperial (y belicoso) previo a la II Guerra Mundial. Esto en sí ya es un desafío, pues no olvidemos el regusto pacifista y medio ambiental que recorre con tenacidad toda su obra, así que tratar un período que personifica justamente lo contrario de lo que defiende este autor desde siempre, hace de este soberbia película uno de los mayores retos que ha acometido. Y lo hace, como siempre, desde una sensibilidad muy, muy especial, ajena a toda la épica que vivía el país nipón.
Desde el primer fotograma, Miyazaki subraya la importancia de los sueños; de hecho, si hubiera que resumir su propuesta sería esta afirmación el hilo que cose este espectáculo colorista e íntimo que es “El viento se levanta.” Para esto nos acerca a la figura de Jiro, ingeniero aeronáutico que diseñaría una de las joyas de la aviación nipona: el caza Mitsubishi A6M Zero, recreando los aspectos más importantes de su vida. Pero no crean que estamos ante una biografía al uso. Jiro, corto de vista desde niño y por lo tanto incapaz de volar, decide perseguir su sueño entrando por la puerta de atrás: diseñando aviones. Esta decisión surge del encuentro (en un sueño) con otro diseñador: el italiano Caproni. Este solapamiento entre sueño y realidad será casi una constante a lo largo de la película y visualmente quedas anonadado ante la maravillosa técnica y sensibilidad con la que acomete estas traslaciones. Pero esta belleza con la que nos premia, no logra ocultar la árida realidad que se está tejiendo. Es alucinante cómo Hayao Miyazaki logra expresar lo que no se ve, por ejemplo cuando recrea la estancia de Jiro en la Alemania nazi, o el propio clima militarista que asoma sus fauces en los “clientes” de la empresa para la que trabaja. Todas esas breves pinceladas consiguen que atisbemos el horror que teñirá ese período y también la futilidad de toda guerra como solución. Todo esto desde un clima reposado, que deja que los planos respiren y asomen todo su contenido, incluso en los momentos en los que la intensidad dramática alcanza su clímax: el terremoto que desbasta Tokio, las secuencias de las pruebas de aviación, etc. Momentos que en el cine actual descompondría en una infinidad de planos y ángulos, Miyazaki lo desarrolla desde un aliento sereno y bello. Y todo, sin más armas que su asombroso dominio del dibujo y el color. La película, en este sentido, está plagada de secuencias en las que sencillamente te quedas pasmado por la cantidad de elementos que anima. Todas las secuencias urbanas son espectaculares. Ver cómo articula toda esa masa de seres hasta dotarlos de vida te hace creer que el dios de la animación existe y este no es otro que Hayao Miyazaki. Pero el mismo logro está en las secuencias más íntimas, en los espectaculares paisajes que dibuja, en ese viento que no se ve pero que está ahí con la fuerza de un ciclón, en las emociones que dibuja en esa historia de amor que vive con Nahoko (extraordinaria la secuencia en la que un avión de papel tejera en el aire las palabras que calla el corazón), en la paleta de colores que usa, en esa delicadeza (tan nipona) que recorre todos sus dibujos.
Un viento suave se alza y crece. Síguelo, te llevará al Olimpo de la animación, a ese arte que Hayao Miyazaki deja huérfano, pero con una última obra incontestable. Disfrútala, vivirás un sueño.
Strhoeimniano
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8
26 de abril de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El actor Jean-Marc Barr, en colaboración con el guionista Pascal Arnold, nos ofrecen en “American Translation” una historia de amor absoluta. Es cierto que no es la típica historia de amor, así que estamos ante una película no apta para todos los gustos. Aquí no vas a encontrar ni el paisaje ni el paisanaje habitual en estos films, pero sí, desde una coherencia categórica, te harás cómplice de una pareja situada fuera de la normalidad (o de lo que entendemos por tal). Tomando como premisa una serie de estudios entorno a las psicopatías, añade estos apuntes y rasgos a la pareja protagonista dotándolos no de verdad (los hechos que nos cuentan no son reales), pero sí de verismo atroz en cada una de las situaciones que viven en su cruenta singladura: Aurore (Lizzie Brocheré) y Chris (Pierre Perrier). La película está llena de aciertos. El primero de ellos, su encuentro. Aunque en la sipnosis que se ofrece figura como “casual,” la inteligencia de estos autores muestra, dentro de esa casualidad, cómo la rareza, la excepcionalidad de cada uno, es detectada inmediatamente. No hay nada que explique este encuentro, tan solo esa intuición de saber que el otro guarda dentro de sí lo mismo que tú. Desde posiciones contrarias (Aurore es una joven burguesa sin ocupación alguna sostenida por su rico padre, mientras que Chris es un obrero, un buscavidas jugador de póker, que vive en una furgoneta) inician una relación de entrega absoluta. De hecho está muy bien ilustrado la “transferencia” que se produce entre estos dos personajes hasta que los dos son uno. En un inicio, podemos pensar en Aurore como una cómplice pasiva llevada por la adición que tiene por su amor hacia Chris; pero como digo, la simbiosis entre ellos será perfecta compartiendo el mismo gusto. Otro acierto de la película es cómo se produce la entrada de esa rareza que comparten. Lo habitual en la vida es que esa “trastienda oscura” que cada uno de nosotros lleva, permanezca lo más oculta (y a ser posible, domada). En “American Translation” no ocurre así. Chris, sabiendo que ha encontrado al amor de su vida (creencia que ambos comparten), decide que la mejor manera de amarse es mostrarle a su pareja la persona que realmente es. Y esa persona, tan atractiva, guarda en sus entrañas un psicópata que, lejos de ahuyentar a Aurore, termina por atarla de modo irremediable a su amante. De algún modo, el vacío que percibimos en Aurore, es llenado por todo lo que ofrece Chris. Aquí hay que destacar la asombrosa actuación de estos protagonistas. Tanto Lizzie Brocheré y, sobre todo Pierre Perrier, alcanzan una altura asombrosa en sus actuaciones. A esta verdad que ellos transmiten, se suma la que logra la hábil dirección de Barr y Arnold. Imagino que algo tendrá que ver que Barr, como actor, colaborase en varias ocasiones con Lars von Traer. Lo cierto es que, cámara en mano, y sin que resulte mareante, con una planificación sencilla, consiguen un documento honesto sobre estos feroces amantes sin que en ningún momento asome juicio alguno, pues todo lo que se muestra, se enseña desde una desnudez que acerca a los personajes hasta que, como digo, llegas a hacerte cómplice. Hay momentos de una inspiración inmensa. Una de las mejores secuencias es la que ilustra la muerte de un jovencísimo chapero. Generalmente, en el cine las muertes se despachan pronto y a ser posible de un modo espectacular. Esta secuencia, mostrada en sonido directo y sin ningún subrayado musical, la agonía nos es ofrecida en un “tempo” sin elipsis que llega a hacerla insoportable y, por tanto, magistral y reveladora. Otro acierto es acercarse a la pasión de esta pareja desde una franqueza que algunos pueden tildar de pornográfica, pero que dada la crudeza de la película, yo entiendo que es más que necesaria, pues cualquier censura perjudicaría esta pequeña joya. Una joya que seguramente ganará con el paso de los años.
Strhoeimniano
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