Es una verdad impepinable de la estética que es la distancia la que permite la representación. Cuando uno se arremanga y se enfanga hasta las cejas ocurre lo mismo que cuando uno fuma demasiado crack: pierde uno la capacidad de síntesis. El dolor, igual que el amor, nos ciega y nos roba la capacidad de separarnos de lo que nos afecta. De ahí que muchos sujetos y sujetas sientan la necesidad permanentemente de estar enamorados y/o deprimidos pues , al fin y al cabo, el zombie es el organismo que mejor escapa a los mecanismos de la conciencia.

A Spike Lee debe de haberle dolido mucho lo de las torre gemelas y es por ello que en esta película sólo nos cuenta trivialidades. Tonterías, eso sí, cargadas de dramatismo. Una película puede mostrar el sufrimiento y ser consideraba bella. Otra muy distinta puede explicar sus causas y ser muy hermosa. Una película en la que el sufrimiento se articula con finalidades didácticas y/o elegíacas puede como mucho llegar a entretener.Ésta ni siquiera llega e eso: apesta a artificio.

La única con glamour de toda la película es la hija pequeña. La madre podría haber tenido algo de glamour si hubiera conseguido callarse.Ya lo decía Wittgenstein: ninguna palabra más , un acto. Y el caso es que la mujer lo intenta pero intentar las cosas del único modo en que uno sabe hacerlo equivale al fracaso directamente.Lo que viene a demostrar que uno no llega a la desesperación a través del fracaso, sino que es la desesperación la que conduce en primer lugar al tabaquismo. Una vida desesperada no halla salida ni éxito ni amor. Una vida desesperada es como la radioactividad: lo acaba pudriendo todo. La hija pequeña lo sabe, pero ella es inmune porque tiene glamour.

No hay femme fatale ni volutas de humo ni esposos cornudos ni cadillacs alargados , así que de cine negro vayan olvidándose pero ya. La intriga periodística es bastante débil y en ningún momento llega a sorprender. Esto no es más que un producto puesto al servicio de la estampa larguirucha de James Stewart. Correctamente realizado, decentemente interpretado pero carente de toda profundidad e interés. Por si fuera poco, como ya se ha apuntado, la resolución de la trama deja un montón de flecos en el aire, hecho que viene a demostrarnos una vez más su condición de bollería industrial. Me gustan mucho el sombrero de Stewart y sus trajes y en esta película los luce bastante bien. Ojalá a mí me quedaran igual. Cabe destacar también el modo en que lee los periódicos el protagonista porque la gente ya no los lee así cogiéndolos con las dos manos y con semejante afán. Es más: la juventud ya no lee periódicos y , gracias a ello, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la idea de progreso tiene base empírica y no es un invento de la Ilustración.En los tiempos que corren, sólo algunos marxistas nostálgicos insistirán aún sin sonrojarse en la necesidad de llevar sombrero y defender la libertad de prensa para excarcelar a todos los reos inocentes y desfacer los múltiples entuertos sociales. Rectifico:los estudiantes de periodismo también podrían hacerlo; lo que pasa es que visten fatal.

Pero esta serie no va sobre la mafia, la cosa nostra o la camorra. Va sobre la pachorra y lo mucho que le pesan los testículos a Tony Soprano y, tanto es así, que el espectador ha de tenerlos muy gordos para poder terminarla. Yo, por mi parte , me quedé en la tercera temporada defenestrado por el sopor que me producían las vicisitudes grotescas de esta familia de tortellinis.Como retrato sociológico la serie sin duda alcanza cotas que ya las quisiera para sí Berlanga, pero ,narrativamente hablando, esta serie es un cáncer terminal. De hecho, en las universidad teníamos un profesor de filosofía social que siempre la ponía de ejemplo a la hora de hablar del capital social y las relaciones de poder. Toscano, claro, seleccionaba los textos que le interesaban para su lección porque nunca nos aclaró qué tenían que ver las relaciones de poder con el episodio de la menstruación de Meadow o el capital social con la oligofrenia de la que hace gala la matriarca del clan. A mí, la verdad, es que todo esto se me escapa, que ya tenía yo bastante con leerme los textos de Kymlicka y Weber antes de que Toscano preguntara con voz de ultratumba:"¿ alguien se ha leido los textos?". No obstante, mi consejo es que si les fascina la sociología costumbrista del hampa pero ,al mismo tiempo, no quieren acabar momificados, opten por un plato con más sal y menos tocino. Vean " Uno de los nuestros " que al menos es divertida y no dura siete temporadas.

Hagan zoom y comprobarán que la "o" de Ox-Bow está hecha con una soga de las de ahorcar. El vaquero en primer plano levanta el puño como cantando la internacional y todos los mariachis de atrás están como hiperactivos. Lo mismo se apuntan a un ahorcamiento que a una fiesta de pijamas y así no hay épica que valga. A Fonda le toca el papel de héroe cuando a él lo que le hubiera gustado hubiera sido una buena reyerta con lanzamiento de sillas de saloon, botellas de whisky en la crisma y mamporros amorosos, es decir, algo más lúdico y menos protocolario. En general, todos los actores están ahí ahorcando sin mucha fe y con ganas de que llegue ya el epílogo y la justicia los ponga a todos en su cartel. Y es que masturbarse con la justicia es muy divertido siempre que el cartel sea el de" Anatomía de un asesinato".