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Críticas de Anibal Ricci
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Críticas 354
Críticas ordenadas por utilidad
8
17 de octubre de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante cinta colombiana acerca del choque cultural entre los llamados civilizados y aquellos pueblos originarios de la selva amazónica. Se basa en los diarios de un etnógrafo alemán y de un botánico estadounidense. Ambos son introducidos al mundo salvaje por el chamán Karamakate (el último de los cohiuanos), al etnógrafo lo guía en 1909 y al botánico, cuarenta años más tarde. Ambos científicos van tras la búsqueda de una planta medicinal, la yakruna, siendo el norteamericano el que sigue las anotaciones del alemán, que pereció en la selva, donde el director plantea (en la voz de Kamarakate) que el chamán le está enseñando el origen del universo, el secreto del río amazonas, la serpiente que va a abrazar al biólogo con su sabiduría. Hay que dejar en claro que no se trata de un documental: la fotografía en blanco y negro cumple con aportar mayor verosimilitud al relato, pero la ficción contiene exageraciones con el objeto de potenciar el mensaje: los colonos trajeron la violencia al territorio y los religiosos impusieron creencias ajenas (secuencia digna de Buñuel) que los indígenas adoptaron al pie de la letra, mostrando a un supuesto mesías que ofrece su propia carne, mezcla de canibalismo y catolicismo que alienó a los aborígenes, apartándolos de su cultura ancestral, desarrollada en armonía con la tierra y no mediante la explotación del caucho que significó esclavitud y torturas a los nativos. En la mitad del metraje, Karamakate le dice al botánico norteamericano que «algo salió mal… que ahora (los indígenas) están en el peor de ambos mundos», perdieron su cultura y adoptaron creencias que no entienden. La nitidez de los sonidos de la selva, unido al crisol de lenguas (español, portugués, alemán y lenguas amazónicas), ayudan a reflejar otra visión del origen del universo, estableciendo un paralelo a las nociones teológicas provenientes del mundo cristiano. Hay semejanza con el investigador de la novela «Los pasos perdidos», de Alejo Carpentier, que buscaba instrumentos primitivos (en vez de una planta medicinal), pero dicho viaje siempre estuvo relacionado con la presencia de la mujer (esposa, amante e indígena), siendo la figura femenina (la nativa Rosario) un nexo fundamental para establecer una relación entre el hombre y la madre naturaleza. La visión del director colombiano, en cambio, plantea un pasaje a la sabiduría en ausencia del mundo femenino.
Anibal Ricci
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9
19 de julio de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia particular de gran alcance, muy bien contada. Se nota cuando un director (guionista) sabe de qué está hablando. El tablero de juego es original: el mundo de los creadores y fans de los cómics. Las piezas son tres, una mujer y dos hombres, hipotético triángulo amoroso que no resultará para nada clásico. La anécdota que dispara el conflicto es clisé, una fantasía masculina que se desarrolla, al comienzo, dentro de los márgenes tradicionales de una comedia romántica, pero cuando Holden (Ben Affleck) le presta oídos a Banky (su colega dibujante), la relación que Holden ha entablado con Alyssa Jones (Joey Lauren Adams) sufre un revés debido a las particulares definiciones de “normalidad” de cada uno de los protagonistas. Los personajes secundarios también aportan visiones estereotipadas, pero es a partir de sus consejos (en tono de comedia) desde donde surge el lado humano y “verdadero” de la cinta. Los giros del guion van desde lo superficial a lo profundo, desde la comedia al drama, pero llevan el tema de las relaciones homosexuales (heterosexuales también) al terreno peliagudo del no retorno, de aquellas palabras que nunca debieron ser dichas y, por extrapolación, de aquellas acciones que van más allá de lo tolerable. El punto exacto en que una relación única se quiebra para siempre y deja atrás una estela de arrepentimiento. El desenlace es tan rudo que el espectador queda suspendido en la incredulidad, en cómo, de un momento a otro, las cosas se pueden echar a perder tan violentamente.
Anibal Ricci
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8
29 de agosto de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Dios le castigó, poniéndole en manos de una mujer» (Libro de Judit, 16, Cap. VII) es el epígrafe de la película, como también de la novela del austriaco Leopold von Sacher-Masoch (escrita en 1870 y que aborda el origen de las relaciones sado-masoquistas). Esta última sirvió de inspiración para la obra del dramaturgo David Ives (nacido en Chicago, 1950). El protagonista de la cinta (Thomas), por su parte, hace su propia adaptación de la obra, ahondando en los abusos infantiles como origen del amor sado-masoquista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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7
8 de septiembre de 2020
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso en el final no tiene compasión con el espectador y por eso es una película jodida. El protagonista no siente compasión por sus padres ancianos, sólo rabia porque siempre le recordaron que sería un perdedor. El tiempo nos hace añicos y los despojos que van quedando ojalá envejezcan al lado de alguien cariñoso, que no es lo mismo que un mentiroso, quien perdona los errores que vas a cometer, la película es lúgubre y cerebral, pero ojalá no sigas compartiendo con ese ser poco compasivo, todo es tan efímero para Kaufman (el tiempo juega con nosotros) los logros son los logros que imitaste de otros, no tienes espacio para ser auténtico y la mujer que amas le dice a tus amigos que no sabes tomar decisiones, pero tú la amas y ella te destruirá. Tarde o temprano cometerás un error, verás la película equivocada y confundirás a los actores. Los imperdonables es un western crepuscular y su protagonista no es James Stewart, no seas idiota es Clint Eastwood, conduce a casa, hace tiempo que vengo pensando en dejarte, estoy deprimida y siempre tarareas esa canción, ojalá no digas una palabra antes de llegar al departamento, quiero una casa de verdad, pero nunca tendrás el dinero suficiente, mañana mismo voy a dejarte, ese cuchitril jamás será un hogar.

El exceso de voz en off permite al espectador percatarse de las soledades humanas, lo que no te atreves a verbalizar es lo que deseas y deseas que te vean, contratada por una famosa galería de arte, que sólo vea el talento que llevas tan oculto. No es la trama, pero es la idea. La primera media hora es un viaje para visitar a los padres del novio, se conocieron hace seis semanas y ya sabe (instinto darwiniano) que ese hombre no será capaz de criar a sus futuros hijos. Esta relación es tan inútil, la pasamos bien o no la pasamos tan mal, me estoy acostumbrando y no encuentro la hora para decirte que ya basta.

Charlie Kaufman y su magia de reflejarte contra un espejo. Contra es una palabra negativa, pero es que este director guioniza cada vez más oscuro, profundo en el sentido retorcido, como si el paso de los años (ya tiene sesenta) lo volvieran un despiadado observador que desnuda la miseria humana, ya no tanto su falta de empatía desprovista de compasión, sino una frialdad que convierte cada paso en algo peor, como si esa amargura rodeara todo el entorno.

Los personajes se definen por todo lo que le ocultan a la pareja. Como si estuvieran ensayando para una obra de teatro acerca de otras personas (ellos mismos) que el resto de los mortales percibe como geniales. Están juntos por conveniencia social, por eso el novio está aterrado de que la novia conozca a sus padres y vea en ellos su carácter deformado. Ese sótano está vedado, esa parte de la casa debería ocultar sus miedos.

Esto es buen cine, el espectador busca su reflejo y lo interpreta a su gusto. Kaufman es el coreógrafo de tu propia trama y de paso te quita la fe y esperanza. El ser humano es egoísta en extremo, si no te has dado cuenta, este director te abrirá los ojos. Te haces una idea de tu pareja, pero esa imagen es egoísta, es la parte bella que deseas que vean los otros. Kaufman es cáustico, pero quizás lo que insinúa es una advertencia para que no te estrelles. No es la trama, pero es la idea. La falta de compasión nos hace miserables, incapaces de apreciar un error encantador, un yerro que no hace mal a nadie, pero jamás lo perdonarás, porque él tampoco va a perdonar a sus padres. Están viejos y aún en su demencia siguen maltratándolo, saben que lo suyo con esa chica no va a durar. Ella es inteligente y tú sólo te has esforzado. Eres un gran maestro, pero tus alumnos apenas aprenderán rudimentos de alguien tan poco talentoso.

Un estúpido se cree feliz porque ama a esa persona que no entiende. El novio forja la imagen del ser amado, la idolatra y no se percata del rencor que ella oculta. La mujer podría entenderlo y hacerlo más libre, pero en cambio siente odio por esa felicidad en sus ojos. Nunca la ha conocido, prefiere creer que ella lo entiende, pero la verdad es que entender al otro es casi un imposible para este director.

Kaufman encierra un exceso de pasado donde es difícil imaginar un futuro. El futuro es sólo vejez, demencia, es insoportable.

El último cuarto se vislumbra tormentoso y es literalmente malo, pretencioso y carente de una estética coherente con el resto del relato. Kaufman nada como un pez entre la desesperanza, pero su visión del amor es tosca y al final pierde las riendas y la compostura. En los últimos quince minutos el resplandor de su mente desoye a sus recuerdos y deja de ser eterno para este cinéfilo.
Anibal Ricci
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8
17 de diciembre de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Lust for Life», de Iggy Pop, música de fondo en una fiesta de lanzamiento de un nuevo videojuego. «Sabes, tengo pasión por vivir», podría interpretar a la dueña de la empresa, Michèle Leblanc (extraordinaria Isabelle Huppert), exitosa mujer de cincuenta años, elegante, dueña de la escena. Pero esa verdadera lujuria por la vida es comandada por su cerebro, hace lo que le place dejando al corazón de lado.

«Elle» funciona también como una reivindicación de la mujer fuerte, la matriarca que vela porque su familia viva sin sobresaltos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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