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Críticas 427
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
17 de marzo de 2015
79 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es Robert Durst un asesino esquivo y maquiavélico o es una persona con una desgraciada tendencia a estar en el momento y lugar equivocado (o sea una especie de gafe: jinx en inglés)? Ese es básicamente el enigma que trata de desentrañar esta estupenda serie documental realizada con gran virtuosismo y que indaga en los aspectos más oscuros del ser humano.

Me puse a verla atraído por el revuelo mediático provocado por el último capitulo emitido en Estados Unidos (incluso el humilde periódico de provincias que suelo leer por las mañanas, mientras me tomo un café en el bar, siguió el caso durante varios días). Y debo decir que desde Breaking Bad no me había apasionado tanto una serie televisiva. The Jinx corrobora el conocido proverbio que asegura que la realidad siempre acaba superando a la ficción.

La personalidad fascinante y amoral de este acaudalado heredero de una gran empresa inmobiliaria neoyorkina acusado de matar, a lo largo de los años, a tres personas pertenecientes a su entorno más próximo (entre ellas a su mujer) te acaba atrapando tanto como los mejores villanos de ficción. Y tras tanta incertidumbre y misterio, el final es realmente ontológico, un impactante golpe de efecto que, de haberse producido en una película de ficción, hubiera despertado la incredulidad del público. En cambio lo que sucedió es que, en una mutua retroalimentación de realidad e investigación documental, los nuevos datos aportados por la serie han permitido la reanudación inmediata del proceso judicial contra este intrigante y rocambolesco personaje.
7 de diciembre de 2006
96 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente no hay palabras para describir la intensidad emocional de esta película. Creo que en ninguna otra película he derramado tantas lagrimas. A mi juicio ese es su mayor merito: la increíble pericia y sensibilidad para emocionarnos en lo más profundo. Y todo ello, sin más armas que una buena historia transitada por unos personajes entrañables. Unos personajes, que como casi todos nosotros, viven escondiendo unas profundas heridas, cuyo último destino -no podría ser de otra manera- es remontar el pozo de la verguenza y la culpa, y finalmente salir a la luz. Es en esta exteriorización donde se encuentra la llave de la curación. Y a la postre, también del perdón.
7 de abril de 2024
80 de 92 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven buscavidas sin escrúpulos queda fascinado por una pareja adinerada de la cual se aprovecha, llegando incluso al asesinato y a la suplantación de personalidad. Sobre ese mismo tema se han hecho varias películas, pero me ha gustado este nuevo enfoque en forma de serie de la famosa novela de Patricia Higsmith. Un enfoque más pausado y atento a los detalles, donde brilla una magnífica fotografía en blanco y negro que, aunque algo fría en su nitidez digital, nos retrotrae con acierto a esa fascinante Italia de finales de los cincuenta y principios de los sesenta inmortalizada en películas míticas como La Dolce Vita.

Como elemento negativo cabe señalar que el actor protagonista resulta demasiado mayor para interptetar a Ripley (21 años más que Delon cuando interpretó al mismo personaje), y aunque en la serie Ripley tenga treinta y tantos años en vez de veinte y tantos, Andrew Scott (magnífico por otra parte como esquivo psicópata desalmado y embaucador) sigue siendo demasiado mayor, pues está más cerca de los cincuenta que de los cuarenta.

Lo peor de la serie, sin embargo, es el inverosímil capítulo final, que le deja a uno un mal sabor de boca de lo poco convincente que resulta. Y sigo en spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ese patético encuentro veneciano del final, en una sala en penumbra a lo Caravaggio, entre Ripley y el comisario de policía, en el que este último es incapaz de advertir, de modo absurdo, que su interlocutor es la misma persona (por mucho bigotito y barbita que se haya dejado) a la que ya había interrogado largamente en Roma, resulta de lo más inverosimil. Tal vez podía tener una mínima credibilidad en la novela, pero trasladado en imágenes resulta tan implausible, tan forzado, que casi echa por tierra la credibilidad y el realismo de la serie. Porque aún suponiendo que el comisario apenas le hubiese visto la cara a Ripley en esa sala en penumbra (cosa absurda también); ¿es que acaso Ripley no tenía la misma voz y manera de hablar que cuando se hacía pasar por su bohemio y adinerado amigo Greenleave en Roma? Ese reconocimiento, en todo caso, debiera haber llegado de modo inevitable cuando al termino de la reunión se despiden ambos desde una distancia muy próxima (aunque vistos desde muy lejos y desde arriba, como para impedir que el espectador calibre las implicaciones de esa cercanía física).

La actitud final de la novia de Greenleave, por otra parte, también resulta bastante inverosímil, pues sus persistentes reticencias y sospechas acerca de Ripley parecen disolverse de un plumazo precismente cuando la (supuesta) actitud incomprensiblemente elusiva del novio, y la venta del barco, y el súbito enriquecimiento de Ripley son motivos sobrados para sospechar de Ripley todavía más.
30 de junio de 2007
60 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que destila las esencias hedonistas y a la vez trágicas de la civilización mediterranea (¿Y qué hay más puramente mediterraneo que la antiquísima Creta?). A pesar de sus aspectos desgarradores "Zorba el griego" se erige en un auténtico canto a la vida simbolizado por ese ENORME Anthony Quinn en uno de los papeles de su vida (el otro fue en La Strada, curiosamente dos películas filmadas en Europa). Después de verla dan ganas de bailar y bailar un arrebatado sirtaki, apurando la vida hasta la última gota (incluyendo unos buenos tragos de vino).
Y qué decir de la fascinante y bellísima Irene Papas: al igual que el personaje interpretado por Alan Bates, me enamoré de ella, como lo oyen.
Lástima que no la pasen por la tele ni a las tres de la madrugada. Las nuevas generaciones deberían olvidarse por un momento de llenarse la cabeza con los bits epilépticos de la Nintendo, y aprender algo de la ternura y la llana sabiduría que transmite el personaje interpretado por Anthony Quinn.
19 de abril de 2007
50 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas estas interpretaciones de la película en clave de "analisis del proletariado" y de "cristianismo" me parecen algo esquemáticas. Para mí es, ante todo, una buena pelicula sobre una prostituta (soberbia Anna Magnani) que busca redimirse a través del amor y las esperanzas que tiene hacia su hijo descarriado. Lo del proletariado y el cristianismo, pues bueno, algo hay; pero tambien hay acueductos ruinosos, delincuencia juvenil, amor desbocado, nihilismo existencialista, ritos de paso adolescente, e incluso los descampados presentes en tantas películas italianas, símbolos del territorio fronterizo entre dos mundos.
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