Pues no entiendo a que se debe tanto alboroto con esta serie. Después de tener muy buenas experiencias con el cine coreano me aventuro a probar con una serie. Lo más probable es que no vuelva a repetir.

La historia es de risa y los personajes están dibujados con brocha gorda. Malos con mucha pose y cara de comer demasiado arroz, sólo echo en falta alguno con una cicatriz en la cara.
Técnicamente es muy pobre, muy cutre, en la línea de “Rex, un policía diferente”. No puedo entender que teniendo en Corea maestros dirigiendo escenas de acción como Kim Ji-Woon, se conformen con grabarlas al estilo de moda, al estilo “Documental”, ya se sabe, ese estilo en el que le cedes el control de la cámara al tío del equipo que tenga párkinson (¡OJO! Que esto hecho bien puede darte piezas resultonas como demuestra la trilogía de Bourne. Pero esto es abusar).

El montaje sin comentarios, en las persecuciones a veces tiendo a creer que el perseguidor ha adelantado al perseguido y de repente me doy cuenta que no, que simplemente se trata de John Ford montando otra versión de “Centauros del desierto”, madre mía…

La banda sonora floja. Aparte de aburrir hasta a las vacas, es un pastelazo con canciones colocadas sin orden ni concierto que a ratos no cuadra con lo que se ve en pantalla.

Y esas escenas románticas que se encuentran a medio camino entre la temporada de otoño del corte inglés y un anuncio de compresas.

¿A favor? Que a pesar de ser un bodrio engancha. Aunque también me enganché a “Pasión de Gavilanes”. Así que nunca se sabe…

Aún y todo le pongo un 6, por las risas que me he echado y porque puede que me haya pillado en un mal momento.

Madura historia de violencia, Affleck nos presenta una historia de ladrones y policías en un barrio irlandés de Boston.
Sin ser un guión innovador, convence al ser una película bien hecha, fotografía y música correcta y buenas interpretaciones.

En esta historia nadie hace apología de nada. Dura filosofía de vida y amor.
Puede que nos acabe gustando Affleck más como director que como actor.

Puedo entender por qué generó tanto revuelo. Nadie esperaría tanta violencia pasados esos primeros minutos tan pausados. Ahí es cuando la película pisa el acelerador.

Que manera tan estética de recrear la violencia, hacía un par de películas asiáticas que no veía tanto mimo a la hora de cometer un asesinato; y menos aún, tanto mimo a la hora de representarlo en pantalla.

Me parece ver como Nicolas Winding Refn ha conseguido hacer a la americana lo que Takeshi Kitano hizo en su día con la violencia y la serie B. Tarantino ha ensalzado el estilo, Winding Refn le ha dado estilo y bastante más mimo (Tarantino abusa de mashups estéticos y referencias cinematográficas para mi gusto).

También es cierto que me ha costado un rato darme cuenta que la historia era contemporánea, el estilismo ochentero (qué BARBARIDAD de banda sonora) cuidado al detalle.

Como contrapunto, veamos… si basas una película en la estética y descuidas ligeramente los personajes y te conformas con una historia mediocre puede salirte una gran película, pero nunca una obra maestra. No llego a entender las motivaciones de Ryan Gosling (un poquito de background al personaje no le vendría nada mal). Además, parece que Ron Perlman solo sabe hacer de Ron Perlman.

Aun así, que buen e insano entretenimiento.

Esta obra es un plato de merluza. Te tomas tu tiempo en descubrir como se cocina, vas al supermercado y cuidadosamente seleccionas los ingredientes ideales para que tu plato sepa exquisito. Una vez en la cocina, mides las cantidades con mucho mimo – el horno se encuentra a la temperatura adecuada- y entonces coges la merluza perfectamente colocada en su bandeja con todos los ingredientes añadidas y la horneas. Una merluza magnífica, espléndida, al comértela te sabe a gloria. Pero ese maldito olor a pescado no se va de tu cocina. Te limpias las manos repetidas veces con jabón y ahí sigue ese olor. Incluso, el siguiente plato que cocinas al horno –un magnífico pollo asado- huele y sabe ligeramente a merluza. Qué buena estaba la merluza, pero, ¿Por qué huele todavía mal?

Magnífica fotografía. Magnífica iluminación. Magnífica edición. Magnífica postproducción. ¿En qué demonios ha fallado?

Todo se trata de un juego de máscaras, un juego de engaños. Una mentira detrás de otra mentira dentro de una enorme mentira. ¿Este documental? Más falso que una moneda de tres euros.

Bart Layton, me ha tomado un rato seguirle la pista a través de internet, parece tener su nombre atado al cine más como productor que como director o escritos, documentales con nombres como “After Armageddon” o “16 for a day”. Nada morboso si me preguntáis a mí.
El caso es que este documental nos habla sobre Frédéric Bourdin, un francés nacido en 1974, apodado “El camaleón” debido a que durante su vida suplantó unas 500 identidades, siendo la más sonada la representada en este documental, cuando en 1997 convenció a una familia de Texas de que era su hijo desaparecido años atrás. Un hijo de algeriano de pelo y ojos oscuros suplantando la identidad de un niño tejano con el pelo rubio y los ojos azules. Ver para creer. Todo esto por supuesto, si estás dispuesto a creerte la historia que Bourdin desea contar, un reconocido impostor que ha hecho de la mentira su forma de vida.

Y es aquí donde yo creo que la película hace aguas, todo es demasiado perfecto para un documental. No me malinterpretéis, no quiero con esto decir que un documental tenga que estar grabado para ser auténtico, pero una iluminación tan cuidada, una composición fotográfica escogida con tanto mimo o una banda sonora que trata de mantener el tono de tensión alrededor de la cinta restan muchos enteros de credibilidad.

He leído alguna crítica comparando este documental con “Exit through the gift shop”. Muy cierto es que el documental dirigido por Banksy juega con una finísima línea de separación entre realidad y ficción, sin embargo, con Banksy jugamos en terreno conocido y a pesar de lo turbias que son las aguas al menos podemos concluir que Banksy es Banksy y Shepard Fairey es Shepard Fairey; y que, al menos, existen de verdad. Por ínfima que sea transmite cierta noción de realismo y además se apoya perfectamente en material original. Tras todos los escenarios de “The Imposter” y todas sus actuaciones apenas encontramos un resquicio para material original y aún menos para un ápice de credibilidad.

Inteligente y divertida, Woody Allen nos presenta otra comedia no apta para los gustos de todos los públicos ya que de inteligente puede resultar pedante y pretenciosa (porque de alguna ligera manera lo es).

Magnífica ambientación; color, vestuario, música... genial.
Allen reafirma su dominio interpretando hipocondríacos y maniáticos (aunque ésta vez le dará una vuelta de tuerca más al personaje y tratará de hacernos creer que además es un mujeriego).
Helen Hunt parece una mujer hecha y derecha, Aykroyd nos convencerá como el jefe que engaña a su mujer y Charlize Theron será la perfecta femme fatale.

Realmente me supuso una delicia, aunque como comento en el título de esta crítica, "Balas sobre Broadway" me pareció mejor.