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5.2
681
5
19 de diciembre de 2010
19 de diciembre de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muerte a 33 r.p.m., de título original “Trick or Treat”, fue uno de los pocos acercamientos al cine como director de Charles Martin Smith, habitual protagonista de capítulos sueltos de televisión y a partir de sus incursiones tras la cámara, también como director de capítulos ocasionales. La película narra la historia del joven Eddie Wienbauer (Marc Price), que sufre acoso escolar, problemas de adaptación, sentimentales y de rendimiento entre otros. Pero encuentra refugio a su frustración en la idolatría incondicional a la estrella del rock Sammi Carr.
Sammi Carr es un cantante de heavy metal que casualmente es del mismo pueblo y estudió en el mismo colegio. Un tipo excesivo y censurable que constantemente es vapuleado por los sectores más conservadores del país por sus espectáculos de violencia y sexualidad desbocada. Eddie Wienbauer cree vivir una vida paralela a la estrella del rock, que salió de aquel lugar de odio y provincianismo para ser un azote social de los buenos, una estrella del shock-rock que dirige las pautas de una revolución que solo algunos como Eddie saben entender.
Pero un día muere su ídolo en un incendio y entonces todo empieza a cambiar. El último disco que grabó Sammi Carr (del que solo hay una copia) llega a manos de Eddie, disco que será la puerta de entrada de la malograda estrella del rock desde el otro lado.
Filme plagado de actores de televisión que crea cierta expectativa, pero que va decayendo a medida que avanza la película tanto por falta de actores fuertes como por tópicos resolutivos que dejan a esta película como un resultado de tercera.
Es en definitiva una película teenager de tercera con serias alusiones a diversos temas como el mito de Fausto, la automarginación adolescente, la idolatría.. Pero resueltos pobremente.
A título anecdótico, lo más destacable son los cameos de Gene Simmons como locutor de radio y sobretodo de Ozzy Osbourne como predicador televisivo en una cruzada contra el metal y la obscenidad.
La banda sonora es de lo mejor de la película, toda ella del grupo Fastway, una de tantas promesas del hard rock de los 80 que se quedó en nada, pero que tenía cierto oficio al contar en sus filas con ex miembros de Motorhead o UFO.
Sammi Carr es un cantante de heavy metal que casualmente es del mismo pueblo y estudió en el mismo colegio. Un tipo excesivo y censurable que constantemente es vapuleado por los sectores más conservadores del país por sus espectáculos de violencia y sexualidad desbocada. Eddie Wienbauer cree vivir una vida paralela a la estrella del rock, que salió de aquel lugar de odio y provincianismo para ser un azote social de los buenos, una estrella del shock-rock que dirige las pautas de una revolución que solo algunos como Eddie saben entender.
Pero un día muere su ídolo en un incendio y entonces todo empieza a cambiar. El último disco que grabó Sammi Carr (del que solo hay una copia) llega a manos de Eddie, disco que será la puerta de entrada de la malograda estrella del rock desde el otro lado.
Filme plagado de actores de televisión que crea cierta expectativa, pero que va decayendo a medida que avanza la película tanto por falta de actores fuertes como por tópicos resolutivos que dejan a esta película como un resultado de tercera.
Es en definitiva una película teenager de tercera con serias alusiones a diversos temas como el mito de Fausto, la automarginación adolescente, la idolatría.. Pero resueltos pobremente.
A título anecdótico, lo más destacable son los cameos de Gene Simmons como locutor de radio y sobretodo de Ozzy Osbourne como predicador televisivo en una cruzada contra el metal y la obscenidad.
La banda sonora es de lo mejor de la película, toda ella del grupo Fastway, una de tantas promesas del hard rock de los 80 que se quedó en nada, pero que tenía cierto oficio al contar en sus filas con ex miembros de Motorhead o UFO.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
No cabía esperar mucho más de esta película. No había nadie solvente que pudiera salvarla y sin embargo tiene algunos momentos de cierta intensidad. Lo peor, dónde posiblemente se han dejado las vergüenzas al aire, es en la dificultad de resolver la trama en algo que no sea un acopio de recursos tronados en este tipo de cine.
El primer problema que se plantea es que la figura de Sammi Carr resucitado carece de cualquier clase de profundidad. El actor no da para más ya que Tony Fields contaba en su haber con apariciones como bailarín en CHORUS LINE y fue uno los zombis del videoclip THRILLER de Michael Jackson, por lo que el resultado es una estrella del rock 'n'roll que danza, baila espasmódicamente y con media cara quemada mira a sus víctimas como si todavía estuviera bailando para Michael Jackson. El conflicto interior de Eddie Wienbauer se plasma es su fascinación obsesiva por Sammi Carr, sin caer en la cuenta que su muerte forma parte de un pacto con el diablo, y que su regreso al mundo de los vivos solo podrá darse escuchando su disco no publicado al reves.
Como todo el mundo sabe, en los 80 los discos se ponían al revés para buscar mensajes ocultos hasta en las emisoras de radio (o así debió ser según la película), por lo que Sammi Carr regresa al mundo de los vivos continuamente con intención de electrocutar a cualquiera que se ponga a tiro, con preferencia por acosadores escolares, chulos de colegio y lolitas de instituto con calenturas. Tomando conciencia del problema, Eddie empieza una destrucción de todas las copias para evitar más muertes, cosa que solo conseguirá parcialmente.
No nos queda claro cual es la razón para el impulso homicida del resucitado, ya que o bien mata por imperativo diabólico o bien se quiere demostrar que tras su rebelión solo había odio y no sanos valores.
Finalmente y tras un ejercicio renegatorio de la idolatría y el odio, la ultima copia es destruida en una emisora de radio. Se cierra el circulo, se impone la sanidad, muerta la idolatría nos vamos a dormir.
Mención aparte merece el problema sentimental del protagonista con su compañera Leslie Graham... Se presenta como el amor de un chico difícil no correspondido, pero todo claramente postizo, porque a la señorita solo le falta sacarse la ropa interior delante de él para demostrar que se siente atraída.
Bueno, en resumen, una película sin mucha miga, con bastantes incogruencias, con algunos momentos graciosos y alguna jirafa-micrófono que se aprecia durante el filme aunque tampoco hay que ser tan exigente, hasta a Orson Wells se le escapó alguna. Poco dinero y mucho metal, apta para fetichistas.
El primer problema que se plantea es que la figura de Sammi Carr resucitado carece de cualquier clase de profundidad. El actor no da para más ya que Tony Fields contaba en su haber con apariciones como bailarín en CHORUS LINE y fue uno los zombis del videoclip THRILLER de Michael Jackson, por lo que el resultado es una estrella del rock 'n'roll que danza, baila espasmódicamente y con media cara quemada mira a sus víctimas como si todavía estuviera bailando para Michael Jackson. El conflicto interior de Eddie Wienbauer se plasma es su fascinación obsesiva por Sammi Carr, sin caer en la cuenta que su muerte forma parte de un pacto con el diablo, y que su regreso al mundo de los vivos solo podrá darse escuchando su disco no publicado al reves.
Como todo el mundo sabe, en los 80 los discos se ponían al revés para buscar mensajes ocultos hasta en las emisoras de radio (o así debió ser según la película), por lo que Sammi Carr regresa al mundo de los vivos continuamente con intención de electrocutar a cualquiera que se ponga a tiro, con preferencia por acosadores escolares, chulos de colegio y lolitas de instituto con calenturas. Tomando conciencia del problema, Eddie empieza una destrucción de todas las copias para evitar más muertes, cosa que solo conseguirá parcialmente.
No nos queda claro cual es la razón para el impulso homicida del resucitado, ya que o bien mata por imperativo diabólico o bien se quiere demostrar que tras su rebelión solo había odio y no sanos valores.
Finalmente y tras un ejercicio renegatorio de la idolatría y el odio, la ultima copia es destruida en una emisora de radio. Se cierra el circulo, se impone la sanidad, muerta la idolatría nos vamos a dormir.
Mención aparte merece el problema sentimental del protagonista con su compañera Leslie Graham... Se presenta como el amor de un chico difícil no correspondido, pero todo claramente postizo, porque a la señorita solo le falta sacarse la ropa interior delante de él para demostrar que se siente atraída.
Bueno, en resumen, una película sin mucha miga, con bastantes incogruencias, con algunos momentos graciosos y alguna jirafa-micrófono que se aprecia durante el filme aunque tampoco hay que ser tan exigente, hasta a Orson Wells se le escapó alguna. Poco dinero y mucho metal, apta para fetichistas.
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