Te mueres de la pena por mil frentes diferentes. Una especie de amalgama de sensaciones y situaciones de derrota e infelicidad que caen en picado sin freno hasta que todo ya deja de ser. No es para verla cualquier día.

Compasión, pena y miedo. Miedo a que una personalidad y voz como la de Scarlett Johansson pueda hacer que pierdas la cabeza por un cacharro de cables y plástico. Una bonita historia de amor.

Original. No sólo es qué cuenta sino cómo lo cuenta. Un contínuo contraste de enfoques en la trama llevado a cabo por un Sorrentino muy afinado. El carisma original del personaje principal te dinamita el cerebro en solo los primeros capítulos. El resto de la historia y personajes orbita al son de este Papa completamente imprevisible para el espectador. Un caos que solo el director parece controlar.

El señor Iñárritu se marca una peli sin ningún tipo de piedad alguna. Todo terrible, todo pénico. Y si crece algo es para hacerlo caer desde más alto. Ninguna atisbo de luz o ventana de aire. Algo te deja respirar al final. Algo! Le habrán dicho que ya está bien.

Malísssimo intento de truco de magia que se evapora con un poco de atención. El rocambolesco guión agota sin piedad todos los giros posibles. No se lo cree ni Chuspín.