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Críticas de FEnrique
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
10
23 de mayo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mis héroes son perdedores porque están derrotados por anticipado, lo que constituye uno de los elementos primordiales de la verdadera tragedia. Se han acomodado desde hace mucho tiempo a la muerte y a la derrota; en consecuencia, no les queda nada que perder”.
(Sam Peckinpah)

Insisto en la pasión de Peckinpah que asalta
el último desierto
con un lirismo amargo y una tibia sonrisa,
de Fassbinder viviendo la angustia de un esquema
de tu letra temblando sobre un pájaro herido.

El director americano habla de su tragedia. Estaba seguro de que no podía derrotar a las productoras, hubiera hecho bien de haberse trasladado a Europa con más convicción y tiempo, como lo hiciera Orson Welles. Aquí el sentimiento de culpa posibilitaba que le diéramos rienda suelta a los americanos, incluso en España eran venerados, aunque no se les comprendiera (Campanadas a medianoche). Puede que no haya un realizador más poético que Peckinpah, excepto el Ford de "Los buscadores" y "El hombre que mató a Liberty Valance". Arrancó poesía hasta de la violencia que le era tan querida como una manifestación innata de la desesperación, de vivir acorralado por las sombras insostenibles de los recuerdos. Hay una poesía terrible que es, con derecho propio, una obra de arte y otra, amable, alejada de la realidad, que no lo es y está lejos de representar la lucha que desencadena en la tragedia de vivir sabiendo que morimos. Peckinpah, como buen poeta de nuestro tiempo, se quedó entre el western clásico y el moderno, se quedó sin saber adónde ir, como un artista alienado, bañado en alcohol, que no pertenece al mundo que le ha tocado vivir. Decía que era medio indio, no ha podido confirmarse del todo este punto, pero era una buena forma de alinearse con quienes todo lo perdieron.

Claro que hay una nostalgia mórbida, una honda y solemne melancolía. Peckinpah prefiere matar a Cable Hogue en el punto más alto de su triunfo, y no hacerle pasar por la angustia de seguir en un mundo que no puede comprender y que nunca le pertenecerá. Parece decirnos que, a partir de ahí, Cable, un hombre fundamentalmente bueno, capaz de perdonar como lo haría un cristiano convencido e iluminado, constata que es pasado, que quizás todos seamos pasado sin saberlo ni aceptarlo, quizás por eso la mayoría sobrevivimos sonriendo a las cornadas que, con un retorno eterno por la persistencia obstinada de la estupidez, nos ofrece, con un caramelo envenenado de vulgaridad, una modernidad retrógrada.

No puedo dejar de sentirme atraído por la belleza crepuscular de los vencidos, todos ellos parecían vivir sus últimos años con la sensación de que su tren había pasado y apenas había dejado su rumor. Me cuentan que Peckinpah, ante el infortunio había visitado el desierto mientras llovía y no podía rodar; invitó a todo el equipo de "La balada de Cable Hogue" a pagarle las copas. No debió tener en cuenta que entre ellos estaba Jason Robards, acabó pagando una cifra respetable. De todas formas fue el rodaje más placentero que tuvo en su vida, aunque la productora, como siempre, ejerciera su presión insoportable y mostrara el rostro destructivo de la censura comercial. Sus ojos, tal vez, fueron alegrados por la belleza carismática y sensual de Stella Stevens, mal aprovechada en general por Hollywood (solo la recuerdo en El profesor chiflado, la mejor película de Jerry Lewis), y por el hecho de contar con secundarios que eran auténticos perdedores que no tenían que disimular mucho para amoldarse a lo que él les pedía que hicieran.

Pekinpah sabía, aunque ignoro si conocía a Brel, que la vida no hace regalos, no se encontraba con ganas de ofrecernos un final feliz para su personaje más poético y lírico, el director americano sufría de insomnio cada vez que soñaba con las productoras y sus tijeras. Pero agradeció hasta la muerte que se le cruzara en el camino un actor excepcional, Jason Robards, para que hiciera de lo que hemos retenido en el recuerdo de sí mismo, de lo que a él le hubiera gustado ser. Robards no fue una estrella cinematográfica, pero dejó su huella en joyas como esta y en "El largo camino del crepúsculo hacia la noche". Los más frívolos lo recuerdan como aquel que se casó con la viuda de Bogart; la Bacall necesitaba hombres íntegros dominados por el alcohol y los gemidos de su conciencia.

Peckinpah trataba el desierto como si hablara de sí mismo, el desierto dejaba de serlo y el Oeste ya no existía; era un sucedáneo que, en su deriva desencantada podía mostrarnos una huella artística perdurable, pero no era lo que él, atómicamente, buscaba. Él no podría nunca luchar contra una industria prosaica y dominada por los intereses económicos. El apóstol de la violencia quizás luchaba por poner al día a los héroes ambiguos y amargados de Ford y toda su poesía. Lo consiguió plenamente a pesar de la implacable censura comercial, ahí quedan, para demostrarlo," Duelo en la Alta sierra" y "Grupo salvaje".

El poeta que he tomado de referencia en este poema, Sam Peckinpah, se casó cinco veces, era alcohólico y cocainómano, ya sabemos que pocas drogas atacan tanto la bondad como el alcohol y la cocaína. En el rodaje de su película maldita, Mayor Dundee, desquició al galán de Hollywood del momento, Charlton Heston, con sus reproches y sus gritos, este desenvainó el sable y furioso se fue hacia él que estaba en la grúa planeando. Nunca pudo digerir el montaje que hizo la productora de esta película. Mankiewicz recurrió a una melancólica y tensa calma cuando mutilaron a su Cleopatra, una hora y media de rodaje, que él creía valioso, fue arrojado a la papelera.


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FEnrique
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10
12 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
He estado aquí antes, pequeña,
conozco esta alcoba, he hollado sus caminos,
solía estar solo antes de encontrarte,
sobre un arco de mármol vislumbré tu bandera
pero el amor no es una marcha triunfal.
(Leonard Cohen – Versión: F. E. León))

Jeff Buckley solo publicó un disco en vida, Grace, aclamado por la crítica y por grandes nombres del mundo de la música, no tanto por el público aunque con el paso del tiempo haya logrado cifras respetables de venta. Era el año 1994, fue una aparición relativamente tardía y sorprendía que no se hubiera acelerado su lanzamiento por ninguna discográfica desde que en 1991 dejara a la audiencia en estado de trance con la interpretación de cuatro canciones, una de ellas a capella, durante un concierto en homenaje a su padre, el también cantante, Tim Buckley, muerto por sobredosis en 1974 cuando Jeff tenía 8 años, aunque casi nunca había convivido con él, pues lo abandonó cuando solo tenía unos meses. Este es un hecho que marcaría su personalidad tendente a un pesimismo lírico y profundo en sus letras, y su convencimiento de que aquellos que vivió fueron unos tiempos difíciles que habían consagrado a la soledad como una diosa implacable en el torbellino de unas comunicaciones vacías y sin alma, un momento en que las grandes empresas especulaban con el destino de millones de asalariados y una cortina oscura no dejaba que pasara la luz de las buenas intenciones.

Grace, considerado, desde el mismo momento de su publicación, una obra maestra deslumbrante desde un punto de vista cualitativo y emocional, contaba con composiciones propias en las que desarrollaba con entrega la amplia gama de su virtuosismo vocal con una gran variedad de registros usados con maestría y una precisión que hacía parecer innata su habilidad para pasar de graves a agudos sin solución de continuidad según lo requerían las palabras, y dos versiones[1]. Una faceta esta en la que se empleó con verdadera devoción y en la que conseguía que los oyentes se quedaran con la impresión de que las canciones elegidas habían encontrado su interpretación definitiva, que nadie podría igualarlas (ni siquiera Bob interpretó tan bien a Dylan) pues las abordaba con fe, convencimiento y con sensibilidad, una virtud esta última que se nombra indefectiblemente como su característica más acusada y a la que no renunciaba a pesar de saber que era denostada en aquel momento tan prosaico y asertivo.

No incluyó ninguna de sus magníficas versiones de Dylan en el disco, pero sí la que le proporcionaría su mayor éxito y la que todos cantan aunque no conozcan al autor; Hallelujah, publicada en 1984 por su compositor, Leonard Cohen. A pesar de su calidad y la celebridad del poeta no había llamado especialmente la atención del gran público, fue Buckley quien hizo que éste advirtiera que Cohen había añadido una nueva obra maestra a su cuenta repleta de pasiones y desengaños, quien la convirtió en el himno de la triste alegría que ha podido desplegar todo su significado entre el amor, la mística, las referencias bíblicas y el ansia indescriptible de inmortalidad; otros grandes cantantes la han elegido en momentos especialmente emotivos; el independiente y exquisito Rufus Wainright hizo una magnífica aunque no pudo quitarse de la mente el influjo sentimental de la memoria de Jeff, quizás la última a tener en cuenta sea la estremecedora de Chester Bennintong para ofrecer un sentido adiós a su amigo Chris Cornell en su funeral.

Jeff Buckley murió ahogado en el río Wolf a su paso por Memphis adonde se había desplazado para grabar su segundo disco, solo tenía treinta años. Parece ser que pagó caro su atrevimiento al sumergirse en el río vestido y con botas, en lo que no era más que un juego en un instante de euforia. Sus seguidores sostienen que su trastorno bipolar, confesado poco antes, habría estado en el origen de ello, una fase de manía habría propiciado su temeridad, ese momento en que no se percibe el peligro, en el que cualquier obstáculo, por muy difícil que sea, parece fácil de superar.

[1] La otra versión es Lilac wine, una canción situada en la zona tibia dentro del repertorio de Nina Simone por su falta de profundidad que Jeff supo elevar sacando un partido sorprendente a la calidad impresionante de su voz.
FEnrique
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10
23 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quien afirma que en Roma había más esclavos que hombres libres. Es decir que como ahora.

Vi, por primera vez esta película, en 1976. Después solamente la he visto dos o tres veces, y comprobé que ahora sufro al contemplarla y apenas sonrío. Pero vuelvo a aquella vez, solo Sopa de ganso y la vida de Brian me han hecho reír más. Pero estaba llorando por mí al sentir piedad por la esclava reproductora.

Creo que Richard Lester dirigió la asombrosa "!Qué noche la de aquel día¡" y la prescindible ¡. Vuelvo a ser este Buster Keaton... dando vueltas a una colina con la persistencia de un perro abanfonado por su amos.
FEnrique
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9
23 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Excepcionales paisajes, cautivadora fotografía y una dirección enérgica y de calidad son algunas de las bondades de esta espléndida cinta, que ha pasado por méritos propios a la gran historia del cine"
Fernando Morales: Diario El País

La primera obra maestra de Marilyn (La jungla de asfalto es de John Huston, solo suya) se mueve entre el infierno de los celos representados en la frente de un gran Josehp Cotten que no necesitaba a Welles para hacer papeles protagónicos,



Los biógrafos suelen coincidir en que Marilyn solo fue feliz durante los meses que vivió en Nueva York en 1955. Su drama, el tiempo restante, lo podríamos resumir en que solemos ser más permisivos con la vulgaridad que con la inteligencia, hay personas inteligentes que acaban renunciando a lo que más aman dejándose llevar por la oscuridad de un momento preciso. No es suficiente con un acendrado sentido del humor para liberarse de la maldición de la lucidez, ya sabemos que, ante la obstinación del mundo, hay cosas que se pierden o que no se llegan a tener.


Sab, 27 Abr 2019 5:51
La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
Gloria a Caín hoy el vicio
es lo que se envidia más.

(Antonio Machado)

Al contrario de lo que se suele decir, Hallie, lo evidente no se percibe; en realidad se acaba viendo lo que se quiere y no creo que esto sea algo de ahora, está instalado en el imaginario popular. Creo que la gente no suele ser feliz y esto es así porque, en realidad, no lo busca, se concentra en conseguir los síntomas externos de la felicidad, se ha acabado aceptando con naturalidad que se engañe para ello, que se convierta en virtud lo que alguna vez nos dijeron que era vicio. Debería ser fácil comprobar lo que digo cuando tratamos a casi todos los personajes públicos de nuestro tiempo; todos se parecen en las manifestaciones externas pero cada uno tiene un camino propio que le ha llevado a poder representarlas. Quizás lo importante esté en el camino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
FEnrique
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Lou Reed Berlín
Concierto
Estados Unidos2007
7.2
280
Documental, Intervenciones de: Lou Reed
10
15 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mirando el álbum de fotografías
se parece a María, reina de Escocia,
la veía tan regia;
esto solo muestra lo equivocado
que uno puede estar.

Voy a dejar de perder el tiempo,
algún otro le hubiera roto los brazos.

Canción triste, canción triste
canción triste, canción triste...

Mi castillo, mis niños y el hogar...
creía que ella era María,
reina de Escocia,
lo intentaba con desesperación,
esto muestra lo equivocado
que uno puede llegar a estar.

Voy a dejar de perder el tiempo,
algún otro le hubiera roto los brazos.

Canción triste, canción triste...
(Lou Reed - Canción triste)

Te agradezco, Simón, el comentario, empecé a contestarte sin saber lo que quería decir, desde qué perspectiva abordar una obra sin luz y lacerante, quizás lo que buscaba era capturar la atmósfera sombría de la canción, ahondar sin contemplaciones en lo que pasó para imaginar lo que podría haber sido, expresar que nunca un cumpleaños feliz había sonado tan amargo, incluso aterrador y profetizando la venida del infierno de las drogas, de una ciudad corrupta y dividida.

Lou Reed era un gran poeta y podía articular un poema con analogías turbadoras y exigentes, metáforas inquietantes, paradojas doloridas, consciente como era de que ya habría otros que exaltaran el lado brillante de la vida y su falta de implicación con la realidad.

Pero, una pequeña concesión a la esperanza, para él Europa no debía ser el edificio en ruinas que había quedado seccionado después de la guerra más terrible, seguía siendo una parte esencial de nuestra forma de ver el mundo. Pero, para que tomara consciencia de ello, era preciso hurgar en las heridas, identificarlas, digerirlas, para encontrar una posible redención. Una obra devastadora y trágica que, desde los abismos, busca desesperadamente una salida, dejar atrás unos tiempos que nos mostraron el lado más perverso del hombre, que abrazaron los uniformes y la represión arrinconando la libertad y la palabra.

La canción triste lo sería aunque tuviera el nombre más festivo que podamos imaginar, su música planea sobre los humedales del sótano más tétrico y oscuro donde habitan el dolor de vivir y el tormento aterrador del olvido que nunca llama a quien camina por las llagas de la culpa, por el espíritu de una memoria flagelante. Lou Reed había escrito esta canción para el último disco con los Velvet Underground y la desechó como haría con unas veinte más, había auténticas obras maestras. Lo demostró insertando algunas de ellas en sus tres primeros álbumes en solitario.

*** *** *** *** ***

Bob Dylan trató la City como un mito que permitía la injusticia, y lo exponía de una forma más razonada de lo que pudiera parecer teniendo en cuenta su deriva metafórica, Paul Simon en la alienación de los individuos que luchaban contra sus limitaciones en la soledad más tumultuosa de la isla, Cohen, en su segunda etapa de esplendor, como el faro ciego, insolidario y pretencioso de Occidente y Reed insistió entre la indiferencia o el desapego de sus compatriotas, en el perfil sórdido y más oscuro, lleno de desesperación inundado por el alcohol y otras drogas duras, la ambigüedad y las perversiones sexuales, hablaba, simplemente, de aquellos a quienes conocía de primera mano y se desenvolvían a toda prisa. Algunos de ellos, entre el arte y el desenfreno, no llegarían a cumplir los treinta.

*** *** *** *** ***

Carlos Marcos habla sobre el Lou Reed de 1973 y sobre el Berlín. 10 de enero de 2023.

¿Quién es? El éxito arrolló a Lou Reed en 1972 con la edición de Transformer y temas como Walk on the Wild Side. Motivo de felicidad para cualquiera, pero Reed se consideraba demasiado artista como para vanagloriarse de sonar en las radios. Su próxima entrega sería compleja y poco radiable: Berlin.

¿Por qué es tan bueno Berlin? Un álbum que cuenta una historia, la de la relación tóxica de una pareja que se topará con el sufrimiento y la muerte. Como Reed casi siempre describe realidades, en las letras del disco hay muchas similitudes con la destrucción de su propio matrimonio con Bettye Kronstad, que se estaba produciendo justo cuando escribía las letras. Un disco que ofrece una narración sombría, un trabajo duro e intenso. La propia Kronstad dijo que escucharlo era “una experiencia devastadora”. Una curiosidad. Reed nunca estuvo en Berlín antes de publicar este álbum. Lo que atraía al músico de la localidad alemana era la metáfora de una ciudad dividida (en aquella época) por un muro: dos personajes, dos mundos separados.

*** *** *** *** ***

Mensaje sin leer por Pablo Ibáñez » Mar, 18 May 2021 8:10

Yo soy muy fan de Lou Reed. Me gusta mucho la Velvet, claro, y me gusta casi más su prolífica carrera en solitario, especialmente la serie de discos que sacó en los años 80-90. New York, Magic & Loss, Songs for Drella (el homenaje a Warhol que hizo con John Cale) son mis favoritos. Auténticos poemarios musicados, recitados más que cantados, con esa voz poderosa, grave, profunda. Como dices, el poeta urbano por excelencia. Me gustan muchísimo Dylan y Cohen, por supuesto, pero me quedo con Lou Reed. Un placer haber leído esta reseña.

Yo encontré una razón
para seguir viviendo,
y eso nena tú lo sabes,
eres tú.
(Lou Reed - Encontré una razón)

Creo que haces muy bien, Pablo, que perteneces a la minoría que ha encumbrado a Lou Reed; culta, fiel y desprejuiciada que sabe muy bien que, a veces, es necesario apartar al arte de la moral (a menudo supuesta). Los americanos que frecuentan una gasolinera no quieren saber nada de los poetas que escriben una espectacular apología de la droga del nirvana o se recrean hasta el final con el placer maldito que encierra el sadomasoquismo.

Me acuso de haber dicho que Lou Reed disparaba al objetivo elegido con unos versos sin alma. Este no es el caso; Candy ha aprendido a odiar su cuerpo, a vivir en la resaca, aunque hay mañanas en las que se rompe, llora y quisiera ver los pájaros azules que le enseñaran a volar y que se han muerto,.
FEnrique
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