Si ya es difícil hacer una buena comedia, mas difícil es hacerlo para un público exigente; un público que odia las comedias hiperbólicas o disparatadas, infantiles, con excesos en situaciones poco ajustadas a la realidad y con personajes burdos, que salvo excepciones ( 8 apellidos, Carmina, kiki, campeones...), es la tónica general del cine de comedia actual en España.
En esta ocasión Cesc Gay se introduce en la comedia de una manera muy acertada contándonos cinco historias diferenciadas entre si, que de alguna manera siguen la estela del aclamado Woody Allen, pero con un sello muy personal, y con unos guiones muy bien diseñados. Una película muy natural y con un portentoso trabajo actoral que hace que los guiones funcionen. Si señor, he pasado un rato muy, muy divertido.

Imaginaos por un momento la bola del mundo haciéndose un selfie, mientras que por detrás, un asteroide de 9 kilómetros de ancho se dirige hacia ella sin contemplaciones. Pues ese es el cartel que a mi juicio mejor ilustraría esta película. Estamos ante un buen retrato satírico de lo que actualmente nos está pasando como sociedad.
En ésta original propuesta, los científicos, los políticos, las redes sociales, los medios de comunicación, y la masa aborregada, son los perfectos ingredientes de éste cóctel apocalíptico, que se saborea bien durante todo su largo metraje.
Esta divertida comedia negra norteamericana, tiene mucho que ver con la era Trump,con los negacionismos, con el descrédito de la ciencia, con las fake news, con la creciente importancia de la inmediatez, etc. El director hiperboliza todos éstos elementos presentándonos personajes y situaciones muy grotescas, consiguiendo que a veces nos resulten hasta incluso creibles. Me recuerda un poco a los carnavales de Cádiz..
En definitiva, si te apetece pasar un rato divertido con buen guión. buenas interpretaciones y sabiendo que lo que estas viendo parece que nos está pasando en realidad, no lo dudes, échale un vistazo. Por cierto, es una pena, pero la hubiera disfrutado mucho más en pantalla grande; tiene buena fotografía y efectos especiales.

Con un guion muy bien trabajado, Ben Fernández nos sorprende con su tercera entrega, esta vez haciendo un claro homenaje al genero negro combinado con la ciencia ficción y con un toque de romanticismo, sin olvidar esas pinceladas de humor tan características, de las que este joven director de animación hace gala en todas sus producciones.
Continúa con su peculiar técnica de animación fotográfica que tanto llama la atención, en la que un detective retirado se enfrenta a uno de los casos mas importantes de su vida, tras haber sido abandonado por su mujer debido a sus excesos con el alcohol y las apuestas.
Sigue siendo cine del bueno y bien condensado en apenas un cuarto de hora, en el que no se ha utilizado ni cámaras, ni luces, ni claquetas, ni escenarios, ni tan siquiera actores. Únicamente una cámara de fotos un ratón y una pantalla de ordenador.

Esta divertida comedia de terror nos traslada por medio de una curiosa técnica de animación hasta los años 80; a los carretes fuji, a las cámaras polaroid, a la vieja escuela de fotografia que lamentablemente hemos acabado perdiendo, y nos llega en forma de monstruo del pasado que acaba sucumbiendo ante el espíritu del presente. Una pena; mis hijos ya no podrán enseñar a los suyos ese maravilloso álbum que guardo en el mueble del salón. Rodada cámara de fotos en mano, con actores reales, pero foto a foto, me introduce en la trama exactamente igual que si fuera de cine. Un acierto.

Increíble ejercicio de cine, realizado mediante un aparente complejo sistema de animación fotográfica, parecida a los collages de la infancia (70s), en donde intentábamos dar vida con personajes adhesivos o calcomanías, a escenarios inertes que venían en un álbum de alguna marca de chicles, o de algún otro producto de alimentación. Se trata de un corto hecho a base de fotos, de unos 10 minutos de duración, que tiene la virtud de mantenerte pegado a tu asiento hasta el final. Película hipnótica, explosiva y con un totalmente inesperado final demoledor.