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14 de enero de 2019
14 de enero de 2019
14 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este fin de semana terminé de ver la primera temporada de "El Ministerio del Tiempo". Desde que se estrenó esta serie siempre tuve miedo de verla. Tras bastante tiempo reticente, me autoconvencí. ¿El motivo? Historia y ciencia ficción, dos de mis grandes pasiones. Los siempre sugerentes viajes en el tiempo. A priori, debía encantarme. ¿Qué podía salir mal? Pues lo de siempre, su autoría patria.
(continúa)
(continúa)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ya desde el principio se vaticina el desastre. El guión hace aguas por todos los lados. Desde una perspectiva de ciencia ficción, no se respeta una premisa básica: las líneas temporales no se alteran solas.
Buen ejemplo de ello ocurre en el segundo capítulo, donde un irrisorio y baboso Lope de Vega en pleno siglo XVI embarca, de repente, en otro galeón de la Armada Invencible que no es el suyo y cuyo destino es la destrucción. Así, por las buenas. Se modifica la historia por arte de magia, sin intervención alguna del futuro. Y allí que va el trío calavera a solucionar el entuerto.
Otro caso de incongruencia en forma de paradoja se da en el quinto capítulo, esta vez en los 80. Cómo no iban a explotar esta década una vez más... Julián, el prota, se encuentra a su padre en un concierto de Leño liándose con una tipa que no es su madre. Julián interviene impidiendo que su progenitor se vaya a vivir con la susodicha. En resumidas cuentas, Julián nunca debió nacer. Es una especie de qué fue antes, el huevo o la gallina. Pero a lo cutre. Sin ninguna consistencia argumental.
Mención aparte merece el filtro de corrección política con el que analizan la Historia, sometiendo la serie a continuos chascarrillos simplones en busca de un forzado paralelismo con la actualidad. Que si las pagas extras de los funcionarios (barriendo para casa, claro), que si las mujeres han evolucionado y los hombres no, que si los españoles venden su honor por dinero, etc. Cosas que no voy a someter a debate, pero que son tópicos ramplones al fin y al cabo. Y eso es lo último que busco en un producto de ciencia ficción con contexto histórico.
Y ya puestos a hablar de tópicos y chascarrillos, no podían faltar los clásicos: los futboleros. Que si el "Aleti" ganó al Madrid en 1996, que si a Di Estéfano lo fichó el Barcelona... Todo siempre tan inocente y gracioso, como gusta al espectador más mediocre. Con condescendencia y limando asperezas, que no se note la doble intención. Manual básico de cómo tratar a la audiencia como subnormales. Ese es el nivel de la serie.
En el cuarto capítulo llega la hora de parodiar a las figuras ridiculizables por antonomasia. Y estas no pueden ser otras que las de Franco y Hitler. Más allá de todo rigor histórico, la serie reduce a estos dos personajes y a toda su comitiva al bufoneo estereotipado más estridente. Y no es que yo no disfrute con una buena comedia, sino que me chirría este espectáculo vulgar con aspiraciones a tal cosa. Una vez más, no es lo que he venido a buscar aquí.
Otro elemento habitual que no aguanto de los productos españoles de esta índole es la continua verbalización de todo lo que acontece. En el capítulo donde aparece un pícaro llamado Lázaro que nació en Tormes, no basta con eso. Hay que dejar claro desde bien temprano quién es el personaje en cuestión, por si queda alguna oveja descarriada al otro lado de la pantalla. Sólo falta un rótulo gigante que ponga "SUBNORMAL". En fin.
Para terminar, nada de esto hubiera sido posible sin el ansia devoracámaras de la ególatra por excelencia del cine español: Cayeta Guillén Cuervo. Lo suyo es un ejercicio de humildad en toda regla. Un ir y venir de pecheras desbocadas y primeros planos traseros aderezados con escenas lésbicas sin ton ni son. El sexo gratuito siempre fue un elemento identitario del cine patrio y Cayetana lo sabe. Lo sabe y lo pide, que para eso manda. Y para eso se sube a la elíptica. Y para eso se opera. Y, qué cojones, que para eso es la diva por los siglos de los siglos. Amén.
En conclusión, la próxima vez que vea en Filmaffinity las etiquetas de ciencia ficción e historia acompañadas de una bandera de España, no seré tan ingenuo. No volveré a caer en la trampa de "El Ministerio del Tiempo" . Aunque, como a gilipollas nadie me gana, no descarto ver la segunda temporada. Quizá, manipulado por alguna mano negra que venga del futuro. Si es que algo así fuese necesario para cambiar de parecer y desafiar al destino.
Buen ejemplo de ello ocurre en el segundo capítulo, donde un irrisorio y baboso Lope de Vega en pleno siglo XVI embarca, de repente, en otro galeón de la Armada Invencible que no es el suyo y cuyo destino es la destrucción. Así, por las buenas. Se modifica la historia por arte de magia, sin intervención alguna del futuro. Y allí que va el trío calavera a solucionar el entuerto.
Otro caso de incongruencia en forma de paradoja se da en el quinto capítulo, esta vez en los 80. Cómo no iban a explotar esta década una vez más... Julián, el prota, se encuentra a su padre en un concierto de Leño liándose con una tipa que no es su madre. Julián interviene impidiendo que su progenitor se vaya a vivir con la susodicha. En resumidas cuentas, Julián nunca debió nacer. Es una especie de qué fue antes, el huevo o la gallina. Pero a lo cutre. Sin ninguna consistencia argumental.
Mención aparte merece el filtro de corrección política con el que analizan la Historia, sometiendo la serie a continuos chascarrillos simplones en busca de un forzado paralelismo con la actualidad. Que si las pagas extras de los funcionarios (barriendo para casa, claro), que si las mujeres han evolucionado y los hombres no, que si los españoles venden su honor por dinero, etc. Cosas que no voy a someter a debate, pero que son tópicos ramplones al fin y al cabo. Y eso es lo último que busco en un producto de ciencia ficción con contexto histórico.
Y ya puestos a hablar de tópicos y chascarrillos, no podían faltar los clásicos: los futboleros. Que si el "Aleti" ganó al Madrid en 1996, que si a Di Estéfano lo fichó el Barcelona... Todo siempre tan inocente y gracioso, como gusta al espectador más mediocre. Con condescendencia y limando asperezas, que no se note la doble intención. Manual básico de cómo tratar a la audiencia como subnormales. Ese es el nivel de la serie.
En el cuarto capítulo llega la hora de parodiar a las figuras ridiculizables por antonomasia. Y estas no pueden ser otras que las de Franco y Hitler. Más allá de todo rigor histórico, la serie reduce a estos dos personajes y a toda su comitiva al bufoneo estereotipado más estridente. Y no es que yo no disfrute con una buena comedia, sino que me chirría este espectáculo vulgar con aspiraciones a tal cosa. Una vez más, no es lo que he venido a buscar aquí.
Otro elemento habitual que no aguanto de los productos españoles de esta índole es la continua verbalización de todo lo que acontece. En el capítulo donde aparece un pícaro llamado Lázaro que nació en Tormes, no basta con eso. Hay que dejar claro desde bien temprano quién es el personaje en cuestión, por si queda alguna oveja descarriada al otro lado de la pantalla. Sólo falta un rótulo gigante que ponga "SUBNORMAL". En fin.
Para terminar, nada de esto hubiera sido posible sin el ansia devoracámaras de la ególatra por excelencia del cine español: Cayeta Guillén Cuervo. Lo suyo es un ejercicio de humildad en toda regla. Un ir y venir de pecheras desbocadas y primeros planos traseros aderezados con escenas lésbicas sin ton ni son. El sexo gratuito siempre fue un elemento identitario del cine patrio y Cayetana lo sabe. Lo sabe y lo pide, que para eso manda. Y para eso se sube a la elíptica. Y para eso se opera. Y, qué cojones, que para eso es la diva por los siglos de los siglos. Amén.
En conclusión, la próxima vez que vea en Filmaffinity las etiquetas de ciencia ficción e historia acompañadas de una bandera de España, no seré tan ingenuo. No volveré a caer en la trampa de "El Ministerio del Tiempo" . Aunque, como a gilipollas nadie me gana, no descarto ver la segunda temporada. Quizá, manipulado por alguna mano negra que venga del futuro. Si es que algo así fuese necesario para cambiar de parecer y desafiar al destino.
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