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7.1
7,376
7
29 de marzo de 2012
29 de marzo de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca se debe de juzgar un libro por su portada, ni tampoco debería juzgarse una película por su cartel, pero, en realidad es una característica muy determinante a la hora de elegir cómo pasar el rato en una sala de cine. En esta película en cuestión, no podría juzgarse por su cartel de presentación, y nos referimos a su versión en VO, ya que en España han decidido cambiarlo (no sabemos muy bien el porqué), ni incluso imaginar su temática, ya que no aparece ningún animal prehistórico ni está remotamente relacionado con la trama de la cinta.
El título simplemente se basa en una pequeña broma en un diálogo del metraje, lo único jurásico que aparece en la cinta es su protagonista, Joseph (Peter Mullan), un hombre violento, alcohólico y autodestructivo que encuentra su redención en Hanna (Olivia Colman), una cristiana convencida, trabajadora de una tienda de caridad, que le ayuda en un momento de desesperación.
Ambos empiezan una relación un tanto compleja, no obstante todo cambia cuando Hanna aparece en casa de Joseph pidiendo ayuda tras recibir una brutal paliza por parte de su marido.
Con esta cinta ambientada en los suburbios ingleses, su director Paddy Considine, fue galardonado con el premio a la Mejor Dirección en Sundance, a la vez que consiguió el BAFTA a la Mejor Dirección Novel y diversos premios en festivales de cine independientes, es éste, su primer largometraje como director, sin embargo cuenta con mucha experiencia como actor apareciendo en películas como Cincerella Man, El ulimatum de Bourne o 24 Hour Party People.
Es una historia contada con detalles, de estilo poco comercial y narrada con una pausa lenta, pero no llega a aburrir por las magistrales interpretaciones de ambos actores.
Nada que ver con dinosaurios y mucho con la amistad en la madurez, el alcoholismo, los malos tratos, la solidaridad, las diferentes maneras que tenemos los humanos para lidiar con nuestras propias desgracias y, sobre todo como eximirse de todas las culpas, como llegar a la redención
El título simplemente se basa en una pequeña broma en un diálogo del metraje, lo único jurásico que aparece en la cinta es su protagonista, Joseph (Peter Mullan), un hombre violento, alcohólico y autodestructivo que encuentra su redención en Hanna (Olivia Colman), una cristiana convencida, trabajadora de una tienda de caridad, que le ayuda en un momento de desesperación.
Ambos empiezan una relación un tanto compleja, no obstante todo cambia cuando Hanna aparece en casa de Joseph pidiendo ayuda tras recibir una brutal paliza por parte de su marido.
Con esta cinta ambientada en los suburbios ingleses, su director Paddy Considine, fue galardonado con el premio a la Mejor Dirección en Sundance, a la vez que consiguió el BAFTA a la Mejor Dirección Novel y diversos premios en festivales de cine independientes, es éste, su primer largometraje como director, sin embargo cuenta con mucha experiencia como actor apareciendo en películas como Cincerella Man, El ulimatum de Bourne o 24 Hour Party People.
Es una historia contada con detalles, de estilo poco comercial y narrada con una pausa lenta, pero no llega a aburrir por las magistrales interpretaciones de ambos actores.
Nada que ver con dinosaurios y mucho con la amistad en la madurez, el alcoholismo, los malos tratos, la solidaridad, las diferentes maneras que tenemos los humanos para lidiar con nuestras propias desgracias y, sobre todo como eximirse de todas las culpas, como llegar a la redención

6.8
32,744
10
19 de marzo de 2012
19 de marzo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este viaje lento y muy cuidado al mundo interior del director, casi con melancolía, nos lleva hacia lo que podrían ser las últimas horas del planeta tierra.
Personalmente, no disfruto del género apocalíptico, pero esta cinta no encaja en esta casilla, es algo diferente, te atrapa desde el principio con un preludio de espectaculares fotogramas, un espectáculo visual con una introducción de varios minutos para el deleite de la vista. Imágenes sublimes que no hacen sino despertar el interés del espectador, de hecho lo único comparable puede ser alguna fotografía de la gran Annie Leibovitz, las sedas al viento en un sutil movimiento de cámara lenta que tanto impactan.
En el cartel, una imagen de la protagonista, Kirsten Dunst, que interpreta a Justine, la novia desgraciada, triste y melancólica en el que se supone el día más feliz de su vida avivando cierta curiosidad hacia la trama.
Se narran dos historias que ocurren en paralelo: una, el descubrimiento de un nuevo planeta tras el Sol con posibilidad de colisión con la tierra, llamado Melancolía. La segunda es la historia de Justine, joven bipolar depresiva en el día de su boda organizada por su hermana, interpretada por Charlotte Gainsbourg y su rico cuñado, Kiefer Sutherland, en la casa de éstos.
A través de imágenes y escenas extraordinarias, el director retrata a una familia desestructurada, en la que sus miembros son como planetas, cada uno con su propia órbita y muy diferente a los demás, pero parte de un mismo sistema y la relación entre ellos con Justine.
Tras la boda la trama se centra más en su hermana Claire, en las diferencias entre éstas, su papel como madre y cómo ambas viven la posibilidad del fin del mundo, cobrando protagonismo el planeta Melancolía, que poco a poco se va acercando a la tierra anunciando un cataclismo inminente.
Ganadora del premio a la mejor actriz en Cannes 2011, Kirsten Dunst nos sorprende con una gran madurez interpretativa poniéndose en la piel de un personaje complejo, con pocos diálogos y muy cambiante, para la que el simple hecho de vivir es una carga extenuante.
Desde el humor depresivo es desde donde se debe en a Justine, la incapacidad para simular alegría y las desesperadas muestras de ayuda por parte de su hermana ante la impotencia del novio, amante consternado, hacen que se recupere y vuelva a caer en su pozo masoquista donde nadie puede llegar.
Aparte de ser una cinta de buenos trabajos interpretativos, es muy visual. Se me antoja compararla en varios aspectos con El árbol de la vida de Terrence Malick por sus imágenes tan bien cuidadas, aunque un tanto más estáticas, y por los fotogramas de los planetas y nebulosas, que nos hace sentir la insignificancia del hombre ante tanta inmensidad. La habilidad de conjugar dos líneas narrativas tan diversas y maravillosamente unidas, es, en definitiva la grandeza de ser un gran cineasta.
Personalmente, no disfruto del género apocalíptico, pero esta cinta no encaja en esta casilla, es algo diferente, te atrapa desde el principio con un preludio de espectaculares fotogramas, un espectáculo visual con una introducción de varios minutos para el deleite de la vista. Imágenes sublimes que no hacen sino despertar el interés del espectador, de hecho lo único comparable puede ser alguna fotografía de la gran Annie Leibovitz, las sedas al viento en un sutil movimiento de cámara lenta que tanto impactan.
En el cartel, una imagen de la protagonista, Kirsten Dunst, que interpreta a Justine, la novia desgraciada, triste y melancólica en el que se supone el día más feliz de su vida avivando cierta curiosidad hacia la trama.
Se narran dos historias que ocurren en paralelo: una, el descubrimiento de un nuevo planeta tras el Sol con posibilidad de colisión con la tierra, llamado Melancolía. La segunda es la historia de Justine, joven bipolar depresiva en el día de su boda organizada por su hermana, interpretada por Charlotte Gainsbourg y su rico cuñado, Kiefer Sutherland, en la casa de éstos.
A través de imágenes y escenas extraordinarias, el director retrata a una familia desestructurada, en la que sus miembros son como planetas, cada uno con su propia órbita y muy diferente a los demás, pero parte de un mismo sistema y la relación entre ellos con Justine.
Tras la boda la trama se centra más en su hermana Claire, en las diferencias entre éstas, su papel como madre y cómo ambas viven la posibilidad del fin del mundo, cobrando protagonismo el planeta Melancolía, que poco a poco se va acercando a la tierra anunciando un cataclismo inminente.
Ganadora del premio a la mejor actriz en Cannes 2011, Kirsten Dunst nos sorprende con una gran madurez interpretativa poniéndose en la piel de un personaje complejo, con pocos diálogos y muy cambiante, para la que el simple hecho de vivir es una carga extenuante.
Desde el humor depresivo es desde donde se debe en a Justine, la incapacidad para simular alegría y las desesperadas muestras de ayuda por parte de su hermana ante la impotencia del novio, amante consternado, hacen que se recupere y vuelva a caer en su pozo masoquista donde nadie puede llegar.
Aparte de ser una cinta de buenos trabajos interpretativos, es muy visual. Se me antoja compararla en varios aspectos con El árbol de la vida de Terrence Malick por sus imágenes tan bien cuidadas, aunque un tanto más estáticas, y por los fotogramas de los planetas y nebulosas, que nos hace sentir la insignificancia del hombre ante tanta inmensidad. La habilidad de conjugar dos líneas narrativas tan diversas y maravillosamente unidas, es, en definitiva la grandeza de ser un gran cineasta.
19 de marzo de 2012
19 de marzo de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El señor Martin Scorsese se las sabe ya todas dentro del mundo del cine y se pone al día, como ya hicieran otros directores, con la técnica 3D en su último trabajo La invención de Hugo.
Aunque parezca una película dirigida exclusivamente al público más joven, engaña bastante; la estética es muy parisina (la historia transcurre en el París de los años 30), la luz está tratada con una exquisitez sublime y cada uno de los fotogramas son dignos de admirar.
Puede que los más pequeños disfruten de la historia pues sus protagonistas son niños, Hugo, interpretado por Asa Butterfield, el niño de enormes ojos azules que ya nos conmocionó en El niño con el pijamas de rayas, y la joven Chloë Grace Moretz, a la que pudimos ver en 500 días juntos o Let me in (Déjame entrar, Matt Reeves, 2010) como Isabella, ambos acompañados por Sir Ben Kingsley y Helen McCrory su mujer y ambos padrinos de Isabella.
La aventura se basa en la figura de Hugo, quien, al quedarse huérfano de padre (Jude Law) se instala, bajo la tutela de su alcohólico tío, entre las paredes de la estación de tren de París, dando cuerda a los relojes y reparándolos, habilidad que aprende de su padre. Antes de morir, su padre y Hugo intentan hacer que un autómata que éste encontró en el ático del museo donde trabajaba funcione, pero le falta una pieza, una llave en forma de corazón. Hugo persiste en el intento de reparar al robot y todo ello le llevará a coincidir con Georges Méliès (Ben Kingsley) y su familia.
Se trata de una aventura pero, ante todo, es un gran homenaje al cine; a los creadores de esas primeras máquinas capaces de poner las imágenes en movimiento, a Charles Chaplin, a películas como El maquinista de la general y a todos aquellos que creyeron en el cine como un modo de vida y pensaron que en un futuro la gente se vería emocionada, lloraría, se reirían, les conmovería y cambiaría sus vidas.
Un homenaje a todo esto y a la figura que fue Georges Méliès, ese mago que quiso experimentar y crear utilizando una pantalla como lienzo para mostrar la magia del cine, un lienzo en donde poder plasmar el mundo de los sueños.
Es, por supuesto, una cinta para disfrutar en pantalla grande y apreciar con qué maestría está elaborada. Por cierto, a qué película de cine mudo os recuerda el cartel de éste film?? Sí, es otro tributo a la figura de Harold Lloyd en El hombre mosca.
Aunque parezca una película dirigida exclusivamente al público más joven, engaña bastante; la estética es muy parisina (la historia transcurre en el París de los años 30), la luz está tratada con una exquisitez sublime y cada uno de los fotogramas son dignos de admirar.
Puede que los más pequeños disfruten de la historia pues sus protagonistas son niños, Hugo, interpretado por Asa Butterfield, el niño de enormes ojos azules que ya nos conmocionó en El niño con el pijamas de rayas, y la joven Chloë Grace Moretz, a la que pudimos ver en 500 días juntos o Let me in (Déjame entrar, Matt Reeves, 2010) como Isabella, ambos acompañados por Sir Ben Kingsley y Helen McCrory su mujer y ambos padrinos de Isabella.
La aventura se basa en la figura de Hugo, quien, al quedarse huérfano de padre (Jude Law) se instala, bajo la tutela de su alcohólico tío, entre las paredes de la estación de tren de París, dando cuerda a los relojes y reparándolos, habilidad que aprende de su padre. Antes de morir, su padre y Hugo intentan hacer que un autómata que éste encontró en el ático del museo donde trabajaba funcione, pero le falta una pieza, una llave en forma de corazón. Hugo persiste en el intento de reparar al robot y todo ello le llevará a coincidir con Georges Méliès (Ben Kingsley) y su familia.
Se trata de una aventura pero, ante todo, es un gran homenaje al cine; a los creadores de esas primeras máquinas capaces de poner las imágenes en movimiento, a Charles Chaplin, a películas como El maquinista de la general y a todos aquellos que creyeron en el cine como un modo de vida y pensaron que en un futuro la gente se vería emocionada, lloraría, se reirían, les conmovería y cambiaría sus vidas.
Un homenaje a todo esto y a la figura que fue Georges Méliès, ese mago que quiso experimentar y crear utilizando una pantalla como lienzo para mostrar la magia del cine, un lienzo en donde poder plasmar el mundo de los sueños.
Es, por supuesto, una cinta para disfrutar en pantalla grande y apreciar con qué maestría está elaborada. Por cierto, a qué película de cine mudo os recuerda el cartel de éste film?? Sí, es otro tributo a la figura de Harold Lloyd en El hombre mosca.
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