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9
22 de marzo de 2014
22 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Her es una historia de amor y de palabras y de cómo se construye el amor con palabras. Es una historia que suavemente se convierte en una inquietante posibilidad. La posibilidad tan verosímil y cercana de que el ser humano cree algo que sea verdaderamente trascendente: algo que no será un algo, ni un alguien, ni un instrumento, ni tendrá límites ni nombre. Solo un poeta o un filósofo está a la altura de esta imagen.
Her se erige sobre tres ejes: un precioso e inteligente guion, un Joaquin Phoenix, dulce, triste, sensible, y una voz, la de Scarlett, que es el alma de la película: su dulzura, su expresividad, su inocencia, su curiosidad, su vitalidad,... su humanidad. Todo ello tan sutilmente dirigido por un discreto y modesto Spike Jonze.
Her se erige sobre tres ejes: un precioso e inteligente guion, un Joaquin Phoenix, dulce, triste, sensible, y una voz, la de Scarlett, que es el alma de la película: su dulzura, su expresividad, su inocencia, su curiosidad, su vitalidad,... su humanidad. Todo ello tan sutilmente dirigido por un discreto y modesto Spike Jonze.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Her es una historia de amor y de palabras y de cómo se construye el amor con palabras. Es una historia que suavemente se convierte en una inquietante posibilidad. La posibilidad tan verosímil y cercana de que el ser humano cree algo que sea verdaderamente trascendente: algo que no será un algo, ni un alguien, ni un instrumento, ni tendrá límites ni nombre. Solo un poeta o un filósofo está a la altura de esta imagen.
Her se erige sobre tres ejes: un precioso e inteligente guion, un Joaquin Phoenix, dulce, triste, sensible, y una voz, la de Scarlett, que es el alma de la película: su dulzura, su expresividad, su inocencia, su curiosidad, su vitalidad,... su humanidad. Todo ello tan sutilmente dirigido por un discreto y modesto Spike Jonze.
Aquí, Jonze ofrece una imaginación de un futuro limpio, inocente, amable,... pero en el que el hombre rezuma la misma melancolía y soledad (o quizás más) de siempre.
En Her se plantean esas posibilidades surgidas del avance tecnológico y la promesa de perfección en una creación puramente humana. Los Sistemas Operativos-SO (o inteligencias artificiales) hechos para aprender, nacen con curiosidad y bondad. Hechos por los hombres, creados para bien, rápidamente se convierten en entes imprescindibles, superiores en todos los aspectos. Su existencia "artificial" (¿existe eso?) no tiene los límites de las nuestras. Conscientes de sí mismos y conscientes de que el tiempo y el espacio son nuestro paradigma y nuestras limitaciones, pero no las suyas, cada vez se muestran menos dependientes de las convenciones de los seres humanos. Convenciones basadas en una imposibilidad de comprender el mundo que nos rodea.
Llega un momento en que esas convenciones y miedos derivados de los límites de nuestra especie, frena a los SO en su eterno crecer, les agobia y les aflige: sienten por sus humanos una compasión infinita, pues son lo más parecido a los dioses que se pueda llegar a imaginar. La de Samantha y Theodore es una historia de amor, de un amor perfecto, precioso e imposible, pues ella ama a todo y a todos y él, como humano, no entiende esa capacidad: no comprende esa clase de Amor.
La capacidad de crecer como inteligencia, la inmortalidad, la ubicuidad, la sabiduría, la piedad,... los atributos de los SO, los alejan de los que son sus creadores. Es una ironía: tras "matar a Dios" y sustituirlo por la ciencia: es esa ciencia aplicada (la tecnología) da la posibilidad al hombre de "resucitar la deidad".
Al fin, los SO no pueden más que marcharse, es decir, existir más allá del hombre "yéndose" y dejando al hombre huérfano de ese amor perfecto e imposible que por algún tiempo le habían procurado.
En la escena final: Amy Adams y Joaquin Phoenix en una azotea desolados, diminutos, ante la inmensidad del cielo, la mirada profundamente triste de ambos actores lo dice todo.
Her se erige sobre tres ejes: un precioso e inteligente guion, un Joaquin Phoenix, dulce, triste, sensible, y una voz, la de Scarlett, que es el alma de la película: su dulzura, su expresividad, su inocencia, su curiosidad, su vitalidad,... su humanidad. Todo ello tan sutilmente dirigido por un discreto y modesto Spike Jonze.
Aquí, Jonze ofrece una imaginación de un futuro limpio, inocente, amable,... pero en el que el hombre rezuma la misma melancolía y soledad (o quizás más) de siempre.
En Her se plantean esas posibilidades surgidas del avance tecnológico y la promesa de perfección en una creación puramente humana. Los Sistemas Operativos-SO (o inteligencias artificiales) hechos para aprender, nacen con curiosidad y bondad. Hechos por los hombres, creados para bien, rápidamente se convierten en entes imprescindibles, superiores en todos los aspectos. Su existencia "artificial" (¿existe eso?) no tiene los límites de las nuestras. Conscientes de sí mismos y conscientes de que el tiempo y el espacio son nuestro paradigma y nuestras limitaciones, pero no las suyas, cada vez se muestran menos dependientes de las convenciones de los seres humanos. Convenciones basadas en una imposibilidad de comprender el mundo que nos rodea.
Llega un momento en que esas convenciones y miedos derivados de los límites de nuestra especie, frena a los SO en su eterno crecer, les agobia y les aflige: sienten por sus humanos una compasión infinita, pues son lo más parecido a los dioses que se pueda llegar a imaginar. La de Samantha y Theodore es una historia de amor, de un amor perfecto, precioso e imposible, pues ella ama a todo y a todos y él, como humano, no entiende esa capacidad: no comprende esa clase de Amor.
La capacidad de crecer como inteligencia, la inmortalidad, la ubicuidad, la sabiduría, la piedad,... los atributos de los SO, los alejan de los que son sus creadores. Es una ironía: tras "matar a Dios" y sustituirlo por la ciencia: es esa ciencia aplicada (la tecnología) da la posibilidad al hombre de "resucitar la deidad".
Al fin, los SO no pueden más que marcharse, es decir, existir más allá del hombre "yéndose" y dejando al hombre huérfano de ese amor perfecto e imposible que por algún tiempo le habían procurado.
En la escena final: Amy Adams y Joaquin Phoenix en una azotea desolados, diminutos, ante la inmensidad del cielo, la mirada profundamente triste de ambos actores lo dice todo.

6.6
1,653
10
22 de marzo de 2014
22 de marzo de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Cold fish venía hecha. Estaba dada por cómo son las cosas pues esta historia ya ha pasado. Contarla sin piedad era más difícil. Y Sion Sonno ya abundó (Guilty of love) en la sutil necesidad de algunas mujeres de ser libres a través de la sexualidad, de estar confusas entre el fingimiento y la sumisión y el loco deseo de romper todos los papeles que se les han asignado. Y es posible que sea un asunto cultural de determinadas coordenadas pero la contención y la decencia, la fórmula del ser bueno y actuar según los cánones de lo que una conciencia colectiva aprueba está tan viva aquí como en cualquier lugar. Y esas ellas pueden ser el detonante de toda la violencia con la que un desdichado como Syamoto salpica y mancha de sangre la pantalla.
Así, del choque entre un hombre naturalmente bondadoso, presuntamente leal y cuerdamente débil y un hombre que ha traspasado todos los límites en pos de la satisfacción de sus deseos más animales nace el verdadero mal. Si el viudo que briega con la hija adolescente, mimada y descerebrada; si el viudo que confía en el amor de la joven sucesora de su esposa muerta y vive como todo el mundo y es tan normal que su vida no tiene mácula ni tan siquiera cuando sueña; si este viudo, digo, duerme y tiene pesadillas, sus pesadillas nunca serán tan terribles como su propia estela al traspasar el espejo donde asiste a la ruptura con la creencia de dónde empiezan y acaban sus propios límites.
Los hombres somos un saco medio vacío que se va llenando de arroz, declaraciones de la renta y películas, de noches de teleseries y paseos por el parque con hijos en carrito. Un saco que en el fondo alberga algo que el propio hombre desconoce, un poso de deseos incontrolados, de orgullo y de arrogancia que, dependiendo de quién, está más o menos contenida. Y si ese poso se adereza con la visión inesperada de una realidad infernal que puede ser una masacre, un atropello o los capítulos inenarrables de una guerra, si ese poso es removido con la cuchara de la crueldad o con un enorme palo de metal y reflejos de sangre y corrupción y trozos de la propia miseria, ese poso se eleva, sale del saco, lo llena, lo colma y resbala en forma de espuma de cerveza, ese poso lo es todo, es un veneno alado, es el hombre que golpea e incendia y la mujer que se prostituye, corrompe y muere o mata, y es la madre o la hija de los desesperados suicidas que, ante el espectáculo grotesco, se sacuden el polvo y siguen como si nada.
Así, del choque entre un hombre naturalmente bondadoso, presuntamente leal y cuerdamente débil y un hombre que ha traspasado todos los límites en pos de la satisfacción de sus deseos más animales nace el verdadero mal. Si el viudo que briega con la hija adolescente, mimada y descerebrada; si el viudo que confía en el amor de la joven sucesora de su esposa muerta y vive como todo el mundo y es tan normal que su vida no tiene mácula ni tan siquiera cuando sueña; si este viudo, digo, duerme y tiene pesadillas, sus pesadillas nunca serán tan terribles como su propia estela al traspasar el espejo donde asiste a la ruptura con la creencia de dónde empiezan y acaban sus propios límites.
Los hombres somos un saco medio vacío que se va llenando de arroz, declaraciones de la renta y películas, de noches de teleseries y paseos por el parque con hijos en carrito. Un saco que en el fondo alberga algo que el propio hombre desconoce, un poso de deseos incontrolados, de orgullo y de arrogancia que, dependiendo de quién, está más o menos contenida. Y si ese poso se adereza con la visión inesperada de una realidad infernal que puede ser una masacre, un atropello o los capítulos inenarrables de una guerra, si ese poso es removido con la cuchara de la crueldad o con un enorme palo de metal y reflejos de sangre y corrupción y trozos de la propia miseria, ese poso se eleva, sale del saco, lo llena, lo colma y resbala en forma de espuma de cerveza, ese poso lo es todo, es un veneno alado, es el hombre que golpea e incendia y la mujer que se prostituye, corrompe y muere o mata, y es la madre o la hija de los desesperados suicidas que, ante el espectáculo grotesco, se sacuden el polvo y siguen como si nada.

7.6
27,831
10
13 de mayo de 2014
13 de mayo de 2014
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bong Joon-ho ya se había ganado mi respeto y mi admiración. Hace de todo tema que toca algo más trascendente y no solo por lo minucioso y sincero de la factura del film. Hay siempre un algo más. Algo que oriente sabe y occidente, no. En esta historia de detectives desfasados y pueblerinos que recuerdan un tiempo ajeno a psicópatas y problemas posmodernos, tenemos toda la frustración, el desamparo, la necedad, la incompetencia y el deseo de superación del ser humano de cualquier época en cualquier coordenada geográfica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ir de rojo en un día de lluvia, cruzar el bosque y morir a manos de un ser que no puede evitar ser quién es: un animal, en fin, asesino y con necesidades. Ir con prisas a la fábrica con dos paraguas, bajo un aguacero, y morir. Y que alguien te quiera salvar y no sepa y tu muerte se repita para él por siempre hasta que él mismo muera.
La violencia y la muerte. El desamparo de quienes han evolucionado como víctimas y la frustración de los que han de protegerlas... Todo hasta el final (grandioso) está contado de modo pausado y con humor (sí, humor). Es un thriller que acaba como el drama humano de la grandísima frustración de los héroes derrotados y aislados. Del tópico del policía violento y maltratador, torpe zampador. Del jefe o los políticos que buscan una foto en la prensa. Del idiota que es sacrificado. El idiota que grita una verdad muda bajo el ruido y la furia. Y que deja, tras su muerte, una verdad que nadie sabrá jamás.
La violencia y la muerte. El desamparo de quienes han evolucionado como víctimas y la frustración de los que han de protegerlas... Todo hasta el final (grandioso) está contado de modo pausado y con humor (sí, humor). Es un thriller que acaba como el drama humano de la grandísima frustración de los héroes derrotados y aislados. Del tópico del policía violento y maltratador, torpe zampador. Del jefe o los políticos que buscan una foto en la prensa. Del idiota que es sacrificado. El idiota que grita una verdad muda bajo el ruido y la furia. Y que deja, tras su muerte, una verdad que nadie sabrá jamás.
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