He aquí una película buena. Y sí, buena en el sentido literal de la palabra, y también en el sentido objetivo. No es una obra de arte ni algo que pasará a la historia, pero lo bueno es que tampoco pretende serlo.
El lado bueno de las cosas es simplemente una película optimista. Habla de la ligera locura o enfermedad mental, tratada en un ámbito cómico-dramático. No pretende ser muy seria aunque su temática lo sea, ni pretende ser profunda o cursi como estamos acostumbrados a ver en la mayoría de basura ñoña de comedias americanas.
Sí que es verdad que sufre de topicazos en ocasiones, pero son necesarios. Ahí es donde se ve el lado bueno de las cosas, en esos clichés.
El guión es maravilloso, pero lo mejor de toda la película son las interpretaciones. Lawrence es tan poco convencional como la propia película. Y por fín, POR FIN!! te echaba de menos, Robert de Niro!!
No cometamos el error de compararla con comedias ligeras. No todo son o dramas profundos moralizantes y éticos, o comedias románticas de predecible final feliz. De vez en cuando, encuentras una pequeña obra que es capaz de abarcar los problemas reales de muchas personas, con sus correspondientes tragedias, con sus correspondientes locuras, con el toque pequeño de la lucha por la superación y por consiguiente: la buscada felicidad.
Al final, todos estamos locos, todos tenemos tragedias, todos estamos metidos en mierdas, y todos buscamos salir de ellas; y si es riéndonos, mejor.
Es, como diría Charles Bukowski, un pesimismo optimista.