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España España · Pamplona
Críticas de Asier Gil
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Críticas 85
Críticas ordenadas por utilidad
4
11 de noviembre de 2019
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Cuando se ha de contar la vida de alguien tan relevante en el mundo como Nelson Mandela, el listón siempre va a estar muy alto. El haber sido un líder para millones de personas en la lucha contra el 'apartheid' puede suponer una carga demasiado pesada para acercarnos a la persona que vivió detrás del héroe, para descubrir cómo las penurias que padeció, junto con el sufrimiento de su pueblo, le hicieron cambiar su forma de pensar. Hasta que consiguió plasmar en Sudáfrica su visión política de que había que acabar con la violencia para que, enarbolando la bandera de la paz, negros y blancos pudieran vivir en armonía. Sin embargo, ¿es posible relatar 27 años de cárcel en 50 minutos? ¿Son suficientes dos horas y media para explicar la vida de un hombre que transformó la historia de su país? Para hacer un listado de los hechos más relevantes que sacudieron su existencia, sí; pero para llegar al hombre detrás del mito, no.
'Mandela: del mito al hombre' convierte en imágenes la autobiografía de 'Mandela, un largo camino hacia la libertad'. La película arranca cuando abandona su poblado natal de Mvezo para desarrollar su carrera de abogado, y relata cómo fueron sus comienzos dentro del Congreso Nacional Africano (CNA). No se ocultan los puntos oscuros de su vida, como sus escarceos amorosos o su etapa de violencia al frente de La Lanza de la Nación, el grupo terrorista surgido del CNA. Su período en la clandestinidad da paso a su detención y a esos 27 años entre rejas, la mayor parte de ellos en la isla de Robben. El filme termina con su liberación, las negociaciones con el Gobierno de Frederik Willem de Klerk para lograr el fin de la supremacía blanca y su ascenso a la presidencia de Sudáfrica.
William Nicholson –guionista de 'Gladiator' y 'Los Miserables'– adapta la autobiografía de Mandela recopilando los aspectos más importantes de su vida y uniéndolos con acierto para trazar una línea que intente explicar su historia. Pero se echa en falta entrar más en detalle sobre cómo las circunstancias hicieron cambiar su forma de pensar. La película acaba siendo un compendio de datos, una sucesión de hechos que, por sí sola, no logra penetrar en el interior del líder sudafricano. Además, el realizador Justin Chadwick tampoco consigue aportar nada relevante en la dirección. Con secuencias de cámara lenta para enfatizar la emotividad, con primeros planos para que sean los actores quienes expliciten el sufrimiento que la trama no consigue detallar, con los típicos cantos corales africanos para acompañar las imágenes de manifestaciones y de violencia... Todo resulta tan previsible y anodino que por momentos llega a parecer más una producción televisiva.
La mayor virtud de la película tiene nombre propio: Idris Elba. El actor británico se mete en la piel de Mandela, aunque la caracterización del personaje se queda tan solo en la intención. Elba tiene fuerza y mucha presencia en la pantalla, lo que ayuda a suplir el aburrido estilo narrativo del director. Chadwick decidió cargar en sus hombros y en los de Naomie Harris –que interpreta a Winnie Madikizela, la esposa de Mandela, en un papel que roba demasiado protagonismo al personaje principal– la carga emocional del filme.
Al final, el objetivo de descubrir al hombre fuera del mito se queda a expensas de futuros intentos. Si les interesa la figura de Mandela, vayan a ver la película; pero si lo que les gusta en realidad es el cine, hay mejores alternativas en la cartelera.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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Metegol
Argentina2013
5.7
6,460
Animación
4
11 de noviembre de 2019
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Que una película infantil deje frío al público adulto es esperable. Si su director es argentino, que los personajes carezcan de carisma y la historia no haga amagos de traspasar la piel ya levanta sospechas. Pero si la firma José Antonio Campanella, aquel que en 'El secreto de sus ojos' fue capaz de que una trama negra de 'thriller' se ahogara en pasión sin sacar un solo beso en pantalla, algo falla. Además, la historia tiene como excusa el mundo del fútbol. Es decir, que es posible que al otro lado del charco, esto sea constitutivo de delito. Y, sin embargo, 'Futbolín' ha sido para el oscarizado realizador argentino la culminación de un sueño que tenía desde niño, cuando veía dibujos animados y aún quedaban muchos años para que se convirtiera en director de cine.
Apertura en el pasado Festival de San Sebastián, el filme lleva a la animación un cuento de Roberto Fontanarrosa en el que Amadeo, un chico anodino que solo destaca en el futbolín, debe enfrentarse a un enemigo de la niñez que ha vuelto a su pueblo convertido en estrella de fútbol y con deseos de venganza. Para ello, contará con la ayuda de sus jugadores de plomo, que cobran vida y le mostrarán que solo con tesón, esfuerzo y pasión se pueden obrar los milagros. El premio, además de salvar su pueblo, será conquistar el corazón de su amada.
La animación de la película es notable y el diseño de los personajes resultará reconocible en un universo donde Pixar es amo y señor, si bien la caracterización de las figuras del futbolín es original y de lo más reseñable del filme. En su versión española, destacan las voces de Arturo Valls y Michelle Jenner, que, a pesar de firmar un trabajo correcto, no consiguen desterrar el deseo del espectador de oír la historia con su acento argentino original. Precisamente, el carisma en la película solo lo aporta uno de los jugadores del futbolín, Loco, de origen argentino y cuyo léxico se nutre de aforismos.
Aun tratándose de una cinta infantil -cuyo guion debiera ser más simple y centrado en la evolución racional y sentimental del protagonista-, la trama se pierde y se ralentiza, incluso dando más importancia en ocasiones al devenir de la historia del capitán del equipo del futbolín que al propio Amadeo. Los golpes de humor son suministrados con cuentagotas y, además, no incitan a la carcajada, mientras que las referencias a '2001: Una odisea del espacio' o a los 'spaghetti westerns' de Sergio Leone no serán reconocidas por los ojos de un niño.
Da la impresión de que Campanella decidió contenerse para enfocar la película en el público infantil. Sin embargo, el peligro de dejar de lado a los adultos, cuando no está asegurado el beneplácito de los más pequeños, es una apuesta arriesgada. Porque meterse en la piel de un chaval que debe salvar a sus seres queridos a base de goles en un campo de fútbol tendría que ser sencillo, pero los personajes son tan planos y banales que la misión se vuelve ardua y costosa. A fin de cuentas, son figuras de plomo. Por mucho que sean argentinas.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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8
24 de febrero de 2020
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Nada hay como un descampado frente a torres de pisos minúsculos para sentir el aroma de los olvidados, de aquellos que quieren levantarse para respirar, pero se encuentran encajonados en un mundo que los usa como mano de obra barata. Resulta sencillo enfatizar sus miedos y sus miserias en una suerte de poesía mordiente con la que llamar la atención, pero la cámara de Daniel Guzmán carece de un estilo recargado y rehúsa esa munición de cine social que golpea la conciencia del espectador. Sin imposturas, sin crítica, sin filmar imágenes que embelesen y diálogos que haya que desmenuzar durante horas. 'A cambio de nada' es una historia realista plasmada con una enorme naturalidad y, pese a sufrir el lastre de no desprenderse de ciertos tópicos, impacta como solo puede hacerlo la vida misma.
Dos adolescentes con alma de barrio y una amistad de titanio habitarán un verano que cambiará su existencia. Uno de ellos, el más rebelde, huirá de un hogar roto en el que sus padres lo utilizan como arma arrojadiza, y acabará auxiliado por una anciana que recoge muebles viejos con un motocarro. Las ansias de libertad e independencia se enfangarán con el barro de los extrarradios, y su periplo terminará en comisaría, cuando la realidad le imponga a base de bofetadas dónde están los límites para un joven sin futuro.
Después de muchos años tratando de sacar a la luz un filme con tintes autobiográficos, Guzmán salió por la puerta grande del pasado Festival de Málaga gracias a una apuesta sin pretensiones. Su debut en los largometrajes ha descubierto para el cine español una mirada limpia, no del todo ávida de frescura -el argumento no aporta novedad alguna-, pero sí poseedora de una naturalidad aplastante. Su narrativa y estilo visual desechan el gusto por lucirse de muchos directores, que desean imprimir su sello en cada secuencia, y dejan en la boca el regusto de quien solo busca contar una historia. Y contarla tal y como es. Y contarla bien. Sin embargo, no se trata de una cinta completa, ya que presenta aspectos que limar, como el uso de clichés -sobre todo, en la relación de los progenitores- y la decisión de no sentenciar algunas de las subtramas. Pero la construcción de los dos protagonistas y de su relación sorprende por su veracidad y por no emplearlos para asestar denuncias sociales. Así, sin la poesía y los ánimos de mancharse en la suciedad de cineastas como Fernando León de Aranoa o Alberto Rodríguez, aparece un director que borda los diálogos y maneja con presteza el ritmo de un drama que se sirve de la comedia para llorar riendo.
Por si fuera poco, su órdago al enfrentar en el reparto a actores consagrados con rostros vírgenes dio unos frutos casi inmejorables. Por un lado, Luis Tosar da una clase magistral de cómo ganarse a la cámara con tan solo dos breves escenas, mientras que Miguel Herrán y Antonio Bachiller -enorme este último- encandilan con su complicidad y una trabajada capacidad para ser ellos mismos, por mucho que en el guion ponga otros nombres. A Herrán le faltan tablas cuando la emotividad debe campar a sus anchas en su rostro, pero se muestra ágil en la furia adolescente que impide ver con claridad hacia dónde estás corriendo hasta que ya te has chocado con el muro. Un inicio prometedor, al igual que el del propio Guzmán, del que se espera que siga contando más historias.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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5
16 de diciembre de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enciende un cigarrillo porque el vaso de whisky de la otra mano le había pedido tener compañía. Y porque en ese tugurio no abundan los cócteles con sombrillitas. No hay finales felices para aquellos que rebotan de bar en bar en una ciudad que alquiló con opción a compra un cielo plomizo y asfixiante. El recuerdo de Beirut, donde un traspiés cosió a su legado la muerte de varios compañeros, pesa más que las decenas de kilos de sobra que un traje gastado ni se molesta en ocultar, o que las amarillentas paredes de una oficina minúscula convertida en prisión. El viejo espía aún es brillante, constante, duro, extremo, pero lo ataron tan corto que cuando husmea peligro solo puede preparase para recibir el golpe. Por eso pide otro vaso de whisky y enciende un nuevo cigarrillo. Por eso está solo y cansado de ahogarse. Por eso tiene una mirada enrojecida que esconde más de lo que desvela. Por eso cuesta trabajo descubrir si es Günter Bachmann o Philip Seymour Hoffman.
El último papel protagonista que veremos del malogrado actor norteamericano nos regala una clase magistral acerca de enfundarse la piel de otra persona. En 'El hombre más buscado', interpreta a Bachmann, un espía defenestrado que dirige en Hamburgo una nimia unidad de inteligencia dedicada a seguir la pista a los terroristas yihadistas, en una suerte de condena por haber sido la ciudad alemana el escenario en el que se urdieron los atentados del 11-S sin que las autoridades se enteraran. Una noche aparece en su radar un checheno torturado en Rusia y dueño de una millonaria herencia. En una compleja trama de espionajes internacionales e intereses encontrados, Bachmann deberá hacer frente a las presiones de su propio Gobierno y de unos EE UU dispuestos a todo por proteger su seguridad nacional, mientras trata de convencer de su buena voluntad a una abogada idealista.
La última adaptación de una novela de John le Carré corre a cargo de Anton Corbijn, un fotógrafo dedicado a dirigir vídeos musicales que entró en el mundo del cine de la mano de 'Control', una película sobre la vida del cantante Ian Curtis, y que después hizo patente en 'El americano' que, aunque domina la puesta en escena y el estilo artístico, aún tiene mucho trabajo por delante en la confección de historias. En este caso, simplifica la obra del escritor británico para volver a apostar por la forma. Su labor se centra en conseguir una atmósfera cerrada y opresora, obteniendo una estética que completa y subraya la actuación del ganador del Óscar por 'Capote'. Sin embargo, y a pesar de que la trama absorbe por su intriga y la profundidad de los personajes, el ritmo es demasiado pausado y el filme transcurre en ocasiones falto de energía, como si no fuese necesario dedicar tiempo a manejar un guion muy válido y que podría haber resultado mucho más efectivo.
A Philip Seymour Hoffman le acompaña de forma sobresaliente una retahíla de secundarios, entre los que destacan Willem Dafoe y Robin Wright, aunque Corbijn tomó la decisión correcta al permitirle que llevara todo el peso de la película y sustentara una trama de espionaje de sabor clásico en la que, sin giros demasiado rebuscados y con una única secuencia de acción, luce la fuerza de un personaje que se resiste a morir cuando la vida le demuestra que su tiempo ha acabado.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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5
18 de diciembre de 2019
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Cuando Christopher Nolan deslumbró con 'Memento', ya dejó claro que era especial, alguien al que, mientras en el colegio le enseñaban que dos más dos eran cuatro, él le pedía a sus padres que le compraran un cuaderno de derivadas e integrales. Con 'Origen', certificó que se siente cómodo navegando por galimatías filosóficos y existenciales. Y con 'Interstellar', su ambición se sale de los gráficos. Su última película es una superproducción con una factura visual majestuosa, una profunda reflexión sobre el destino de la humanidad, un delirio científico ininteligible, una pomposa y épica trama de superación personal, un espectáculo emocional de tres horas... para abordar el amor entre un padre y una hija.
En un mundo en el que la humanidad cuenta sus últimas horas sobre la Tierra, el filme relata cómo la NASA envía al espacio a grupos de exploradores con el objetivo de analizar si la vida podría perdurar en otros planetas. Para evitar viajes que durarían décadas, atraviesan un agujero de gusano que sirve como puente con otra galaxia. De uno de esos equipos formará parte el protagonista, un exastronauta reconvertido en granjero que deberá cambiar sus principios y abandonar a su familia.
El cineasta británico firma el proyecto de mayor envergadura de su carrera uniendo el alma de Kubrick a un cine comercial. Con un presupuesto cercano al infinito, recrea el espacio exterior a través de secuencias estimulantes, a las que dota de un realismo magnético, potenciado por el silencio. Pese a incluir momentos de elevada tensión, en los que la música penetrante de Hans Zimmer y la velocidad de las imágenes mantiene al espectador pegado a la butaca, la película no transmite las sensaciones tan magistralmente como 'Gravity', de Alfonso Cuarón. Sin embargo, posee un argumento más completo, ya que se adentra en el interior de los personajes para describir sus miedos y esperanzas. Nolan ejecuta con precisión una puesta en escena fría, de cine de autor, de sobriedad clásica, y de la que extrae una espectacularidad sublime, sabiendo que debe llegar a las masas con una cinta atractiva y entretenida.
El guion, escrito por Nolan y su hermano Jonathan, carga con el gran defecto de dar vía libre al físico Kip Thorne, que ahoga la historia con sus proposiciones. La jerga científica y los debates sobre quintas dimensiones, viajes temporales, leyes gravitacionales y demás teorías cuánticas solo son accesibles para alguien que tenga en su haber un par de premios Nobel de Física y al menos un máster en Filosofía. Como otros filmes de ciencia ficción, llega un momento en el que, ante la imposibilidad de seguir la trama de una manera racional, el público debe aceptar su premisa y dejarse embelesar por las imágenes. Pero el problema radica en que Nolan lo unió todo, y la entelequia científica de la inmensidad del universo es empleada para digerir un melodrama de amor paternofilial. Todo girará alrededor de una pregunta: ¿cuánto importa salvar a la humanidad si con ello tienes que abandonar a tu hija?
Con un reparto de lujo, en el que sobresale un Matthew McConaughey que exterioriza con pasión esa lucha interior por hacer prevalecer sus valores frente a un fin del mundo inevitable, 'Interstellar' supone una parada obligatoria para los amantes del género, aunque con un alma inaccesible y una meta distinta a lo tradicional.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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