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España España · Málaga
Críticas de Isildur
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Críticas 60
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de agosto de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lars Von Trier está actualmente más desprestigiado de lo que merece: para el gran público es demasiado alternativo y para el público alternativo ya no mola decir que Lars Von Trier es guay. Pero es guay, muy guay, porque sigue reinventándose y jugando con las posibilidades narrativas y estéticas del cine a su antojo, sin dejar de provocar y subvertir mentes y estómagos. En los años 90 le dio por crear la corriente del Dogma, y Los idiotas es la primera peli suya que veo siguiendo esos postulados. Debo confesar que me gusta más cuando Von Trier se preocupa por la estética, aunque realmente lo de no preocuparse por la estética es también una decisión estética, y lo de que se vean los micrófonos o hasta algún operador de cámara por ahí tiene hasta su encanto. Y la verdad es que no sé cómo he podido vivir sin haber visto esta película antes. Es brillante, provocadora e incómoda hasta la médula. Habrá quien crea que es ofensiva por su punto de partida: un grupo de idiotas que se hace pasar por personas con retraso mental, pero quien se ofenda no se ha enterado de la misa la mitad: la película cuestiona desde el principio su premisa gracias a su estilo cercano al falso documental, y precisamente lo que mejor capta la película es la hipocresía, la incomodidad y las dificultades que tenemos los seres humanos a la hora de reaccionar ante personas que no saben o no pueden seguir las normas sociales, en una sucesión de escenas incisivamente divertidas protagonizadas por un reparto en estado de gracia. Una chulada más de un cineasta genial.
Isildur
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6
18 de agosto de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un grupo de campesinos decide unirse a la revolución mexicana hartos de la situación y deseosos de demostrar su compromiso y valentía. Se hacen llamar los leones de San Pablo. Los lidera Pancho Villa, pero bien podría ser Maxi de La que se avecina: “¿Qué somos? ¿Leones o huevones?”, “Leoooneeees”. Qué machos, que quieren morir peleando para complacer a don Pancho Villa, güey. Al principio el retrato del conflicto es bastante inocentón y superficial, con esas secuencias bélicas no del todo convincentes pero que tienen toda la gracia del mundo entre chumberas y musiquilla mariachi, y en realidad no terminas de entender la causa (quizá porque desconozco demasiado de la historia reciente de México) ni sus motivaciones ni mucho menos su adoración ciega por el líder revolucionario, amado Pancho. Conforme se acerca al final entran en escena lecturas más interesantes, se cuestiona ese fanatismo y ese luchar por luchar más que por la causa en sí. Me gusta que opte por este camino más crítico y reflexivo, pero la reflexión también llega de manera inocentona y superficial, y es que Tiburcio, el protagonista, es más tonto que una loma, y esas tres escenas clave que marcan este cambio (el ahorcamiento, la “ruleta mexicana” y el final) quedan aguadas porque, básicamente, Tiburcio es gilipollas. Como decía Panzón: “¡vaya y coma alfalfa!”. Pero bueno, en realidad me parece una obra estimable. Al menos ha merecido la pena por escuchar la letra alternativa a La cucaracha: “la cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, marihuana que fumar”. Olé.
Isildur
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2
1 de julio de 2011
19 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a mí, amante de los desmebramientos, los destripamientos y demás "mientos" cinematográficos asquerosos, me dicen que existe una película gore sobre un neumático asesino en serie, se me pone una sonrisa de oreja a oreja. Me gusta con estas películas poner el cerebro en modo apagado y disfrutar de la sangre. Y eso quería con Rubber, pasármelo pipa con gore gamberro y salchichero.
Quería, pero no lo he coseguido ni para atrás. Ni una puñetera sonrisa me ha provocado. Hasta me he quedado dormido cuando dura solo una hora y cuarto y la he empezado a ver recién levantado tras 8 horas de placentero sueño. Y yo me pregunto tirándome de los pelos y con lágrimas en los ojos tras ver semejante mojón: ¿POR QUÉ?
Pues para empezar porque no es gore salchichero, casposo y con pus como uno lo disfruta, sino que es lo que acabo de denominar como gore gafapasta... ¡El apocalipsis! La película tiene buena fotografía, ¿cómo puede ser eso en una película gore? También un chorro de planos modernos que inundan la pantalla y la hacen rebosar de gafas de pasta acompañados de esa música moderna chirriante ¡Aaaargh! Es tan, tan altanera que todos y cada uno de los planos parecen que van acompañados de una pequeña pantalla en el margen inferior derecho con el director comentando las influencias neo-adejtivoapartirdelapellidodealgúndirectordecine (lo importante es que sea "neo") de su obra. Y, lo siento, no puedo con eso.
Pero al menos si la película fuese SOLO sobre el neumático asesino, aunque tratado de manera modernita, quizás tendría un pase. Por mucho que se le haya intentado sacar partido (pero seguro que esta idea en manos de otro director habría llegado a mejor puerto), solo daba para un cortometraje de 20 minutos. Entonces, ¿cómo hacemos que el metraje llegue hasta la hora y cuarto?

(Sigue en el spoiler por falta de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Isildur
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4
23 de junio de 2016
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recordáis lo coñazo que podían llegar a ser la clases de Historia en el instituto con el profesor ceporrón aquel que era lo suficientemente viejo como para poder haber vivido en primera persona lo que te estaba contando? ¿Recordáis esa desolación, esa impotencia, esa desesperación, esas ganas debocadas de que sonara el timbre de una puñetera vez para salir corriendo de allí y comerte el bocadillo de chóped? Pues todo eso he sentido viendo esta película. El horror. Al menos el título no engaña: Crónica de la Guerra Carlista. Tal cual, ni más ni menos: un par de viejos contándote el tema del examen del viernes que te vas a preparar de memoria el jueves para que el sábado te digan Amodeo y te creas que es una marca de mantecaos. Porque no hay desarrollo dramático ninguno, y ni siquiera tiene la agilidad de un buen documental. Es una puñetera lección de historia. Y está demostrado que el cerebro no puede asimilar durante tanto rato tanta información, así que mientras la película sigue, yo me entretengo riéndome con que, a pesar de estar rodada en español y euskera, el sonido no es directo y que uno de los actores del doblaje es el mismo que pone la voz del Sr. Burns en Los Simpson, con que el “prota” es el mismo actor que hacía de la parodia de Franco en Mortadelo y Filemón (aprendí más historia ahí, por cierto) y con que durante cuatro segundos y medio sale Anabel Alonso cantando “que le den agua de limón sin azúcar ni canela”. Sí, y con un poquito de cianuro, por favor. Insufrible.
Isildur
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8
18 de agosto de 2016
3 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que nunca una película que se llamara “La vida de alguien” justificó tanto tener un título tan manido y horrible. En La vida de Adèle, al contrario que en muchas, se plasma toda la vida de la adolescente llamada Adèle. No desde que nace hasta que muere, sino todo lo que hace la mozuela en su vida cotidiana. Todo. Desde los dilemas más profundos y trascendentales de su existencia hasta los quehaceres diarios más nimios, como almorzar y ponerse lo morros perdidos con la salsa de los espaguetis o chingar como si no hubiera un mañana. El núcleo central de estas tres horas que pasamos con Adéle es su relación con la enigmática Emma. Recuerdo que cuando la vi por primera vez, yo solito en el cine de más postureo de mi ciudad, salí con la sensación de estar una obra magnífica, pero que no me contaba nada nuevo, que era muy sencillica. Pero lo que entonces consideré como una pega, ahora creo que es una de sus grandes virtudes: en La vida de Adèle no hay grandes giros dramáticos ni subtramas, pero nunca una historia tan sencilla, tan alejada de todo adorno, se sintió tan real, tan verdadera, tan humana, tan intensa. Y eso hace que prácticamente cualquiera pueda emocionarse a moco tendido (a lo Adèle) y sentirse identificado con la historia de amor (y desamor) de estas dos mujeres. Inmensa.
Isildur
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