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España España · Santander
Críticas de Simsolo
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Críticas 53
Críticas ordenadas por utilidad
5
21 de octubre de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decir que una película es bonita a secas implica consecuencias. “Viajo sola” nunca trasciende la pulcritud vacacional de sus imágenes. Es como si la propia cinta se negara a reaccionar contra el mundo que exhibe con pudor de telefilme. El lujo, aceptémoslo, suele ser ostentación y la ostentación, casi siempre, se torna frivolidad. “Viajo sola”, a pesar de sus buenas intenciones y el cálido esfuerzo de su actriz protagonista, acaba patinando sobre el hielo del dinero: las cinco estrellas de sus hoteles. A veces parece que aborda la crítica, pero no hay ahondamiento. Los regresos de nuestra inspectora de hoteles a su apartamento carecen de densidad; las diferentes desviaciones familiares –esas pequeñas intrigas con los sobrinos, su ex novio o su hermana- se deshilachan enseguida. Si se trata de redondear la soledad del personaje, algo que Margherita Buy está dispuesta a dar, la mordaza de la directora no debería impedirlo.
La puesta en escena tampoco ayuda. Es anodina, tan trivial como esos hoteles en los que los encuentros son fascículos seriados de telenovela. No hay fricción alguna entre el servicio y la clientela. Se disecciona su relación sin sangre, sin emotividad. Pero no porque se busque la distancia, sino porque la indiferencia es el resultante de la falta de atrevimiento. Y cuando la película quiere reaccionar y sobreponerse a sí misma, lo hace con una pirueta de guion –el adiós repentino de esa viajera espejo de nuestra protagonista-, que resulta impostada. No llega a chirriar del todo, pero su poder terapéutico –como el abrazo en el coche de la futura madre del hijo del ex novio-, carece de verdadero compromiso. Son momentos escritos en un libreto que nunca reflejan la vida con la densidad que esta tiene. Una lástima, puesto que la idea inicial, teniendo en cuenta los tiempos de crisis que corren, hubiera dado para mucho más. Nada se cuestiona. Faltan reproches. La pobre pareja de clase media, asomada por azar al abismo del capital, se queda en esbozo, como si “Viajo sola” escondiera la mezquindad financiera festejando, con su incapacidad, la pacata suntuosidad de la riqueza.
Simsolo
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3
15 de diciembre de 2014
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisar películas conlleva renovar perspectivas. La primera vez que intenté ver “Bunraku” celebré en parte su estética, la apuesta por el cómic y la teatralidad, pero me derrotó su apuesta híbrida, nada arriesgada ni innovadora en el fondo. La película intentaba llegar a algo sin conseguirlo realmente. He vuelto verla al cabo de un tiempo y me he tropezado con un musical a lo Stanley Donen, lo cual tiene su mérito en los tiempos que corren, pero sin música ni poesía. La irritante mezcolanza seguía estando presente, tan hueca como al principio. Puede deslumbrar a quien esté acostumbrado a dejarse cegar por los oropeles más superficiales, pero es difícil ir más allá y disfrutarla. Es un divertimento renqueante, más una idea que un logro. Ni como western orientalizado ni como film de artes marciales tiene verdadera consistencia. Como musical, en cambio (o al menos como recordatorio de los títulos capitales de los cincuenta) alcanza cierta interés con sus peleas coreografíadas y las transiciones basadas en el cambio de decorado y la iluminación. El problema es que toma demasiadas cosas prestadas de demasiados géneros y no hay una argamasa que una el conjunto. Los actores no acaban de creerse sus papeles. Algunos parecen de paso, otros se interrogan acerca de lo que pueden estar haciendo en semejante malentendido. El dúo protagonista es plano e insuficiente, lo cual acentúa la brillantez de los villanos, algo que suele suceder en ciertas películas sometidas a la panacea de los mercados y lo políticamente correcto. Demi Moore hace de amargada odalisca que, tijera en mano, encuentra al final su redención, y el amigo Harrelson repite el papel de vividor venido a menos, listo y al margen de todo, capaz de dar la cara en los momentos apurados. Como si ya se preparara para su paseo etílico por “Los juegos del hambre”.

La estética puede que subyugue por momentos, pero el espejismo dura poco y enseguida deviene reiterativo. Un poco más de desgarro hubiera dado más consistencia y personalidad al relato. Porque, para qué engañarnos, la sangre no es emotiva en este celuloide ni tampoco atañe al valor. Es más bien un asunto colorido que viene o no a cuento según la escena o las necesidades del operador. El erotismo, en un rasgo de infantilismo inasumible, brilla por su ausencia. Lo contrario, claro, habría sido pedir demasiado.
Simsolo
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8
21 de noviembre de 2020
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Gorrión rojo” está más cerca de “La carta del Kremlin” de Huston que de la “Lucy” de Besson o las entelequias cámara en mano de Bourne. Su propósito es moral, así que aspira a ser un puente entre los clásicos espías de John le Carré y nuestro presente. El humanismo de Graham Green y su factor humano en lugar de la desfachatez tecnológica de cualquier Bond. Se agradece que esquive la acción desmedida y la proliferación de planos a cambio de otro análisis menos fácil. La integridad como desafío. La identidad en cuarentena. El no retorno a uno mismo como destino. Aunque aparentemente responde a la vieja lucha de bloques, el fondo se centra en las personas y su dominio. Cuerpos y almas que deben contribuir a sus confusas causas sin tapujos. Aquí, Jennifer Lawrence puntúa alto en su conseguido extrañamiento de la realidad. Actriz y personaje son un todo que domina y se deja dominar. Las diferentes capas de lectura se superponen sin que el abrigo llegue al espectador. La frialdad de la exposición corre pareja al nepotismo de unos y al deseo de otros. Poseer y ser poseído. La ecuación es tan miserable y huidiza como lo fue el viejo telón de acero.

Igual que el western tiene su paisaje, el del cine de espías es el triste cemento, ese hormigón armado de los edificios que transpira fealdad y resignación. La utilización de los decorados -unos interiores que eluden cualquier sensación de hogar- acompaña al juego de relaciones. Casi no hay diferencias entre las tétricas oficinas y el más allá cotidiano de las calles. Solo el lujo de los hoteles colorea un presente helador. No faltan la sangre y el dolor. El entrenamiento de nuestra espía antes de participar en la lotería de lealtades declina la acción porque sí. Tampoco se extiende como una prueba de superación personal. Basta la escena del desnudo ante el tribunal de aspirantes para que todos comprendan cuál es su poder. En “Gorrión rojo” las armas son otras. Escasean los combates cuerpo a cuerpo, que no son ajustes de cuentas inverosímiles, sino mera supervivencia. Cada golpe duele igual que las mentiras o las torturas que laceran la piel.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Simsolo
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