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8
25 de marzo de 2025
25 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es la mejor de las películas de Kaurismäki que veo. Pero sigue siendo una película de Kaurismäki y, por lo tanto, una experiencia estupenda el verla.
Dos amigos cogen la carretera en su coche y acaban accediendo al pedido de dos extranjeras, en una de sus paradas, que necesitan que las lleven al puerto, de dónde saldrá su barco, ya que su autobús tuvo un problema y ellas no quieren perder el navío.
Las mujeres no hablan su lengua, de ellos, que son finlandeses: una es rusa y la otra, de Estonia. El viaje transcurre de una manera bastante surrealista: los hombres llevan las señoras, pero no hablan absolutamente con ellas, que sí intentan entablar de algún modo conversación.
El colmo del absurdo llega cuando los dos paran, por la noche, en un hotel, cada uno cogiendo una habitación: cada una de las mujeres se mete en la habitación de uno de ellos. Así, sin ser invitadas, y, eso sí, portándose como auténticas señoras, con discreción, sin seducciones de por medio. Pero, para sorpresa del espectador, los hombres no intercambian con ellas ni siquiera una palabra. No hay apertura alguna para cualquier comunicación, incluso da la impresión de que las desprecian. Cenan en el restaurante del hotel. Ellos pagan las cuentas, sin problemas. Pero no hay cualquier atisbo de normalidad en el comportamiento de los "caballeros" con esas señoras.
Merece la pena verla, por absurda que pueda parecer, porque se puede ver la comunicación dentro de la incomunicación: en lo que parecía un terreno completamente árido, germina una relación de afecto muy fuerte que sorprende el espectador.
Dos amigos cogen la carretera en su coche y acaban accediendo al pedido de dos extranjeras, en una de sus paradas, que necesitan que las lleven al puerto, de dónde saldrá su barco, ya que su autobús tuvo un problema y ellas no quieren perder el navío.
Las mujeres no hablan su lengua, de ellos, que son finlandeses: una es rusa y la otra, de Estonia. El viaje transcurre de una manera bastante surrealista: los hombres llevan las señoras, pero no hablan absolutamente con ellas, que sí intentan entablar de algún modo conversación.
El colmo del absurdo llega cuando los dos paran, por la noche, en un hotel, cada uno cogiendo una habitación: cada una de las mujeres se mete en la habitación de uno de ellos. Así, sin ser invitadas, y, eso sí, portándose como auténticas señoras, con discreción, sin seducciones de por medio. Pero, para sorpresa del espectador, los hombres no intercambian con ellas ni siquiera una palabra. No hay apertura alguna para cualquier comunicación, incluso da la impresión de que las desprecian. Cenan en el restaurante del hotel. Ellos pagan las cuentas, sin problemas. Pero no hay cualquier atisbo de normalidad en el comportamiento de los "caballeros" con esas señoras.
Merece la pena verla, por absurda que pueda parecer, porque se puede ver la comunicación dentro de la incomunicación: en lo que parecía un terreno completamente árido, germina una relación de afecto muy fuerte que sorprende el espectador.

7.7
7,785
10
17 de marzo de 2025
17 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cebo (1958), de Ladislao Vajda, es una de esas películas que demuestran que el cine puede ser un arte sobrio y demoledor a la vez. Vajda, con su mirada precisa y su narrativa contenida, construye un thriller psicológico que deja una huella imborrable. La película no recurre a efectismos baratos ni a sobresaltos fáciles, sino que se sumerge en una tensión que crece con cada escena, atrapando al espectador en una red de miradas, silencios y pequeños detalles que dicen más que los diálogos.
Dentro de su reparto, Heinz Rühmann brilla con una interpretación llena de matices. Su presencia transmite una humanidad real, sin exageraciones, dando vida a un personaje que se siente auténtico, con su propia carga de dudas y certezas. En un género donde los arquetipos suelen dominar, Rühmann consigue algo poco común: un personaje que respira verdad y empatía.
La puesta en escena es otra de las grandes virtudes de El cebo. Vajda maneja el espacio con maestría, usando la profundidad de campo y la luz con una precisión que recuerda a los mejores exponentes del cine negro. No es una historia que se limite a lo criminal, sino que, en el fondo, es un retrato de la naturaleza humana -- atención para la presencia de un psiquiatra que le ayuda a trazar un posible perfil del criminal que busca, de sus abismos y de su fragilidad.
Hay películas que se olvidan a los pocos días. El cebo no es una de ellas. Es cine en su estado más puro, sin artificios, con la fuerza de lo bien hecho. El cebo es una película que da para muchas lecturas, y su profundidad psicológica la hace aún más fascinante.
Dentro de su reparto, Heinz Rühmann brilla con una interpretación llena de matices. Su presencia transmite una humanidad real, sin exageraciones, dando vida a un personaje que se siente auténtico, con su propia carga de dudas y certezas. En un género donde los arquetipos suelen dominar, Rühmann consigue algo poco común: un personaje que respira verdad y empatía.
La puesta en escena es otra de las grandes virtudes de El cebo. Vajda maneja el espacio con maestría, usando la profundidad de campo y la luz con una precisión que recuerda a los mejores exponentes del cine negro. No es una historia que se limite a lo criminal, sino que, en el fondo, es un retrato de la naturaleza humana -- atención para la presencia de un psiquiatra que le ayuda a trazar un posible perfil del criminal que busca, de sus abismos y de su fragilidad.
Hay películas que se olvidan a los pocos días. El cebo no es una de ellas. Es cine en su estado más puro, sin artificios, con la fuerza de lo bien hecho. El cebo es una película que da para muchas lecturas, y su profundidad psicológica la hace aún más fascinante.

6.7
3,049
9
14 de marzo de 2025
14 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como Finlandia es un país desarrollado y rico, uno se pregunta por que, en las películas de Kaurismaki, se ve todo tan destartalado, tan pobre y tan triste como en "Luces al atardecer (Las luces del suburbio)".
La estética y el contenido de las películas de Aki Kaurismäki no reflejan directamente la realidad económica de Finlandia, sino su visión artística y crítica del mundo. Hay varias razones por las que en su cine predominan personajes y escenarios marcados por la pobreza y la melancolía.
Kaurismäki se enfoca en la gente común, especialmente en los perdedores de la sociedad: desempleados, obreros, inmigrantes, alcohólicos, vagabundos. Sus historias muestran la dignidad de estos personajes en medio de la adversidad. Como en el caso de Koistinen, ese guardia de seguridad nocturno que tiene la desgracia de toparse con una mujer que le destruye la vida.
Aunque Finlandia es un país próspero, también tiene desigualdades, pobreza y soledad, por supuesto. Y Kaurismäki muestra el lado menos visible del progreso, como una denuncia silenciosa contra el individualismo y la deshumanización.
Sus películas tienen una estética retro, con bares y casas que parecen congelados en los años 50 o 60. La verdad es que esto no responde a la realidad de Finlandia, sino a un estilo visual deliberado, donde el tiempo parece detenido.
Su cine está influenciado por directores como Bresson y Ozu, que retrataban la vida con sobriedad y economía de recursos. Prefiere los espacios austeros y la sobreactuación contenida para crear un tono melancólico y poético.
Kaurismäki intenta plasmar en sus películas la lucha silenciosa de los desheredados de la tierra. Y lo hace con maestría en "Luces al atardecer (Las luces del suburbio)".
La estética y el contenido de las películas de Aki Kaurismäki no reflejan directamente la realidad económica de Finlandia, sino su visión artística y crítica del mundo. Hay varias razones por las que en su cine predominan personajes y escenarios marcados por la pobreza y la melancolía.
Kaurismäki se enfoca en la gente común, especialmente en los perdedores de la sociedad: desempleados, obreros, inmigrantes, alcohólicos, vagabundos. Sus historias muestran la dignidad de estos personajes en medio de la adversidad. Como en el caso de Koistinen, ese guardia de seguridad nocturno que tiene la desgracia de toparse con una mujer que le destruye la vida.
Aunque Finlandia es un país próspero, también tiene desigualdades, pobreza y soledad, por supuesto. Y Kaurismäki muestra el lado menos visible del progreso, como una denuncia silenciosa contra el individualismo y la deshumanización.
Sus películas tienen una estética retro, con bares y casas que parecen congelados en los años 50 o 60. La verdad es que esto no responde a la realidad de Finlandia, sino a un estilo visual deliberado, donde el tiempo parece detenido.
Su cine está influenciado por directores como Bresson y Ozu, que retrataban la vida con sobriedad y economía de recursos. Prefiere los espacios austeros y la sobreactuación contenida para crear un tono melancólico y poético.
Kaurismäki intenta plasmar en sus películas la lucha silenciosa de los desheredados de la tierra. Y lo hace con maestría en "Luces al atardecer (Las luces del suburbio)".
8 de marzo de 2025
8 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película surcoreana del 2002 dirigida por Jeong-hyang Lee que logra conmover sin necesidad de grandes efectos o dramas exagerados. La historia muestra a Sang Woo, un niño de ciudad malcriado y egoísta, que es enviado al campo a vivir con su abuela, una mujer mayor, muda y de vida sencilla. A través de su convivencia, la película explora temas como el amor familiar, la humildad y el crecimiento personal.
Lo que hace especial a esta cinta es su capacidad para retratar la vida cotidiana con una honestidad que resulta universal. La abuela, interpretada de manera magistral por Eul-boon Kim -- quién no solo no había actuado anteriormente, sino que tampoco había visto una película en su vida -- , transmite una bondad silenciosa que contrasta con la actitud desafiante de Sang Woo. Poco a poco, el niño comienza a entender el valor de las pequeñas cosas y a apreciar el sacrificio y el cariño de su abuela.
La dirección es sencilla pero efectiva, y la fotografía captura la belleza del entorno rural sin caer en lo pintoresco. Es una película que te hace reflexionar sobre las relaciones familiares y la importancia de la empatía. Sin duda, "Sang Woo y su abuela" merece ser vista por su humanidad y su capacidad para emocionar sin artificios.
Lo que hace especial a esta cinta es su capacidad para retratar la vida cotidiana con una honestidad que resulta universal. La abuela, interpretada de manera magistral por Eul-boon Kim -- quién no solo no había actuado anteriormente, sino que tampoco había visto una película en su vida -- , transmite una bondad silenciosa que contrasta con la actitud desafiante de Sang Woo. Poco a poco, el niño comienza a entender el valor de las pequeñas cosas y a apreciar el sacrificio y el cariño de su abuela.
La dirección es sencilla pero efectiva, y la fotografía captura la belleza del entorno rural sin caer en lo pintoresco. Es una película que te hace reflexionar sobre las relaciones familiares y la importancia de la empatía. Sin duda, "Sang Woo y su abuela" merece ser vista por su humanidad y su capacidad para emocionar sin artificios.

7.4
2,806
8
4 de marzo de 2025
4 de marzo de 2025
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es un viaje profundo por las heridas silenciosas que deja el tiempo en la vida de gente normal y corriente. La historia sigue a dos familias chinas desde los años 80 hasta el presente, atravesando las transformaciones sociales y políticas que marcaron al país tras la política del hijo único y las reformas económicas.
Más allá del drama familiar evidente —la pérdida de un hijo—, la película explora con delicadeza la resignación, la culpa y los secretos que van tejiendo las relaciones humanas. La narrativa se fragmenta en saltos temporales, como si la memoria misma contara la historia, con sus olvidos, sus repeticiones y sus heridas que nunca cierran del todo.
Lo que más conmueve es la manera en que la película muestra el paso del tiempo. Los personajes se aferran a pequeños rituales cotidianos como si pudieran hacer que la vida tenga sentido, aunque la vida siga avanzando sin esperar a nadie. La actuación contenida de Yong Mei y Wang Jingchun —que ganaron merecidamente el Oso de Plata en Berlín— encarna esa mezcla de dignidad y tristeza que sólo se encuentra en quienes han aprendido a vivir con lo irremediable.
Más que una historia sobre el dolor, "Hasta siempre, hijo mío" es una meditación sobre la reconciliación: con los demás, con el pasado y con uno mismo. A través de sus casi tres horas, la película nos recuerda que la vida, con todas sus pérdidas y silencios, es un misterio que sólo se desvela cuando se mira hacia atrás.
Más allá del drama familiar evidente —la pérdida de un hijo—, la película explora con delicadeza la resignación, la culpa y los secretos que van tejiendo las relaciones humanas. La narrativa se fragmenta en saltos temporales, como si la memoria misma contara la historia, con sus olvidos, sus repeticiones y sus heridas que nunca cierran del todo.
Lo que más conmueve es la manera en que la película muestra el paso del tiempo. Los personajes se aferran a pequeños rituales cotidianos como si pudieran hacer que la vida tenga sentido, aunque la vida siga avanzando sin esperar a nadie. La actuación contenida de Yong Mei y Wang Jingchun —que ganaron merecidamente el Oso de Plata en Berlín— encarna esa mezcla de dignidad y tristeza que sólo se encuentra en quienes han aprendido a vivir con lo irremediable.
Más que una historia sobre el dolor, "Hasta siempre, hijo mío" es una meditación sobre la reconciliación: con los demás, con el pasado y con uno mismo. A través de sus casi tres horas, la película nos recuerda que la vida, con todas sus pérdidas y silencios, es un misterio que sólo se desvela cuando se mira hacia atrás.
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