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España España · Málaga
Críticas de Kaori
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Críticas 2,119
Críticas ordenadas por utilidad
5
7 de diciembre de 2012
31 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que sí, que ya lo sabemos, que el Pitt es muy guapo, muy guapo, muy guapo, ¿es necesario que todo el mundo se lo diga? Parece que sí, y en cada película suya se esfuerzan en resaltarlo a cada momento, lo cual no es malo; es más, el éxito de esta película está directamente relacionado con la belleza del reparto, que debió de alterar (y sigue alterando) las hormonas de muchas y de muchos.

Bueno, pues he aquí que en estos tiempos de vampiros luminosos, me encuentro con «Entrevista con el vampiro», todo un clásico de la literatura y el cine fantástico. No he leído el libro, así que voy a hablar sólo y exclusivamente de la película, donde se nos muestra a unos vampiros terroríficos, decadentes y monstruosos a pesar de su belleza. Unos vampiros más en consonancia con la tradición, pero dando un salto mortal hacia delante que hace que se disloquen un poco. Porque hay varias cosillas de las que no me entero pero de las que ellos tampoco se enteran, lo cual es mucho peor. Por ejemplo: ¿cómo se les mata? ¿De dónde vienen? ¿Por qué existen? ¿Qué poderes tienen, si es que tienen? ¿Qué ha pasado con los vampiros del mundo? Y más cosas que no puedo detallar porque si no desvelaría partes del argumento.

Las conversaciones que supuestamente quieren responder estas dudas prácticas y existenciales, no aclaran nada. De verdad, nada: son obtusas, solapadas, inteligibles, en realidad como toda la película, que va un poco a marchas forzadas, sin un contenido que verdaderamente interese y fascine, limitándose por momentos a mostrar una muerte detrás de otra y a contarnos los doscientos años de vida (nada más y nada menos) de nuestro protagonista. Louis, con sus no muy convincentes remordimientos por ser y hacer lo que hace, aparenta que comprende las explicaciones que le dan sobre el hecho vampírico, pero no, no comprende, y al final tiene que quedarse sin comprender. Como todos.

Algo curiosísimo es el tremendo catálogo de comportamientos sexuales que nos ofrece «Entrevista con el vampiro». Un buen ejemplo sería la relación entre Louis y Claudia; relación que ni gusta, ni se explica, ni se entiende, pero que insinúa el incesto, la pederastia y hasta el fetichismo, con eso de vestirla como a una muñequita. Además, vaya forma de comer que tienen estos vampiros: parece que te están violando. Esto es un punto a su favor, ya que la simbología del vampirismo con el sexo es indisoluble, y en esta ocasión se atreven a mantenerlo. La ambientación está muy conseguida, uno de sus mayores logros, junto con unas interpretaciones correctas en las que destaca una espléndida Kirsten Dunst y un portentoso Tom Cruise.

Dicho esto, dejémonos de tonterías y vamos a lo que de verdad importa: ¿quién es el más atractivo de la película? Este es el auténtico debate. Si el aniñado Brad Pitt, el enérgico Tom Cruise, el latino Antonio Banderas o (fue uno de lo más deseados en su época) el juvenil Christian Slater. Se admiten opiniones.

Para mi no hay duda: si Tom Cruise aparece una noche cualquiera y me dice con sus penetrantes ojos blancuzcos y su magnífica sonrisa de colmillos afilados que sea su compañera por toda la eternidad, ojo, que me lo pensaría. Y que me muerda si quiere.
Kaori
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7
23 de junio de 2014
23 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuarta parte sobre las andanzas de Rocky Balboa, el boxeador más afamado del celuloide. Ahora ni Dolph Lundgren en sus años mozos le aguanta el combate. Vaya dos ejemplos de cuerpos trabajados en el arte del músculo. Es maravilloso ver cómo se entrenan estos dos hombretones, y más Stallone, por supuesto, que vuelve a planear una tabla de entrenamientos que nos entusiasmará por su resistencia física y poderío atlético mientras se escucha «Hearts On Fire». Qué forma de hacer abdominales, chico.

Que si comunista, que si fascista, que si patriotera, que si estúpida... No me contéis rollos, no me vengáis de nuevo con el marchamo de la calidad ideológica ni olvidéis el género donde se clasifica esta cinta. «Rocky IV» pavonea un poco la bandera americana y se posiciona lógicamente en el bloque occidental, aunque de ninguna forma sobredimensionada ni ofensiva, al contrario. Rocky incluso pronunciará un discurso conciliador entre unos y otros, alejado del odio y de la inquina, cosa que algunos, leído lo que leo, todavía mantienen.

«Rocky IV» ofrece alto entretenimiento, un mensaje positivo y épico, como siempre, y un guión compacto y atractivo. Yo destacaría entre los personajes al de Duke, el entrenador de Apollo Creed, que gana protagonismo y nos suelta unas frases y unas arengas que son para memorizarlas. La historia y el estilo potencian el boxeo-acción que ya inventó en la tercera y nos sube a todos la adrenalina con un «There’s No Easy Way Out» cargado de recuerdos y un combate hyper motivador donde «no hay dolor». Fantástico.

Rocky sabe lo que tiene hacer. Y lo hace.
Kaori
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8
13 de octubre de 2010
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alterada estoy aún por la maravillosa pareja que forman Ford y McGillis. Qué manera de mirarse, de estar el uno frente al otro, qué atractivo uno y otra, aun en sus trajes de Amish. Mi valoración es prácticamente gracias a ellos, que me han enamorado, me han emocionado y me han hecho reír.

Y cómo no, Peter Weir, que realmente no sé cómo lo hace, pero tiene una forma de crear cine que es pura estética y delicadeza. Maravillosa la parte de la convalecencia de Book, por ejemplo, y pura tensión sexual en el baile que se marcan en el granero.

En definitiva, muy entretenida, bien hecha, buena banda sonora, pesonajes muy bien construidos y con la dosis justa de sensualidad, amor y acción; además de plantear ideas interesantes relacionadas con el deber, la violencia o la tolerancia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kaori
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7
29 de junio de 2012
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece que hemos perdido el verdadero sentido de lo erótico. Observemos a Clint Eastwood. Sólo Eastwood tumbado en una cama irradia más magnetismo que cualquier escena de desnudos o sexo explícito. Clint Eastwood medio chamuscado, o con barba de varios días, o con un camisón horrible, con muletas, despeinado, casi muerto; de cualquier forma, desde el primer minuto, Clint Eastwood es el seductor, el conquistador consumado, amante experto por intuición del espectador.

Ello se debe en parte a la magnífica escena del beso al principio de la película, de una carga erótica demasiado fuerte para los días que corren; peliaguda hasta el extremo, rozando la pederastia, chocante, inesperada. Luego viene la música, inocentemente perturbadora, y más tarde la ambientación aislada y el grupo femenino que se nos va mostrando con absoluta cadencia. Podría haber sido mucho más, desde luego, pero quedándose donde se queda, consigue la seducción y, por supuesto, la intriga.

«El seductor» sería impensable hoy en día entre otras cosas por el retrato que se hace de la mujer. Fogosa y reprimida a un tiempo, excitada, excitable y excitante; envidiosa, celosa y cruel; amable, angelical, tímida por momentos, pero totalmente sexuada, lasciva, perversa en el más amplio sentido de la palabra. Monumental el trío a cargo de una Geraldine Page que se sale de la pantalla.

Original y morboso planteamiento para un thriller que yo calificaría de auténtico terror; de verdad que hay secuencias que ponen los pelos de punta, en especial en la recta final, con un desenlace que te deja sin palabras.
Kaori
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2
15 de febrero de 2014
40 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he quedado un poco horrorizada tras ver «La dolce vita». A Fellini lo tenía pendiente desde hace tiempo, así que me dije a mi misma que mejor empezar por su obra más antológica. Pues vaya idea he tenido, porque si este es el Cine de Fellini, Fellini es una mediocridad sin paliativos. Ya estamos con las vacas sagradas.

No le pongo menos nota porque hay que reconocer que el director utiliza unos recursos técnicos variados, en parte puramente estéticos, y Mastroianni acomete una interpretación con el suficiente glamour, no espectacular, pero sí aceptable. La sensual belleza, que se desborda del vestido y de la propia cámara, de Anita Ekberg también merece su estrella. Eso sí, su baño en la Fontana me hubiera pasado desapercibido si no fuese por la fama que tiene, así que ya me veis buscando y esperando la mentada escena con impaciencia, para luego quedarme igual de decepcionada que estaba.

«La dolce vita» es aburrida. Muy aburrida. Una fiesta detrás de otra con personajes desconocidos, alterados por los intereses ideológicos de la trama, con identidades falsas, diálogos falsos, pedantes, y situaciones más falsas aún. Fellini, de quien percibo cierto espíritu progresista, cae en una serie de contradicciones típicas de la hipocresía habitual en estos sectores. Para empezar, y lo que más me llama la atención, es su profundo clasismo: su desprecio hacia los ricos y poderosos se debe únicamente a que pertenecen a la clase alta, no hay más; claro, como son ricos, échales basura encima, que eso queda muy «chic», y por supuesto muy «comprometido», que como fachada os encanta. ¿Que la crítica no tiene atisbos de credibilidad y seriedad? No importa, la ideología está por encima de la verdad. Me pregunto si Fellini, que sin duda pertenecía a esta clase social «depravada», se identifica con el submundo que retrata o, en cambio, él se mantiene puro y por encima del resto. Sólo pregunto.

Otra contradicción es la crítica que lanza a esa alcurnia aburguesada. La historia de «La dolce vita» es tan inconsistente, que se critican los antiguos valores conservadores y cristianos, a través del amigo Steiner, por ejemplo, y su culto a la anarquía, o el propio Marcello, con todo un discurso a su novia sobre el asco que le da su amor «maternal»; y al mismo tiempo se rechaza la oposición: el sexo sistematizado, el descreimiento, la revolución dentro de una sociedad con unos principios ya establecidos por otros. ¿En qué quedamos? Si Fellini debería estar encantado de que estos individuos sean tan libres, tan rompedores, tan valientes a la hora de desprenderse de la ética impuesta... ¿O no?

Estructurada a retazos artificiales, sin congruencia, sobreactuada siempre, mal desarrollada, con un ritmo que no se maneja como se debería, con aires de culta sin serlo, «La dolce vita» es una pamplina sin interés. Pero qué mala.
Kaori
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