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España España · Pontevedra
Críticas de The Quiet Man
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
9
6 de febrero de 2012
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Artist” es posible gracias al contexto actual; su aparición y el eco de su acogida sólo se entiende como un desafío necesario a estos tiempos dominados por una industria cinematográfica que relega el valor de la creación artística a la inmediatez de la explotación y la avidez de la recaudación. “The Artist” es una película sencilla, diáfana y bella, que ya desde los títulos de crédito revela estar hecha con un profundo cariño. Lo que comienza siendo un homenaje de Hazanavicius a los primeros tiempos del cine, avanza hacia una veneración a su propia esencia, al arte de emocionar a través de la imagen y el sonido, y termina por convertirse en una reivindicación de que “otro” cine es posible.

Aunque “The Artist” no es una película del todo redonda y tenga algún efímero instante de decaimiento, el conjunto es sobresaliente. Hazanavicius utiliza una simple historia de amor/gratitud en medio de un relato sobre la gloria del éxito y la tragedia de la caída; todo ya visto y mil veces contado, y sin embargo logra entusiasmarnos con la narración desde el primer instante, engarzando, como el más experto artesano, algunas escenas sublimes, ingeniosas y renovadoras del lenguaje cinematográfico, mostrando por momentos un sorprendente poderío visual, que alcanza todo su esplendor en la magnífica secuencia del sueño sonoro que, sin duda, nos quedará grabada para siempre. Y es que “The Artist” tiene facilidad para conectar con el espectador y conmoverlo, a ello contribuye un maravilloso Jean Dujardin, que al momento nos contagia su optimista sonrisa, a la química que desprende junto a la espontanea de Bérénice Bejo, y a un elenco de excelentes secundarios.

“The Artist”, cine necesario en nuestro tiempo sobre otra época, pero con un enorme respeto y gratitud hacia los espectadores de antes, de ahora y, como creo que esta es una de esas películas perdurables, el tiempo lo dirá, de los que aún están por venir.
The Quiet Man
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5
19 de marzo de 2013
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Wright apuesta por una lisérgica adaptación teatral de Anna Karenina. Su objetivo es alucinar al espectador y desde el primer instante, con desmedido atrevimiento, lo somete a una exuberante cascada visual fruto de una lujosa producción artística. Antes de llegar a la media hora de metraje, el público está exhausto y la película agotada. Incapaz de mantener el ritmo, y una vez diluido el efecto sorpresa del arranque, todo queda en manos de unos personajes perdidos (o engullidos) en una sucesión sin fin de decorados. Los diálogos, a base de frases lapidarias y sentenciosas, terminan con las pocas posibilidades de profundizar en ellos. Esta prevalencia de la estética del cartón-piedra sobre los actores convierte la historia en algo intrascendente y desapasionado, pasando la película a ser puro paisaje de museo; se agradecen, pues, los numerosos momentos de congelación y ralentización de la acción, que permiten explayar la mirada con la comodidad que la propuesta requiere. En definitiva: la superioridad del pictograma sobre el fotograma.

Tolstoi forma parte de un grupo de grandes novelistas decimonónicos –Dickens, Balzac, Dostoievski, entre otros-. Forenses de la condición humana, nos dejaron personajes inmortales; perspicaces cronistas, retrataron la sociedad de su época. Traicionadas esas metas en aras de la belleza superficial, se nos ofrece a cambio unos personajes distantes y lánguidos, fácilmente olvidables -excepción hecha de Karenin sobriamente interpretado por Jude Law-. Mención aparte merece el desconcertante tratamiento patológico dado a la protagonista principal, una Anna Karenina más cerca de la neurosis que victima de la pasión y de la rígida moral imperante. La cuestión social, tan importante en la novela del siglo XIX, ni siquiera se esboza: ¿Quién diría, al finalizar la película, que todo sucede al borde del abismo de la historia y que estaba en ciernes el estallido revolucionario?
The Quiet Man
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10
13 de noviembre de 2011
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Si una persona no siente la caridad, no es una persona” le dijo, y él, niño, lo repitió.
En su ausencia, una y mil veces lo musitaba, tantas, que se arropó con ese mantra.
Cuando el horror le alcanzó, son inútiles, se lamentaba, las palabras.
Primero mudo, se las calló. Luego sordo, al viento no escuchó.
Envilecido con el tiempo, una mañana, le espantó su reflejo en el agua.
Recordó palabras, las conjuró y la brisa le guió con retazos de canción.
Anhelante llegó a la orilla, el mar había dejado el consuelo de un alma exigua.
The Quiet Man
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1
3 de septiembre de 2011
20 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Dios mío Nicolas Cage! ¿Pero cuanto alcohol te hizo beber Mike Figgis, durante el rodaje de Leaving Las Vegas, para que te hayas quedado en ese estado semivegetativo?¿No te das cuenta que con esa expresión solo estás para el “antes” de un anuncio de laxantes?

Y otra cosa, pide cita con el estilista de Bruce Willis, con la edad uno se queda sin pelo y no pasa nada. Lo que si trae consecuencias es ponerse un estropajo por boina, darle mechas para quedar “fashion” y tratar de pedir un crédito. Claro así no hay manera, y te ves en la necesidad de hacer engendro tras engendro.

En cuanto a lo demás, solo resta decir que hay gente de buena fe que le da por llamar a esto película, a mi solo se me ocurren improperios. ¡Ah!, esta vez por exigencias del guión tenían que encontrar atractivo al bueno de Nicolas.
The Quiet Man
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9
28 de marzo de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Olvidada por el gran público “Ariane” es de esas películas que se hace inolvidable una vez vista. Precisamente la ligereza de fama que la envuelve, en contraste con otras cumbres del cine de Billy Wilder, la protege y añade al exquisito encanto que de por sí posee la película el placer del hallazgo inesperado.

La primera colaboración entre Wilder y Diamond es una elegante comedia romántica en claro homenaje de Wilder a su maestro Lubitsch. Varios indicios de ello encontramos en la película, unos más obvios como, por ejemplo, las secuencias en el pasillo del hotel donde los personajes (y el espectador) esperan delante de una puerta cerrada mientras la acción transcurre tras ella; o esa pequeña historia paralela del perro eternamente castigado sin motivo. Pero también, de forma más sutil, ese homenaje reside en la finura del humor tenue y delicado que recorre la película de principio a fin con precisión Suiza, en manifiesto contraste con el humor amargo, patético y melancólico que impregna la obra magna del romanticismo en Wilder: “El apartamento”.

La primera opción para el protagonista masculino fue Cary Grant, que hubiese proporcionado la ambigüedad que requiere el personaje, frente al rotundo empaque de Gary Cooper, que siempre destila rectitud y honestidad. Pero para limar cualquier imperfección está Audrey Hepburn, cuya interpretación, y sobre todo su mirada, transciende al personaje y llena la película de fascinación, no en vano el vals “fascinación” termina por convertirse en una vaporosa presencia que rivaliza en importancia con los protagonistas.

Por si todo fuera poco, aún nos queda un magnífico final, en una estación como no podría ser de otra forma y que termina por convertir la película en una obra imprescindible, una película destinada a sorprendernos desde la discreción que la acompaña.
The Quiet Man
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