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Sudán Sudán · Lasinfàn Tasmela
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Críticas 88
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
20 de noviembre de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver En la ciudad sin límites. He vuelto a recordar a Capra y Qué bello es vivir! Son posibles los milagros y quizá no sólo cinematográficos.

Porque si cogemos al director de esta película, Antonio Hernández... que aunque había realizado la interesante Lisboa, la inmediatamente anterior a ésta era (¿se puede catalogar como película y no cómo mierda en su estado más nauseabundo?) GRAN MARCIANO. Y, después, ni se volvió a acercar a unos resultados similares a los del film que aquí nos ocupa.

Y le sumamos dos actores (¿?) como Roberto Álvarez (sí, el de Ana y los 7) y Álex Casanovas (como presentador ya resultaba patético, y en cine siempre se ha superado) en papeles sumamente importantes.

¿Qué surge?

Pues una de las mejores películas españolas de la última época. Admirable. Con un gran reparto (excepto los casos ya citados que están "en su línea") donde sobresalen el genial Fernán-Gómez y un colosal (y guapísimo, ¿verdad, señoritas y señoras?) Leonardo Sbaraglia, junto a un papel jugosísimo de Alfredo Alcón. Y una partitura musical, sobrecogedora por su calidad, de Víctor Reyes.

Y un dato: de las pocas películas que puede presumir de tratar (aunque sea como telón de fondo) un cierto tono político y no convertirse en un panfleto.

Muy recomendable, aunque aviso de que entran unas enormes ganas de hacer las maletas y salir para París... aunque sea para machacar a Roberto Álvarez.
30 de septiembre de 2008
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película de Sidney Lumet (director irregular pero autor de un buen puñado de grandes películas) que gira en torno al intento de atraco a un banco de un trío de perdedores.

Con admirable guión original de Frank Pearson (justo ganador del Oscar), que sabe mantener la tensión y el ritmo durante casi dos horas partiendo de una situación mínima, el film narra el fracaso inicial del plan de los atracadores (si llegó a existir algo más que "entramos", "cogemos el dinero" y "nos vamos") y la improvisación posterior de los mismos.

Fruto de ese fracaso asistimos al desarrollo del "inevitable síndrome de Estocolmo" (¿quién no se alía con Pacino y Cazale), al apoyo que reciben de parte de los ciudadanos los aprendices de atracadores, al poder de los medios de comunicación (que todo lo convierten en un espectáculo), al poder superior del FBI (que siempre pisotea a la policía local), al desvelo de la homosexualidad de Al Pacino (y que parece ser la razón principal de haberse gestado el atraco) y a otras pequeñas historias y situaciones que no dejan ser representativas de la sociedad estadounidense de la época.

Al quedar la acción reducida por ceñirse prácticamente a un escenario, la película se basa en los actores. Destacables, especialmente, Charles Durning y John Cazale, que como casi siempre (en sus pocas intervenciones en pantalla) sustituye sus diálogos por una serie de "rictus" que lo convierten en paradigma del gran perdedor.

Y por encima de todos, Al Pacino. Memorable, rico en matices y registros: tierno, enfadado, comprensivo... y, sobre todo, perdedor (esa última frase: Don't Shoot).

Finalmente, a título anecdótico, recordemos que el Óscar al mejor actor fue a las manos de Nicholson por Alguien voló sobre el nido del cuco (¿qué nos parece un ex aequo?), y ese año en diferentes categorías se dieron cita además de estas dos citadas otras como Barry Lindon, Tiburón, Nashville (las cinco nominadas a mejor película), Amarcord y Dersú Uzala.

Puede ser la razón que explique que sólo obtuviera un premio de la academia (Pearson batió, entre otros a Tonino Guerra /Fellini por Amarcord) esta sensacional película, hoy algo olvidada, cuyo (re)visionado recomiendo encarecidamente
2 de enero de 2009
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que Días de radio es una película que ha ganado con el tiempo. Y me explico. En tiempos en los que el término comedia está sanguinariamente maltratado, volver a verla supone una mirada nostálgica no sólo al mundo de la radio sino también al de este género cinematográfico.

Allen deja atrás su universo de relaciones de pareja, que ha dado lugar a tantas magníficas películas, y curiosamente logra la que para mí es una de sus mejores obras. De claras resonancias fellinianas (es inevitable pensar en Amacord), el director nos narra la vida de una familia en el Brooklyn de finales de los 30 y principios de los 40 (hasta 1944) a través de la mirada de un niño.

La película supone, pues, un "collage" de anécdotas sobre el protagonista, su familia y el mundo de la radio, cuyo único hilo conductor es precisamente ese medio de comunicación: sus presentadores y/o actores, sus programas, sus canciones. Sin embargo, lejos de parecer deslabazada o un mero conjunto de sketches (como los eran sus primeros filmes), la historia jamás aburre ni carece de coherencia. Quizá ayude que el metraje sobrepasa a duras penas los 80 minutos: si durara 40 minutos más (como otras pretendidas comedias) la idea se nos hubiera hecho pesada.

Aviso a otros directores: tened en cuenta este hecho antes de estirar una única idea hasta que os salen los 100 ó 105 minutos. Pensad otra idea y la presentáis como corto para llegar a ese metraje, o realizad unos títulos de crédito de media hora. Pero no fastidiéis lo que podría haber sido una buena propuesta.

Dotada de un acertado reparto coral (Farrow, Aiello, Seth Green, Jeff Daniels ... y, especialmente, Dianne West), gran fotografía de Carlo Di Palma y una colección de maravillas musicales de la época (Ellington, Goodman, Miller, Dorsey...) está especialmente recomendada para aquellos que han crecido en la época de la televisión con varios canales, a los que les supondrá una verdadera clase de historia social. Yo lo hice cuando sólo había dos (uhf, vhf) y comenzaban a emitir tarde, por lo que la radio cubría ese hueco y Allen me lleva (salvando distancias) a mi infancia: ay, Elena Francis.

Divertida, recomendable, nostálgica, maravillosa. Aunque Allen en su primera escena haya "plagiado" a Sáenz de Heredia. Intencionadamente o no.
23 de septiembre de 2008
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante ópera prima como director de Tim Robbins que cuenta los entresijos de la campaña a senador de los Estados Unidos, por Pennsylvania, de un cantante country en los días anteriores a la Guerra del Golfo.

A modo de falso documental la película sigue al autobús del candidato, mostrándonos tanto su día a día y sus opiniones, como las de sus oponentes y algunas tramas paralelas que pueden incidir en dicha campaña electoral.

Sabiendo de la postura política de Robbins, se debe opinar que tiende al maniqueismo, pues aunque no se nombra en ningún momento a partido político alguno, es obvio que Roberts pertenece al Republicano. Y claro, detrás se encuentra todo el poder verdadero en USA: la Comisión Nacional de Seguridad, los fabricantes de armas, la corrupción en su grado extremo, conexiones con el contrabando de droga, etc. (para más información, ruego se lean o escuchen las opiniones sobre el tema de cualquier ciudadano europeo que así mismo se llame "progresista" ).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Así, el candidato optará por cualquier artimañana para conseguir el éxito: desde destapar un falso escándalo sexual de su rival hasta simular un intento de asesinato (instigando y/o financiando la posterior muerte del periodista que destapó su vinculación con la trama de corrupción).

Aunque no se pueda separar el trasfondo político del análisis de la película, lo cierto es que Robbins ofrece una obra con buen ritmo, sin incurrir en la pesadez en la que caen otras cintas sobre los mismos temas, a lo que ayuda ese tono de documental y, también, los temas musicales que son la base de su campaña (creados por los Robbins).

En favor de su director, señalar que muchos de los aspectos polémicos reflejados en Ciudadano Bob Roberts no son ajenos a la política de Estados Unidos ni al Partido Republicano. Pero tampoco creo que lo sean al Partido Demócrata ni a otros partidos de otros países.
17 de enero de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de Allen ya es un misterio. El, en numerosas entrevistas, ha afirmado que en pantalla sólo representa un personaje; que a Allen persona no hay que asociarlo a Allen personaje. Pero no creo que nadie pueda conseguirlo: para nosotros Allen es persona debe tener las mismas características que las de ese hombre que aparece en pantalla casi año tras año. Es más, si en alguna de sus películas no actúa y transfiere algunas de las características a un personaje, el actor que lo lleve a cabo no termina de convencernos (véase Celebrity).

En Desmontando a Harry, Allen confiere a su personaje las características más negativas que nunca ha aportado: es un cabronazo que engaña a las mujeres con las que ha estado (esposas y compañeras), adapta a sus relatos los chismes de todos a los que conoce, engañaba a una de sus mujeres con la hermana de ésta, adicto al alcohol y a las prostitutas, se lleva mal casi todo el mundo... Parece que como da la impresión, en la realidad, de ser un tío afable esta vez no se corresponde con el personaje. Pero olvidamos que engañó a su mujer con su hija adoptiva.

Quizá haya más de Allen en Harry en esta película que en otras. Y al rodarla él mismo haya querido acabar con fantasmas internos. O quizá sean alucinaciones mías: después de todo, Allen afirma que sus personajes no tienen mucho que ver con él.

Desmontando a Harry es una revisitación paranóico-tremendista de Fresas Salvajes, en la que el protagonista acude a recibir el premio de una Universidad que le expulsó con su hijo "secuestrado" para la ocasión, una puta y un cadáver.

Dotada del habitual ritmo frenético de casi todas las obras del autor, está repleta de ardides narrativos: flash backs que explican su vida pasada, representaciones de sus relatos con otros actores que sustituyen a los verdaderos protagonistas, conversaciones con sus propios personajes creados, escenas que contempla Harry "in situ" sin que le puedan ver, planos entrecortados como si fuera un documental y fin de fiesta final con descenso a los infiernos parodiando a la Divina Comedia y homenaje y premio concedido por los personajes de su obra literaria.

Ácida como pocas de sus cintas (sector duro del judaísmo, consigo mismo, con todo lo que se ponga por medio), resulta una de las más desternillantes (genial lo del actor desenfocado, especialmente si es Robin Williams) y cuenta con la habitual galería de excelentes actores. Aquí, especialmente, Elisabeth Shue, Judy Davis, Kirstie Alley y Billy Crystal como el particular diablo oliendo a azufre.

A las frases que se mencionan en otras críticas, añado:

El Diablo (en su despacho del infierno y tras haber hablado con Harry sobre mujeres y sexo):
Si quieres pongo aire acondicionado
Harry: Tienes aire acondicionado
El Diablo: Sí, jode la capa de ozono.

Muy recomendable.
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