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Críticas 76
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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19 de diciembre de 2011 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título del filme, de por sí, espanta, y ni que hablar de la película. Cuanto menos, en tono de comedia hubiera resultado aceptable, pero cuando pretende plantarse en un plano de seriedad, y someter a un actor de trayectoria como Ford y a otro en plenitud como Craig a semejante papelón, termina arrancando una sonrisa a los espectadores sin proponérselo. Seguramente, no se la recordará ni como película de ciencia-ficción ni como de vaqueros, y el que olvide mencionarla en los antecedentes de sus protagonistas y realizadores en un futuro, menudo favor les hará.
10 de abril de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta surrealista (toda) road movie (en parte), se sostiene casi exclusivamente por el extraño y parsimonioso rockero gótico cincuentón, decadente, ausente y angustiado que compone Sean Penn, declaradamente influenciado en su papel por la estética de Robert Smith y, se me antoja a mi, adoptando la cadencia y los apagados reflejos del actual Ozzy Osbourne.

De explicarnos los motivos que tiene este peculiar personaje para lucir y actuar de ese modo, se encarga el director italiano Paolo Sorrentino, aunque, debo admitirlo, lo hace de manera cansina e irregular y, salvo algunas pocas chispas de ingenio –particularmente en ciertos razonamientos que verbaliza, casi susurra, su siempre desganado protagonista–, termina transmitiendo a los espectadores el mismo tedio con que suele arrastrar su carrito de compras o su maleta, cual cruz de su propio calvario existencial, este apático pero finalmente querible Cheyenne (así se llama).

Seguro que Sorrentino nunca se propuso fastidiar a su platea pero, entre tantas secuencias que no vienen al caso (donde incluye la ejecución completa del tema que da nombre a su película, por parte de los auténticos Talking Heads) y que no desembocan en ningún lado, sumado al empeño que pone en subrayar lo irrelevante, involuntariamente lo consigue, y lo que en un principio amaga resultar interesante termina por escabullirse como arena entre los dedos, a excepción del tramo final de la historia el cual, a mi juicio, captura la esencia de lo que tan erráticamente le demandó contar.
19 de diciembre de 2011
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Realmente sentí miedo, lo confieso. Pero no a la oscuridad, sino a que el Guillermo del Toro que aparece en los créditos de esta, por así llamarla, película, sea el mismo que nos deleitó con “El laberinto del Fauno”. Hasta los Gremlims, en su versión simpática, son más siniestros que los demonios que atormentan a los protagonistas de este disparate, cuya insinuada remake no me tendrá a mí por espectador. Que me disculpen, pero tengo que cuidar mi corazón.
13 de noviembre de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última entrega del ciclo del segundo blondo que se metió en la piel del agente secreto con licencia para matar más famoso del mundo (el primero fue compuesto por el santo y risueño de Roger Moore, un tipo que resultaba más audaz en compañía de Tony Curtis que lo que demostró jugando con el perfil interpretativo que heredó de Sean Connery), nos llega impregnada por la cultura atenta y vigilante del momento que nos toca vivir, con sensibleros villanos, escasas (para mi gusto) bellas señoritas, un monógamo, sentimental y poco zalamero Bond, y una trama afiebrada e irregular que hasta se da el tiempo de coquetear con la idea de cederle el número más icónico del MI6 a alguien tan capaz de conducir un artillado Aston Martin y vaciar el cargador de una Walther PPK, como vestir una sexy y ajustada falda, arrancando suspiros a su alrededor. Quizá sea esta una anticipación del nuevo ciclo, el cual, seguramente, captará tantos nuevos adeptos como los que ya viene dejado por el camino a lo largo de estas 25 entregas (26, si se tiene en cuenta “Never Say Never Again” de 1983, con un Connery necesitado de peluquín para reversionar “Thunderball” e insistir con el rol que lo hiciera famoso por fuera de las fauces comerciales de Eon Productions, propietaria de la franquicia).

Con lo dicho hasta aquí, y sin necesidad de mencionar que se abandonó casi por completo la obligación de tener que hacer hincapié en muchos de los modos y las aficiones asociadas al gentleman inglés que ejercía gustoso el Comandante de la Royal Navy reclutado al servicio del MI6 y, por ende, de Su Majestad (conducta esta autoproyectada y volcada inicialmente en el papel, dicho sea de paso, por la pluma del periodista, oficial de inteligencia y escritor londinense Ian Lancaster Fleming), es muy fácil suponer que no estaríamos frente a otra adaptación cinematográfica estricta de las novelas (para ser justos, solo lo fueron cinco de ellas: las cuatro primeras de Connery y la única que protagonizó Lazenby), y que fueron agotadas en el celuloide en 1989 con “Licence to Kill”, película estelarizada por el shakespeariano Timothy Dalton, acaso el más fiel intérprete a la fecha del concepto original que le imprimió el autor al personaje, aunque haya terminado sucumbiendo prontamente a las cifras que arrojaban las siempre determinantes taquillas.

Sin considerar la interpretación televisiva prehistórica del estadounidense (¿en serio?) Barry Nelson de 1954, ni la del Teniente Coronel inglés devenido actor David Niven de 1967, esta sexta franquicia de cinco títulos (cuya primera se dio a conocer en pantalla grande hace casi 60 años y, aún sin contar con el beneplácito inicial de Sir Fleming, presentó a un ignoto actor escocés en el papel de un corpulento, rudo, despiadado, peludo, varonil, machista y mujeriego agente secreto enfrentando a un igualmente peligroso, pero mucho menos agraciado y maléfico Dr. Julius No, constituyéndose en un éxito que terminó despejando todas las dudas y, a la vez que llenó los bolsillos del descreído autor y de los arriesgados productores, conquistó al gran público y lanzó un personaje a escala mundial que estaría destinado a cautivar a muchas generaciones hasta el día de hoy) comenzó muy bien, retomando la senda del autor, reiniciando la franquicia con “Casino Royale” y equilibrando la evidente carencia del “fisic du rol” de Craig que resaltaban los más ortodoxos (más emparentada, quizás, con la de un villano, y muy alejada del ideal de Fleming, quien hasta se tomó el trabajo de dibujarlo y describirlo en la propia “Casino Royale” como alguien parecido al músico de su tiempo Hoagy Carmichael, “aunque más frío y rudo”, aclara) con la idea de reeditar en la pantalla (en serio y no la parodia surrealista que tuvo a Niven en el rol del espía secreto) la primera novela de las once que la sucederían, apoyada por una trama consistente, unas interpretaciones convincentes y por secuencias de acción adrenalíticas a lo Bourne (inyectando mucha más que la del texto original). La crítica, el público y las recaudaciones le dieron una cálida bienvenida.

Lamentablemente, y a pesar de este promisorio debut, el ciclo de Craig no mantuvo la regularidad deseada y cayó en los marcados altibajos que sufrieron todos (no viene al caso, en mis sesenta y tantos años que tengo, los muchos bodrios de 007 que me tocó presenciar, por más elenco o pirotecnia que incluyera), a excepción de “Skyfall”, que pareció querer recomponerse de la torpeza que significó “Quantum of Solace”. Aunque seguidamente se comprobó que esto solo fue un amague, ya que “Spectre” tampoco estuvo a la altura de sus dos buenas predecesoras. Y “No Time to Die” no es la excepción ni la frutilla del postre que se esperaba para un fin de ciclo tan promocionado y largamente postergado por la maldita pandemia mundial.

Para colmo, 007 ya venía degustando las mieles de un merecido retiro desde “Skyfall” y aquí ya lo venía ejerciendo (casualmente, al igual que el propio Craig con seguir interpretando ese rol), pero al pobre lo terminan embarcando en un asunto y –estoy convencido de esto– lo someten a un fin de ciclo más embustero que el que hubiera imaginado Fleming en su peor pesadilla, aunque mucho más cercano al universo Marvel y a estos tiempos que corren... casi sin lugar ni espacio para ese Bond que nació y prosperó en plena Guerra Fría, en los albores de la psicodelia, al son de la Beatlemanía y, de manera indeclinable, al servicio secreto de Su Majestad.

Tiempos que, de seguro, no volverán, a pesar de que Bond asegura que sí lo hará.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con locaciones que nos remiten a la geografía de Dr. No (¿otra vez en Jamaica y en una isla? ¿era necesario este guiño a Fleming o tan chico es el mundo Bond?) y una profundidad sentimental (Connery se refregaría los ojos) que no se ve desde “On Her Majesty's Secret Service” o la anterior “Casino Royale” (por su cama pasaron las mujeres más bellas de todas las épocas, ¿pero tenía que ser Léa Seydoux la que…?), sucumbe ante el sinsentido permanente de la trama, rayano en la estupidez y conducente a la monotonía; el desaprovechamiento absoluto del necesario contrapeso de contar con un villano que esté a la altura (ni hablar del desperdicio que se hace con el bueno de Chris Waltz); la destacable simpleza que necesita para eliminar de un plumazo, casi sin esfuerzo alguno, a los principales enemigos de turno o a la precisión y puntería que desarrolló para exterminar a cuanto ejército se le ponga adelante (ya sabemos que lo viene practicando desde hace 25 misiones, pero ¿no será mucho?); el coqueteo con ceder el trono a una fémina (¿acaso la fortachona morena que ya ejerció el cargo o se prevé un futuro para su pequeña…?)… y ese final digno de la (mala)suerte de Iron Man (¿tenía necesidad de tomarse solo 9 minutos para…?).
15 de agosto de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Utilizando las mismas armas que desenvainara en sus anteriores trabajos, la sociedad integrada por Larry Charles y Sacha Baron Cohen vuelve a la carga con esta nueva propuesta de ridiculizar a muchos de los sanguinarios y omnipotentes dictadores enfrentados con las democracias, reales o autoproclamadas, del mundo actual.

A esta altura, bien sabido es que la sutileza no figura, precisamente, en el diccionario de estos provocadores, quienes no escatiman, de considerarlo necesario, en apelar a recursos explícitamente repulsivos para abordar su concepto del humor, para quienes quieran aceptarlo y compartan sus códigos. Y esto, incluso, desde los artilugios que vienen empleando para promocionar sus filmes.

Hasta aquí, todo bien, y confieso haberme divertido con sus excesos más de lo habitual en el género. Pero en este caso, la lucidez que se desplegó en muchos pasajes de Borat y que se mostró más reticente en Brüno, prácticamente está ausente a raíz de ofensivas e innecesarias referencias a cuestiones muy caras a los sentimientos, a la vez que muy lamentables de este desequilibrado mundo en que nos toca vivir, todas absolutamente incompatibles con cualquier atisbo de humor.

Claro que la acidez e irreverencia propias de su fórmula sigue presente, pero lo verdaderamente reprochable en este caso es no haber reparado en los medios usados para buscar el objetivo de hacer reir a los espectadores, apelando a la crueldad de caricaturizar lo abominable sin anestesia alguna.

Pocos fueron los realizadores que lograron transitar por esa delgada cornisa de abordar el drama con mayúsculas en tono de comedia, sin precipitarse al vacío, y cuyo ejemplo más reciente fue “La vida es bella”. Pero para eso se requiere un talento y un pulso que este dúo, indudablemente, no posee.
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