You must be a loged user to know your affinity with El Despotricador Cinéfilo
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

7.2
50,973
7
5 de julio de 2009
5 de julio de 2009
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es, sin ningún género de dudas, el arte que más engaña, eso sí, engañando en el buen sentido de la palabra, y de hecho pagamos para que nos engañe lo más convincentemente posible, pues nuestras vidas están necesitadas del efecto ilusorio que transmiten las grandes películas.
Supongo que con el paso de los años, y tras visionar miles y miles de películas, se va desarrollando una especie de instinto que ya no te deja engañar y engatusar tan fácilmente, o por decirlo de otra manera, ya sabemos diferenciar la Obra Maestra de la película académicamente perfecta.
Recuerdo todavía perfectamente el gran revuelo que se formó en los Oscars de 1998 cuando Shakespeare enamorado se llevó el Oscar a la Mejor Película, arrebatándoselo a la gran favorita Salvar al soldado Ryan. Para mí esta decisión fue una coherencia absoluta, pues la película de Spielberg era académicamente perfecta, impecable y magistralmente dirigida (pues el maestro Spielberg cuando atina, sabe hacerlo como nadie), pero carecía de algo básico que si tenía el film de John Madden: un toque de magia.
Por supuesto que los cineastas no son dioses ni magos, son solo seres humanos, puros artesanos, pero cada cierto tiempo (y eso es, en mi opinión, el mayor encanto del cine) surgen Obras Maestras Absolutas tocadas por un halo de magia, gracia e inspiración que las hacen subir de nivel, es decir, pasan de ser una película académicamente perfecta a ser una Obra Maestra inmortal. Y muchas veces, eso no está en manos de los seres humanos que las realizan, sino del puro azar.
Pues bien, Descubriendo Nunca Jamás es el típico film académicamente perfecto, graduado al milímetro para conseguir su efecto en el público y un producto muy loable donde todo funciona como un reloj para arrancar la sensibilidad y la emoción al público: las perfectas interpretaciones de Johnny Depp y la siempre magnífica Kate Winslet, el guión, la música, etcétera. Pero ausente de alma, le falta ese toque de magia y le falta ese polvo de hadas, nunca mejor dicho, que rezuman las grandes películas.
Quizás sea porque que el argumento es solo una vuelta de tuerca a lo ya visto en Shakespeare enamorado, y por tanto no nos sorprende ni emociona tanto como era de esperar; pero no creo que sea ese el principal problema, al fin y al cabo ¿por qué nos siguen fascinando historias cuyos argumentos hemos visto ya miles de veces?, la respuesta es mucho más sencilla: la magia que corra por su celuloide, solo por eso, sencillamente el alma de la magia que las acompaña.
El Despotricador Cinéfilo
Supongo que con el paso de los años, y tras visionar miles y miles de películas, se va desarrollando una especie de instinto que ya no te deja engañar y engatusar tan fácilmente, o por decirlo de otra manera, ya sabemos diferenciar la Obra Maestra de la película académicamente perfecta.
Recuerdo todavía perfectamente el gran revuelo que se formó en los Oscars de 1998 cuando Shakespeare enamorado se llevó el Oscar a la Mejor Película, arrebatándoselo a la gran favorita Salvar al soldado Ryan. Para mí esta decisión fue una coherencia absoluta, pues la película de Spielberg era académicamente perfecta, impecable y magistralmente dirigida (pues el maestro Spielberg cuando atina, sabe hacerlo como nadie), pero carecía de algo básico que si tenía el film de John Madden: un toque de magia.
Por supuesto que los cineastas no son dioses ni magos, son solo seres humanos, puros artesanos, pero cada cierto tiempo (y eso es, en mi opinión, el mayor encanto del cine) surgen Obras Maestras Absolutas tocadas por un halo de magia, gracia e inspiración que las hacen subir de nivel, es decir, pasan de ser una película académicamente perfecta a ser una Obra Maestra inmortal. Y muchas veces, eso no está en manos de los seres humanos que las realizan, sino del puro azar.
Pues bien, Descubriendo Nunca Jamás es el típico film académicamente perfecto, graduado al milímetro para conseguir su efecto en el público y un producto muy loable donde todo funciona como un reloj para arrancar la sensibilidad y la emoción al público: las perfectas interpretaciones de Johnny Depp y la siempre magnífica Kate Winslet, el guión, la música, etcétera. Pero ausente de alma, le falta ese toque de magia y le falta ese polvo de hadas, nunca mejor dicho, que rezuman las grandes películas.
Quizás sea porque que el argumento es solo una vuelta de tuerca a lo ya visto en Shakespeare enamorado, y por tanto no nos sorprende ni emociona tanto como era de esperar; pero no creo que sea ese el principal problema, al fin y al cabo ¿por qué nos siguen fascinando historias cuyos argumentos hemos visto ya miles de veces?, la respuesta es mucho más sencilla: la magia que corra por su celuloide, solo por eso, sencillamente el alma de la magia que las acompaña.
El Despotricador Cinéfilo

5.8
861
7
23 de abril de 2010
23 de abril de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosamente, hace unos días vi la (excelente pero muy olvidada) película "La sombra de Frankenstein" (Rowland V. Lee, 1939) y me ha hecho confirmar, por enésima vez, lo sublime que es "El jovencito Frankenstein" (Mel Brooks, 1974) y cómo Brooks supo extraer, muy sabiamente, lo mejor de las películas del famoso monstruo.
Yo siempre había pensado que todo el material cómico había sido obtenido de las dos famosas películas de James Whale, pero qué gran sorpresa la mía al comprobar que esta nueva secuela tiene algunos de los mejores momentos de toda la saga, luego tan magistralmente parodiados por el amigo Mel Brooks.
Esto me hizo volver a pensar en por qué la filmografía de este autor está plagada en su totalidad de bazofias y cómo El jovencito… era la única muestra de un inmenso talento que empezó y acabó en una sola película. Pero de repente recordé cómo en mi niñez una de las veces que más disfruté en el cine fue viendo "Soy o no soy" (el peculiarísimo remake que en los años 80 Brooks hizo del clásico "Ser o no ser" de Lubitsch).
Por ello, con más miedo que ilusión, me enfrenté nuevamente a esta película que tan buenos recuerdos me traía, dispuesto a perder la emoción infantil que aún conservaba. Pero cómo me alegra comprobar que no hubo decepción alguna; es más, me reí y me encantó porque conservaba todo el encanto que tuvo en su día. Por supuesto que desmerece si es comparada con la sublime Obra Maestra de Lubitsch, pero, si se consigue visionar con ojos puros e inocentes, estamos ante una magnífica comedia con un Mel Brooks muy contenido y comedido en sus habituales excesos.
"Soy o no soy" es, por supuesto, una simplona y banal comedia para disfrutar y olvidarla enseguida; pero nadie podrá negar que tiene algunos aciertos que te hacen pasar un rato más que agradable y divertido. Y, sinceramente, es todo un alivio, pues son tantas las películas que adorábamos de niños que luego pierden la magia con el paso de los años que, cuando ocurre el proceso inverso, nos sentimos doblemente reconfortados.
El Despotricador Cinéfilo
Yo siempre había pensado que todo el material cómico había sido obtenido de las dos famosas películas de James Whale, pero qué gran sorpresa la mía al comprobar que esta nueva secuela tiene algunos de los mejores momentos de toda la saga, luego tan magistralmente parodiados por el amigo Mel Brooks.
Esto me hizo volver a pensar en por qué la filmografía de este autor está plagada en su totalidad de bazofias y cómo El jovencito… era la única muestra de un inmenso talento que empezó y acabó en una sola película. Pero de repente recordé cómo en mi niñez una de las veces que más disfruté en el cine fue viendo "Soy o no soy" (el peculiarísimo remake que en los años 80 Brooks hizo del clásico "Ser o no ser" de Lubitsch).
Por ello, con más miedo que ilusión, me enfrenté nuevamente a esta película que tan buenos recuerdos me traía, dispuesto a perder la emoción infantil que aún conservaba. Pero cómo me alegra comprobar que no hubo decepción alguna; es más, me reí y me encantó porque conservaba todo el encanto que tuvo en su día. Por supuesto que desmerece si es comparada con la sublime Obra Maestra de Lubitsch, pero, si se consigue visionar con ojos puros e inocentes, estamos ante una magnífica comedia con un Mel Brooks muy contenido y comedido en sus habituales excesos.
"Soy o no soy" es, por supuesto, una simplona y banal comedia para disfrutar y olvidarla enseguida; pero nadie podrá negar que tiene algunos aciertos que te hacen pasar un rato más que agradable y divertido. Y, sinceramente, es todo un alivio, pues son tantas las películas que adorábamos de niños que luego pierden la magia con el paso de los años que, cuando ocurre el proceso inverso, nos sentimos doblemente reconfortados.
El Despotricador Cinéfilo

6.2
1,281
8
16 de julio de 2009
16 de julio de 2009
13 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Que película tan entretenida!, ¡qué película tan buena!, ¡qué película tan fabulosa!, que bien está todo, que bien están todos los actores (incluso hasta Ronald Reagan, aunque parezca increíble), que bonita es la inevitable historia de amor de Errol Flynn y Olivia de Havilland (eso sí, metida con calzador en la historia), ¡como está rodada impecablemente por el gran artesano Curtiz!, que bien se lo pasa una viéndola, una película de entretenimiento puro y duro… pero, ay, que patada a la historia.
Reconozco que antes de ver este film no tenía ni idea de quien era el personaje histórico de John Brown (soberbio, como siempre, Raymond Massey) pero durante toda la película me estaba entrando una gran ansiedad esperando la gran escena en donde el personaje de Flynn se diese cuenta de su aptitud racista, recapacitase y se diese cuenta que la causa abolicionista es la que hay que defender, que comprendiese el gran error y se pusiese del lado de la causa justa. Pero no, sorprendentemente la película avanza y avanza, y no llega esa escena, y avanza, y de repente, se acaba del todo el film.
Me he quedado de piedra, en ningún momento ningún personaje toma conciencia de que la esclavitud es una gran aberración, es más, hasta los negros acaban siendo más partidarios de ella que de la abolición, pero ¿cómo es esto posible?, si se toma el film como un puro divertimento no pasa nada, pero si se toma en serio y se analiza profundamente estamos ante una de las películas más racistas, xenófobas y deplorables (ideológicamente hablando) de la historia del cine, es que ni siquiera hay moraleja en los títulos de créditos finales. Unos simples títulos explicando lo aborrecible de esa caduca ideología habría bastado, pero no, la película acaba asépticamente con el beso entre la pareja protagonista.
El único punto a favor, es que el film está concebido tan ingenua y puerilmente con el objetivo puro (y muy noble) de solo entretener, por tanto no creo que su mensaje racista arraigue en ningún espectador, porque solo cuando la analizas en profundidad te das cuenta de la ideología que desprende, y hasta me da la sensación que ni los actores ni el director se dieron cuenta del gol que les coló el guionista en este aspecto.
El Despotricador Cinéfilo
Reconozco que antes de ver este film no tenía ni idea de quien era el personaje histórico de John Brown (soberbio, como siempre, Raymond Massey) pero durante toda la película me estaba entrando una gran ansiedad esperando la gran escena en donde el personaje de Flynn se diese cuenta de su aptitud racista, recapacitase y se diese cuenta que la causa abolicionista es la que hay que defender, que comprendiese el gran error y se pusiese del lado de la causa justa. Pero no, sorprendentemente la película avanza y avanza, y no llega esa escena, y avanza, y de repente, se acaba del todo el film.
Me he quedado de piedra, en ningún momento ningún personaje toma conciencia de que la esclavitud es una gran aberración, es más, hasta los negros acaban siendo más partidarios de ella que de la abolición, pero ¿cómo es esto posible?, si se toma el film como un puro divertimento no pasa nada, pero si se toma en serio y se analiza profundamente estamos ante una de las películas más racistas, xenófobas y deplorables (ideológicamente hablando) de la historia del cine, es que ni siquiera hay moraleja en los títulos de créditos finales. Unos simples títulos explicando lo aborrecible de esa caduca ideología habría bastado, pero no, la película acaba asépticamente con el beso entre la pareja protagonista.
El único punto a favor, es que el film está concebido tan ingenua y puerilmente con el objetivo puro (y muy noble) de solo entretener, por tanto no creo que su mensaje racista arraigue en ningún espectador, porque solo cuando la analizas en profundidad te das cuenta de la ideología que desprende, y hasta me da la sensación que ni los actores ni el director se dieron cuenta del gol que les coló el guionista en este aspecto.
El Despotricador Cinéfilo

7.6
60,351
9
7 de marzo de 2012
7 de marzo de 2012
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fuí a ver "The Artist" hace ya bastantes días con muchas expectativas, por lo que la contemplé con una mirada más crítica y feroz de lo aconsejable y, quizás también por ello, al estar ya tan condicionado me irritó tantísimo la película y salí tan decepcionado del cine.
¿Por qué esa irritación? Pues porque me pareció el guión de una extrema simpleza y poco originalidad. Era simplón, anodino, endeble, infantil y previsible en cada momento. Se sabía en todo momento lo que iba a pasar y cómo iba a pasar. La capacidad de sorpresa u originalidad era nula. Al ser tan previsible y obvio el interés para el espectador es mínimo. Mi impresión inicial fue que, más que un homenaje a ciertas películas clásicas, había espoleado completamente el guión de "Ha nacido una estrella" y "Cantando bajo la lluvia", así como a tantas otras. Por lo que a un nivel consciente la película me decepcionó y cabreó. Pero mi subconsciente me tenía preparada una sorpresa que me hizo replantearme por completo mi opinión.
Y es que esa noche, sin saber ni cómo ni porqué, me soñé con la escena final de "Intolerancia" de Griffith y la mezclé en el sueño con la emotiva carrera en coche de Bérénice Bejo en la película. Y al despertar lo comprendí todo. El gran mérito de "The Artist" no es la película en sí, que es banal, simplona y superficial, sino su gran capacidad para evocar emociones del mejor cine de todos los tiempos. Comprendí de repente, como con una convulsión, que muy deliberada e intencionadamente se había escrito un guión sencillo y lineal, confundí simpleza con sencillez. Y justo a partir de ese momento pude asimilar la maravillosa película que había visto el día anterior. No importaba qué contaba sino cómo lo contaba.
Y desde ese instante ya todo fue rodado, pues cada vez que recordaba cada una de las escenas de la película de Hazanavicius me sobrecogían otras imágenes de grandes clásicos del cine. Todo es perfecto en la película ya que consigue, desde la simpleza más absoluta, evocar un amor al cine mudo y a toda la cinematografía en general . Te hace amar el cine más de lo que creías y, sobre todo, acumula en su metraje toda la esencia, aroma y enjundia de porqué el cine es grande y porque lo amamos tanto.
Esta claro que hay películas que hay que dejarlas reposar un tiempo y que sea nuestro subconsciente quien opine. Cuando el poso que queda de la visión del film empieza por fin a asimilarse nos damos cuenta de lo grandiosa, fascinante, cautivadora y absolutamente maravillosa que es The Artist. Cine en estado puro. Eso no es solo fruto del talento, la casualidad o la profesionalidad de quienes intervienen. Es simplemente fruto de esa magia que toca a ciertas películas y que se filtra en ellas sin saber ni cómo.
www.eldespotricadorcinefilo.com
¿Por qué esa irritación? Pues porque me pareció el guión de una extrema simpleza y poco originalidad. Era simplón, anodino, endeble, infantil y previsible en cada momento. Se sabía en todo momento lo que iba a pasar y cómo iba a pasar. La capacidad de sorpresa u originalidad era nula. Al ser tan previsible y obvio el interés para el espectador es mínimo. Mi impresión inicial fue que, más que un homenaje a ciertas películas clásicas, había espoleado completamente el guión de "Ha nacido una estrella" y "Cantando bajo la lluvia", así como a tantas otras. Por lo que a un nivel consciente la película me decepcionó y cabreó. Pero mi subconsciente me tenía preparada una sorpresa que me hizo replantearme por completo mi opinión.
Y es que esa noche, sin saber ni cómo ni porqué, me soñé con la escena final de "Intolerancia" de Griffith y la mezclé en el sueño con la emotiva carrera en coche de Bérénice Bejo en la película. Y al despertar lo comprendí todo. El gran mérito de "The Artist" no es la película en sí, que es banal, simplona y superficial, sino su gran capacidad para evocar emociones del mejor cine de todos los tiempos. Comprendí de repente, como con una convulsión, que muy deliberada e intencionadamente se había escrito un guión sencillo y lineal, confundí simpleza con sencillez. Y justo a partir de ese momento pude asimilar la maravillosa película que había visto el día anterior. No importaba qué contaba sino cómo lo contaba.
Y desde ese instante ya todo fue rodado, pues cada vez que recordaba cada una de las escenas de la película de Hazanavicius me sobrecogían otras imágenes de grandes clásicos del cine. Todo es perfecto en la película ya que consigue, desde la simpleza más absoluta, evocar un amor al cine mudo y a toda la cinematografía en general . Te hace amar el cine más de lo que creías y, sobre todo, acumula en su metraje toda la esencia, aroma y enjundia de porqué el cine es grande y porque lo amamos tanto.
Esta claro que hay películas que hay que dejarlas reposar un tiempo y que sea nuestro subconsciente quien opine. Cuando el poso que queda de la visión del film empieza por fin a asimilarse nos damos cuenta de lo grandiosa, fascinante, cautivadora y absolutamente maravillosa que es The Artist. Cine en estado puro. Eso no es solo fruto del talento, la casualidad o la profesionalidad de quienes intervienen. Es simplemente fruto de esa magia que toca a ciertas películas y que se filtra en ellas sin saber ni cómo.
www.eldespotricadorcinefilo.com

4.8
54,901
2
12 de mayo de 2010
12 de mayo de 2010
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que cuando era un chaval (bueno, quizás no tan chaval) fui a ver entusiasmado Independence day, pues el trailer reunía absolutamente todos los ingredientes para que la película me gustase. Y no me gustó; a pesar de algunos aciertos parciales, me sentí rotundamente decepcionado por lo que nos ofreció Emmerich.
Como los seres humanos a veces somos muy tontos y reincidentes, en los años sucesivos volví a caer de nuevo en la misma trampa de este pésimo e insufrible director, es decir, dejarme cautivar por un trailer espectacular y muy jugoso para luego encontrarme con pura bazofia. Ahora bien, en el caso de 2012 ya la desvergüenza clama al cielo. Y eso que todo aquel que va a verla sabe muy bien a lo que se va a enfrentar: un derroche de efectos visuales sobrecogedores y apabullantes que te dejarán sin respiración a lo largo de un insípido y hueco guión.
Pues ojalá me hubiese encontrado eso, ojalá, porque con el guión más insípido, hueco e infantil que pudiera imaginar ya hubiese sido mejor que semejante mierda con la que me topé. Sí, mierda. Sé que no es un adjetivo muy cinematográfico, pero es que no merece otro calificativo. 2012 (solo el título tiene algo de imaginación) es un torrente de topicazos ya vistos, clichés catastrofistas, una exageración desesperante (a algunos hasta les divertirá lo patética y cutre que puede llegar a ser; a mí no, desde luego) y una sucesión continua de retales (deshechos, mejor dicho) de Independence day y El día de mañana para rellenar metraje.
En serio, ¿por qué Emmerich, en vez de torturarnos de forma tan miserable, no va de una vez por todas a un buen especialista a que le diagnostiquen la raíz de ese afán obsesivo que tiene por la destrucción y el desastre global? Él saldrá ganando emocionalmente y nosotros cinematográficamente.
¿Algo destacable en 2012? Pues, sin duda, la simpática y bufona cara de John Cusack, muy consciente de la mierda de película en la que está metido, tomándosela con mucho sentido del humor y resignación.
El Despotricador Cinéfilo
Como los seres humanos a veces somos muy tontos y reincidentes, en los años sucesivos volví a caer de nuevo en la misma trampa de este pésimo e insufrible director, es decir, dejarme cautivar por un trailer espectacular y muy jugoso para luego encontrarme con pura bazofia. Ahora bien, en el caso de 2012 ya la desvergüenza clama al cielo. Y eso que todo aquel que va a verla sabe muy bien a lo que se va a enfrentar: un derroche de efectos visuales sobrecogedores y apabullantes que te dejarán sin respiración a lo largo de un insípido y hueco guión.
Pues ojalá me hubiese encontrado eso, ojalá, porque con el guión más insípido, hueco e infantil que pudiera imaginar ya hubiese sido mejor que semejante mierda con la que me topé. Sí, mierda. Sé que no es un adjetivo muy cinematográfico, pero es que no merece otro calificativo. 2012 (solo el título tiene algo de imaginación) es un torrente de topicazos ya vistos, clichés catastrofistas, una exageración desesperante (a algunos hasta les divertirá lo patética y cutre que puede llegar a ser; a mí no, desde luego) y una sucesión continua de retales (deshechos, mejor dicho) de Independence day y El día de mañana para rellenar metraje.
En serio, ¿por qué Emmerich, en vez de torturarnos de forma tan miserable, no va de una vez por todas a un buen especialista a que le diagnostiquen la raíz de ese afán obsesivo que tiene por la destrucción y el desastre global? Él saldrá ganando emocionalmente y nosotros cinematográficamente.
¿Algo destacable en 2012? Pues, sin duda, la simpática y bufona cara de John Cusack, muy consciente de la mierda de película en la que está metido, tomándosela con mucho sentido del humor y resignación.
El Despotricador Cinéfilo
Más sobre El Despotricador Cinéfilo
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here