Lo de los apocalipsis zombies parecía ser algo exclusivo del cine anglosajón, hasta que llegaron Balagueró y Plaza a demostrarnos lo contrario.

El filme está pensado como un reportaje en vivo y en tiempo real, en el que una reportera y un cámara acompañan a los bomberos a revisar una llamada de emergencia. Cuando llegan al edificio se encuentran con una situación inesperada y desesperada, en la que se verán irremediablemente envueltos…

Con los títulos de “metraje encontrado” en alza por entonces, la película condensa lo mejor del subgénero y lo eleva a niveles superiores a lo ya visto en gran parte de los trabajos hechos allende los mares. Es cierto que la trama carece de originalidad y se centra en contar una historia previsible hasta el hartazgo, pero Balagueró y Plaza le inyectan la emoción y la realidad del directo televisivo y le dan una capa de ambiente y tensión excepcionales. Lo consiguen no sólo con el ritmo trepidante (y a ratos mareante, todo hay que decirlo) de la cámara en mano, sino que también se valen de unos personajes que, lejos de ser meros figurantes, se aprecia cierto desarrollo en sus personalidades, principalmente en las discusiones y opiniones sobre cuáles serán los siguientes pasos a seguir, todo en medio de la desinformación y la urgencia por sobrevivir.

Aunque a ratos parezca “Aquí no hay quien viva”, la cinta crea verdadera inquietud y es un trabajo tan original dentro de los cánones del terror patrio y tan notablemente dirigido, que ya forma parte de la historia de nuestro cine.

Cinta difícil de ver para todo aquel que, aun siendo aficionado al terror, sea escrupuloso y sensible a ciertas películas en las que la casquería y la sangre se salga de la media. En este caso, además, se incluye una violencia sexual que recuerda a las películas de gore extremo de los noventa.

“Headless” sumerge al espectador en un ambiente opresivo, incómodo y malsano, enfermizo como la mente del protagonista: un sádico traumatizado por los maltratos y vejaciones recibidos de pequeño por su madre y su hermana, los cuales han dado como resultado un ser repugnante y trastornado que se dedica a hacer lo mismo con sus víctimas femeninas. De esa forma, Arthur Cullipher se excusa para mostrar violaciones, mutilaciones, canibalismo y asesinatos a granel, sin apartar la cámara en las escenas más truculentas y perturbadoras.

El objetivo es hacer la película más asquerosa y vomitiva posible, con el protagonista más odioso y repulsivo, y a fe que lo consigue. Además, el ambiente retro de los setenta aporta también un aire sucio que le viene al pelo.

En definitiva, si te gusta el gore extremo disfrutarás de lo lindo, pero si ya lo pasabas mal con los slashers más comunes, huye bien lejos.

Nueva entrega (la cuarta) de la aventura más taquillera de las que se ha embarcado Tom Cruise, una franquicia que J.J. Abrams resucitó en su tercera entrega después de aquella experiencia, vistosa pero absurda, que ofreció John Woo con sus “fallas de Sevilla”.

Brad Bird toma las riendas en la dirección y nos propone un inspirado regreso a los orígenes, a la misma vez que afianza las directrices impuestas por Abrams que marcarán la tendencia del resto de películas de la saga. El objetivo es simple y, a la vez complicado: hacer una cinta de acción lo suficientemente espectacular como para alzarse por encima de la media del género. Esto se consigue gracias a un guion correcto y poco arriesgado, a unas explosivas escenas de acción, a unos exóticos exteriores y a un carismático protagonista.

La fórmula funciona, y en “Protocolo fantasma” las situaciones rocambolescas e imposibles se dan cada minuto, como reza el leit motiv de la franquicia. Lo siguiente es más peligroso y arriesgado que lo anterior, y se resuelve de la forma más estrambótica y espectacular posible, dando con creces al respetable lo que demanda. Cada película tiene sus momentos memorables, y en el caso de “Protocolo fantasma” hay dos muy claros, desarrollados en el mismo escenario de Dubái: por un lado, el tenso y a la par divertido juego de suplantación de personalidades, y por otro la ya mítica escalada de Ethan Hunt (Cruise) por el exterior del Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo.

Sin duda, el alma de la fiesta es Tom Cruise, quien ha logrado elevar a Ethan Hunt al olimpo de los héroes de acción, arriesgando su vida en cada nueva entrega con su manía de hacerlo todo sin dobles. Sólo espero que no acabe esclafándose contra el suelo definitivamente para que podamos seguir disfrutando de esta magnífica saga durante muchos años más.

Entretenida muestra del cine de serie B de principios de los ochenta, con todos los clichés habidos y por haber: pueblecito pesquero norteamericano, extrañas desapariciones, chicas guapas, ferias y “rednecks” de mentalidad profunda con chalecos y camisas a cuadros.

El filme de Barbara Peeters contiene los reclamos idóneos para captar a espectadores muy concretos, jóvenes ávidos de sangre y erotismo que ven colmados sus deseos ante la profusión de pechos desnudos y monstruos sanguinarios provenientes de las profundidades. Estos bichos cuasi lovecraftianos parecen ser una mezcla entre la criatura de la laguna negra de “La mujer y el monstruo” (1954) y la planta carnívora de “La tienda de los horrores” (1986), con la voracidad de un tiburón y la lujuria de un mandril.

“Humanoides del abismo” es también hija de su tiempo, y aprovecha el tirón de la acuafobia que provocó en todo el planeta la todavía reciente película de Steven Spielberg, “Tiburón” (1978), además de contener algún simpático guiño a “Alien, el octavo pasajero” (1979). El filme cuenta con un presupuesto bastante ajustado pero bien invertido, sobre todo en lo que respecta al diseño de los humanoides.

Otro punto a su favor, aunque no sea muy relevante para las pretensiones de la película, es el hecho de preocuparse por dar una explicación “lógica” al origen de los seres, aunque eso sea lo último que busca el público objetivo.

En definitiva, un filme más entretenido que la media de su género, y con auténtico regusto ochentero.

Unos amigos aficionados al cine deciden realizar su propia película independiente. Con sus escasos medios, acuden a la cabaña del tío de uno de ellos con el objetivo de poder inspirarse y escribir un guion, pero todo empieza a volverse extraño y peligroso con la presencia de un individuo que merodea por los alrededores con una bolsa de la compra en la cabeza.

“Baghead” es una cinta de bajo presupuesto que analiza las relaciones entre los integrantes de un grupo heterogéneo entre los que hay exparejas, amigos íntimos, deseos y algún que otro trauma del pasado. Como si fuera un “Gran Hermano”, la cámara en mano capta todas las desavenencias y suspicacias de los habitantes de la casa, a tenor de la presencia del extraño de la bolsa en la cabeza, que provoca sospechas entre ellos. Los hermanos Duplass firman un filme extravagante a la par que entretenido, con un sentido del humor corrosivo y cargado de ironía.

La película tiene además ese encanto que desprenden muchas obras independientes en las que sus autores tienen que tirar de originalidad para contar una historia interesante con cuatro chavos.