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España España · Gijón
Críticas de Loberto
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Críticas 49
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
21 de septiembre de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocerlo: yo nunca fui un gran fan de la "Miami Vice" original. Recuerdo, eso sí, la famosa sintonía de Jan Hammer, los trajes caros que lucían Don Johnson (con su horterísima camiseta rosa) y Philip Michael Thomas, y cómo no, el Testarossa blanco en el que se movían. Vamos, como Julián Muñoz, pero del otro lado de la ley.

A pesar de toda esta parafernalia, Crockett y Tubbs eran creíbles, porque tenían estilo. Nada más y nada menos. Además, tenían química, y daban la sensación de ser verdaderos amigos. Esto hace más difícil comprender por qué a Michael Mann, director de esta "versión 2006", y también productor de la serie de TV, se le ha pasado este ligero detalle.

Porque la relación entre Colin Farrell y Jamie Foxx en la pantalla, es la más fría y falta de emotividad que se ha visto en mucho tiempo. No sería de extrañar que hubiera rodado cada uno su parte por separado y los hubiesen unido digitalmente. Las actuaciones son realmente pobres, pero es que los personajes dan para muy poco. Me imagino que se contaría con la complicidad de los seguidores de la serie, porque en ningún momento nos presentan a los que por allí salen.

Con este panorama, quizás ya sea mucho pedir que hubiese alguna motivación en las decisiones que toman. Crockett no se sabe si va o viene. Obviaremos comentarios sobre su look sucio y desgreñado (a pesar de que se le ve ducharse y todo), aunque es difícilmente comprensible que Gong Li se enamore de él tras verlo un par de veces. Sí, un par. Como suena. En cuanto a Tubbs, cualquier iceberg parece tener más emociones que él, aunque quizás esa es la sensación que buscan dar.

El resto de personajes entran, salen, dicen alguna gracieta, y disparan, aunque sólo al final, que es cuando la cosa se empieza a mover. Tampoco mucho, que al cabo de cerca de 2 horas de somnolencia llevarse un susto no es bueno. Deberíamos destacar que, de nuevo, el malo malísimo es un narco hispano llamado Arcángel de Jesús Montoya (¡verídico!) interpretado por un español (Luis Tosar), que se une a la ilustre lista en la que están Jordi Mollá y Javier Bardem. Este último presumía de haberle dicho "no" a Spielberg y a su "Minority Report", y suponemos que esperaba un papel de auténtica enjundia como el de "Collateral", también de Mann.

Hablando de Mann, aquí repite el estilo de dicha película, que podemos resumir en ambientes nocturnos, discotecas ruidosas, cámara en mano, cambios bruscos del plano, y en general, todas esas cosas que se usan indiscriminadamente a favor del "realismo". Así que, aquí, pocas sorpresas.

En fin, que lo único destacable es la presencia de Gong Li, aunque sólo sea por alegrar la vista, ya que su personaje no le permite excesivas piruetas. También me quedo con otra lectura positiva. Vista la densidad capilar facial de Tosar y de Farrell, los que nos afeitamos de Pascuas a Ramos estamos de enhorabuena: nosotros también podemos gustarle a una chica como Isabella. Olé.
Loberto
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3
20 de septiembre de 2006
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asombra la falta de ideas que vive el cine de Hollywood. En los últimos tiempos asistimos a tal cantidad de "remakes", que uno espera que de un momento a otro anuncien la nueva versión de "Don Erre que Erre" o "Los Bingueros".

Así pues, pocas sorpresas se encontrarán los que conozcan el primer film. Pocas sorpresas buenas, se entiende. El argumento es el mismo y la trama discurre por senderos parecidos: Edward Malus (Nicolas Cage) es un agente de policia que recibe una carta de su ex-novia Willow (Kate Beahan), en la cual le pide ayuda para encontrar a su hija, desaparecida en la isla donde viven, y en la que parece existir una especie de culto pagano regido por mujeres.

A diferencia de la versión del 73, en esta se ha optado por reducir a su mínima expresión la participación de los hombres, para que quede claro que todo lo que pasa en la isla es por causa y culpa de las mujeres, que ya sabemos lo malas que pueden ser si se les da el poder. Se abunda en la idea de que en un mundo de mujeres, la única utilidad del hombre es la función reproductiva (también las abejas están muy presentes en la trama, para reforzar esa comparación entre hombres y zanganos), así que más nos vale que no nos cojan la delantera. Esa al menos es la impresión que tuve yo viendo la cinta, y espero que haya sido un simple desliz del director y guionista, Neil LaBute.

Nicolas Cage se pasa toda la peli con cara de compungido (debe funcionar bien, porque así ganó un Oscar), y Kate Beahan está francamente mal, pero bueno, es que su personaje, con sus apariciones de la nada, y sus "diálogos" balbuceantes, ha sido especialmente maltratado. En cuanto a la dirección, lo mejor que se puede decir es que no tiene estética de videoclip, y que intenta reducir al mínimo los intentos de susto a golpe de volumen (aunque alguno se le escapa, no crean).

La peli se redime al final, ya que acaba de forma poderosa, aunque de nuevo, no resulta sorprendente para los que conozcan la primera cinta. Además, aquí Nicolas Cage le puede dar rienda suelta a su histrionismo, y la cosa gana en intensidad. El epílogo final sobraba, pero el cameo de James Franco es bastante divertido, sobre todo, sabiendo lo que sabemos sobre el destino de su personaje.
Loberto
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4
18 de septiembre de 2006
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego, esto no es una adaptación hecha por Uwe Boll, que quede claro. Por eso encontramos actores de renombre, un diseño de producción sensacional (sin duda, lo mejor de la película), y ciertas escenas de mérito. Lástima que adolezca de un guión algo más consistente, y de algo más de pulso desarrollando la trama.

Justo es decir que la cosa arranca de una manera un tanto extraña: la pequeña Sharon es sonámbula, y cuando está sumida en sus pesadillas, no deja de repetir el nombre de Silent Hill. Su madre Rose (Radha Mitchell) no ve mejor solución que llevarla a ese sitio tenebroso y abandonado, aún no sabemos con qué fin, ante la estupefacción de su marido (Sean Bean). La historia se divide en dos tramas: una en la que Rose busca a su hija, desaparecida en Silent Hill; y otra en la que Sean Bean se afana en encontrarlas a ambas.

La verdad es que la parte de Sean Bean parece metida con calzador, para darle a la cosa un poco más de enjundia, e ir desgranando datos acerca del pasado trágico del lugar, pero lo más que consigue es interrumpir el ritmo del film, que por lado, tampoco era frenético. Como al final nos darán explicaciones con todo lujo de detalles sobre lo que está pasando, pues no es mal momento para ir al baño o comprobar que el móvil está apagado.

Los que hayan jugado a los videojuegos, reconocerán a las enfermeras, a los seres sin brazos o a la Pirámide y su enorme espada. También es posible que disfruten con alguna toma calcada al original, pero poco más hay en la parte positiva, aparte del ya mencionado diseño de producción, auténtico punto fuerte del film.

Ya hacia el final los acontecimientos se precipitan indiscriminadamente, y el ambiente sutil de terror que Gans intentaba construir al principio da paso a la casquería fácil, sin escatimar en sangre y visceras, pero en el fondo, uno casi agradece que pase algo, aunque sea para desperezarse antes de salir del cine, y volver a desear que de una vez por todas alguien consiga darse cuenta de que el cine y los videojuegos no comparten suficientes elementos para que baste con trasladar escenas de uno a otro indiscriminadamente.
Loberto
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3
16 de septiembre de 2006
2 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta difícil saber qué pretende esta especie de "biopic", aparte de matar al espectador (de aburrimiento, se entiende). Con la excepción de los títulos de crédito, y alguna imagen del paisaje aislada, no recuerdo un solo plano en el que no salga Sean Penn.

Y al principio la cosa no va mal: Penn está contenido, y parece representar a un hombre inseguro que sale de una mala racha y va intentando poco a poco sacar la cabeza del pozo. Pero, claro, sólo lo parece, porque esto no es un relato de autosuperación, sino de autodestrucción. Lo que pasa es que, al menos a mí, este hundimiento de Sam Bicke en la desesperación me importó bien poco.

Y es que a uno le cuesta identificarse con un personaje al cual todo le parece mal, y que encima está rodeado de meras fotocopias de personajes, porque en este film se dan todos los tópicos: el amigo fiel, y a la sazón, negro oprimido; el vendedor que engaña a los clientes; la ex-mujer del susodicho Bicke (¿qué le aportaba este papel insulso a Naomi Watts?) que pasa de él...

Para más inri, las ideas que expresa nerviosamente Penn (el cáncer del sistema, el racismo de los líderes, la opresión del proletariado...) son tan panfletarias, que más parece una caricatura que un personaje real (quién sabe, quizás eran cosas de la "dramatización" de los hechos). Si a esto sumamos que al amigo Bicke le entra la idea de matar a Nixon de una escena a otra, por las buenas, y que Sean Penn empieza a mostrar esos clásicos tics faciales, la cosa empeora por momentos.

La dirección varía entre el estilo de pseudo-documental y planos varios de las arrugas de Penn, aparte de introducir todos los elementos tópicos: ambientes cerrados para demostrar la opresión del sistema, planos lejanos para mostrar su soledad, voces en off para decir lo que no puede mostrar con imágenes...

Es de esperar que bajo esta fachada no se esconda ningún mensaje, porque parecerá que cualquiera que no se encuentra a gusto con su vida o con el estado de las cosas es un psicópata a punto de hacer una locura (fíjense que los demás personajes no parecen darse cuenta de cómo tienen que humillarse para sobrevivir, pobrecitos). Ojalá todo parecido con la realidad sea, esta vez más que nunca, una mera coincidencia. Y hasta eso sería preocupante.
Loberto
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4
15 de septiembre de 2006
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquellos que les tengan alergia a las películas en las que les pasan tragedias insólitas a adolescentes estúpidos, no se preocupen: también les pasan cosas a los adultos estúpidos. "A la deriva", subtitulada como "Open Water 2" sigue más o menos la premisa de la primera parte. A saber, la gente se mete en el agua sin tener el viaje de vuelta asegurado, y acaban arrugándosele los dedos, aparte de otras muchas cosas peores.

Como es de suponer, llenar 95 minutos de metraje con gente en el agua aburriría hasta al mismísimo Costeau, así que van pasando cosas que hacen pensar que La Parca les tenía más ganas a estos que a los de "Destino Final". No falta ninguno de los estereotipos: alguien con miedo al agua (que se aprovechará de nuevo en algún momento de la peli), el millonario triunfador, la rubia tonta e histérica, etc. Eso sí, todos se las arreglarán para que la cosa salga lo peor posible. Ante ese panorama, es complicado "sumergirse" (permítanme el pequeño chiste) en la acción.

La dirección tiene algunos momentos muy conseguidos, como uno de los intentos de subir al barco, y algunos planos originales, pero en general, la cosa es de primeros planos y cámara movida por la marea. Lo peor viene en el clímax final, que entre la noche, la tormenta y el montaje de videoclip hace imposible entender nada. Pero debe estar hecho a propósito, viendo el extraño final de la cinta.

Así que aprendamos la lección, y no nos tiremos de un yate sin haber bajado la escalerilla: los océanos se han vuelto muy inseguros desde que no están Mitch Buchannon ni Flipper.
Loberto
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