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Críticas de Argoderse
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Críticas 255
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
12 de febrero de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alabama Monroe, escrita y dirigida por Felix Van Groeningen y nominada al Oscar a mejor película de habla no inglesa tiene un comienzo 'in media res' muy típico, donde chico -Didier/Monroe, interpretado por Johan Heldenbergh-, músico, impulsivo, agnóstico y algo 'hipster' conoce a chica- Elise/Alabama, a la que da vida Veerle Baetens- radicalmente opuesta.

Pero nada más lejos de la realidad, porque al poco de esta breve presentación de los protagonistas, la cinta nos golpea de forma dramática con la enfermedad de la hija de ambos, Maybelle. Un ángel terrenal que desgraciadamente padece leucemia a los siete años y actúa, sin quererlo, como agente provocador de la evolución de sus progenitores.

A partir de entonces y con la enfermedad de la niña como punta de lanza, se desarrollan toda una serie de emociones que se trasladan de la pantalla a la butaca. El cineasta belga utiliza continuos saltos de espacio-tiempo para contarnos todo este torrente de sensaciones que emocionan y desgarran el alma. Cierto es que el recurso abusivo del flashback provoca en ocasiones desconcierto, al igual que la pasividad frente algunos acontecimientos históricos - los atentados del 11-S sin ir más lejos- que no casan con la personalidad de una familia sacudida por la tragedia y que invita a reflexiones muy interesantes.

Temas como el aborto, tratado sin embalajes y con mucha astucia; el drama del cáncer infantil o el eterno debate entre la separación de la ciencia y la religión están muy presentes a lo largo de la película. Con acierto, el director los aborda desde dos perspectivas muy distintas, personificadas en Elise y Didier, unidos por el amor y la 'música country'. Más concretamente, el 'bluegrass'.

En este sentido, la banda sonora es sencillamente espectacular, jugando un papel esencial en la historia. Resuena una y otra vez en los oídos y acompaña impecablemente todas y cada una de las escenas. Secuencias donde también juega un rol importante la cultura estadounidense del último siglo, homenajeada en muchos momentos del metraje.

Salvando algunos escollos, el guión -premiado en el Festival de Tribeca- afortunadamente esquiva con inteligencia los clichés del melodrama clásico. Su apabullante sinceridad y realidad hacen de Alabama Monroe una película necesaria que explora en cuestiones que tarde o temprano se presentan al común de los mortales. Un estudio sobre las relaciones humanas, el poder de las emociones y la capacidad para levantarse o ceder ante los reveses de la vida que no deja indiferente.

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8
10 de febrero de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Capitán Conan, Bertrand Tavernier (La muerte en directo, Alrededor de la medianoche) adapta la novela homónima de Roger Vercel y por la que ganó el César a la mejor dirección y una mención especial en el Festival de Cine de San Sebastian. Por su parte, Philippe Torreton (La espuma de los días), a quién dirigió en Ley 627 y con quien repitió en Hoy empieza todo, da vida de forma espléndida (ganó el César a mejor actor en la edición de 1996) al intrépido capitán; rudo, expeditivo y parco en palabras pero de una sublime inteligencia que dirige un pelotón compuesto, en su mayoría, por exconvictos y desarrapados cuya máxima consiste en golpear y desparecer.

Ayudados por la orografía escarpada del terreno, los hombres de Conan son los primeros en entrar en combate. Armados con puñales, hondas, hachas, granadas y pistolas de corto alcance, emulando el sigilo y la destreza que caracterizó a los guerreros sioux, atacan al enemigo utilizando el factor sorpresa, limpiando la zona para la posterior llegada del grueso del batallón.

La violencia y la crueldad de las acciones caracterizan las escenas de guerra en Capitán Conan. Tavernier capta a la perfección la velocidad de unas maniobras bélicas efectuadas con destreza y rapidez. En este sentido, imitando la habilidad del rey David, destacan los momentos en que los soldados del capitán lanzan granadas con las hondas a sus enemigos, pillándolos totalmente por sorpresa y causando el revuelo entre las tropas rivales. Sin duda, tomas espectaculares, dotadas de un gran realismo y con unos escenarios bien escogidos que levantan del asiento a cualquier amante del género.

Pero si las escenas de acción son uno de los principales atractivos de esta cinta, no menos es el trasfondo antibelicista sobre el que se desarrollan. En este apartado, el cineasta francés bebe de otros filmes como Sin Novedad en el frente o Senderos de Gloria y pone en cuestión aspectos como la lealtad, la amistad y las bajas pasiones que levanta la guerra en el ser humano, tiñendo la película de una esencia dramática que el director galo acostumbra en sus películas.

"Cada guerra es una destrucción del espíritu humano", apuntaba Henry Miller y así, Travernier ralentiza la cámara para captar mejor esa desgracia y mostrar el conflicto personal entre dos amigos como el teniente Norbert (Samuel Le Bihan) y el propio Conan.

Una trama que Tavernier resuelve, como si de una coctelera se tratase, mezclando la tensión, el drama y la violencia que poco a poco y por pasos ha ido desgranando a lo largo de la película. En definitiva, una cinta trágica con un guión bien adaptado que, en la medida de lo posible, se degusta mucho mejor en versión original.

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7
9 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Russell es como esos toreros que, tras una buena faena, pinchan en hueso a la hora de entrar a matar. No termina de rematar el buen hacer realizado, lo que provoca una sensación de frustración al final de sus películas. Algo similar ocurre en su último trabajo hasta la fecha y el más nominado para los Oscar -un total de diez nominaciones, con todos los premios gordos incluidos-, La gran estafa americana. Un título apropiado que, para muchos, bien podría definir la carrera del director.

El guión nada deja a la imaginación. No innova en un terreno hartamente explorado por otras películas. La notable puesta en escena queda eclipsada por esa sensación de estar viendo algo repetido anteriormente. La historia, basada en un hecho real, tiene además la dificultad de coincidir en el tiempo con otro hecho verídico como el de El lobo de Wall Street. Similar temática, similares excesos, pero una diferencia inexpugnable: Scorsese solo hay uno.

Para enfrentarnos a ella, lo mejor es olvidarse de los errores del guión y agasajos exacerbados por parte de la Academia para intentar disfrutar de una ambientación -incluyendo música disco de la época, fotografía y, sobre todo, vestuario- sublime, acompañada por unas interpretaciones que, salvo excepciones como la de Jennifer Lawrence, con un personaje simplón del que ya se sabe de antemano que rol jugará en la trama, están más que acertadas.

Lástima que una historia, con personajes apabullantes, caiga en las manos de un director sin el valor necesario para dejar que rompan por sí solos y cautiven como lo harían bajo las órdenes de otros más acostumbrados a estos juegos. No es el estilo de Russell y eso se nota, para desgracia de un espectador que no conecta con la película y se pregunta, inevitablemente, si este trabajo se merece tanto reconocimiento.

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9
28 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los hermanos más famosos de Hollywood han dejado auténticas joyas que forman parte de la historia del séptimo arte. Más importante aun, ambos son los creadores de un cine con impronta personal y fácilmente reconocible. Un celuloide que ha dejado de ser nuevo pero que jamás envejece, manteniendo una frescura al alcance de muy pocos.

No cabe duda que A propósito de Llewyn Davis, su último trabajo hasta la fecha, lleva el sello de los Coen. El propio Llewyin, magistralmente interpretado por Oscar Isaac (Drive, Agora), es un personaje que constantemente se repite en la filmografía de los de Minnesota. Desgraciado, errante y sin suerte en la vida, pese a sus esfuerzos por salir adelante y lograr el éxito. Estas son las cualidades que mejor suelen definir a los protagonistas de sus filmes.

Sin embargo y como gran novedad, los Coen van más allá, ofreciendo una película dura, impactante y con una gran carga de profundidad que alcanza de lleno al espectador. Nos sumergen en una historia de dolor y sufrimiento por conseguir un sueño: el del triunfar en la música. Por suerte para sus aficionados, no olvidan ese toque de humor negro que tan célebre y distinguido ha hecho a su cine.

John Goodman se encarga de esa parte cómica en un trabajo bestial. Por su parte, F.Murray Abraham protagoniza junto a Isaac una de las escenas más emotivas de toda la película. Timberlake y Mulligan, muy correctos en sus papeles, hacen una combinación de varios estilos y atención al gato Ulysses, un regalo de los hermanos.

A propósito de Llewyn Davis puede que no sea su mejor película. Incluso al espectador normal le costará conectar con ella, debido sobre todo a ese ritmo pausado que la define. Pese a ello, deja huella. Ya sea por su banda sonora, los personajes o la sinceridad con que están rodadas las escenas, lo cierto es que estamos ante una cinta que se mastica y digiere con el paso de los días. Un transcurso necesario para reflexionar y, sobre todo, disfrutar de esta auténtica obra de arte que queda grabada en la retina y el oído.

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7
18 de enero de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carlos es un hombre normal; silencioso y solitario; sastre de profesión, respetado y reconocido por su trabajo. Esas cualidades hacen que pase desapercibido; le convierten en el vecino modélico. Sin embargo esconde un terrible secreto: en la intimidad disfruta matando bellas y hermosas mujeres para después comérselas con sumo placer.

Así es el personaje interpretado por Antonio de la Torre (Grupo 7, Azul oscuro casi negro, Primos) en Caníbal, la cuarta colaboración del actor malagueño con el director y guionista Manuel Martín Cuenca (La flaqueza del bolchevique) después de rodar juntos La mitad de Óscar, El tesoro y el cortometraje Hombres sin mujeres.

Con más de 80 títulos a sus espaldas, un premio Goya y varias nominaciones al mismo, no es descabellado afirmar que este sea uno de los mejores momentos en la carrera profesional de Antonio, un animal de la interpretación, que como en la película, devora papeles, guiones y se come, literalmente, la cámara en cada escena.

Capítulo aparte merece la otra protagonista de la cinta, Olimpia Melinte, quien hace acopio de fuerzas para interpretar a dos personajes que, aun siendo gemelas, son radicalmente opuestas. El yin y el yang, ya que una destaca por su sensualidad y erotismo y la otra por un comportamiento más sosegado y tranquilo. La propia actriz ha afirmado en ocasiones tener algo de ambas, lo que la ha ayudado en escenas de tremenda dificultad sentimental.

Finalmente y como colofón conviene destacar la importancia del silencio como elemento esencial de la película. Quizá sea el más importante, ya que ayuda a crear la tensión necesaria que se presupone a los actos de este psicokiller que no es consciente de que lo es, aunque en algún momento llega a ser tedioso y provoca lentitud, si bien es cierto que se solventa gracias, nuevamente, al trabajo de Antonio.

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