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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 324
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
29 de enero de 2021
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Vi “Loreak” (España, 2014), dirigida y escrita por Jon Garaño y José Mari Goenaga, de quienes ya había reseñado un filme previo, “Handia” (“Aundiya”, 2017, España). La música es mérito de Pascal Gaigne y la fotografía de Javier Agirre Erauso (aplausos). El reparto está integrado por Nagore Aranburu, Itziar Aizpuru y Itziar Ituño, entre otros. La cinta narra la vida de tres mujeres, Ane (Aranburu), Tere (Aizpuru) y Lourdes (Ituño), quienes se entrecruzan en la rememoración de un hombre en común (el compañero de trabajo, el hijo y el esposo, respectivamente), a partir de las flores (loreak en euskera), unas que recibe Ane semanalmente de un remitente desconocido o flores que aparecen continuamente en el lugar donde murió aquel hombre, asunto que intriga a Tere y Lourdes. Ahora, estamos ante un drama (incluso, un melodrama) que brilla, desde mi perspectiva, por dos méritos: el primero un buen guion y el segundo una buena fotografía (por ejemplo, véase cómo se intercalan los tonos fríos y cálidos dependiendo del estado de ánimo de sus protagonistas). Me quedo con el primer mérito, destacando que logra un saludable equilibrio entre forma y fondo. La historia que hay detrás es tan sencilla como convincente en tanto provoca empatía. Es sencilla pues, si uno se pone a ver, el drama es manejado como algo cotidiano, algo que no parece propio para el cine, en especial porque, desde la distancia, no pasa nada, no hay desenlaces importantes; pero es, en últimas, una fábula entrañable que evoca el recuerdo, la pérdida y la tristeza con la que todos asumimos el día a día, casi siempre con la complicidad del silencio. A veces, uno se encuentra películas con historias muy deslumbrantes pero que no conmueven; aquí, estamos ante algo muy diferente, una historia sencilla, algo lenta, que conmueve dejando una sensación de desolación en el espectador.
Por lo anterior, esta obra invita a lecturas simbólicas e intimistas, más que políticas o iusfilosóficas, entre ellas la centralidad que tienen las flores y lo que ellas representan, no solo como lo que une las historias de las tres mujeres, sino también lo que atañe como metáfora del proceso que implicar florecer, de un lado, y no dejar que se marchiten las flores, de otro. Podrían hacerse cientos de lecturas, pero me llama la atención la de considerar que las flores, que siempre cruzan con el hombre evocado, son el resultado de un proceso de crecimiento y permanencia, y a eso se someten las mujeres en cuestión. Ellas florecen a pesar de los contextos que las doblegan, pero no para quedarse como decoración, sino para darse, pues en la cinta, las flores se entregan, se dan, constituyen dones que permiten la sociabilidad (la solidaridad, la economía social, las redes, etc.) en tanto que son recíprocos, en tanto son la base del intercambio, cosa que bien analizó Marcel Mauss. En este caso, el intercambio metafórico de las flores resulta en la construcción de redes de empatía entre mujeres que deben florecer, para luego ser, ellas mismas, dones en ese juego de dar y recibir que supone la microsociedad que se representa en el filme.
De allí la importancia de la educación de las emociones, una que destruya la visión que elogia la fría razón, pues son las emociones las que nos recuerdan lo humanos, lo demasiado humanos, que somos. Es la emoción, más que la razón, el fundamento de la sociabilidad, el de la moral, incluso, el del derecho, como bien lo recuerda Nussbaum trabajando la herencia filosófica del dúo escocés Smith y Hume.
Esta sí que es una cinta de emociones, intimista, metafórica, sencilla como entrañable. La recomiendo. 2021-01-29.
Andres Botero
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7
28 de enero de 2021
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Vi “The Wife” (“La esposa”, 2017, RU), dirigida por el sueco Björn Runge [1961-], que cuenta con una muy buena carrera filmográfica. El guion es mérito de Jane Anderson, quien a su vez se basa en la novela homónima de Meg Wolitzer. De la música estuvo a cargo Jocelyn Pook y de la fotografía Ulf Brantas. El reparto está integrado por Glenn Close (aplausos), Jonathan Pryce y Christian Slater, entre otros. La cinta se centra en Joan Castleman (Close), la esposa de Joe Castleman (Pryce), este último recién elegido para recibir el Premio Nobel de Literatura; pero Joan no puede más con su matrimonio, de un lado, y la duda sobre la autoría de la obra de Joe promete un escándalo que Joan debe manejar, del otro. La película es, claramente, un drama que, si no fuera por la gran actuación de Close, terminaría solo como una obra más, eso sí, limpia y cuidadosa, aunque algo adormilada. Dicho con otras palabras, Close toma este filme a todas luces correcto, y lo vuelve una cinta dramática impresionante. Por lo anterior se explica con facilidad que casi todos los premios y los reconocimientos fueron para Close más que para Runge y su equipo. Ahora, no es que Pryce lo haya hecho mal, pero el guion no estaba hecho para que su personaje compitiera con el de Close. Algo que podría mencionarse críticamente en relación con la forma como se narra el drama, tiene que ver con el uso excesivo de flashback (algo que está muy de moda ahora) y a ciertos desenlaces que volvieron predecible la trama sobre los derechos de autor, que si se hubieran manejado de otra manera habrían aumentado el suspenso.
En cuanto al contenido, quisiera referirme especialmente a dos cosas. La primera que atañe al título de la película y la segunda sobre los derechos de autor. En primer lugar, ¿qué ha sido ser una “buena esposa”? Joan, claramente, luchó por ser esa buena esposa en su contexto, al punto de hacer lo que fuese, incluso anularse, para casarse con su profesor y, luego, para que el matrimonio funcionase, pero cometió pecados (no necesariamente en un sentido religioso), por acción u omisión, que, podría pensarse, expía justo cuando su marido está en la cúspide de su carrera profesional. Tal vez, ese modelo de buena esposa, atravesada por el machismo de la época, le significaba a Joan hacerse con una imagen masculina que le hizo falta, pero no una imagen probable, sino una imagen construida desde la ausencia, desde el deseo insatisfecho. Por eso, está dispuesta a ser la buena esposa que, en su momento y lugar, significaba su autoanulación y convertirse en servidora de su enfermo y exitoso marido. Sin embargo, ya en otra época, Joan se rebela ante sí y ante su esposo, cansada de un amor (si es que era tal cosa, pues fácilmente sería un miedo travestido de dependencia emocional) que se volvió costumbre e, incluso, negocio. Esta rebeldía le implicará a Joan, ya madura, destruir esa relación conformista que había construido, pero por los acontecimientos que aquí no menciono para no dar un espóiler innecesario, termina nuevamente por ser esa buena esposa al protegerlo, finalmente, del escándalo, lo que sería, para muchos, algo propio de ser buena pareja, incluso en estos tiempos. En otras palabras, la obra permite cuestionar los moldes contextuales de lo que significó y significa ser una buena esposa, de forma tal que se propone una reflexión sobre el choque generacional al que se ven expuestas las mujeres mayores que les tocó un modelo pero que ahora viven otro que parte del rechazo ante la opresión a la que se habían acostumbrado, por creerla natural y honrosa.
El segundo aspecto tiene que ver con los derechos de autor, pero aquí debe detenerse el lector que no ha visto el filme, pues tendré que hacer un espóiler necesariamente. VER SPOILER.
En fin, el filme es técnicamente correcto (con una iluminación y planos acertados), pero descuella por la actriz protagónica. La historia es predecible, aunque el drama está a flor de piel. La recomiendo entonces y, perdón nuevamente, por el espóiler. 2021-01-28.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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3
16 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Da hong zha” (“Air Strike”, China, 2018), dirigida por el desconocido Xiao Feng, quien apenas cuenta con un par de producciones previas (espero que no tan malas como esta), con guion de Chen Ping, asesorada por Mel Gibson y un reparto que prometía acción y entretenimiento: Bruce Willis, Ye Liu, Adrien Brody, Fan Bingbing, Nicholas Tse, etc. Se trata de una mezcla de historias, pero la que más atención ocupa es la de un coronel estadounidense (Bruce Willis) que entrena a un grupo de pilotos de caza chinos durante la guerra contra el invasor japonés. Como dato curioso, esta cinta, la más costosa en la industria china hasta ese momento, no pudo estrenarse en salas de cine por una acusación de fraude fiscal hacia una de sus actrices, por lo que fue estrenada apresuradamente por medios digitales. Además, los productores tomaron la pésima decisión (creyendo que esto favorecería la inserción de la película en el mercado gringo) de doblar al inglés los diálogos originales en chino, utilizando expresiones coloquiales estadounidenses a pesar de tratarse de una obra conmemorativa china, lo que produjo el hazmerreír del público americano, quien tomó esto más como una parodia-cómic en vez de lo que debió haber sido: un drama bélico. Agrego que el filme tiene algunos buenos efectos especiales y se nota que hubo un interés en que la fotografía fuese más que correcta, pero no hay nada más que decir.
En relación con los temas de contenido, estamos ante una pésima película y si bien no suelo hacer reseñas de obras así, creo que ahora es una buena oportunidad para reflexionar qué es lo que hace que algo sea tan malo. En primer lugar, el guion es demasiado disparatado como para mantener la atención del público, ni siquiera del menos formado, especialmente por lo ridículo de los desenlaces y la intención de abarcar demasiadas historias en tan poco tiempo. Parece que la película se hizo por etapas y cada una con una mano e intenciones diferentes, exceso de variedad que la edición final no pudo resolver. Esto nos recuerda que, en el cine, la historia cuenta tanto como la forma en la que se cuenta. Si una de las dos cosas falla, el conjunto cae indefectiblemente. En segundo lugar, queda en claro una intención en los productores de entrar en el mercado de las mega producciones de acción, pero no supieron cómo hacerlo. Creyeron que bastaba con algunas caras conocidas (ni quiero imaginarme lo que cobraron Willis y Brody… ¡Brody!, no puedo creer que se haya prestado para esto… por aparecer en algunas escenas), expresiones coloquiales en inglés y muchos efectos deslumbrantes. Incluso, es un insulto a los actores chinos, que se esforzaron algo más, el que hayan sido desplazados, hasta en la carátula, por dos actores occidentales, con malos papeles, que no aportaron mayor cosa a la trama.
Expliquemos mejor: hay muchas mega producciones pésimas en cuanto su contenido, pero logran, para sorpresa de un público formado, ser rentables. ¿Por qué? Porque se basan en caras conocidas y escenas delirantes desde el mero entretenimiento, pero no se quedan solo en eso, pues saben que deben ofrecer alguna trama que tenga algo de sentido dentro del nivel del auditorio al que apuntan, que si bien puede ser bajo, algo de nivel tiene. Ahora, en este caso concreto, el público que disfrutaría este tipo de cintas no sabe mayor cosa de historia (y para entender lo que hay detrás del filme se requiere cierta información previa) y se enredaría fácilmente con las historias (mal) conectadas que se le presentan, con personajes que no están bien pensados ni mucho menos bien interpretados, y que terminan restando tiempo valioso a la acción. A esta cinta de Feng le faltó conocer el público occidental que pudo haber disfrutado (no digo “apreciado” pues ya es un verbo muy exigente) esta película.
Por cosas como las que he dicho, la obra ha sido destruida por la crítica, pero aun así termina siendo una excelente oportunidad para pensar que un buen filme es el resultado de una valoración positiva que hace el público correcto de un conjunto de elementos que deben interactuar bien entre sí, bajo la certera batuta del director, y todo esto faltó en la cinta que ahora reseño.
Triste momento para el cine chino de rememorar los fatídicos hechos de la Segunda guerra sino-japonesa [1937-1945] y la fuerza aérea china que, heroicamente, se enfrentó a un enemigo muy superior. Películas como está, a la larga, en vez de rendir un merecido homenaje terminan por ridiculizar el drama y la barbarie que vivieron los chinos en aquellos años (2021-01-16).
Andres Botero
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8
15 de octubre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Wings” (“Alas”, 1927, EE.UU.), película de cine mudo dirigida por William A. Wellman [1896-1975], con guion de Hope Loring y Louis D. Lighton, basados en una historia de John Monk Saunders. La fotografía es mérito de Harry Perry (aplausos) y el reparto está conformado por Clara Bow, Charles 'Buddy' Rogers, Richard Arlen y Gary Cooper, entre otros. La cinta fue producida por Paramount Pictures y, hay que decirlo, se convirtió rápidamente en un filme de culto. La obra narra las vicisitudes de un amor que se deja en casa y una amistad entre pilotos de combate, durante la Primera Guerra Mundial [1914-1918]. Sobre esta película hay mucho que se ha escrito, y son muchos los datos anecdóticos. Mencionaré algunos, los que considero más importantes. Para empezar, fue la primera cinta que ganó el Oscar a “mejor película”, el mismo año de creación de los premios de la Academia estadounidense (también ganó ese año el Oscar por “mejores efectos especiales”, mérito de Roy Pomeroy). Segundo, la productora contrató un director y a varios actores que lucharon en los aires europeos, para lograr un mayor realismo en las escenas. Tercero, el filme fue rodado con un presupuesto que, a dólares de hoy, sigue siendo de los más abultados en la historia de esta industria. Las escenas de combate aéreo (que requirieron casi una centuria de aviones de combate y más de trescientos aviadores militares, así como cerca de cuatro mil soldados como extras) y la ambientación de la guerra de trincheras en amplios espacios preparados para ello en Texas, dejan en claro que estamos ante una de las más costosas y preparadas producciones de la historia. Cuarto, esta obra estrenó diferentes encuadres de cámara que se siguen usando hasta el día de hoy en el género bélico, de manera que estamos ante una película pionera de las muchas cintas de guerra aérea que se han hecho hasta el momento; a fin de cuentas, las escenas de combate aéreo son muy emocionantes, pero más que ello, admirables, atendiendo las dificultades de filmación y fotografía de la época (¡y en esos aviones!). Quinto, Wings fue uno de los primeros filmes en mostrar a dos hombres besándose y también una de las primeras obras que mostraron desnudos de una mujer. Y sexto, con ocasión de su 85° aniversario, se hizo una restauración en el año 2012 (que fue la versión que vi) y nuevamente fue relanzada para su 90° aniversario en 2017, siempre con gran éxito taquillero, de manera tal que muchas décadas después sigue moviendo la caja registradora. Para concluir con este listado, ya entendemos porque esta es una de las más famosas películas bélicas de todos los tiempos, aunque no es, de lejos, la mejor. Si bien las escenas de combate aéreo son muy emocionantes, las escenas en tierra no tienen tal intensidad, pues se quedan con el cliché sentimentaloide exigido en ese entonces para el negocio.
Además, predomina la imagen impuesta por el victorioso, aunque no deja de mostrarse la caballerosidad que rigió entre los pilotos enfrentados, de manera tal que hay ciertas concesiones al enemigo alemán. Igualmente, como suele suceder en las cintas bélicas gringas, se exalta esa rebeldía, sumada al orgullo indomable y valentía soberbia, de sus soldados. Llama mucho la atención, y valdría para un estudio más profundo, el biotipo de soldado estadounidense, inglés, alemán, italiano, ruso, etc., que el cine bélico nos vende. En este sentido, la imagen del guerrero estadounidense poco ha cambiado hasta nuestros días, asunto del que hablé hace poco en una reseña reciente sobre la película “Midway” (EE.UU., 2019, Dir. Roland Emmerich).
Ahora bien, a la película le hizo falta mostrar las penurias de las cicatrices de la guerra, en el sentido de que nadie (y más en esas guerras de desgaste donde, al finalizar, los límites de lo debido y lo indebido se desdibujan cuando la barbarie se vuelve cotidiana, cuando se vuelve rutina), pero nadie, regresa a casa sintiéndose un héroe, nadie retorna al hogar como si fuese de lo más fácil enlazarse de nuevo a la vida que se dejó antes de ser reclutado. Le quedó faltando retratar ese dolor y angustia que muchos veteranos han padecido en silencio, temiendo ser considerados cobardes o enfermos, penurias que apenas empezaron a ser reconocidas como secuelas dramáticas que no puede ser ignoradas por la sociedad, ni por el cine.
A pesar de todo ello, y si recordamos que no tenemos derecho a juzgar una película desde nuestros estándares actuales, so pena de ser anacrónicos, puedo concluir que, para su momento, este filme fue, en muchos aspectos, revolucionario, no solo en lo estético, sino también en lo narrado. Es, pues, una obra que debe ser vista con respeto, pues marcó profundamente uno de los capítulos de la historia del cine en general y del bélico en especial. 2020-10-15.
Andres Botero
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8
29 de septiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Buh-ning” (“En llamas”, Corea del Sur, 2018), dirigida por Lee Chang-Dong [1954-], siendo esta la primera de sus cintas que veo, algunas bien reseñadas como “Peppermint Candy” (1999) y “Secret Sunshine” (2007). El guion es trabajo del propio director, junto con Jungmi Oh, quienes se basan en un cuento corto llamado “Quemando graneros” del reconocido Haruki Murakami [1949-], el cual, a su vez, está inspirado en otro, “Incendiar establos”, de William Faulkner [1897-1962]. La música es mérito de Mowg y la fotografía de Kyung-Pyo Hong (aplausos). El reparto está integrado por Yoo Ah-in, Steven Yeun (aplausos), Jun Jong-seo y Gang Dong-won, entre otros. La película narra la relación amorosa entre Jongsu (Yoo), un joven mensajero, y Haemi (Jun), una modelo, relación que se ve afectada por un tercero, Ben (Yeun), un joven rico y muy misterioso que cautiva a Haemi. En relación con el género, la obra es muy ambigua, pues hay elementos propios del cine suspenso, el detectivesco, el thriller psicológico, el drama amoroso e, incluso, de denuncia social (pues expone el consumismo, la precarización laboral de los jóvenes, la desigualdad social coreana, etc.). Esta ambigüedad está acorde con la intención de la historia, de producir una atmósfera de misterio e intriga, pero a la larga puede frustrar al espectador que, legítimamente, espera una mayor claridad en el género, para saber más o menos a qué atenerse.
Empezando, como suelo hacerlo, con los temas estéticos, estamos ante un gran filme, en el que sobresalen temas como la fotografía y la buena planeación de las escenas, todo lo cual redunda en que el espectador se pueda sentir sacudido por (los sentimientos que dan pie a) la historia, una que no solo discurre por los diálogos sino también por las imágenes. Podríamos decir que, desde el plano estético, estamos ante una cinta más que correcta.
Pasando a asuntos más de contenido, empiezo señalando un aspecto que termina por pasarle factura a la película: es innecesariamente larga. Si se hubiera recortado, quedando como máximo de dos horas, la obra habría ganado demasiado sin perder nada.
Otro aspecto tiene que ver con que el filme es muy enigmático; al menos, se dejan algunas claves desperdigadas a lo largo de la narración (algunas de las cuales es la remisión a la novela el “Gran Gatsby” de Scott Fitzgerald y la obra de Faulkner, autor preferido de Jongsu, reconocidos por sus técnicas literarias innovadoras), claves que incitan la imaginación del espectador. A título personal, parto de una afirmación que se lanza al inicio de la cinta, cuando Haemi simula que pela una mandarina invisible: no se trata de fingir que algo existe, sino de olvidar que no está para que se vuelva así real. ¿Qué es real y qué no? Se está, pues, en un constante juego con la mente del espectador, juego que deja, por lo menos, dos opciones para interpretar el enigma: VER SPOILER. En este caso, el realismo mágico está bien conectado, por mérito del director, a una sociedad altamente desarrollada en lo económico, pero pagando por ello un alto precio humano, que es lo que no deja de ambientar el filme.
En conclusión, estamos ante una cinta bien hecha, inteligente, ambigua deliberadamente y que sacude al espectador. Eso sí, más larga de lo que debía y, finalmente, hecha para los que buscan del cine algo más que entretenimiento, en este caso, para los que pueden vivir con enigmas irresueltos. 2020-09-28.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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